Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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Hace dos semanas, el 26 de enero de 2025, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, escribió una carta en la red social X al presidente Donald Trump, donde manifestó su postura sobre las declaraciones del mandatario estadounidense respecto al tema migratorio, así como sobre la intención de subir los aranceles un cincuenta por ciento.
La misiva tuvo un contenido mágico revolucionario que nos hizo recordar a los discursos liberadores de grandes figuras de la izquierda latinoamericana como Miguel Allende o Fidel Castro. Frases como: “Yo no estrecho mi mano con esclavistas blancos”, y “Me matarás, pero sobreviviré en mi pueblo que es antes del tuyo”, quedaron plasmadas representando lo que muchxs de nosotrxs quisiéramos decirle al hegemón de nuestra bella región. Entre otras cosas resaltó la emergencia climática, y con relación al tema arancelario, declaró que haría lo mismo, aranceles por aranceles.
En las redes sociales se vieron muchas ovaciones y posicionamientos orgullosos de la postura de Petro; sin embargo, enseguida Donald Trump amenazó con imponer sanciones a Colombia por la negativa del presidente a recibir dos aviones de deportados colombianos. Petro tuvo que ceder, y el ánimo revolucionario que se despertaba en todos lados de Latinoamérica se apagó con la misma rapidez con la que se había detonado.
A pesar de este cese, hubo un segundo momento memorable entre esta interlocución internacional. El mismo día, el embajador de la República Popular China, publicó en sus redes sociales, “es el mejor momento de nuestras relaciones diplomáticas entre China y Colombia”. Posteriormente, el 28 de enero, Luis Carlos Reyes, ministro colombiano de Comercio Industrial y Turismo, subió una foto con Zhu Jingyang, haciéndole saber al mundo, y a Estados Unidos, que no estaban solos en esta disputa por la soberanía económica, política y territorial.
Petro ha estado jugando bien sus cartas, y es el ejemplo, junto con Xiomara Castro, presidenta de la República de Honduras, de lo que países de izquierda de América Latina tienen que hacer en esta coyuntura internacional. La estrategia de Colombia, al replegarse al bloque chino en estos momentos de crisis hegemónica estadounidense, es lo ideal, claro, siempre con cautela para salvaguardar nuestros mercados y nuestra soberanía económica.
La alianza Colombia-China nos recuerda a la frase, “el enemigo de mi enemigo, es mi amigo”, en este caso, mi socio comercial. Esto será fundamental para hacer que a Estados Unidos le cueste negociar con la región, y si conlleva amenazas y grandes costos, América Latina se tiene que plantear si es conveniente para la humanidad seguir siendo diplomáticos con la nación que está provocando una pronta extinción.
No sabemos lo que nos depara con la nueva administración de Trump, pero a pesar de todo, la carta de Petro pasará a la historia, y quien sabe, tal vez si tenemos suerte y valentía, se convertirá en un precedente para un posible giro del globo sur hacia un horizonte político y comercial más democrático e independiente.
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