Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Oriente
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Últimamente sólo habito en mi cabeza entre pasillos confusos y habitaciones desordenadas, hay ansiedad en cada esquina y dolores enmarcados y colgados en mis paredes, mis paredes tan altas que siento que caerán sobre mí. Tiradas en el piso encuentro fotografías viejas de buenos momentos, cubiertas por una fina capa de polvo azul al que debo ser alérgica porque cada vez que me acerco se me encoge el pecho y me salen lágrimas.
Mi cabeza está llena de floreros con flores muertas y cajas de cartón, en algunas guardé nostalgia y en otras mis recuerdos, tengo dolores tirados en el suelo y a mis viejos amores acomodados en una repisa alta, donde yo no los pueda ver. Apenas puedo moverme dentro de mi propia mente con el suelo lleno de pensamientos que dejé a medias y cosas que nunca dije, arrepentimientos y hojas en blanco.
Vivo en mi sala de estar, traje aquí mi cama y mis cobijas, mi ropa, mi maquillaje y mi mesita de noche donde pongo mis pesadillas cuando me despierto a mitad de la noche. Mi mente es un castillo pero no me gusta pasearme sola por aquí y nunca entro a las habitaciones, cerradas todas con llave, algunas tienen candados pesados y grandes para que mis miedos no puedan escapar, aun así no olvido que están ahí y sé bien cuáles son. Todas mis llaves están guardadas en una cajita de cristal donde nadie las puede tocar.
Mi pasado es un gato sigiloso y salvaje que, sin importar cuántas jaulas le ponga, siempre logra escapar; le he puesto candados y cadenas, lo dejé andar libre por mi mente y hasta lo he abrazado, pero siempre me rasguña la cara; a veces lo veo venir y me cubro con las manos, pero otras veces llega de sorpresa, me acecha y cuando menos lo espero me ataca, despiadado y feroz, como si no fuera un gato sino un tigre y sus rayas fueran mi cárcel.
Hay días que incluso, entre tanto desorden, encuentro una soledad abrumadora, mis pasos hacen eco y puedo escuchar mi respiración y hasta los latidos de mi corazón, mi corazón que suena como porcelana rota, mi corazón roto y cansado que hace tiempo dejó de curarse con un abrazo y aun así sigue latiendo, en su permanente marcha.
Y ahí, entre pensamientos, palabras y recuerdos es donde habito, donde me escondo del mundo y a donde me voy cuando estoy abrumada o cansada, cuando tengo miedo, cuando no puedo más; ahí tengo mis muebles y mi armario lleno de todas mis versiones, mis ideales; y los zapatos que nunca usaré.
Sin importar qué tan desordenada esté, sigue siendo mi casa y algún día podré dormir en mi cuarto y caminar sola por todos mis pasillos, tal vez hasta me encuentre con un jardín lleno de flores vivas. Algún día las puertas de mis habitaciones estarán abiertas y me llevaré bien con el gato. Después de todo, esta será mi casa para siempre.
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2 Responses
Absolutely stunning!!! Es de esos textos que ayudan a curar el alma y seguir adelante con lo que sea que nos venga de frente.
Yo sé que algún día tu casa será lugar de reposo y felicidad, porqué se nota tu fortaleza y sensibilidad. En un día muy cercano tu casa será realmente tuya y el gato placerå en tu regazo cómo buenos amigos. Excelente texto, felicidades…