En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Crédito: Eileen Espinosa Ortiz / Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9
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Victor Daniel Hernández Arizmendi

Facultad de Estudios Superiores Acatlán

¡Hola, soy Vic Arizmendi! Y desde pequeño he tenido una obsesión por todo aquello que contenga una historia: películas, series de televisión, videojuegos, canciones, etc. Pero con el paso del tiempo descubrí que la forma más auténtica de contar una historia es a través de la literatura. Vaya, que nunca he encontrado personajes tan reales y entrañables como en un libro, y ni hablar de la creación de mundos fantásticos, misterios detectivescos, romances imposibles o terrores indeseables, de esos que te hacen voltear el cuello a mitad de la madrugada porque sabes que alguien (o algo) te está observando mientras lees. Ser escritor es mi única forma de escape, de quitarme esa máscara que la sociedad me obliga a portar durante el día y ser yo mismo. El crear historias o redactar ensayos me ayuda a vivir de manera más consciente y divertida. Sin dudarlo puedo decir que las palabras respiran y que nos contagian un poco de su vitalidad.

La falsa inspiración de los artistas

Número 11 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2023

Las drogas son un atajo al proceso creativo, pero no son la clave de la genialidad

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Victor Daniel Hernández Arizmendi

Facultad de Estudios Superiores Acatlán

Durante gran parte de nuestras vidas hemos escuchado que consumir drogas es algo negativo, perjudicial para la salud, o un hábito de “malandros sin fuerza de voluntad, ni futuro”. ¿Será que realmente es así?

Uno podría pensar (al menos desde una visión sesgada) que consumir este tipo de sustancias que alteran la conciencia es muy peligroso, pues se tiene la creencia de que, si empiezas a probarlas, te conducirán inevitablemente a un sendero sin retorno, cuyo final te transformará sin aviso en un adicto, ya sea de los “funcionales”, o de aquellos que ansiosamente venden sus pertenencias para conseguir un gramo más.

Sin duda, las drogas han jugado un papel importante, durante bastantes décadas, dentro del proceso creativo. Es muy común que, tras convertirse en un gran fan de cualquier tipo de arte, nos invada la curiosidad por saber el pasado de aquellas personas que tanto nos han maravillado con sus canciones, películas, libros o hasta pinturas. Solo nos bastan un par de clicks para encontrarnos frente a sus páginas de Wikipedia o biografías completas. Entonces descubrimos que muchos de nuestros ídolos, en algún punto de su vida (si no es que permanentemente) han consumido más de una droga para idear y crear sus mejores piezas artísticas.

No hace falta enlistar ejemplos, seguro que a ti ya se te vinieron a la mente más de media docena. Es curioso pensar cómo algunos de los mayores exponentes del arte, han admitido que le deben parte de su éxito a sus “viajes” impulsados por LSD, marihuana, mezcalina, DMT o hasta hongos alucinógenos. Conocer esto de forma oficial, lejos de asustarnos, nos activa una especie de curiosidad, un deseo por experimentar lo mismo que aquellos a quienes admiramos, y así, comprobar si dichas sustancias son verdaderos puentes a un desconocido mundo creativo, al cual no podríamos acceder de forma ordinaria.

Yo mismo he cedido a la tentación de probar algunas, porque siendo sinceros, ¿quién no querría descifrar un poco la mentalidad de personalidades tan icónicas como John Lennon, Pablo Piccaso o Andy Warhol? Y es cierto que, al experimentar con ellas, he podido apreciar panoramas que antes ignoraba, así como disfrutar más de la música y la gastronomía, o entender mejor la narrativa de mis escritores favoritos; pero también creo, sin dudarlo, que el drogarse está lejos de ser un paso necesario para convertirse en un “auténtico” artista.

En repetidas ocasiones, Stephen King (conocido como el rey de la literatura de terror) ha manifestado que, el haber consumido alucinógenos durante su etapa universitaria, fue algo decisivo para definir su estilo como novelista; y es incuestionable que sus mejores historias, tales como IT, Misery, o El Resplandor, las tecleó bajo los efectos de varias drogas, y no precisamente de las ligeras. Vaya, que incluso King ha confesado que no se acuerda de cómo escribió su libro Cujo, pese a ser un best seller aclamado por la crítica; todo por andar (según sus propias palabras) “flipadísimo hasta el cul@”. 

Este escritor es considerado casi una leyenda. Ha vendido millones de libros y le han otorgado un sinfín de premios y reconocimientos como para llenar una habitación entera. Además, la mayoría de sus historias han sido adaptadas al cine, sólo para convertirse en memorables clásicos del género. Esto lo ha logrado con una familia sobre sus hombros y sin dejar de llevar una vida relativamente tranquila, pues apenas y sale de su habitación de escritura. 

Entonces, si tomamos como ejemplo este caso de éxito, que ha sido gracias (en buena parte) por el uso lúdico de las drogas, cualquiera podría decir que lo único que nos hace falta para alcanzar el estrellato o dejar una huella en el mundo, es consumir sustancias que nos hagan “volar” y que potencien nuestra creatividad.

Nada más lejos de la realidad.

Hoy en día, King lleva varias décadas sin siquiera beber cerveza o fumarse un solo cigarrillo (debido a que su esposa le hizo una penosa intervención), pero, aun así, sus novelas actuales son destacables y venden como pan caliente. Algunos dirían que se debe a la inercia de su propia fama cosechada por los años, y es un argumento válido, pero en lo personal, me gusta creer en lo dicho por el propio escritor en entrevistas recientes, donde declara, con total sinceridad, que su éxito se debe únicamente a todas las horas, meses y años que practicó sin descanso el arduo oficio de escribir.

Nadie se convierte en un artista de renombre por el simple hecho de fumar cannabis o inyectarse heroína. Claro que pueden surgir ideas muy interesantes durante el acto, pero el lograr materializarlas (en palabras, notas musicales, filmaciones o sobre el óleo) dependen únicamente del trabajo duro del autor, de su constante diciplina, y de la gran pasión que siente por su arte.

Grandes mentes creativas han sido también víctimas de la adicción, pues nadie, por muy artista que sea, logra salir inmune de las consecuencias fatales de ser un consumidor constante. Bien podrían hablar de ello (al menos desde el otro mundo) Whitney Houston con su adicción a la cocaína y marihuana, Elvis Presley con su peculiar gusto por la morfina o los barbitúricos, e incluso Jimi Hendrix, gran fanático de beber alcohol como si de simple agua de frutas se tratase.

Además, las adicciones de este tipo pueden encaminar a cualquiera hacia un cuadro de depresión severa, que incluso le haga atentar contra su vida en más de una ocasión. Casos como los del actor Heath Ledger o la cantante Amy Winehouse, que se quitaron la vida por consumo excesivo de analgésicos o de alcohol, respectivamente, suceden todos los días, y no necesariamente entre los artistas famosos, sino en gente totalmente común, personas ordinarias con otro tipo de ambiciones.

Experimentar no tiene nada de malo, de hecho, es normal sentir esa curiosidad (pues es la cualidad más especial del ser humano), pero hay que tener mucho cuidado y no depender de las drogas para sentirse ingeniosx todo el tiempo, ya que, aparte de ser contraproducente para el cuerpo, es imposible vivir así prolongadamente (a menos que se busque pertenecer al prestigioso Club de los 27).

Para finalizar, me gustaría opinar que siempre es mejor hacer arte consciente, aunque este no sea la octava maravilla en el cien por ciento de las ocasiones, es preferible a convertirse en una mera mascota de las drogas y tener que necesitarlas cada vez que deseemos expresarnos artísticamente. 

Adoptar, por decisión propia, el hábito de ser alcohólico, fumador, drogadicto o toxicómano, solo para encontrar un nuevo camino creativo (pues así nos lo ha hecho creer malamente la cultura popular) es una de las elecciones menos perspicaces y razonables que podría tomar una persona. No solo lo digo yo, lo han manifestado así decenas de artistas que han logrado rehabilitarse con éxito y que, aun así, continúan creando obras increíbles.

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