Facultad de Filosofía y Letras
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¿Qué han de soñar los peces de esta laguna?¿Cómo han de vivir? Tengo la duda si entre sus asuntos diarios tienen que trabajar. Si acaso se preocupan por su educación, si temen por su vivienda, si se espantan por la inflación de los precios de la canasta básica de algas y lombrices.
Me intriga saber si luchan por sus derechos, ¿habrán de hacer protestas, huelgas, revoluciones? Cómo será su historia, imagino sus luchas interminables entre bandos opuestos.
¿Se pasarán las tardes leyendo libros, o viendo películas y comiendo frituras de coral para merendar? ¿Asistirán al cine o a museos acuáticos? No puedo pensar en su ingeniosa e increíble arquitectura para soportar el gran peso del agua y su poder corrosivo.
Me pregunto si adorarán a un pez mesías que promete la salvación de su espíritu cuando ellos estiran la aleta. Quizá tengan un repertorio grande de pescadores de almas.
Mi mente divaga y divaga sobre estos asuntos. Para ser sincero, no me cabe en mis pensamientos que solo existan tan a la ligera, de forma estática y como algo pasivo. Así, en una vida sin problemas, ¡qué cosa sería esa!
Seguramente asisten a reuniones con sus familiares, y también deben escribir poesía y hacer arte. Claro que la muerte y el amor ocupan sus cabezas escamosas.
Y desde luego, acuden de vez en cuando al océano de aire que tienen arriba, siempre arriba. Es un hecho que suben los fines de semana, en vacaciones o cuando disponen de tiempo libre. Sus vidas deben ser tan ajetreadas. Sí, visitan cada que pueden el mar de viento, se asoman de forma curiosa y quieta a contemplar a las criaturas que habitan en la tierra y en el cielo. Llevan a sus crías para enseñarles sobre biología. Y cómo no, a los hijos peces se les advierte de los peligros del aire. Deben evitar subir demasiado, porque cuántos aventureros peces no han muerto por creer tener muchas agallas.
Sí, deben hacer todas esas cosas. Yo estoy muy seguro. Los peces crean y producen su realidad, la manipulan a su merced, o al menos, eso imaginan.
Pasan tanto tiempo ahí, en la orilla, reflexionando sobre su vida y sobre cómo funciona el mundo que, entre todo el cardumen de mentes, no me cabe la menor duda, un pez se pregunta si acaso los extraños seres que ocasionalmente les avientan migajas de pan desde la tierra también sufren igual que ellos.
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