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Itzel Guzmán Lara Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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Itzel Guzmán Lara

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Soy Itzel, estudiante de Ciencias de la Comunicación. Amante de la música a través del coro y al tocar mi saxofón. La naturaleza me guía en cada escrito que hago, pues me recuerda de dónde soy. También me encanta ir a fiestas patronales y guiarme solo con el sonido de los cuetes para encontrarlas.

El chinelo en el asfalto

Número 10 / JULIO - SEPTIEMBRE 2023

Sobre mi orgullo, mi identidad y el coro de Polakas

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Itzel Guzmán Lara

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

La música se recrea en mi corazón, se convierte en un cultivo amplio de amor y de salvación; germina y se cosecha a través de mi voz al cantar en solitario o en el coro. 

Ser tepozteca, estudiante en la Ciudad de México, recrea algunos instantes de mi vida en Morelos, como por ejemplo, cuando me siento un poco nostálgica escucho Sones de Chinelo, sí, esos sones que acompañan el brinco en los carnavales para celebrar: mis manos empiezan a recordar las notas que tocaba en mi saxofón y recuerdo con mucho cariño el hecho de estar en el brinco en la comparsa de mi barrio. 

Al llegar aquí (después de una larga espera por la pandemia), el coro de mi facultad, la de Ciencias Políticas y Sociales,  ya era parte de mi vida en la virtualidad, pero, gran sorpresa me llevaría en los primeros ensayos presenciales. 

A la par del coro virtual, justo el año pasado un familiar muy cercano trascendió a otra vida. Mi corazón se detuvo, y en mi mente solo sonaba una y otra vez “Dime pajarito” de Binomio de Oro. Un duelo lejos de casa, lejos de mi familia, me dejó sin aliento un momento, me dejó en una profunda tristeza. Unos meses después de aquel acontecimiento el coro retomó ensayos presenciales. La disciplina de cantar, ensayar e ir a la facultad sobrellevó mi tristeza. 

La propuesta de mi directora coral, Ivet, de participar en un coro (ya había sido seleccionada) con orquesta, hizo que pensara desde mi duelo rechazar tan loable proposición. La insistencia de mi directora me llevó a aceptar la invitación.

Entre ensayos con los demás integrantes seleccionados del Programa Coral Universitario que pertenece a la UNAM, mi camino en solitario se llenó de esperanza para no hundirme en los pensamientos de ya o estar en este plano terrenal. 

El mismo programa tenía una sorpresa para nosotros, para cada una de los integrantes de los diferentes coros que lo conforman, y era, la maravillosa invitación que teníamos para cantar junto con la OFUNAM, si, ¡la OFUNAM! 

El duelo estaba ahí, los días en que el agua brotaba de mis ojos sin parar por días, seguía ahí, mis ganas estaban por los suelos, yo solo me sentía en un vació profundo de un abrazo de aire: mis días transcurrían al escuchar escuchando “Siempre estoy pensando en ti” de La Santa Cecilia, “La noche en que Chicago murió” de Banda Toro y “Amanecer Tepozteco” de Trío Tepoztlán. Pero, pese a que estaba hundida, la música coral me hacía levantar todos los días para ser y existir. 

Los meses pasaron, los ensayos generales empezaron a ser seguido, y una tercera invitación haría que mi corazón brillará más: seleccionada para cantar en la ceremonia de los Honoris Causa. 

La Sala Nezahualcóyotl la conocí por primera vez al ensayar para la los Honoris Causa. El lugar se volvió un referente para mí para construir esperanza en los frutos cosechados en todos esos cantos corales unísonos que recorren los pensamientos de las personas que nos escuchan. 

El primer concierto fue ver mi vida pasar para que las personas experimentaran la obra de “Canto a la música” y resonar en toda la Sala Nezahualcóyotl. El segundo concierto, dentro de la misma sala, fue con la OFUNAM; los villancicos navideños alegraron los corazones de todo el público, que, sin previo aviso, se iluminó la sala con las linternas de sus celulares al interpretar “Blanca Navidad”; fue en ese momento, cuando mis lágrimas querían salir, lágrimas de felicidad, de extrañar a alguien, de sonreír, de tener vida después de la muerte. 

Las canciones empezaron a cambiar, ya no solo escuchaba las antes mencionadas, sino que también se agregaron nuevas, entre ellas un rap chileno titulado “Libre/En el aire” de Macha y el Bloque Depresivo, “Pajarito Colibrí” de Natalia Lafourcade, “Pride of Lions” de Tokyo Ska Paradise Orchestra. 

La vida se convertía en una melodía que acompaña aquellas personas que vagan en el mundo buscándose, recuperándose, amándose, extrañándose. En mis venas recorría la luz de que cada nota que se transmitía a través de mi voz. 

A casi un año de mi duelo, mi corazón vibra en sintonía de alguna canción que se escucha en la radio o el internet: encontrándose con el recuerdo de mi familiar pero con una sonrisa de saber que está presente en las canciones de Mi Banda el Mexicano o en la Banda Toro.

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