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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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CREDITO: Leonardo Abigail Castro Sánchez/ Facultad de Derecho
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Leonardo Abigail Castro Sánchez

Facultad de Derecho

Lic. de Filosofía por la H. Facultad de FFyL de la UNAM. Estudiante de Mtría. en Filosofía del Derecho por la H. Facultad de Derecho de la UNAM. Estudiante de Lic. de Matemáticas por la H. Facultad de Ciencias de la UNAM.

De los Sempiternos al Pharmakon

Número 11 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2023

Sobre la eternidad y aparente felicidad

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Leonardo Abigail Castro Sánchez

Facultad de Derecho

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¡Oh, Asclepio! ¡Oh, Esculapio! ¡Oh, Hermes!  ¡Ay, ay y más ay! ¡Ay el Pharmakon!

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¿Cuándo o de qué forma se buscó alivio a las penurias de la existencia? Desde todo lo que ha sido y todo lo que es; el Todo, sólo se ha ido modificando, cambiando, siendo para dejar de ser, pero en ese devenir siempre es. 

Cuando los sempiternos dialogaban; notaron en la eternidad que estaban un tanto fatigados de ser tan majos. Meditaron unos cuantos eones y se dijeron al unísono: ¿Qué haremos ahora que todo lo sabemos, todo lo podemos y todo lo queremos?

Los perpetuos vivían no sólo plácidamente sino ajenos a dolores, penurias y sinsabores. Hace ya mucho el Padre de todos los majos junto con todos sus hijos habían olvidado lo que era luchar y sufrir una batalla por el mando y el poder. Los más grandes que ellos, había sido ya sublevados hace ya miles de ayeres atrás. Aburridos aquellos, le solicitaron a su gran Padre hiciese algo para encomiarlos y gratificarlos, decían: ¡Oh, gran Padre, estamos aburridos! ¡Oh, gran Padre, estamos fastidiosos! ¡Oh, gran Padre, estamos cansados!

Aquel, meditó un milenio y emprendió su acción. De entre todo lo que es en lo celeste, los aires, la tierra, las aguas y el inframundo no encontraba cómo ni de qué forma entretener a su estirpe, por lo cual decidió crear algo nuevo. Generó mirando a lo perfecto y bello de sus hijos, a unos seres similares a lo perfecto. Creó una especie a imagen y semejanza de los eternos, para que estos, tuviesen empatía y tornasen la mirada; para no sólo entretenerse, sino para recibir encomios de aquellos.

El gran Padre dijo: ¡He aquí lo que me han pedido! ¡He aquí lo que tanto han buscado! ¡He aquí lo que será de su agrado eterno! Aquel, había creado a unos animales muy similares a sus hijos, que tendrían la capacidad de gobernar el mundo terrenal, pero de servirse del espacio, de los cielos, las aguas, la tierra y el subsuelo. ¡Qué bellas y singulares criaturas habían generado él más grande para encomiar a sus hijos! 

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Al principio los sempiternos curiosos como infantes, sólo observaron algunas eras. Los vieron reptar, erguirse, caminar y correr; notaron su presteza de hacer con la nada objetos tan peculiares para sobrevivir. Miraban cómo aquellos, crecían, se desarrollaban, se erigían en grandes comunidades. Vieron con agudeza cómo su gran Padre, sí los había dotado -a los humanos- de habilidades y has personalidades similares a ellos, los “eternos”.

No tardaron muchas eras en que los más grandes comenzarán a empatizarse y exigir, como buenos niños, qué juguetes querían para ellos. Gritaban y discutían: ¡Yo quiero a los rasgados! ¡Yo quiero a los etíopes! ¡Yo elijo a los que barbarean! ¡Yo elijo a los más hermosos! ¡Tú quédate con los retardados! ¡No, tú quédate con los barbones!

Los siempre grandes, tomaron postura. Ayudaron y enseñaron a las comunidades humanas a entender artilugios y técnicas más complicadas; a saber: el arte, la orfebrería, la agricultura, la caza, pero sobre todo: la veneración. ¡Oh sí, qué egoístas y narcisistas son los inmensos! ¡Oh sí, nada darían sin recibir encomios a cambio!

Y con el paso de los soles, los bandos de los eternos fueron creciendo y desarrollándose. Notaron en ellos grandes cambios, avances, modificaciones, pero sobre todo el agradecimiento y veneración a sus patrocinadores. 

A veces, aburridos los eternos, hacían batallas entre ellos mismos. Se vanagloriaban de ver triunfar a sus adoradores sobre los de sus hermanos. Todo era simple y sencillamente un juego de niños, los humanos no desvivían, simple y sencillamente, como niños que se ensuciaban o se enlodaban, se levantaban y seguían su camino para servir a los enormes. Los humanos eran a imagen y semejanza de aquellos, también inmortales.

Todo, por un enorme tiempo, fue bueno. Hasta que un eterno, gracias al ocio de su aburrición, en soliloquio disertó: Sé que como yo, mis hermanos y Padre se han aburrido de ver lo mismo por siempre y para siempre. Los humanos, si bien nos adoran y hacen grandes hecatombes para nosotros, ya no es suficiente. Estos, están creciendo en demasía, se han replicado tanto que ni ellos mismos caben, y no podemos darles -jamás- espacio en nuestra morada. Debo generar algo, que no sólo controle a estos, sino que a su vez, entretenga a mi familia y la haga feliz de nuevo.

Aquel, el más pequeño entre los más grandes, decidió en la noche más larga de los humanos, quitarles el velo de protección que con mucho cuidado su Padre había colocado en ellos el día de su creación. Dado lo anterior, al despertar, el viento del ayer, el rayo del mañana y el agua del porvenir marcaron en los cuerpos de los hombres las agujas del tiempo. ¡Los humanos ya no eran eternos!

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Los acostumbrados eternos, exigieron a los hombres veneración y entretenimiento. Estos, sin más que seguir órdenes, decidieron enfrentarse, pero ¡Oh, sorpresa! Los humanos al caer ya no se levantaban más. Los humanos comenzaron a gritar fatídicamente. Los humanos comenzaron a manchar de rojo no sólo a sus prójimos, sino sus tierras y sus altares!

Los eternos, sorprendidos y maravillados, en vez de angustiarse o preocuparse, quedaron fascinados. Sí, no entendían cómo ni cuándo, pero sabían que lo necesitaban para sí. El menos entre los mayores dijo: ¡Fui yo, de nada hermanos! ¡Fui yo, y haría lo que fuese por ustedes! ¡Fui yo, y los amo! Estos embelesados, no sólo agradecieron la gran idea de su hermano, sino que forzaron su entretenimiento. ¡Oh sí, qué felices y sanguinarios fueron los sempiternos! ¡Oh sí, qué felices y sanguinarios fueron los perfectos! ¡Oh sí, qué felices…!

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Los humanos no sólo notaron el cambio, sino, se dieron cuenta que no había forma de dar marcha atrás. Y al principio decidieron no acatar las órdenes de sus mayores, pero fue más fatídico de lo que creyeron. 

Los eternos, forzaron a los humanos a seguir batallando entre sí, les exigían más fiestas y pingües presentes para sí. Los humanos, al inicio pudieron sortearlos, pero con el tiempo no sólo se fueron cansando, sino que llegaron al hartazgo, y les decían: ¡Ay, sí que somos sus hijos pero nos tratan con odio! ¡Ay, sí que somos sus hijos pero nos tratan con hastío! ¡Ay, sí que somos sus hijos pero nos manchan de rojizo el porvenir! ¡Ay, sí que somos sus hijos y nos dan todo para ser pero en cambio nos dan terror! ¡Ay, sí que somos sus hijos pero el amor no se cobra con dolor!

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Los humanos, notaron que por más suplicas y sacrificios, aquellos no perdonaban ni prestaban atención a sus querellas. Los humanos sabían que al desobedecer, aquellos, les volverían a mandar, dolor, penas, sufrimientos, sequías, noches o tardes eternas, pero sobre todo odio.

Entre los humanos. Hubo tres que notaron que los eternos no sólo los detestaban sino que jamás lo iban ayudar. Y decidieron, no sólo unirse sino, tomar el ingenio y las herramientas que aquellos les obsequiaron para notar que aquellos sin querer les habían dado la solución, si bien no eterna, pero sí momentáneamente temporal.

La mayoría de los humanos se flagelaban y cantaban ¡Ay sí, somos herederos del dolor! ¡Ay sí, somos herederos del sinsabor! ¡Ay sí, somos herederos de la traición! Ay sí, somos herederos del odio! ¡Ay sí, somos…!

Aquellos, los tres grandes, observaron que las demás especies del Haber tenían su método de sanar del dolor, del frío, del sol, de lo rojo, y no sólo buscaron imitarlos, sino que lo mejoraron. Mezclaron sus métodos, formas, quehaceres y lograron comidas, brebajes, ungüentos y técnicas para evitar el dolor; y así prolongar el buen camino y mostrar la luz.

Aquellos, los tres grandes, obsequiaron a su estirpe y a todas las demás progenies su saber y sus recetas. La técnica del sin dolor fue generada gracias a lo que esta tríada observó de los cielos, el espacio, las aguas, la tierra y el subsuelo. La técnica del sin dolor mezcló lo mejor de todo lo que es en pequeñas porciones de bienestar para los humanos. La técnica del sin dolor prolongó la luz de los ojos, minimizó los dolores y retornó la sonrisa al desdichado. 

¡Oh, Asclepio! ¡Oh, Esculapio! ¡Oh, Hermes! Habían creado la técnica, el modo, la forma, la cosa y el saber de contrarrestar lo infausto que los eternos les habían heredado y con lo cual se habían enfiestado. 

Los eternos, no se volvieron a escuchar, pero era claro que seguían gobernando lo eterno porque jamás habían escuchado las súplicas humanas, y ni buscaron nunca ayudar al dolor de sus hijos.  El humano se sabe lanzando a un mundo y una forma de vida que no pidió. La técnica del sin dolor fue donada por la triada del sin dolor, y el arte fue nombrada: Pharmakon. A saber: alivio, fármaco, medicina, droga, remedio, pero sobre todo, ayuda. 

Los humanos, algunos siguieron y seguirán hablando hacia los cielos, pero otros y quizá los muchos cantan y cantarán: ¡Oh, Asclepio! ¡Oh, Esculapio! ¡Oh, Hermes! ¡Ay, ay y más ay! ¡Ay el Pharmakon! ¡Oh, Asclepio! ¡Oh, Esculapio! ¡Oh, Hermes!  

 

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Una respuesta

  1. El reflejo del dolor en la exposición de la creación humana por una deidad, es una mal que no deja vivir y una realidad que poco se debe aceptar. Increíble lectura.

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