Facultad de Psicología
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Échale ganas. ¿Cuántas veces hemos escuchado esa frase? Yo la he escuchado una infinidad de veces, que para ser muy sincera ya he perdido la cuenta y que recuerdo empecé a escuchar como parte del agregado vocabulario mexicano desde que tengo memoria.
Recuerdo que para cualquier situación alguien amablemente sonreía y decía “no te preocupes, échale ganas y todo saldrá bien” pero hoy he entendido que no basta con echarle ganas en un país donde 26.7% de la población se encuentra en un nivel de pobreza extrema por ingresos.
¿Verdad que no basta con echarle ganas nada más?
Evidentemente, la verdad no basta cuando estamos envueltos con una mentira motivacional vendida por un grupo de personas que nos han hecho creer que entre más te esfuerces mejores resultados obtendrás, porque su privilegio les hace pensar que meramente “el pobre es pobre porque quiere”, “el enfermo está enfermo porque no tiene ganas de curarse”, “el que no tiene trabajo es porque no ha buscado bien” y muchísimas otras más que no podría ni siquiera enumerar.
El mundo social determina nuestras experiencias, nuestros aprendizajes, nuestra vivencia, pero también nuestros derechos, nuestras libertades, ha delimitado nuestros accesos, porqué aquel que diga que todos tenemos las mismas oportunidades aquel miente. Y bueno si no queremos vernos tan extremistas consideremos que al menos esa persona se encuentra cegada por su privilegio.
Pareciera difícil imaginar cómo es que en un mundo tan globalizado con tantos avances científicos y tecnológicos no existiera la misma oportunidad de desarrollo sin estar determinada por una condición específica, como el estatus de salud, el poder económico, social, político o religioso.
Uno de los grandes retos que se enfrenta en el ámbito de la salud es que la enfermedad se presenta en una condición particular, donde el cuerpo se encuentra frágil, débil, pero en un constante batallar día con día frente a la dolencia y ahora más con la carencia. ¿Qué pasa cuando el cuerpo y el alma piden a gritos sanar sin tener una condición de acceso a un servicio de salubridad? ¿Te hace ser más vulnerable? ¿Qué pasaría si fueras tú?
Sabemos que la igualdad es un valor, un principio que reconoce la equiparación de todos los ciudadanos en derechos y obligaciones, pero no existe la igualdad en un país en donde 49 millones 224 mil 883 personas no tienen acceso a un servicio de salud.
¿Qué pasa con esas personas? ¿No le han echado suficientes ganas para salir de esa condición?
Claramente tu privilegio y mi privilegio nos han llevado a pensar en lo afortunados/desafortunados que somos por vivir en un país en donde en realidad no importan las cifras, no importan las personas lo que importa es mantener el discurso motivacional, falso y aspiracionista que en ocasiones nos lleva a comparar, a relegar, a invalidar e incluso mostrar insensibilidad a las condiciones en las que se encuentran otras personas. Esto no es más que una idea sembrada desde un principio capitalista, que nos hace vender nuestra vida e implanta una mentalidad de productividad, un principio donde el tiempo te hace generar dinero, en donde mides tu valor como persona dependiendo de la cantidad de logros que tengas y eso determina lo valioso que eres para otros.
El capitalismo ha dañado nuestra salud física, generando la errónea idea de productividad y sacrificio, en el cual se han glorificado la enajenación al trabajo, la pérdida de la vida social o familiar, lo cual ha llevado a destruir nuestra salud mental, la salud mental de la que tanto se habla en estos días, quizá echarle ganas funcione algún día, cuando nuestro contexto y oportunidades sean las mismas para todos pero como eso difícilmente ocurrirá no creo que sirva de mucho repetirlo incansablemente para todos aquellos quienes nuestras posibilidades delimitan nuestros sueños y repercuten de una forma significativa en nuestras vidas.
Por favor no nos pidan que le echemos ganas a una generación que ha tenido mayor desarrollo que sus predecesoras y que sin embargo no le ha bastado para terminar con la brecha social en la que vive, la brecha social que se enmarca diariamente y la falta de oportunidades.
Echarle ganas no basta cuando vives oprimido por un empleo que no te llena, que te explota, que te vulnera, que te transgrede, por una sociedad que justifica la violencia.
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