Escuela Nacional Preparatoria Plantel 5 José Vasconcelos
Escuela Nacional Preparatoria Plantel 5 José Vasconcelos
Hace unos años, en una mudanza, decidí empacar los libros ordenándolos por sexo. El saldo fue: una caja de libros escritos por mujeres y cinco cajas de libros escritos por hombres. Esta diferencia, que es más bien una desigualdad, se replica en los libreros de muchas casas, en las librerías, bibliotecas públicas, programas de cursos escolares y un sin fin de ámbitos. No sólo en la literatura, sino en la ciencia, el arte, la religión y en todas las áreas del conocimiento, ha dominado la mirada masculina. Resulta inquietante, sobre todo si consideramos que más de la mitad de las personas habitantes en la Tierra son mujeres.
¿Dónde quedaron los ojos y las palabras de las mujeres? En algunos casos quedaron bajo seudónimos o firmas de “anónimo”; en otros casos quedaron silenciadas; y en el mejor de los casos están ahí, resistiendo y haciéndose un lugar entre las cajas y cajas de palabras de hombres.
Si, como afirma Donna Haraway, el conocimiento se construye desde la experiencia situada y corporal, hemos aprendido a ver y entender el mundo a través de la experiencia masculina. La literatura, por su parte, nos lleva a sumergirnos en las profundidades de lo humano. Las novelas, cuentos, poemas construyen también un tipo de conocimiento sobre los demás y sobre nosotras mismas; nos ayudan a dotar de significado a nuestras experiencias. Sin embargo, ¿qué nos puede decir de nosotras mismas la experiencia y la palabra de un hombre blanco, rico, heterosexual? ¿que somos bellas cuando callamos porque parecemos como ausentes?
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