Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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La ropa que usamos de forma cotidiana más allá de ser las prendas que cubren nuestro torso, piernas, espalda, brazos, pies y hombros, junto con sus respectivos accesorios que le combinan, es también un dispositivo semiótico que constituye un discurso entre tantos y un símbolo político que nos identifica en el mundo, y que nos inserta como integrantes de la sociedad. La importancia de cómo nos vestimos radica en las imágenes mentales que se vuelven lugar común en el imaginario colectivo de un grupo y que contribuye a la formación de estereotipos en torno a una articulación de prendas, texturas, telas y accesorios.
¡Salte del clóset!
La popular analogía del clóset, proviene del uso lingüístico en el inglés británico, entre “To come out” para referirse a salir desde un baile, hasta un evento clandestino. También a la frase “Skeleton in the closet” usada para referirse a un secreto muy bien guardado. “Come out to the closet” comenzó a utilizarse en los años 70 del siglo pasado, cuando comenzaron las primeras manifestaciones por la liberación sexual en varias ciudades de América y Europa.
Sin embargo, este término se vincula con un chiste de mal gusto, del que se desconoce su origen, en el cual se cuenta que dos hombres mantenían relaciones sexuales en la habitación de uno de ellos, el cual estaba casado con una mujer y que cuando esta llegó a casa el otro hombre, el amante, se escondió dentro de un clóset para que la esposa no lo viera. Este chiste de “humor negro” fue resignificado por la naciente comunidad LGBT y se convirtió en un estandarte de orgullo al afirmar “Claro que sí, voy a salir para asumir lo que soy y aceptar lo que siento, dejando las puertas abiertas para que más personas lo hagan”.
Se sumaron las luchas sociales, feministas, raciales y estudiantiles de su época. Para entonces la frase en cuestión se tradujo rápidamente a varios idiomas. El clóset fue la analogía al encierro y escondite de la identidad, de las preferencias y las atracciones por el mismo sexo. Salir no solamente implicaba exponerse al mundo, sino abrir las puertas y arrebatar los espacios de enunciación pública a una comunidad históricamente segregada y censurada de la sociedad.
Por mi parte, desde que descubrí mi preferencia sexual, estuve en contra de la analogía “salir del closet”. Sentía que era un mal chiste, una forma despectiva y burlona para referirse a cómo nosotrxs como individuxs descubrimos un aspecto de nuestra identidad. El clóset sí bien sirvió para explicar cómo debemos de enfrentarnos al mundo con dignidad, saliendo allá afuera y dejando las puertas abiertas a que más gente lo haga, también es la analogía a esa privacidad forzada en donde encerramos nuestra forma de ser en sociedad y a la que nos sometemos todes por miedo a la discriminación y a la violencia.
Para salir del clóset, primero hubo que meterse, entonces, ¿cuando nos metimos? Y es que claro, nosotrxs como parte de la comunidad LGBT vivimos bajo la constante persecución, con la agobiante necesidad de aclarar que somos queer, algo que a las personas heterosexuales nunca les pasará. Un chico heterosexual nunca se sentó con su familia a decirles “soy heterosexual” pues siempre se asumió que lo era porque convencionalmente es lo que se espera del individuo en sociedad.
¿Nos expresamos con la ropa que usamos?
Como primera respuesta, las contraculturas que han tenido un trayecto en la industria de la moda responderían que sí. Ya que como mencioné antes; la ropa es un símbolo político de nuestra identidad en el mundo. La ropa es una forma de vernos a nosotrxs mismxs. Pero también constituye un mensaje que enviamos a nuestro entorno social, la ropa colgada en ganchos, doblada y dentro de un cajón significa muy poco para nuestra identidad. Adquiere gran valor semiótico cuando la tenemos puesta. Pues se convierte en un acto performativo de nosotrxs, en un discurso acerca de nuestra identidad, reafirma a nuestra persona dentro de un grupo social.
Vestirse se convirtió en una necesidad cuando comenzamos a organizarnos en grupo y generamos un tejido social a partir de un grupo de individuos. La vestimenta no es algo biológico con lo que nacimos, es un fenómeno cultural que no terminará hasta que como individuxs dejemos de necesitar de las otredades para sobrevivir. La ropa atraviesa todos los ámbitos públicos, en sí misma es un lenguaje artístico y un sistema de comunicación masiva, individual y especializada. Va desde los códigos de vestimenta para ciertas ocasiones de las clases altas, hasta los abrigos y chamarras pertinentes que se utilizan en el ámbito militar. La ropa es a un vestuario, como nosotrxs somos a actores. En esta analogía, formamos parte de una puesta en escena en donde, estando dentro de la sociedad, nunca dejamos de actuar
Códigos de vestimenta
Umberto Eco sostiene que el código, en un modelo de comunicación. Es el conjunto de normas y convenciones sociales compartidas entre un emisor y receptor que propician un escenario y las herramientas óptimas para que un mensaje sea articulado. Aplica en la comunicación entre individuxs y en la comunicación de los medios masivos. De este modo, en la vestimenta, también se le interpreta como una forma de comunicación con su propio código, en donde se articulan mensajes a partir de cómo lucimos y que es lo que mostramos de nosotrxs a partir de las prendas que tenemos puestas.
Los códigos de vestimenta están en todas partes e incluso se presentan de forma implícita. En las bodas es común que se solicite un código de vestimenta a partir de cierta paleta de colores, de la hora de los eventos, la locación, el clima y la temática en general. Sin embargo, existen otros códigos de vestimenta que se asumen por implicatura y que convencionalmente seguimos sin saber que estos existen. Es decir, que si bien, nos conformamos un discurso individual a partir de nuestra vestimenta, también participamos en la construcción de un discurso colectivo, con la ropa que usamos formamos parte del espacio público y nos mantenemos dentro de un código que establece convenciones, invitaciones e imposiciones sobre cómo vernos antes los demás.
Así es como nace la moda. Más allá de un dato numérico que interpretan las matemáticas, la moda es una tendencia en la sociedad de comportarnos y hacer una serie específica de cosas para hacernos ver y buscar sobresalir en un grupo de personas. La moda va desde seguir todas las tendencias de una industria, hasta rechazarlas y crear las propias hasta que comiencen a reproducirse. La moda es la repetición de signos y su reproducción en un código del que todxs formamos parte.
¿Existe la moda queer?
Entrevista con Victoria Arce, estudiante de Antropología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, afirma que la moda queer es un fenómeno cultural que es bastante contemporáneo. Si bien, siglos atrás, ya existían personas de la comunidad LGBTTTIQ+, estos términos aún no se producían. El término “Gay”, por ejemplo, surgió en el siglo XX y antes se utilizaban otras palabras (insultos en su mayoría) para designar a las personas homosexuales. Esto sucede en el terreno de la lingüística. En la moda, el espectro queer hizo lo propio en los últimos 70 u 80 años con los movimientos por la liberación sexual. La moda queer existe, y es un fenómeno bastante contemporáneo, que sigue en desarrollo y muy predominante en las sociedades occidentales.
Pero, ¿cómo es la moda queer? Victoria Arce menciona que el término se utiliza en antropología para designar a todo aquel fenómeno y hecho cultural que sale de una convención e imposición social. Queer es una palabra que utilizó la comunidad LGBTTTIQ+ para empoderarse y enunciar a sus integrantes, separándose de una dicotomía entre lo masculino y femenino. Del mismo modo, lo queer en la cultura se manifiesta como todo aquello que se sale del espectro gris de la heteronormatividad que permea en todos los aspectos de la vida pública. Es difícil definir cómo es la moda queer, qué la compone y cómo se constituye, ya que hay que remitirnos a un espacio, una temporalidad y una comunidad muy específica para explicar cómo se articula. La moda queer es muy cambiante, no está definida de manera tajante y tiende a ser muy extensa al igual que el espectro de la comunidad LGBTTTIQ+. Lo único seguro de la moda Queer es que busca salirse del contenedor de la heteronormatividad, es rebelde, contestataria, incómoda para las personas conservadoras y busca ser radical ante la heterosexualidad y la expresión de género binaria como un ideal inamovible en la sociedad.
Sin embargo es muy importante destacar, que si bien, la moda queer es un efecto cultural propio de la comunidad LGBTTTIQ+, está misma no está obligada a seguir con alguna tendencia. El espectro de todo aquello a lo que se le llama queer es muy amplio que quienes pertenecemos a una disidencia sexo-generica, en mayor o menor medida expresamos con nuestra ropa quienes somos queer. Esta no es una norma convencional, existen integrantes de la comunidad LGBTTTIQ+ que no siguen ninguna tendencia en su ropa, no por ocultarse y mantener un perfil bajo, sino por la reflexividad e identidad que sienten a partir de su experiencia como una disidencia.
Experiencia personal con la ropa
Yo no creía que mi ropa estuviera dentro de un espectro queer, usaba sólo camisas de mangas cortas y largas, pantalones de mezclilla y de vestir de cortes rectos. Me gustaban solo los estampados de rayas horizontales y verticales, los cuadros. ¿Qué tan queer es eso? Mi ropa era tan común que no participaba de esa dinámica de la moda queer. Pero todo cambió cuando un día, compré una camisa con girasoles para el verano. Me gustó mucho el diseño que después compré una con aguacates, luego con flores de lirio, poco a poco mi armario se llenó de camisas de flores por lo mucho que me gustan.
Y es que en una época de mi vida, comprar ropa me causaba mucho conflicto. Me paseaba por las tiendas, viendo cosas que no me gustaban, ropa que no captaba mi atención de anaquel en anaquel, de gancho en gancho. Hasta que encontraba un pantalón que me gustaba por su corte, su silueta, su color. Y cuando lo tomaba, me daba cuenta que estaba en la sección de mujeres. Es decir, desde siempre he tenido un conflicto con elegir que ponerme, no encontraba algo que representara mi identidad, por lo menos no algo que estuviera dentro de ese parámetro que conformara a la masculinidad como un modelo a seguir en un código de vestimenta tan arraigado. No soy fan de ningún equipo de fútbol, entonces no me gustaba portar ninguna camiseta de algún partido. Es decir, que ante los ojos de mi familia, compañeros de escuela, vecinos, ante mi y ante todo el mundo. Nunca cumplí en lo absoluto con el estándar de vestimenta que impone la heteronormatividad.
¿La ropa me sacó del clóset?
Es curiosa la analogía de “salir del clóset” en relación con nuestra ropa que es un reflejo de nuestra identidad. El clóset, más allá de la analogía, es un espacio en nuestra habitación que esconde cosas importantes para nosotros, guarda nuestra chamarra favorita, el outfit de aquella cita especial, la ropa que ya no nos queda y nos negamos a soltar por lo felices que fuimos cuando la tuvimos puesta. El clóset guarda momentos de nuestra intimidad, rasgos de nuestra personalidad, guarda nuestros secretos personales y aquello que somos pero que no mostramos en el mundo. Por ello, la analogía del clóset comenzó a parecerme empoderante. Nosotrxs no vivimos escondidxs en el clóset, simplemente, como todos, es ahí donde guardamos cada aspecto de nuestra intimidad que como un buen secreto, se mantiene bajo la sombra y pocas veces ve unos pocos rayos de luz.
La ropa que uso, está guardada en un clóset para que yo deje de estar en él. Es decir, que si usará la ropa que mejor le fuera a la imagen que impone la heteronormatividad, estaría atrapado en un clóset rodeado de prendas que no me representan. La ropa que me identifica está en el clóset para que yo haya podido salir de él, no salí del clóset, me mostré ante el mundo pero en ese mueble sigue habiendo una parte muy importante de mi, que sacó y meto constantemente, cada que quiero disfrutar de mi identidad con la sociedad.
La comunidad trans y su experiencia con la ropa
Volviendo con Victoria Arce. No he mencionado que ella, además de ser estudiante de antropología, también es una chica trans, que lleva casi un año de haber transicionado y que ha vivido todo un proceso psicológico, emocional, físico, familiar y social. Su experiencia, coincide en muchos aspectos con las de otras mujeres y hombres trans que como ella. Nunca se sintieron identificadxs con la ropa que se les imponí con base en el género designado a partir de su sexo biológico.
Victoria Arce, en este momento de su vida, ha consolidado su transición de género, hoy se identifica totalmente con el género femenino, lo cual implica que realizó un recorrido personal y colectivo, generando las condiciones adecuadas para que ella se pudiera sentir cómoda con la identidad que presenta en el mundo. En entrevista, ella mencionó que en su vivencia personal, la ropa fue un tema que no comenzó con su transición de género, sino que desde mucho antes, cuando todavía se identificaba con el género cis, ya se maquillaba y usaba faldas. Cosas que socialmente se vinculan con lo femenino. Entonces, el vivir bajo la constante crítica y persecución fue algo con lo que ha lidiado desde antes de su transición de género.
Victoria no cree y no predica que existe la ropa de mujeres y de hombres. Es algo que no tiene sentido cuando como individuxs sólo nos preocupamos por sentirnos cómodxs con nuestra imagen frente al espejo. Es por esto que ella, antes de su transición, ya llevaba a cabo en su vida el espectro queer en su forma de vestir. “Solo se trata de vestirnos como queremos que nos vea el mundo, sin importar opiniones, sin escuchar lo que digan. Se trata de vernos al espejo y sentirnos bonitxs, sentir que esx de ahí somos nosotrxs”, comentó Victoria.
La discriminación a partir de lo que nos ponemos
Una pregunta que me he formulado en los últimos meses fue: ¿Me visto como gay?. A partir de comentarios intencionados que he recibido por parte de gente conocida. Me han dicho que “Me gusta vestirme como florecita”, que me gustan las “Blusas de señora” y que “Tengo gustos exóticos”. Muestras claras de violencia verbal y discriminación, más otras que he pasado por desapercibido al provenir de gente cercana a mi entorno. Al pasar por un proceso de reflexión de mi entorno, he encontrado muchas pequeñas muestras de discriminación y homofobia dentro de mi entorno por pertenecer y visibilizar que soy una persona queer. He sentido las miradas de la gente desconocida en algún espacio público cuando uso una camisa de flores, y pienso que esas miradas no existirían si me vistiera con pantalones skinny y una camiseta de algún equipo de fútbol.
Por su parte, Victoria, en entrevista compartió su experiencia respecto a la discriminación y transfobia de la que ha sido víctima:“Una vez un chico me dijo de forma muy abrumadora que le gustaba mi vestido, en otra ocasión me chiflaron en la calle y también me han dicho que me suba a un carro cuando alguien pone su carro enfrente de mí”. Pero las muestras de violencia que ha recibido no comenzaron después de su transición de género. Antes, ella también sufrió de actos de discriminación por su forma de vestir, siendo que en esos momentos se identificaba como un hombre cis-género. Y varios comentarios, como la mayoría de integrantes de la comunidad LGBTTTIQ+, han provenido directamente de familiares.
En el caso de Victoria, su transición fue un tema muy particular en su vida familiar cuando tuvo que contárselo a su papá. “Por mi cabeza pasaban muchas cosas, siempre pensé que me rechazaría mi papá por completo, siendo él un hombre de 50 años que tuvo una formación militar, si pensé que me iba a echar de su casa y a quitar el apellido. Sin embargo si reacción fue totalmente opuesta, claro que no ha sido fácil para él comprender todo lo que me está pasando, pero se esfuerza en ello y para sorpresa mía, a él solo le ofendió que él sentía que lo apartaba de mi vida al no contárselo antes”
¿Cómo nos ven nos tratan?
Anteriormente mencioné que nuestra ropa es un vestuario, como nosotrxs somos actores en esta puesta de escena que significa el espacio social. Nunca dejamos de actuar y nunca nos salimos de la sociedad de la que estamos insertos. Es por ello que la ropa que usamos cobra gran relevancia en nuestra interacción con el mundo. No solamente es una vestimenta con la que estamos por ahí. Es el vestuario que nos representa, lo que genera imágenes mentales de nosotrxs en el entorno social.
Los estereotipos son un lugar común en la sociedad, son el resultado de un proceso cognitivo individual a nivel social, son el producto del imaginario colectivo que se crea a partir de referentes culturales que tenemos a nuestro alcance para significar al mundo. Hay estereotipos muy claros en la comunidad LGBTTTIQ+, se espera de nosotrxs que seamos muy cómicos, que tengamos mucho sentido del humor acompañado de chistes sexuales, se espera de los hombres queer que sean “amanerados” con todo lo que ellos significa. De las mujeres queer se espera que sean rudas y con carácter, que no pueden tener feminidad. Y de las personas trans se espera que de noche sean drags, que tengan mucho sentido del humor, prácticamente que sean comediantes.
Los lugares comunes en la sociedad generan expectativas erróneas de las personas. De una mujer trans no se espera que sea académica, profesionista, experta especializada en algún tema. Se espera que sea comediante, que cumpla con la función de entretener a un público como sí nunca saliera de un cabaret. El referente más inmediato que ha constituido este sistema de prejuicios se basa en las mujeres trans virales en las redes socio-digitales y la televisión. Se trata de cómo nos vemos, con la ropa que usamos, y también de lo que no ven de nosotrxs. La sociedad está llena de implicaturas y conclusiones tajantes que colectivamente asumimos de las personas con tan solo una primera vista.
La pregunta sobre si como nos ven y nos tratan a lxs integrantes de la comunidad LGBTTTIQ+ es cuanto menos interesante. Pues no solamente atraviesa a la moda queer y todo lo que está alrededor, tanto lo tangible como lo intangible de nosotrxs. También nos atraviesan otras problemáticas que se le cruzan como el racismo, en donde la gente de color o con rasgos indígenas no figura en las portadas de revistas; la gordofobia, que atraviesa a los medios que tratan de representarnos pero que en el resultado; destaca que lxs personas queer que aparecen son blancxs, delgadxs y con rasgos finos. Pero también nos atraviesa la clase. Toda la moda está diseñada para la clase media, cuyo propósito es hacer ver a los compradores con estatus social y económico. ¿Cómo se visten lxs pobres? Ninguna marca de ropa diseña una colección destinada a los sectores menos favorecidos de la sociedad, y sin embargo en esos sectores están sus consumidores que buscan lucir como la clase media, con lo que sea que involucre formar parte de ella sí es que existiera. La clase es otro problema que atraviesa a todos los ámbitos de la sociedad.
¿Como te ven te tratan? ¿Hay una construcción de la otredad a partir de cómo lucimos? ¿Qué tanto la ropa me identifica?. Son preguntas que tenemos que responder en lo colectivo, las sociedades actuales en donde se cruzan contraculturas, las luchas contra estereotipos, lugares comunes en el imaginario colectivo y nuevas corrientes de pensamiento que reivindican el papel de las minorías en el espacio público. Abrirán un camino para que estas preguntas se formulen y puedan responderse.
Desafortunadamente, es un hecho que en este escenario social donde nunca dejamos de actuar. Nos tratan conforme nos ven, no solamente es según nuestra ropa, es también nuestra raza, nuestra preferencia sexual, nuestra formación académica y nuestra clase social. A nosotrxs nos tratan como nos ven, en una sociedad donde comienza a existir una mayor aceptación a nuestra participación en la vida pública. Sigue siendo difícil para nosotrxs presentarnos al mundo como integrantes de la comunidad LGBTTTIQ+. Estamos expuestos a sufrir actos de discriminación y violencia. Que si bien, no ponen en peligro nuestra vida, la vuelven muy difícil y nos rebasan.
No somos la ropa que nos ponemos, no somos una falsa, no somos una camisa, tampoco un maquillaje, ni nuestro cabello. No somos nuestros genitales, no somos nuestros accesorios. Todo eso, son simples signos que se combinan formando un discurso individual con el que nos presentamos en sociedad. No somos la ropa que vestimos, somos nosotrxs vistiendo como nos gusta. Hoy vivimos el mejor momento en la historia para ser queer. No es el ideal pero en la historia, nunca se había visto la capacidad de poder mostrar mediante sistemas de la cultura nuestro espectro que se escapa de la dicotomía entre masculino y femenino. Hoy es más fácil abrir las puertas del clóset, para meter esa ropa que no somos, que simplemente nos representa como individuxs. Es el mejor momento en la historia para abrir las puertas que ya fueron abiertas por más personas antes, es el mejor momento para romper las puertas del clóset, escapar y esconder nuestra ropa junto con nuestros secretos. Manteniéndonos libres en el mundo, buscando y vistiendo lo que nos gusta, hasta encontrarnos. Hoy en el clóset se guarda la ropa que no soy para estar libre como me gusta serlo.
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