En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Aileen Copany Acevedo Serrano / ENP Plantel 7
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Ariadna Bustamente Mendoza

Facultad de Derecho

Mi nombre es Ariadna Bustamante Mendoza, me apasionan los temas sociales y el activismo en cualquiera de sus formas. También me apasiona escribir y hacer una crítica sobre el mundo que nos rodea a través de mi personalidad y mis textos.

Lo que se ve y sí se juzga

Número 14 / JULIO - SEPTIEMBRE 2024

Las verdades incómodas de una sociedad superficial

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Ariadna Bustamente Mendoza

Facultad de Derecho

Desde tiempos inmemorables, la apariencia física ha sido de suma importancia no solo para regocijo propio y alimentar esa insaciable necesidad de aceptación, sino, incluso, para obtener más beneficios y hasta privilegios sociales.

La cantidad innumerable de situaciones que ocurren en nuestro día a día que giran en torno al trato recibido dependiendo de cómo te ves, es alarmante; sería un acto de descaro el negar que las personas siguen usando el parámetro del aspecto físico para determinar qué tan merecedor eres de respeto y oportunidades. Tan solo en 2022, según datos del INEGI, el motivo de discriminación más recurrente en México fue la forma de vestir o arreglo personal (tatuajes, ropa, peinado, perforaciones), con un porcentaje del 30.6%. El segundo motivo más común fue el peso o estatura, con 27.5%. Entre las causas de discriminación en el país, también encontramos el sexo, la manera de hablar, la edad, la clase social, el lugar donde alguien vive, el estado civil, el tono de piel, tener alguna enfermedad y discapacidad, ser persona indígena o afrodescendiente, la preferencia sexual, entre otros, lo que denota la cantidad de prejuicios que existen en un país como México.

Como vemos, este tema tiene muchas aristas. El ámbito espacial, por ejemplo, adquiere gran relevancia cuando de estereotipos hablamos, pues es evidente que dependiendo del lugar en el que vives o te desarrollas, es como te van a percibir y, por lo tanto, tratar. Tan solo al visitar la Ciudad de México, la diversidad es notoria: encontramos a gente de todos los aspectos, orígenes, preferencias, expresiones, etcétera. Sin embargo, este mismo aspecto es el que muchas veces detona en las personas una inmediata necesidad de comparación, de saber la posición en la que te encuentras respecto del otro y, así, enaltecer o menospreciar el estilo de vida propio o el de alguien más.

Por otro lado, tenemos a las industrias, aquellas que han lucrado con el concepto de belleza en las personas, principalmente mujeres. La industria del modelaje es el epítome de los estereotipos que una sociedad admite y acepta como la mayor aspiración de alguien, insisto, sobre todo de las mujeres. Es ineludible no toparnos con el patriarcado cuando de estereotipos hablamos. Esta sistematización y conceptualización femenina que se nos han exigido desde siempre juegan un papel demasiado relevante, pues los estereotipos de género han sido de los más predominantes históricamente, donde a nosotras se nos exige actuar, pensar, hablar, desenvolvernos y sobre todo vernos de determinada manera para poder encajar, porque de no ser así, somos maltratadas y excluidas de la esfera social. Nuestros cuerpos son objetivizados; se nos trata en función de qué tan atractivas se nos considera, y en una lógica machista y a su vez irónica, en muchas ocasiones hasta se nos subestima por ser “bonitas”, asumiendo que una mujer no puede ser atractiva e inteligente al mismo tiempo, pues sería una contradicción: o eres bella o eres digna.

Visto desde un lente social, la cuestión de clase no se queda atrás e, incluso, predominan los estereotipos y sobre todo los prejuicios sobre los sectores más vulnerados y transgredidos históricamente. La supremacía de las clases altas o de la gente con un tono de piel más claro es clave para resaltar la exigencia al otro para verse de cierta manera. Al menos en México, existe cierta admiración hacia la gente de tez blanca, las personas extranjeras desatan un sentimiento de idolatría con sus características hegemónicas y socialmente admitidas como lo “bello” o el deber ser. La imagen eurocentrista nos provoca un sentimiento de inferioridad. Y, en contraparte, está el rechazo existente hacia lo que la cultura se niega a aceptar: la piel morena, la raíz de todos los mexicanos; este constante resentimiento que se tiene hacia lo que nos caracteriza como país, y esto, gracias (nuevamente) a la percepción alterada de nuestra realidad, a estos estándares que vemos en los medios, en las redes, en los concursos de belleza, donde predominan personas con características diferentes o hasta opuestas a lo que nos hace mexicanos y/o latinos.

Por otro lado la era tecnológica ha traído consigo un sinfín de escenarios que, hace tiempo, pudieron ser vistos como algo muy lejano o de plano impensables. Las ventajas que las TIC (Tecnologías de la Información y Comunicación) han proporcionado al ser humano, son equiparables a la alteración de la autopercepción que han ocasionado en las personas. Las redes sociales han distorsionado de manera radical la forma en que nos relacionamos, en que nos entendemos y en que nos percibimos. En la actualidad, el estilo de vida personal lleva consigo una gran influencia de lo que consumimos en los medios: nuestra forma de hablar, nuestras ideologías, nuestros gustos, entre otras cosas. La interacción se ha reducido al espectro audiovisual, y muchas veces no somos conscientes de lo interiorizados que tenemos los escenarios que nos muestran estas plataformas. Idealizamos un estilo de vida que, muy seguramente, ni siquiera existe, pero ya no podemos dejar de pensar en ello y ha cegado nuestra capacidad crítica, pues se impregna en nosotros como el pan de cada día.

Finalmente, me resulta necesario abordar este tema desde la experiencia propia, visto desde la perspectiva de una estudiante de Derecho no perteneciente a una clase que suele predominar en este espacio, donde la forma en que los profesores y hasta alumnos se dirigen a ti por cómo te vistes es evidente. Ir con traje y camisa, con falda o vestido, es sinónimo de qué tan lejos vas a llegar, puesto que sí, eso es determinante para quienes se atoraron en siglos atrás. Incluso, esto va de la mano con las oportunidades laborales, ya sea por lo mucho que le pueda agradar a un profesionista el que te tomes la carrera “en serio” o por la imagen que puedas representar para una empresa –y no solo hablamos de los abogados–. En un ambiente tan elitista como la carrera de Derecho, sobrevivir ante la cantidad de expectativas y exigencias provenientes de toda la comunidad, es un acto de resistencia del que poco se habla y que poco se admite.

Sabemos que el cómo nos vemos implica una serie de ventajas provenientes de una ideología muy arraigada del deber ser, y entre ellas está el que te contraten para un puesto o te consideren para ciertos cargos, pues desde la lógica estereotípica, tu apariencia es igual al trabajo que eres capaz de desempeñar.

Es así que nos encontramos con la constante crítica y el poco entendimiento a las personas que no se visten de determinada forma, que no hablan “correctamente” o que no son lo que “deberían ser” según lo que vemos en los grandes espacios de difusión. Pero es porque no se ha logrado entender que existen factores de poder que determinan la vida de las personas en todo sentido; la preocupación de la gente va más allá del verse “bien” para los demás cuando por su cabeza pasa si el dinero bastará para la comida del día o si lograrán llegar a fin de mes. Por tal motivo, vemos que la preocupación entre un sector social y otro es completamente diferente; mientras que por un lado lo más importante es saber si se está suficientemente en “tendencia”, por el otro, la única tendencia es un mundo desigual, lleno de carencias y donde las necesidades básicas no son un derecho, sino un privilegio, por eso la ropa o los accesorios son la menor de las preocupaciones.

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Lo que se ve y sí se juzga

2 Responses

  1. Escucho por todos lados los mismos discursos de cambio y trato igual para las demás personas, incluso yo mismo los predico y práctico pero es triste salir a la calle y encontrarte con todo lo contrario, un número preocupante de estas situaciones; es cuando te das cuenta que la gente tiene muy arraigada la costumbre de ser prejuiciosos y muchos no tienen la más mínima intención de cambiar ni tienen una pizca de consciencia sobre lo que provocan en otras personas.

  2. Es tranquilizante leer que hay más gente consciente y consternada por esta situación que afecta en gran medida al país, sin haber compartido mi historia me sentí escuchado. Espero que mucha gente más, sobretodo aquellxs que tal vez como yo, lo necesiten, puedan leerte; te admiro muchísimo Ari.

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