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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Crédito: Eduardo Martin Suarez Sarmiento / Facultad de Estudios Superiores Acatlán
Picture of Esther Gómez Parra y Eduardo Martin Suarez Sarmiento

Esther Gómez Parra y Eduardo Martin Suarez Sarmiento

Facultad de Estudios Superiores Acatlán

¡Soy Esther! Me gusta leer, escribir, cantar, las cosas con brillitos y ver series, aunque ya me había presentado antes por estos lados. .

Entrevista a Víctor Ronquillo: “mis palabras, mis razones y mi espejo”

Número 12 / ENERO - MARZO 2024

Diálogo entre estudiantes y periodistas

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Esther Gómez Parra y Eduardo Martin Suarez Sarmiento

Facultad de Estudios Superiores Acatlán

Tras subir una larga y estrecha escalera de madera, donde apenas cabe una persona entre los escalones, Victor Ronquillo se adentra en su estudio, el olor a cedro y pino inundaba desde la puerta de su pequeña casa amarilla con rojo.

–Empecé en el 83, en un periódico que se llamaba El Nacional.

Su apariencia es relajada, lleva un par de tenis cómodos, un pantalón de mezclilla azul claro, sin planchar, pero pulcro, una playera azul rey con el dibujo de unas olas impresas en ella, debajo una playera de manga larga gris termina de ceñir su figura, que por los años no parece frágil, más bien lista para salir volando.

Su expresión, como lo sería toda la entrevista, es amable, divertida, con las mejillas arriba y una sonrisa de oreja a oreja, sus cejas nunca se contraen y su cabello, plateado y corto, apenas se mueve. 

La conversación empieza mucho antes de que se siente en su silla de oficinista, color blanco con morado, prueba las ruedas y como siempre lo hace, se yergue sobre el respaldo. Detrás de él, existe una pared con libros de suelo a techo, múltiples objetos se encuentran; fotos, recortes, álbumes de música, figuritas, revistas y figuras de Spiderman. Hay desorden en su orden, dice bromeando.

–¿Cómo es un día típico en su vida? – Victor se remueve en su silla y acomoda en el piso una pila de periódicos, estas mismas pilas, adornan cada esquina de la oficina; no hay necesidad de prender la luz, son apenas la una de la tarde y los dos ventanales dan luz suficiente para las plantas y las personas dentro de la oficina.

–Yo empiezo leyendo el periódico, consulto dos periódicos y me asomo a la información, los que son de mi interés, tienen que ver con mi propia agenda, medio ambiente, la dinámica del escenario político en el que vivimos– Señala justamente los dos periódicos que acaba de arreglar la Jornada y Reforma. – Yo leo con lápiz, con la pluma y el cuaderno abierto; voy leyendo y reflexionando. 

“Esos que ven ahí son algunos de los cuadernos con los que trabajo”

Se levanta y a dos pasos toma del librero una libreta, ahí hay una pila de hasta 10, se acerca a enseñarlas; están llenas de letras cursiva y de molde, en tintas de todos los colores: negro, azul, rojo e incluso verde, la información pasa rápido y apenas se ve lo que escribió. 

No se necesita hacerle preguntas, una sola basta para que responda todas las interrogantes alrededor del tema.

–Durante la semana, depende del día, lunes y viernes estoy en un programa, Capital 21 con Fernanda Tapia. Los jueves hago un programa en Youtube, en las redes socio digitales con Julio Hernández, que es una mesa de seguridad. Además, tengo un programa de tele en Capital 21 que se llama “A Fondo”.

Cuenta que escribe la escaleta, las notas, el inicio en los lunes tiene repercusión en los martes, pero “para mí la chamba se divide en dos partes; una que tiene que ver con lo cotidiano y otra tiene que ver con mis propios proyectos”. 

Entre la información, tose y carraspea, tomando de un vaso de agua caliente y luego una botella a temperatura ambiente.  Las ruedas de la silla en la que está sentado se mueven cada vez que eso sucede. 

Comenta de su ejercicio de lectura; en el noticiario, se cierra con el comentario de un libro, toda esta rutina se suma a levantarse muy temprano en la mañana, para salir a correr, para hacer ejercicio, o ir a nadar a la alberca, aunque por algunos problemas de salud actuales, no puede hacerlo, es un resfriado que lo mantiene ronco, con tos y afecta sus pulmones mayormente. 

–Trato de leer y mantener una actitud de apertura a las personas, a los estudiantes, porque toda la vida he sido profesor, ahorita no he dado clases pero toda la vida lo he sido. Me emociona mucho el trabajo con los estudiantes, siempre digo que tengo mucho trabajo, pero para algunas cosas siempre hay que tener tiempo. 

–¿Cuál diría que es el rincón favorito de su casa? 

–Diría que es este, está acondicionado, los dos escritorios, los discos de música- porque por mucho tiempo escribí de música-, el estéreo, y los pequeños spidermans escondidos. El eterno adolescente, yo creo que también me considero así, el joven de alma, trabajo aquí, lejos de las salas de redacción, lo que es bueno porque manejo mis propios tiempos, lo que es malo porque me aleja de las grillas, que a veces son parte del ejercicio periodístico. 

–Justo en este espacio, tiene usted muchas figuras.

–Sí, cada cosa aquí tiene su razón de ser, un poco de historia; por ejemplo ese Quijote de la Mancha, fue una escultura de papel, que estaba en casa de mi madre y ahora es un emblema, una parte de mí, “El rebelde sin causa”, James Dean, en el póster, soy heredero de toda esta cultura del Rock.

Señala su librero nuevamente, apunta a las diversas fotos mientras les va dando nombre. “El Che Guevara”, “Carlos Monsiváis”, “Eduardo Galeano”, “Los Beatles”, “Algún dibujo de mis hijas, algunas fotos de los programas de televisión que he hecho”.

–La creatividad ha sido siempre parte de esta eterna juventud, de la que les comentaba, esto tiene que ver con el ejercicio profesional, de mirar siempre un poco más allá de lo que ocurre, de tener una visión periodística   que proviene de un pensamiento crítico, de entender que el oficio no solamente es la palabra, si no la reflexión y es la perspectiva de otras ideas y temas que se apartan el ruido mediático. 

–¿Ha vivido aquí toda su vida?

–No, he tenido la fortuna de trabajar para diferentes medios, entre ellos Milenio, Multivisión, el viejo Canal 40, El Universal, y en esos medios, tuve la suerte de ser un reportero de asuntos especiales. Eso me hizo viajar por el país. Hubo varios actos de mi vida en donde mi centro de operaciones era el hotel en turno, pero pude conocer diferentes aspectos del país, de la vida pública, temas vinculados con la realidad de nosotros, con la realidad criminal y los derechos humanos. Luego, trabajé en el Canal 22, haciendo series de televisión. Entonces, no he pasado la mayor parte de mi vida encerrado. No soy un periodista de cubículo, en esta etapa de mi vida quizá, pero por la falta de recursos del canal donde trabajo, donde no hay recursos para hacer el periodismo que yo hacía.

–De estos medios, ¿cuál ha sido su favorito?

–Canal 21. Me siento muy bien por dos razones. Una es que está muy clara mi posición política, está muy claro mi ejercicio profesional. No soy un productor de televisión convencional. Tengo una enorme libertad y respeto, aunque me paguen poco; yo valoro mucho eso. Lo segundo es que somos tan poquitos que todos nos conocemos, los compañeros del equipo, el staff, los camarógrafos que apoyan mucho a los que vamos a cuadro. Fue muy grata mi chamba también en canal 22, un canal tradicionalmente cultural, donde realicé el programa “Nosotros los otros”, producido por el CONAPRED, y luego en mi última etapa hicimos un programa que se llamaba “Bios, naturaleza y sociedad”, el cual contemplaba el medio ambiente y la realidad social.

–De los lugares que visitó, ¿cuáles han sido sus favoritos?

– Uno es Tijuana, la frontera en el sur global. La otra ciudad es San Cristóbal de las Casas en Chiapas, lo que me llevó a encontrarme con la realidad de los pueblos originarios. Fue muy importante en mi vida, porque me tocó primero en una etapa, todo el levantamiento zapatista. Cada una a su manera es una ciudad que genera mucha información, son espacios donde hay efervescencia humana.

–¿Cuál ha sido el tema que más le ha tocado el corazón?

–Las muertas de Juárez. Fue un libro que habló de ese tema en su tiempo. Recibí ataques infames, pero más allá de eso, el libro me marcó porque me permitió ver el mal, me permitió denunciar los abusos, ponerme del lado de las víctimas, darme cuenta de una realidad social, en Ciudad Juárez, donde lamentablemente predominaba ese mal, con la explotación de las personas.

Víctor suspira, echa atrás su silla y mira sus estantes, buscando el libro, seguramente. Vuelve la vista y habla de sus trabajos, como el Blues de la Mataviejitas, que presenta a Juana Barraza no como una víctima más bien como una persona definida por su entorno social, en el cual cualquiera podría convertirse en un asesino serial.

Vuelve a tomar agua, hay un silencio mientras se aclara la voz y acomoda su silla que ha estado moviéndose ligeramente de adelante hacia atrás según su cercanía emocional. Ahora estaba frente al sillón casi en el piso donde estábamos sentados; él se retira un poco.

El se ríe porque ante sus ojos hay dos jóvenes nerviosos que no saben qué seguir preguntando y buscando entre sus hojas más preguntas. De repente para llenar el silencio, hay una pregunta que sale ante el olor que llega de la cocina. 

–¿Prefiere los chilaquiles verdes…

– Verdes, totalmente.

Y las preguntas rápidas comienzan. 

Libros y nostalgia   

–¿Cómo supera sus bloqueos creativos?

–Haciéndolo. No hay más remedio que escribir. Además, en mi trabajo en El Nacional, me acostumbré a escribir una nota diaria. Si no entregaba una, no comía. Eso ha marcado mi ritmo de escritura y trabajo actualmente.

–Si todos los libros dejaran de existir de un día para otro, ¿qué libro le gustaría memorizar?

–Cien años de soledad– él analiza su respuesta tras decirla tan rápido– Sí, ese, fue el primero en el que pensé en cuanto preguntaste.

–¿Lo leyó hace mucho?

–Hace muchísimo, cuando mi papá trabajaba y en su trabajo podía acceder fácilmente a estos libros. De pequeño leía los clásicos, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, pero no se me olvidaba tampoco ir a la escuela o jugar con los niños de la Unidad Santa Fe, de la cual fui de la primera generación de hecho. Jugábamos fútbol americano.

–¿Cómo le gustaría ser recordado?

–Hay un autor de teatro español de mi edad, él solía decir que lo más importante era el tercer acto. Yo quiero ser un tercer acto lleno de fuerza, lleno de ideas, de dramatismo, de ideas, de buen humor, pero creo que me gustaría ser recordado como alguien que trató de hacer las cosas de manera honesta, que tiene defectos y virtudes, pero que apostó mucho por la esperanza.

Antes de morir

–¿Qué canción escucharía antes de morir?

Víctor, quien lleva sonriendo desde que las preguntas rápidas iniciaron, se ríe.

–Hay una canción, que no voy a poder escuchar porque ya voy a estar muerto, pero yo le he pedido a mi familia que me incineren y que cuando vaya de camina, pongan la canción de los Doors, la de enciéndeme en fuego el alma; aunque los cantautores que han sido clave en mi vida son Serrat y Sabina.

Vuelve a haber un silencio; la hora de anécdotas se acaba.

–Para esta última parte, le doy una frase y usted la completa. 

Él se ríe y asiente, se acerca a la silla y presta su atención total.

–La vida es sueño, mi camino se enciende en fuego, y la hoja en blanco me dice…

– Mis palabras, mis razones y mi espejo.

El escritor sonríe al terminar la frase.

–De manera inmediata te la respondí, no pensé– Sonríe orgulloso y finalmente se levanta de la silla.

–Muchas gracias por su tiempo.

–No hay de qué, gracias a ustedes espero les sirva de algo.

Justo en ese instante, por el espacio donde debería estar la puerta, pero solo está el espacio de entrada, se cuela un olor suave, uno peculiar, un guisado con elotes recién hecho y él nos dirige hacia la puerta de su casa para despedirnos. 

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