Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza
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Aproximadamente hace seis años presencié el fenómeno de La casa de papel. Las personas se disfrazaban con monos rojos y caretas de Dalí. En ese entonces yo no había visto la serie y por ende tampoco sabía sobre qué trataba. La curiosidad me motivó a verla, la historia me atrapó. Sin embargo, un detalle en específico captó mi atención: las personas que la veíamos empatizamos con los atracadores. Queríamos que el plan del profesor saliera a la perfección para que la banda lograra huir con el dinero y el oro, y burlarse de la policía y de todo un Estado. En un inicio parece lógico, la serie se desarrolla desde la perspectiva de los atracadores, incluso es una misma delincuente quien narra toda la historia. Cabe preguntarnos, si el enfoque de la serie se hubiera contado desde el punto de vista de la policía, ¿simpatizaríamos con ella y esperaríamos que triunfe el bien y la justicia?
Los atracadores cometieron diversos delitos, y sin embargo, son de agrado sus personalidades. Sin duda muchas personas amaron a los diferentes miembros de la banda por su gracia y humanidad, y esto coincide con lo planteado por el autor Víctor Aertsen en su artículo La simpatía hacia los personajes de ficción, donde afirma que la estima es el principal vínculo afectivo que el espectador establece con los personajes de ficción e influye en que se involucre emocionalmente en las vivencias de los personajes. Está el caso específico del protagonista Berlín, en una escena de la primera temporada la inspectora pide filtrar a la prensa el expediente donde menciona que es un narcisista, con la intención de que sea juzgado por la opinión pública; empero, los demás miembros de la policía le dicen que no será buena idea ya que la gente ama estas personalidades. Berlín fue uno de los personajes más queridos por la audiencia, a pesar de su muerte tuvo que seguir apareciendo en las demás temporadas en flashbacks e incluso logró tener su propia serie. Por lo tanto, la aprobación moral está condicionada por el grado de simpatía que el personaje despierta en el espectador al momento de ser evaluado.
Esto también sucede en las películas, por ejemplo, los Drugos de la Naranja mecánica son tipos delictivos y ultraviolentos que le causaron daño a la sociedad; sin embargo, la personalidad del protagonista, Alex DeLarge, es altamente popular en la cultura cinéfila, una pequeña muestra de ello es que hasta la fecha se sigue recreando su icónica vestimenta blanca, con sombrero y botas negras.
Otro ejemplo es el caso de Pearl, protagonista de la película que lleva el mismo nombre. Un meme en internet captura su peculiar sonrisa para transmitir diferentes sentimientos, podemos sentir compasión por ella y entender que hasta cierto punto fue su contexto familiar lo que la orilló a convertirse en una psicópata y asesina. Esto concuerda con lo planteado por Concepción Medrano en su artículo Identificación con los personajes televisivos y valores percibidos por los y las adolescentes, donde afirma que la mayor cercanía se produce cuando el espectador adopta la perspectiva emocional y cognitiva de sus personajes favoritos.
La asombrosa Amy, protagonista de la película Gone Girl, cometió diversos delitos, el principal fue incriminar a su esposo como sospechoso de su supuesta desaparición, y pese a que su plan no resultó, continuó con otro para que ella resultara inocente, aceptada y amada ante la sociedad, en realidad era una psicópata y narcisista. En internet también es amada por su manera de resolver, idear planes y ser lista; es un personaje bien construido que logra salirse con la suya, de ahí que en redes sociales se comparten memes o frases con su imagen y pongan el texto: “sí soy” o, “soy esa”. Las personas se sienten identificadas a través de un proceso en el que imaginan ser uno de los personajes e implica el reemplazo temporal de su propia identidad por la de un personaje, desde un punto de vista afectivo y cognitivo, como lo señala Juan Igartua en su artículo Recepción e impacto del drama cinematográfico.
Lo que puede ser considerado bueno o malo, moral o inmoral, correcto e incorrecto, toma como base lo que la sociedad, mediante legislaciones, cataloga como delitos. Los personajes cometen delitos, y habrá miembros del público que los apoyen, o que los justifiquen. Esto va relacionado con el hecho de que el espectador flexibiliza sus principios morales al observar un audiovisual, aceptando la estructura en favor del entretenimiento, incluso, si el sistema entra en conflicto con sus creencias, emplea una suspensión de valores, como se menciona en Engaging Characters: Fiction, Emotion, and the Cinema de Murray Smith. Así mismo, la psicóloga Patricia Corres menciona que cuando existe una situación de molestia ante el sistema de justicia que no funciona como debería, valoramos más la venganza que las leyes, ver a villanos hacerse justicia por su propia mano, nos encanta.
Diferentes trabajos en el campo de la psicología social indican que la admiración es un factor importante, tendemos a mostrar favoritismo en nuestras evaluaciones morales hacia aquellos individuos que nos son simpáticos. Empatizamos y adoptamos la personalidad de nuestros personajes favoritos porque nos aburre ver representados en la pantalla a personajes perfectos, sumisos, con valores y moralidad. Cuando nos presentan a personajes que rompen con esos esquemas captan nuestra atención, nos involucramos en su historia de vida y queremos indagar más a detalle. La unión que se entabla con los personajes que son bien construidos, no importa que tan malos o incorrectos sean, logran conectar con el público y ser icónicos tanto en su imagen personal, como en su manera de actuar. La identificación supone una vinculación psicológica basada en la empatía, y la imitación en una respuesta conductual. Además, el humor es un valor destacado, junto a cualidades como la personalidad y el comportamiento. Otro factor relevante es la atracción que el personaje produce, como su capacidad de seducir, agradar o divertir al espectador. En fin, como sociedad y miembros espectadores nos encontramos envueltos en películas y series, pero quizá todo ese conjunto de historias y de personajes, y su capacidad para conectar con el público, es lo que nos hace decir “en efecto, es cine”.
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