En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
CRÉDITO: Pixabay
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Sebastián Huerta Arenas

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

La cultura de la “funa” en espacios digitales

Número 13 / ABRIL - JUNIO 2024

Sobre ser “funado” y sus repercusiones

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Sebastián Huerta Arenas

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

En los últimos años, con el uso masivo de las plataformas socio digitales como un canal de comunicación, no sólo emergente, sino convencional, y que se ha institucionalizado tras la ausencia de la comunicación cara a cara por el confinamiento, se ha popularizado el uso performativo de la “funa” en los espacios digitales y hasta este momento, parece que su implementación cotidiana no tendrá un retorno. 

Definición de lo que se sigue definiendo 

La palabra “funa” tiene orígenes en las épocas de dictadura en Latinoamérica el siglo pasado, y como no es claro que tenga una raíz lingüística o etimológica, su génesis puede deberse a una jerga coloquial en alguna localidad hispanoparlante. Sin embargo, hoy en día se define como “funa” al mecanismo para denunciar y evidenciar acontecimientos, conductas y acciones –que van desde lo incorrecto hasta lo violento– en usuarios de plataformas socio digitales o hacia miembros de una comunidad en particular. En otras palabras, la funa opera en las redes socio digitales a manera de discusión en publicaciones (posts) de redes sociales, disponibles para un público en general o en particular, en donde se pone en evidencia a alguien (una persona o un grupo) por su acción u omisión, esto con el propósito de generar conciencia, justicia y visibilidad a aquellas formas de violencia que no se habían puesto en el ojo público antes. 

¿Nuevo modelo de justicia social? 

Los primeros prototipos de la funa pueden remitirse al movimiento #MeToo, movimiento social acrecentado en plataformas socio digitales en donde la causa feminista, principalmente, evidenciaba actos de acoso y violencia en situaciones estructurales de machismo y misoginia. La funa se postuló como un eficiente modelo de justicia social que evidenció a las instituciones jurídicas que formaban parte de esa estructura que era puesta en tela de juicio. 

El #MeToo permitió crear un espacio de diálogo para las comunidades, compuestas en su mayoría por mujeres, en donde la discusión iba encaminada a deliberar respecto a situaciones de desigualdad, inequidad, acoso y violencia que se sufre de forma cotidiana, de este modo, el #MeToo mediante la funa creó un espacio de denuncia para hablar de situaciones que ya no podían callarse. Los usuarios de internet se formaron un criterio propio al leer o escuchar los testimonios de quienes sufrían injusticias y actos inmorales. Quienes eran denunciados mediante una funa, en algunos casos muy memorables para la opinión pública, muchas veces llegaban así a dar parte frente a las autoridades pertinentes. 

Casos como el de “YosStoP” o “Rix” (popularizados rápidamente en este contexto), surgieron como denuncias públicas en redes sociales digitales y muy pronto, por su relevancia, llegaron a las dependencias de justicia para que se hiciera lo propio. En este sentido, la funa fue un modelo para ejercer presión a las autoridades respecto a investigaciones detenidas por vacíos legales, corrupción y omisión de servidores públicos. Los casos más relevantes de funas en redes sociales y plataformas de internet se dieron a conocer a partir de polémicas que involucraban a figuras públicas (“influencers”) y esta práctica poco a poco fue permeando a esferas sociales y comunidades en toda la red. 

El juicio moral detrás de los monitores 

Las funas más relevantes en la comunidad hispano hablante de las plataformas de internet se dieron hacia personalidades del medio artístico, del espectáculo, del ámbito académico, de la política o de creadores de contenido en redes sociales. Pasó muy poco tiempo, para que se hicieran virales los casos de funas a usuarios que no pertenecían a este medio. Sin embargo, el propósito de ejercer justicia social seguía vigente. Todos pudimos ser testigos de una persona que publicaba en redes sociales una funa, hablando sobre situaciones de violencia o acoso. de manera generalizada, y a partir de ello se creó un pensamiento crítico respecto a acciones inapropiadas o inmorales, y de si algunos delitos cibernéticos podían o no llegar a las instancias legales. las funas fueron escalando de los actos de violencia propios de una investigación judicial, a cuestiones personales que pasaron por lo incorrecto. 

Los usuarios de redes sociales a quienes se les hacían llegar las funas, podían hacer un juicio moral a partir del concepto de lo bueno y lo malo sobre situaciones cotidianas, pero que a fin de cuentas, no podían permitirse o callarse. Eventualmente, surgieron conceptos en las mismas redes sociales que sumaron a la difusión de un pensamiento más crítico respecto a las relaciones sociales. términos como “la responsabilidad afectiva” “el “ghosting””, “love bombing”, etc.; estos conceptos se hicieron parte de la jerga coloquial en las sociedades digitales. Las funas eventualmente incluyeron estas categorías. 

Conforme fue avanzando el concepto de funa y este se fue aterrizando de manera operativa en las redes sociales, surgió la discusión respecto a un juicio moralista sobre esta práctica. Eventualmente, cualquier persona que tuviera acceso a internet, podía fabricar un perfil falso y denunciar a quien sea por el motivo que fuera, por lo que surge una pregunta cuanto menos interesante. 

¿Es fácil fabricar una denuncia falsa? 

Como una pronta respuesta a esta pregunta, desde luego que es fácil fabricar una funa falsa. Quien tenga acceso a internet y a las redes socio digitales, puede acusar a quien sea, quien esté detrás de un monitor, de un perfil falso y a través de una identidad anónima. Sin embargo, así como resulta poco complicado crear una funa falsa, es fácil refutar, sobre todo si se tienen las evidencias suficientes que prueben lo contrario. En este ámbito, quien sea señalado por cualquier acción que amerite una denuncia pública, podría probar su inocencia, con las evidencias pertinentes. Casos así se han visto en donde se le involucra a una persona en una funa falsa, y esta hace públicas las evidencias que prueban su inocencia, entonces la difusión alrededor se fragmenta entre quienes creen en la funa y quienes creen en la inocencia de la persona funada.

¿Qué tanto creemos en una funa falsa?

Antes de intentar responderme con la mayor objetividad que me sea posible, considero importante remarcar que en el discurso que abandera la lucha contra las injusticias sociales y estructurales de las que apenas comienzan a enunciarse. es importante brindar respaldo a una potencial víctima. Desde luego que, por vacíos legales, negligencia y corrupción de las autoridades correspondientes, es difícil resolver un caso de violencia hecho mediante una funa, estas tienen un carácter más social, para generar visibilidad y difusión. Sin embargo, en este punto, debemos decir que ha escalado la cultura de la funa. Es pertinente crear una discusión de crítica en torno a la misma, preguntarnos si la funa es pertinente hasta cierto punto, si el discurso de la funa es la única evidencia necesaria para exponer a alguien, si son opcionales las evidencias que prueben una denuncia. 

Desde luego que como usuarios y miembros de redes sociales, nos es muy fácil creer un discurso que vaya desde una noticia falsa, hasta una funa inventada. porque la cultura de la funa ha aterrizado sin generar una conciencia crítica en la comunidad de internet para cuestionar a un victimario y una víctima. Desde luego que la frase “Prefiero creerle a una potencial víctima que a un potencial agresor” permea en nuestra formación de criterio ante una denuncia por redes socio digitales. Considero pertinente que así sea, hasta que hayan evidencias contundentes que prueben lo contrario, en caso de que se trate de una funa falsa… estas preguntas me siguen generando otras preguntas. 

¿Qué situaciones ya no ameritan una funa? 

Estoy de acuerdo con la denuncia pública ante actos de algún tipo de violencia (física, sexual, emocional, económica, psicológica, patrimonial, etc.). Me parece adecuado se enuncien las agresiones de las que antes solo se hablaba en secreto, que se formen espacios de empatía y solidaridad con víctimas, es algo con lo que estoy completamente de acuerdo. 

Pero como estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, un espacio de crítica, resistencia, pensamiento y deliberación pública. es notorio ver el formato de la funa escalando a otras situaciones que generan discusión. Siendo la sede de carreras como Sociología o Ciencias Políticas, la funa gira en torno a las acciones de la comunidad: por una parte, celebro que exista este espacio tan crítico respecto a nuestro comportamiento, por otro lado, considero que la funa se ha comenzado a desvirtuar en este espacio tan crítico, pues se han vuelto habituales las funas a miembros de la comunidad que simpatizan con uno u otro partido político, que respaldan o atacan a algún servidor público, que están a favor o en contra de las acciones del actual gobierno y se pierde el sentido de la discusión. 

En estos momentos, funar a alguien por ser seguidor del Temach o por escuchar musica de Kanye West se ha vuelto algo recurrente, y es que se infiere que la conducta de una persona puede ser reprobada con base en sus hábitos de consumo, también es habitual que funen a alguien por comer carne o por tomar coca cola. si bien, concuerdo con la frase “Dime lo que consumes y te diré quien eres”. La funa por los gustos y preferencias de alguien comenzó como una visibilidad a quienes son partícipes, simpatizantes y militantes de la estructura que genera injusticias, violencia y desigualdad, para convertirse en una persecución a quien no esté de acuerdo conmigo, con lo que me gusta y con lo que considero correcto.

EL “Gran hermano”, el linchamiento digital y la persecución en el debate público 

En la novela de George Orwell 1984 se menciona la existencia de una entidad omnipresente cuya tarea es vigilar a la sociedad. El “Gran Hermano” es lo que para Michael Foucault en Vigilar y Castigar el ente panóptico; por su parte, el filósofo lo describe como el modelo arquitectónico de la prisión en donde los reclusos se sienten vigilados pero no saben en qué momentos lo son. así que se genera un estado en el que los presos se sienten en constante vigilancia. En 1984, el Gran Hermano funciona como ese panóptico que vigila a la sociedad y que la misma, no sabe en qué momento está siendo observada, por lo que se ve influenciado su comportamiento por el ente omnipresente. En Vigilar y castigar, Foucault menciona cómo es que las sociedades occidentales han perfeccionado sus sistemas de vigilancia dentro de la sociedad, a manera que exista un mayor y mejor control sobre la conducta de quien se esté vigilando. 

Hice esta analogía entre las obras de Foucault y Orwell (Vigilar y castigar y 1984) pues encuentro que ambos textos reflejan el fenómeno vigente de la funa, en donde una sociedad que se vigila a sí misma, perfecciona sus estrategias y se genera la sensación de que hay un ente omnipresente, que está observándonos todo el tiempo, listo para regular nuestro comportamiento mediante un castigo. La funa funciona de manera muy similar. Cuando una comunidad observa a los integrantes de la misma comunidad, se genera un ambiente en el que cada miembro se siente observado. cuando se piensa distinto, el ente panóptico, como el gran hermano, están vigilando y la comunidad desarrolla estrategias sofisticadas para castigar, en este caso: la funa. 

Por tanto, me parece importante introducir el término de “linchamiento digital”, como esa estrategia de castigo, que ha desarrollado la comunidad de internet para perseguir a quien no concuerde con los pensamientos, ideología y prácticas que son legitimadas dentro de ese grupo particular. la extensión de esta comunidad puede ser un salón de la universidad. hasta toda la comunidad usuaria de redes sociales. El linchamiento digital genera consecuencias no solo en quien lo sufre, sino en la comunidad misma, pues se genera controversia, posverdad y polarizacion. Una comunidad que se vigila a sí misma termina por fragmentarse desde dentro, el individualismo, consecuencia de esta polarización, genera sentimientos de apatía y rechazo, el tejido social se destruye y los individuos de la comunidad rechazan ideas contrarias a las suyas o que ni siquiera se le parezcan.

Es por ello que al hablar del linchamiento digital. también hablo de la persecución en el debate público. al no haber un espacio de tolerancia donde se respeten las posturas ajenas y distintas a las propias. La funa es un castigo dentro de una comunidad, pero también es una persecución, donde la vigilancia incrementa a quien es evidenciado. Normalmente, los usuarios que funan a alguien, le suman a esa funa señalando al funado por sus gustos, por su postura y por su pensamiento. Y claro, estoy de acuerdo con que no debemos de tolerar el discurso de odio, que no tenemos porqué aceptar la ideología que justifique algún tipo de violencia. Sin embargo, el sistema de cómo opera la funa me sigue generando más preguntas. 

¿Una funa puede cambiar algo? 

Creo importante generar este cuestionamiento, sí de verdad una funa nos ayuda como sociedad a “reeducar” a un miembro de la misma, que no está sumando en pro de una mejor comunidad. Así, ¿una funa tiene la intención de hacer que la persona denunciada cambie su comportamiento o se retracte de sus pensamientos? Esta es una pregunta de la que no tengo una respuesta concreta, más bien considero que debemos responder en colectivo, generando la discusión crítica respecto a la cultura de la funa como un modelo no solo de justicia social, sino de creación de espacios de comunidad. Una funa puede tener un gran impacto en un grupo particular, por ello me hago otra pregunta. 

¿Dónde quedan los espacios de tolerancia? 

En el debate político, que nos permite tomar decisiones, crear comunidad, tejido social y que nos ayuda a formar una opinión pública. Si los integrantes de una comunidad deciden funar a la minoría que no piensa como la mayoría, entonces se acaban los espacios de tolerancia, de tajo se corta la apertura para un debate en donde no hay ganador y perdedor. En un contexto donde la funa es la herramienta para no escuchar al otro y no llegar a un acuerdo, no hay espacio de tolerancia, no hay debate y no hay opinión pública.

¿Debemos parar o debemos seguir? 

Como ya he mencionado antes, la funa se presentó como un eficiente mecanismo de denuncia dentro de la misma comunidad para crear espacios de diálogo donde se pudieran compartir las experiencias relacionadas con la violencia de algún tipo. Resulta innovador enunciar esto, pues resignifica los espacios digitales para la socialización, crea comunidad, tejido social, empatía y solidaridad con quienes son víctimas de agresiones. La funa pasa de los espacios digitales a los espacios físicos donde permean sus consecuencias. Esta práctica ayuda a que como sociedad tengamos mejor conciencia respecto al comportamiento de los integrantes de nuestra comunidad. 

Sin embargo, hoy por hoy, la funa escaló niveles en los que ya no la podemos controlar, avanzó para señalar no sólo actos de violencia, sino a integrantes de una comunidad por su consumo, por sus gustos, por sus preferencias, por su opinión de política. Como ya he dicho antes, no estamos obligados a respetar el discurso de odio que no tiene respeto por alguien. No tenemos por qué tolerar ideologías nocivas que eventualmente puedan desencadenar violencia. Pero en ambientes donde la funa se ha salido de control, esta se convierte en una estrategia de vigilancia para cada miembro de una comunidad, que convive en un panóptico y donde un gran hermano omnipresente le vigila dispuesto a castigar su comportamiento. La funa crea polarización que eventualmente se convierte en individualismo y apatía por la otredad. No obstante, es una estrategia muy nueva, y que creció muy rápido en los espacios digitales, por lo que es difícil que como comunidad podamos detenerla o que podamos buscar otra estrategia diferente, ya que como lo ha demostrado la posteridad en internet. Es muy difícil hacer que alguien cambie de opinión, lo complejo que es reeducar a alguien para hacerle ver sus errores. 

Nuevamente, es una pregunta que no se puede responder en lo individual, es un problema que generamos en conjunto y que en lo colectivo debemos resolver. Detener la cultura de la funa es casi imposible por lo lejos que ha llegado. No podemos reeducar a nadie y tampoco tendríamos por qué hacerlo. Sólo nos queda una estrategia: generar conciencia respecto al ejercicio de la funa, emplearla responsablemente. Actuar de la mejor manera posible dentro de una comunidad, asumir nuestros errores con responsabilidad, afrontar las consecuencias de nuestros actos, y sí una disculpa es significativa, ofrecerla. Estamos en tiempos de mucha polarización, las opiniones cada vez más se vuelven más individualistas; parece que es muy difícil llegar a un consenso, lo único que nos queda es generar un espacio de crítica respecto a la funa, repensarla, usarla responsablemente y sobre todo, generar comunidad, pues la comunidad siempre ha sido y será, lo primero y lo último que tenemos.

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