Facultad de Derecho
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Liberto
En mi cabeza vive un monstruo
de mirada lacera.
Una voz engañosa,
reclama una silueta distorsionada.
A medianoche,
me hace abrir la puerta helada
para saciar su vientre vacío.
Luego, me persigue de nuevo,
en el espejo,
reflejo de tormento,
danza insaciable con cadenas,
como trajes que aprietan.
Me crecieron raíces
cuando me despejé de capas,
ahora soy el liberto
pero no se escapa,
me encausa con el gélido juez
de los mil números que dicta mi valor.
No hay abrazo que me alivie,
ni sonrisa que me anime,
solo el monstruo que me habla,
que me dice que no valgo nada.
Quisiera escapar de su prisión,
romper las cadenas que me oprimen,
recuperar mi voz y mi ilusión,
pero no sé cómo hacerlo,
ni siquiera sé quién soy.
Intoxicados
Soy el alcaide,
te guardé en una jaula,
y, cuando ya no te amaba,
te adorné con palabras, cariño
te encadené para que te quedaras.
No, no eres víctima de mí,
yo también estoy en tu jaula,
presa de tu sórdida voz,
esperando la luz de tu redención.
¡Libérame!
Te quieres ir y yo me quiero ir,
no tenemos remedio,
¿por qué seguimos aquí?
presos uno del otro,
nos turnamos para herir.
Pobres corazones confundidos,
par de tercos acostumbrados,
y, es que, en esta jaula de amor
hay dos prisioneros.
Barco
Se avecina un desastre,
una calamidad imparable,
es como el otoño en las hojas
y no va a demorar.
Cuando legan las grietas,
el ancla no te sujeta,
unos hilos se tiñen,
otros se caen,
la amura empalidece,
se afligen los pilares,
y la proa se hunde.
Vas por la corriente del tiempo,
deslizándote por la marea de la vida,
te acaricia el llamado de la sabiduría,
entre luces y sombras navegas,
con la esperanza como tu vela.
Hay cierto temor
cuando la sientes llegar
pero ella está presente
en cada parpadear.
Eres el barco abandonado en el desierto,
el océano se consumió,
aparatoso final,
y si quieres salvarte
tendrás que dejarte llevar.
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