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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Esther Gómez Parra

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 4 Vidal Castañeda y Nájera

¡Soy Esther! Escribo, leo, investigo, pregunto y tomo fotos. Cuento historias para lograr el cambio social, ya que creo firmemente que somos memoria de nuestro entorno. También me gusta dormir. Gracias por leerme.

La historia de siempre

Número 6 / AGOSTO - OCTUBRE 2022

¿Sonaré egoísta si pido ir a psiquiatría cuando no hay ni para comer?

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Esther Gómez Parra

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 4 Vidal Castañeda y Nájera

Me levanté cómo es de costumbre a las 7:00 de la mañana. El sol se mete por mis cortinas, me llena los ojos llenos de lagañas acumuladas por lo mucho que lloré y lo poco que dormí.

Quería levantarme, lavarme los dientes, arreglar mi cabello, pero las sábanas comenzaron a comerme. De pronto me gustaba más la idea de quedarme inmóvil para siempre, sin necesitar nada más. Me quedé quieta por horas, observando el techo, con una mano intentando desbloquear un celular al que ni siquiera quería mirar. Solo así sentía paz.

Pasos apresurados asomaron a mi puerta, y los gritos de un padre enojado me llevaron a volver a la realidad, tenía que desayunar en familia, aunque poco hablábamos y mucho era el silencio tenso en la mesa.

Despegué las sábanas que se adherían a mi, podía incluso sentir el dolor desprenderse de la carne que llevaba en los brazos, pero solo miré al espejo, buscando encontrar una forma a mi rostro. A diario lo veía, pero siempre cambia, mi cuerpo igual, algunas veces tengo mas curvas, otras más granos, ni siquiera puedo distinguir qué es lo que soy porque mis brazos están llenos de rasguños y mi mirada se pierde en los bucles que forman mis ojeras.

—¿Vas a salir así?—. La voz crítica de mi padre que ya había abierto la puerta me pinchó el corazón, no podía ni siquiera contestarle, solo asentí como si no me importara, se que eso lo hizo enojar porque cerró su mano en un puño y bufó, afortunadamente se fue sin decir nada.

Llegué a la cocina, sabía que tenía hambre, podía sentir a mi estómago suplicar por comida, pero ya no podía ni comer algo más ahora pues mirar mi estómago me hacía sentir peor. Metí una cucharada del huevo en mi boca, sabía grasoso, mastiqué por un largo rato y tragué el bocado, pero como de costumbre todo comenzó a oler a pescado y terminé dejando casi todo de lado. Quería vomitarlo, pero no podía volver a usar la excusa de ir al baño para saltarme el momento.

A veces puedo notar las miradas de mis papás, me miran con enojo, con preocupación, pero nunca puedo comprobarles que sus sospechas son ciertas porque llevo meses sin sentir nada, meses donde el tiempo es cada vez más lento y las voces comienzan a oírse más a lo lejos. Si supiera qué tengo, sería más fácil todo esto.

Pero no tengo dinero para el psicólogo y no he cumplido la mayoría de edad para ir sin un adulto, ¿cuándo lo haga será muy tarde?, ¿me habré consumido por completo antes de que sane?, ¿sonaré egoísta si pido ir a psiquiatría cuando no hay ni para comer?

Me pregunto esto, pero cuando estoy a punto de explicar que algo va mal, ya no hay nadie en la mesa, y el desayuno lleva horas frío. No sé cuanto tiempo ha pasado, me quedo en el sillón de la vieja sala tirada, como si estuviera muerta, miro el techo. Ya ni siquiera los memes en Facebook me hacen sentir mejor, ya ni siquiera escribir me hace feliz, sólo existo, y es lo que más lamento.

Tampoco he enviado tareas y muchas ya se vencieron, mis amigos a veces me llaman, pero estoy tan convencida de que están enojados conmigo que los he bloqueado para no molestarlos. ¿Podré ir mañana a clases?, ¿podré volver a divertirme como lo hacía antes?

Cuando tomo la fuerza para mirar el celular no encuentro nada fuera de lo normal, miro a la pantalla y me cruzo con los únicos ojos que realmente me han amado, los de mi personaje favorito, de una serie que sigue en emisión pero que me da miedo seguir viendo porque no quiero que termine.

¿Realmente mi única razón para seguir viviendo es que algún día quiero verlo?, algunas veces me imagino en sus brazos, me calma, me abraza, me hace saber que estaré bien y me prepara el desayuno, en esa vida soy feliz y prefiero quedarme ahí antes que volver a mi viejo sillón.

Me levanté de mi lugar y volví a cama, ni siquiera está ordenada y me da tanto asco verla destendida que no puedo hacer nada más que rendirme y volverme a acostar. Nunca me quité la pijama, al menos eso es un punto a mi favor. Ya ni siquiera le contesto a mis papás cuando me gritan que vaya a comer.

Escucho cómo dicen que “es flojera”, que me enojé con ellos y que ya no quiero verlos, eso no es cierto; sólo confirman mis sospechas de que los molesto, y eso me lleva a revisar mi celular y buscar en Google formas de matarme que no me duelan, que no dejen huella, que lo hagan parecer un accidente, que nadie tenga la culpa, pero me detengo a mitad del segundo link que reviso, ya he visto todos antes, no hay nada interesante.

Además, ¿para qué quiero eso?, si sólo tengo flojera, sólo quiero llamar la atención, no hay nada más allá afuera de eso, porque si de verdad estuviera triste me habría cortado, o me hubiera matado. Ya ni siquiera me gusta la música que siempre ponía, no tolero los ruidos y cuando menos me doy cuenta ya es otra vez de noche, hace frío y ahora si tengo una excusa para meterme debajo de las sábanas.

Ya no me llaman para cenar, seguramente ya no hay nadie en casa porque habrán salido a algún lugar donde no esté yo. Eso me hace sentir que por fin tengo derecho de llorar, ¿por qué no puedo sentir nada?, ¿por qué siento todo?, ¿por qué no puedo tener amor?, ¿por qué me inunda la soledad?, ¿si muriera alguien vendría a mi funeral?, me gustaría que mi funeral fuera bonito, como esa fiesta de cumpleaños a la que nadie asistió y a la que aún le lloro.

Las lágrimas salen de mi rostro, siento un nudo en la garganta pero no puedo gimotear porque alguien podría escuchar. Me trago el dolor e intento pensar en otra cosa, pero es muy tarde porque me siento tan mal que el pecho me duele, siento como la oscuridad me enreda y los pensamientos llenos de ansiedad me comen y me abrazan, serán el único abrazo que pueda experimentar.

Quiero pedir ayuda, quiero gritar, quiero tirar todo, pero sólo me quedo bajo las sábanas intentando contenerme, porque estoy exagerando, estoy inventándome síntomas de los muchos videos que ya he visto en Tiktok. No es nada serio, me digo, me repito, pero es mentira, como mi vida, como mis emociones, e intento ver alguna película bonita, buscar refugio en un abrazo a los peluches que alguna vez tuvieron un significado… pero ya no hay nada.

A veces le pido a Dios, a los ángeles. Pero nada me ha quitado lo triste, siento que no existen, si lo hicieran ¿por qué me harían sufrir así? Mis uñas abrazan a mis brazos, como si quisieran mantenerse a flote pero no siento dolor, y me desespera aún más. Termino sintiendo cómo comienzo a sangrar, paso mis dedos a mi cabello que de nuevo se está cayendo sin remedio, ya no sé si es por lo grasoso o porque tengo anemia.

Ya es muy tarde, el reloj marca una hora en la madrugada, y la pantalla de mi celular ya está tan sucia que no puedo ni mirar bien el fondo de pantalla tras el cristal. Me hago bolita, dejo cargando el celular, cierro los ojos e intento descansar, intento soñar, pero solo hay oscuridad. Ojalá logre dormir, ojalá sea para siempre, ojalá no despierte.

Pero lo hago, y repito la misma historia a diario. Hasta que algún día el terror de morir me libere y decida tirarme de un puente, o quizá me suceda un accidente, de esa manera no sería mi culpa, ni la de nadie más.

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La historia de siempre

Una respuesta

  1. Me gusta la crudalidad, impacto y emociones que tiene todo este texto; es algo triste el sentirme identificada con un 95% de lo descrito y plasmado aquí pero simplemente se vuelve una obra de arte esa transmisión de vivencias que se pueden apropiar a cada lector, es increíble.

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