Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Axel Uriel López García

Escuela Nacional Preparatoria No. 2

Me llamo Axel, y me gusta indagar en temas existenciales. Soy un constante crítico de la vida y del mundo. La filosofía para mí es como mi segunda vida.

La brújula que somos

Número 18 / JULIO - SEPTIEMBRE 2025

El rumbo de vida que debemos tomar es indescifrable, el sentido no se busca, se hace

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Axel Uriel López García

Escuela Nacional Preparatoria No. 2

El ser humano en un determinado momento de la vida siempre aborda una duda imprescindible y universal, el llamado “sentido de la vida”, que si fuera posible definirlo sería la razón que nos da la fuerza para retomar día a día nuestra existencia. Fijar el significado resulta ambicioso, implica trazar con precisión los límites y la finitud de nuestro concepto, en el sentido de finalizar (no de finalidad). He aquí el problema, no hay un final para el sentido. 

El sentido de la vida se puede abordar como un “conocimiento de fronteras”, es decir, un saber construido en el cruce de distintas perspectivas y disciplinas. Uno de los principales obstáculos reside en encontrar una interpretación universal, la cual parece imposible, pues nos enfrentamos a un elemento en constante cambio ya que no existe un sentido que perdure para toda la vida. Con estas dificultades, definirlo resulta inviable, y si apareciera una concepción aparentemente satisfactoria, en poco tiempo estaríamos buscando otra que nos represente mejor.

¿Por qué buscamos un sentido? 

El rumbo de vida que debemos tomar es indescifrable, el sentido no se busca, se hace. En este hacer es donde convergen religiones, creencias y culturas. Estas nos tratan de explicar por qué se forma tal sentido, y cada una tiene cierta razón. Corrientes hedonistas, aristotélicas, estoicas y otras abrieron la puerta al conocimiento sobre descubrir el por qué de vivir. Pero no todos pensamos de la misma manera, ya que a las personas nunca les impulsa el mismo sentimiento de existencia, puede ser semejante, mas no igual. 

En nuestro intento de construcción de sentido, la religión y la espiritualidad nos ayudan; sin embargo, no son lo mismo, la religión es una idea más organizada e institucionalizada, lo que nos lleva a un por qué de la vida más dogmático e impositivo sin oportunidad de creación libre. Por su parte la espiritualidad es un planteamiento sumamente autónomo e íntimo de nuestro ser, que fomenta una introspección personal, flexible y viviente. Apoyarse de una u otra no está mal, mientras la espiritualidad es libre y subjetiva, la religión nos suele imponer un sentido que compartiremos con una comunidad. La creación del propósito de vida se vuelve entonces compleja.

Las personas piensan haber encontrado una misión de vida cuando tienen una meta: terminar una carrera, abrir un negocio, etc., empero, esto no constituye un sentido, porque el sentido somos nosotros, sí, nosotros mismos, tú, lector, eres tu propio sentido. Muy banal y simplista parece esta explicación, pero hay que ver dentro de nosotros para darnos cuenta del poder que tiene. Día a día realizamos acciones buenas o malas que repercuten en un futuro. Y esas mismas acciones son las que forman nuestro sentido, o sea, nos forman a nosotros. Así entendemos que las cosas no pasan “por” sino para algo, y ese “algo” se construye; en palabras simples, ser nosotros es el sentido, llegar a ser virtuosos en aquello que consideramos apto para nuestra vida. 

¿Y lo demás?

Con lo “demás” me refiero a esas “metas” que se mencionaron con anterioridad, las cuales suelen ser tangibles y no trascendentales. Puede parecer contradictorio y enredado, pero estos otros propósitos también forman parte de nuestro sentido. Es cierto que hay una grandísima diferencia entre estos elementos y el sentido en sí. El sentido es nuestra persona, y estas ideas de realización son complementos que crecen alrededor de nosotros. Digámoslo como una metáfora, si nosotros somos un árbol, del cual brotan ramas, estas ramas son los complementos que hacen que nuestro sentido se fortalezca. Sí, somos las ramas, pero también somos el tronco del árbol. El árbol no crece por sus ramas, sino por lo que nutre a su raíz. Al final del día todos somos libres de elegir en lo que creemos y existirán las preguntas que nos hagan ser nosotros y crear nuestra filosofía. Como dijo Sócrates, “la vida no examinada no vale la pena vivirla”.

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