Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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“Suponiendo que en la gente la belleza es natural, pues belleza es la palabra que aún no logro concretar” es una frase, proveniente de la canción Narcisista por excelencia de la banda mexicana PXNDX, la cual nos permite reflexionar sobre algunos de los problemas que genera la idea de “belleza”. Por un lado, que la belleza es algo naturalmente dado no es más que mera suposición, una que ignora que la noción de lo bello no es inequívoca ni universal, sino que varía a lo largo del tiempo en cada lugar. Por el otro, es este carácter cambiante de la belleza lo que evita su concreción, pues aunque algo se considere bello, esa percepción puede cambiar si surgen nuevos estándares estéticos o se alteran los ya existentes. Esto último es especialmente fomentado por industrias como la de la moda o los cosméticos, ya que obtienen grandes ganancias alimentando la idea de que uno no es suficiente, pero puede llegar a serlo con sus productos; en última instancia, esto promueve una lógica de competencia en la que los bellos son ganadores y los feos perdedores que no se esforzaron lo suficiente, perpetuando así la insatisfacción y la inseguridad.
Los puntos anteriores pueden ejemplificarse con el caso de la Torre Eiffel, dado que en él es perceptible el poder de los grandes medios e industrias en la construcción de la belleza, además de que brinda pistas de cómo resistir ante tales imposiciones. Ciertamente, la construcción mediática de la Torre Eiffel la ha posicionado como uno de los monumentos más conocidos y visitados del mundo hoy día, siendo así el objeto central de innumerables pinturas y réplicas que parecen confirmar su estatus “innegable” de emblema del arte. Por ello resulta sorprendente que en sus primeros años la Torre generaba disgusto en muchos parisinos; aún más impactante es saber que dicho rechazo era impulsado por algunos de los artistas franceses más importantes de la época —como Guy de Maupassant— quienes veían a la Torre como una plaga en el paisaje, pues para ellos ese largo esqueleto de metal era una humillación y una burla que afeaba y deshonraría París (Zarevich, 2023).
Definitivamente, las notas de Zarevich (2023) nos hacen ver que en sus inicios la Torre Eiffel era símbolo de lo inútil, lo monstruoso y lo grotesco. Si bien este último término suele rechazarse porque se vincula con el fracaso, lo vil y lo indeseable, es necesario examinarlo de cerca, ya que él también puede usarse para resistir a los cánones de belleza. Para empezar ¿Qué es lo grotesco? Una breve visita a la Real Academia Española (s.f.) nos indica que lo grotesco se asocia con aquello que es ridículo y de mal gusto, y que la etimología del término alude a las grutas decoradas de la Domus Aurea de Nerón. Esto significa que lo grotesco, lejos de tener una definición bien limitada, es algo que varía en cada contexto, puesto que ¿Quién y cómo se define qué es de buen y de mal gusto? En este sentido, si hoy día el buen gusto se constituye por los cánones estéticos que imponen una perfección irreal, entonces todos los que no logren ser perfectos podrían ser considerados grotescos.
Es así que, actualmente, abrazar lo grotesco es un acto de rebeldía, pues implica el negarse a participar en esa carrera estéril en busca de una “belleza” que nunca se podrá alcanzar del todo, aceptando que lo “feo” es parte de la vida diaria y que las “imperfecciones” son parte de lo que nos hace humanos. Por ello, López Get (2015) afirma que “lo grotesco por definición es una estética subversiva que rompe con los paradigmas estéticos del mainstream” (p. 85). Pese a lo anterior, hay que reconocer que muchas personas no aceptan sus imperfecciones no porque no quieran, sino por las represalias que esta actitud puede conllevar. Es ante este escenario que el “arte grotesco” cobra especial importancia, ya que éste, por lo general, busca incitar reflexiones críticas que propicien cambios en los paradigmas existentes; a grandes rasgos, el arte grotesco plasma a la realidad como algo que no siempre es hermoso con el fin de demostrar que nociones que se tienen por “sacras” no siempre tienen razón de ser (López Get, 2015, pp. 82, 88). A continuación, se presentan cuatro manifestaciones específicas de este tipo de arte, así como su relevancia particular.
Un primer exponente de este arte es la danza japonesa butoh, la cual ha sido catalogada como grotesca porque —a simple vista— parecería ser un espectáculo irracional de espasmos y muecas. No obstante, esto cobra sentido al descubrir que este baile se inspiró en los horrores que Japón vivió durante la Segunda Guerra Mundial, incluyendo el bombardeo atómico y la muerte de soldados en mares llenos de medusas; es por ello que el butoh suele representarse a través de cuerpos pálidos, débiles, temblorosos y deformados, mismos que se encargan de explorar temas difíciles de abordar como el dolor y la muerte (Urbán, s.f.). Otro aspecto a destacar de esta danza es que ella se basa más en la improvisación que en coreografías, pues lo que se busca es que cada bailarín deje fluir sus emociones, su alma y su inconsciente, alejándose así de los estándares que se le han impuesto (Gómez Cifuentes, 2019, pp. 237-238). En suma, el butoh es un baile que promueve la espontaneidad frente a un sistema que prioriza la estandarización, además de que demuestra que los cuerpos viejos y enfermos también pueden hacer arte.
El art brut es una segunda manifestación artística “grotesca” de la que es posible extraer varias lecciones. Para iniciar, hay que señalar que dicho concepto ha sufrido múltiples cambios desde 1945, año en que fue acuñado por el francés Jean Dubuffet; hoy día, a grandes rasgos, art brut es un término con el que se cataloga a aquellas obras que son creadas por autores que no pertenecen a los medios artísticos profesionales ni les interesa seguir las normas estéticas que éstos imponen, lo que dota a sus creaciones de un gran carácter inventivo (Ramírez, 2004, p. 160). Es así que el art brut, al desarrollarse fuera del sistema del arte, le permite a sus creadores experimentar, expresarse mediante diversos medios aunque no sean expertos —como dibujos y esculturas— y emplear materiales poco convencionales. En definitiva, el art brut nos evidencia que el arte puede venir de cualquier lado, y que el realizado por profesionales es tan válido como el de aquellos que no tienen técnica. A la vez, nos recuerda que la empatía es crucial para que florezca un arte orientado a la reflexión, no al consumo inmediato de lo bello.
Ahora bien, no es necesario cruzar océanos para hallar arte que rete paradigmas, siendo muestra de ello la obra de la performer guatemalteca Regina José Galindo. Con su obra, Galindo trata de visibilizar problemas que afectan hoy a Guatemala, como la violencia de género, con el fin de motivar el cambio; cabe resaltar que Galindo usa constantemente materiales que estropean la visión mediatizada del cuerpo como algo siempre pulcro y plástico, como la sangre, para hacer más contundentes sus mensajes. Una obra que ejemplifica lo anterior es Mientras, ellos siguen libres, puesto que en ella Galindo —con ocho meses de embarazo— utiliza cordones umbilicales para atarse desnuda a una cama, esto para poner de manifiesto las violaciones sufridas por las mujeres indígenas de su país y denunciar la impunidad que reina en esos casos (López Get, 2015, p. 93).
Finalmente, en nuestro país también existen exponentes de ese arte “poco estético”, lo que se demuestra con el proyecto solista de José Madero Vizcaíno. Ciertamente, una de las principales críticas que este cantautor recibe tanto de los grandes medios como de los oyentes casuales es que canta “feo”; esto se debe a que Madero no tomó clases de canto, pero esto a él no le interesa, pues para él y para sus fans es más importante la emotiva interpretación que el tener una voz bella pero inexpresiva. Asimismo, esa voz imperfecta pero llena de pasión está muy acorde con los temas de sus canciones, los cuales suelen abordar temáticas oscuras a nivel personal y social. Entre ellas destacan Lamentable, que habla del suicidio, y Lo dorado desvanece, que aborda el sentir de alguien con síndrome del impostor. Mención especial merece Sonámbulos, ya que bajo una melodía festiva se esconde una crítica a la apatía de la sociedad mexicana para atender las causas que motivan sucesos tales como el tiroteo en el Colegio Americano de Monterrey de 2017.
En conclusión, ya sea a través de la danza, el dibujo, el performance o la música, el arte grotesco es valioso porque, aunque se le tache de “feo”, aspira a generar reflexiones que contribuyan a terminar con los paradigmas que imponen una visión única del mundo. Esto no significa que hay que despreciar el arte no grotesco, dado que el arte en general tiene la capacidad de ser usado como vía para compartir vulnerabilidad y fomentar la empatía, ayudando así a reconstruir el tejido social en una era en donde la lógica de la competencia es la que impera. Finalmente, no sería alocado pensar que ante el auge de las Inteligencias Artificiales, tendientes a buscar la perfección, lo “grotesco” y lo imperfecto sea más aceptado como modo de expresión en los años venideros.v
Por: Ángel Arturo Basilio Rivera
Para muchas empresas los baristas solo somos personas que hacemos café y piensan que cualquiera puede hacer esto
Por: Natali Paola Santiago Velázquez
Una entrada a un nuevo mundo lleno de oportunidades, éxito y experiencias
4 Responses
El momento actual, donde existen tantas diferencias y polarización, encuentro muy relevante este tipo de manifestaciones que promueven la apertura, la tolerancia y la empatía pues nos hace crecer y EVOLUCIONAR como seres humanos y como sociedad.
Felicidades DIEGO CISNEROS por esta aportacion que contribuye a la construcción de un mundo mejor.
Tu artículo me puso a IMAGINAR en una mejor convivencia basada en el respecto y la aceptación de lo diferente, tal como lo hizo una hermosa canción de un ex Beatle hace muchos años… Te considero un John Lennon moderno, un artista que nos comparte un sueño, una propuesta y una visión mas amplia de la realidad .
Esta genial reflexión, me ha extraído de los clichés y apreciaciones completamente elaborados por la industria del comercio; para aprender que, definitivamente, el arte, la percepción de lo bello o imperfecto obedece a estas ideas audazmente manipuladas; y concluir que dicha apreciación, debe ir más apegada a los sentimientos, a la percepción subjetiva y abrirse a descubrir las ideas, emociones y principios detrás de cada expresión del arte.
El arte es subjetivo porque su interpretación varía según las experiencias, emociones y el contexto cultural de cada persona.
Tu artículo me puso a reflexionar y lo que puede resonar profundamente con una persona, puede no tener el mismo impacto en otra. Además, el contexto histórico y social en el que se crea y se observa una obra influye en su significado.
Por lo tanto, cada mirada aporta una perspectiva única, enriqueciendo así el valor del arte.
Excelente artículo.
¡Felicidades!
Muy buena propuesta, tan fresca y válida como novedosa por su contenido, sobre todo en un mundo en el que los conceptos de belleza y perfección, representan categorías construidas socialmente (similares a los estereotipos). Me recuerda aquellos ayeres de inicios de la contracultura en los sesenta, lo cual confirma que la mayoría de los conceptos que determinan a las sociedades, responden a un tiempo y época determinada, de ahí que coincido con la propuesta. Enhorabuena para Diego, porque configura una aportación intelectualmente sostenida. Para seguir con el hilo planteado por él, agregaría el tema de la armonía y el sentido de la expresión, tratándose del art brut (en cursivas) particularmente, donde es determinante el sentido acuñado por la persona autora de la obra, en el entendido que todo comunica y expresa, incluso el silencio. Ejemplo de ello es la mar, que puede evocar calma y armonía pero también estridencia y caos. Recomiendo película Desde el Infierno con Jhonny Depp (muestra el “arte” moralmente condenable) y canción popular oaxaqueña El Feo (fealdad y virtud). Hago votos para que Diego siga produciendo más aportaciones novedosas.