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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Nan Gxzmxn CCH Azcapotzalco, UNAM
Ariadna Bustamante Mendoza

Ariadna Bustamante Mendoza

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 2

“Yo fui educadx de cierta forma”

Número 3 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2021

El machismo, la misoginia y la homofobia: una trilogía atemporal para muchos de generaciones pasadas

Ariadna Bustamante Mendoza

Ariadna Bustamante Mendoza

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 2

Hay formas de segregación que todos hemos puesto en práctica en algún momento de nuestras vidas: el machismo, la misoginia y la homofobia, y con mucha razón, pues nunca se habían cuestionado estas actitudes a las generaciones pasadas, pero ¿qué pasa con estas nuevas?

La manera en la que los seres humanos nos relacionamos con el medio depende mucho de lo que tengamos a nuestro alcance; por ejemplo, una persona de 50 años no va a poder desarrollarse rápidamente en la actualidad como lo haría alguien de 14, pues los recursos a su alrededor no son los mismos que existían décadas atrás, sin embargo, el caer en el discurso de “yo fui educadx de cierta forma, es por eso que no puedo llevar a cabo algo con lo que no estoy de acuerdo” es solo una cortina para disimular una ideología que no quiere y que sobre todo no le interesa cambiar, ¿por qué?

Posiblemente porque quien actúa así no ha sido víctima de ello, y si lo fue, no se percata por lo arraigado de algo que nunca se corrigió y mucho menos se visibilizó ni cuestionó e incluso, si esto funcionara así me pregunto: ¿cómo es que no aplica igual para quienes fuimos criados con las mismas ideas y pensamientos que ellos?, ¿por qué siempre se nos refuta al querer expresar una desigualdad o hablar de una costumbre que no nos parece para nada justa y la cual queremos erradicar?

El odio hacia ciertos grupos marginados como la comunidad LGBT+, que a pesar de ser una minoría, siempre han sido blanco de represión. Por el otro lado, el sexo femenino y las mujeres, que son igualmente merecedoras de respeto e inclusión, pero son odiadas, excluidas, maltratadas y asesinadas en razón de género.  Esto es algo que a la sociedad le sigue costando demasiado borrar de su cotidianidad. Afortunadamente, cada vez somos más jóvenes quienes nos damos a la tarea de terminar con estas desigualdades por las que hacemos ruido diario  para ser escuchadxs.

Empecemos con los movimientos de mayor relevancia y que han resistido mucho tiempo a pesar de ser sumamente criticados y desvalorizados. El feminismo es uno de ellos. Un movimiento que busca la emancipación femenina y que logra crear consciencia de la opresión y dominación que viven las mujeres de manera sistemática. Esto siempre se ha tergiversado por personas que no tienen idea de qué se busca ni de quiénes son las sujetas políticas y sobre todo contra qué lucha.

Se sigue teniendo la creencia absurda de que las feministas solo queremos estar por encima de los hombres, que los odiamos y que alentamos al “hembrismo y misandria”. Es curioso, porque no hace mucho tiempo, cuando mencionábamos la idea de igualdad cada que aparecía una mujer violentando a un hombre, la primera idea que se le venía a la mente a aquellos que hablan de estos términos como si fueran algo estructural, era precisamente el poderle hacer lo mismo a una mujer porque estas personas consideran que esto sería igualitario y visualizan a la violencia como un modelo a seguir, porque es lo que están acostumbrados a practicar.

Sin embargo, esto no funciona así. En primera, ¿cuál es la razón de que, en lo primero qué piense un hombre al hablar de igualdad y/o equidad, sea en perpetuar la violencia? Además, siendo ellos los que estadísticamente -e innegablemente- la llevan a cabo con más frecuencia. Es tanta la ceguera de la sociedad que no logran darse cuenta de que el hembrismo y la misandria solo existen de forma teórica, ya que, por otro lado, el machismo y la misoginia existen y de forma estructural, es decir, es parte de la realidad, no solo conceptos.

Es peculiar que al momento en que nos ponemos a sermonear sobre mismas condiciones, solo se les ocurra que nosotras hagamos lo que siempre han hecho ellos para dañarnos. He aquí una alerta de qué preocuparse.

Desde siempre el sistema patriarcal nos ha hecho sentir inseguras, ha provocado que nuestro mayor propósito sea competir entre nosotras, nos ha humillado, minimizado, abusado, violentado, asesinado y sobre todo obligado a seguir las normas que este quiere. Desde el no poder decidir por nuestros propios cuerpos hasta tener que basar nuestra existencia en su consumo. “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”, dijo Simone de Beauvoir, filósofa, escritora y profesora feminista francesa. Y es así, como desafortunadamente se perpetúa con más fuerza la dominación, habiendo mujeres que no logran ver que ellas son perjudicadas también.

“El peor enemigo de una mujer es otra mujer”, frase que nos vende este gran estafador. Es lamentable pero tan normal en un mundo patriarcal, que desde que somos pequeñas se nos inculquen ideas que van en contra de la libertad humana y en demeritar la forma de vida que tienen nuestras compañeras mujeres; porque siempre se ha tenido una percepción errónea de lo que debemos ser junto con la feminidad.  Esta característica idónea que de no poseerla, somos automáticamente catalogadas como locas rebeldes, o alguien que quiere llamar la atención porque antes no la recibió. Esto según la lógica de los que reparten este tipo de discursos.

Una mujer que va en contra de todo aquello que siempre se le ha impuesto es alguien que se cuestiona pero que por encima de eso, cuestiona a los demás. Una mujer que no fácilmente va a caer en la sumisión de quien quiere estar por arriba. Una mujer que no es recatada y una mujer que sabe vivir su vida libremente como nunca, histórica, social y políticamente lo ha podido hacer debido a las condiciones que se nos obligan a rendir. Esta ya es una mujer mala, alguien que no sabe de lo que habla: exagerada, histérica, paranoica, con ausencia de una figura paterna. Una rebelde y la palabra favorita de la reciente inmadurez: una “feminazi”, palabra que ha tenido gran influencia y un gran resueno en los antifeministas contemporáneos.

Pero no solo nosotras hemos pagado los platos rotos del patriarcado, sino también la comunidad LGBT+, o aquellas personas que no están socialmente relacionadas con el género y la hetero normatividad; es decir, los hombres que no son típicamente “masculinos”, o las mujeres que no son “femeninas”, y un gran etcétera, puesto que además de estar desde siempre por encima de todo, no hay cosa que le desagrade más al patriarcado y al machismo que una persona que se desarrolle como esta quiera, pues a estos sistemas nunca les debes decir que no, mucho menos llevarles la contraria.

No nos olvidemos de los micromachismos, o en general, de esas pequeñas acciones que van en contra de grupos marginados. Desde mi perspectiva es lo que más daño provoca con el paso del tiempo, pues son aspectos que solo las personas vulneradas percibimos y que por lo mismo no habían sido corregidas anteriormente. Porque quienes no son el objetivo de la discriminación, lo toman como lo más normal, pero cuidado con cuestionarles sus actitudes, porque no estaríamos aguantando nada, no estaríamos una vez más afectadxs por los grupos mayoritarios, sino alguien débil y frágil, como cristal.

“De seguro estás en tus días”, “Juegas, corres, pateas, hablas, caminas, te vistes, etcétera… como niña” “Eso no es de hombres” “Date a respetar” “Los hombres no lloran” “Una mujercita no haría eso” “Eso es para gays, para homosexuales”, y la lista continúa y es larga.

Luchar porque nuestros derechos sean respetados, alzar la voz ante las injusticias y lo mismo de siempre a lo que hemos tenido que acoplarnos, y sobrevivir día con día, es algo que estas nuevas generaciones queremos transmitir y realizar, porque el salir a la calle con miedo de ser violadas, asesinadas, secuestradas, torturadas, el miedo a ser acosadas por vestirnos como queremos, expresarnos en cualquiera de las formas, en cualquier lugar, lucir, hablar, caminar, comer, y simplemente vivir, no deben ser más un motivo por el cual carcomerse la mente.

Perder el miedo a poder amar a quien queramos, sin importar la sexualidad, demostrar ese amor en todos los lugares, rebelarnos ante la heteronormatividad, expresarnos como más cómodxs nos sintamos, es algo por lo que se sigue luchando.

No hay que sentirnos agobiadxs por lo que la sociedad nos diga, cuando esta nueva generación es la que finalmente logra desarrollarse en un ambiente sin estigmas, por lo menos estando en compañía de otros pertenecientes a nuestra época. Muchxs nos dimos cuenta, y gracias a eso nos sentimos bienvenidxs y despreocupadxs expresándonos como más nos gusta: siendo diferentes a lo socialmente aceptable.

Las mujeres somos seres sumamente capaces de poder realizar cualquier cosa que se nos presente, no por nada tenemos la capacidad de traer vida. Mediante la sororidad hemos sabido salir adelante en compañía de la otra, y nos hemos eliminado esa falacia de que somos competencia, cuando juntas somos inmarcesibles. Queremos ser libres, vivir bajo nuestros propios términos. Queremos ocupar aquellos espacios que siempre nos han sido negados. Queremos y estamos dejando de ser víctimas de un sistema que siempre, sin descanso, nos ha dicho qué, quiénes, cómo, dónde y cuándo ser. No más. Queremos ser nosotras, escritas y dirigidas por nuestras normas, no por las de un hombre. Ya no más.

Las personas del colectivo LGBT+, poco a poco vamos aceptando la realidad de las cosas; sabiendo que no ser heteronormados no nos hace menos valiosxs y aceptables, y nos abrazamos sabiendo que está bien no caber dentro de las normas a veces, que podemos amar y ser amadxs en todas las formas posibles.

Es así, que no vamos a bajar la guardia hasta sentirnos completamente sintonizadas con “lo normal” y no dejaremos de quejarnos hasta alcanzar a lo anticuado, lo de siempre. Si “ser de cristal” implica sacudirnos lo abstracto y lo falso, reivindiquemos este término para quienes no buscamos más etiquetas ni aceptación de aquellos que nunca se han cuestionado sus privilegios. Y recuerda: luchar por tus derechos y expresar tus creencias, nunca será una pérdida de tiempo.

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“Yo fui educadx de cierta forma”

4 respuestas

  1. Me pareció muy acertado con nuestra lamentable realidad que enfrentamos como mujeres,además esta muy bien desarrollado abordando diversas ideas.

  2. El machismo ha sido desde tiempos muy antiguos, el hombre ha abusado de su fuerza y de ser protegido por la sociedad misma. Pero también nosotras como mujeres hemos contribuido a educar en el machismo. Nuestro cambio debe comenzar en la misma familia, que es donde inicia todo. Al mismo tiempo que enorme responsabilidad!

  3. Es cierto que las mujeres están alienadas al patriarcado pero ¿no te parece violento culpar a las víctimas por su opresión? el mito de que “las mujeres propician el machismo” también es machista, por cierto muy buen texto a la autora, está muy interesante.

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