Tuvimos el placer de deslizarnos por tú piel, de observar en tus ojos el entrar y salir del sol, de escuchar tu voz, que hermandad tan suertuda. El simple recuerdo de haberte conocido nos unió y la realidad de que te perdimos nos fortaleció.

Cada otoño a de llegar alguien nuevo, que nos cuenta como un solo beso tuyo lo corrompió; que expresa el odio y el amor que aún siente por ti. Ahora yo soy el nuevo, el cual calcó tú ser en cada llanto, el descerebrado que no quiere soltar tú recuerdo sin importar lo que he de sufrir, con la incógnita de cual será mi frío tormento.

A de llegar el fin del invierno yo he de darle fin a mi sufrimiento, para cuando leas esto yo he de estar en el infierno; recordando los recuerdos… ¡Carajo lo lamento!

De vivir en tí, llegué a residir con esta hermandad. Ahora los que me despiden son mis compañeros.