En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Crédito: Ana Karen Rodríguez Álvarez / ENP Plantel 8
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Elliot A. González

Facultad de Estudios Superiores Acatlán

Ingeniero en Matemáticas del IPN y futuro Comunicólogo de la UNAM. Bueno en todo experto en nada (Todólogo, pues). Escritor de banqueta, matemático absurdo, cineasta de pacotilla, artista del sueño diurno y gay. Ama las piñas coladas, salir a explorar, ver telenovelas, dominar a las bestias y convertir el agua en vino. Perdón por las groserías.

El TLP de BoJack Horseman

Número 16 / ENERO - MARZO 2025

Las complejidades de la salud mental en una serie de televisión

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Elliot A. González

Facultad de Estudios Superiores Acatlán

“¡Ey, ¿no eres tú el Caballo de Retozando?!” Nunca nadie me dijo que mirar BoJack Horseman era sabrosamente peligroso. Que las risas incómodas podían volverse silencios pesados y los chistes serían también tragos amargos. Sólo un episodio podría diseccionar mi vida con la precisión de un bisturí emocional. Me refiero a “Free Churro”.

Este no es sólo un episodio clave de la serie, sino una clase magistral sobre cómo el medio televisivo puede capturar las complejidades de la salud mental y la dinámica familiar. En su núcleo, este episodio no trata de redención ni de reconciliación: trata de enfrentar lo irremediable.

BoJack, hablando frente a un ataúd, resume algo que resonó conmigo y con cualquiera que haya tenido una familia tóxica: “si eras bueno, no lo suficiente. Si eras malo, eras insoportable”. Un hogar donde el amor se mide en recriminaciones y el silencio es más filoso que las palabras mismas de un infante que ni siquiera pide nacer.

Ese capítulo es el espejo que no queremos mirar, pero debemos enfrentarlo tarde o temprano sobre todo cuando (como yo) venimos de una familia disfuncional. Te obliga a luchar con los patrones que de niño aprendiste para defenderte y que de adulto arrastras como cadenas. ¿Cómo amar si nunca viste cómo hacerlo o te hicieron sentir que el amor era condicionado? ¿Cómo confiar cuando todo a tu alrededor fue una prueba de resistencia emocional? Ahí está BoJack, el reflejo vivo del trastorno límite de la personalidad (TLP): miedo al abandono, la búsqueda desesperada de validación y la autodestrucción como refugio.

Escribir y declarar que BoJack tiene TLP es contundente, pero desde mi perspectiva, no hay forma de no verlo, no porque me enorgullezca, sino porque es una condena compartida. 

Es como sostener una lámpara de aceite al borde de la noche, sabiendo que todo puede apagarse con el mínimo soplo de desesperación, o se te puede caer y quemarte la casa. A veces pienso que el diagnóstico fue sólo un nombre que le dieron a mi mente rota, un intento de domesticar al caballo desbocado de mi ser, un animal que galopa entre la euforia del amanecer y las sombras que susurra la luna. La primera vez que un médico, con voz imperturbable, me pidió hacerme amiga de mi TLP, sentí que hablaba con el diablo. ¿Cómo puede uno abrazar aquello que lo devora? ¿Cómo aceptar que mi vida era un campo de batalla donde yo misma encendía las hogueras? Desde entonces, he aprendido a vivir en una cuerda floja tejida con emociones: rabia y ternura, risa y llanto, amor y vacío.

En Free Churro, el churro gratis que recibe no es un regalo; es una ironía, una burla cósmica que subraya el vacío de buscar consuelo en un lugar donde nunca lo hubo. Es el testimonio de quienes crecimos entendiendo el cariño como algo que se gana, no como algo que simplemente es. BoJack, frente al ataúd, no está hablando con su madre. Está hablándole al vacío. Está hablando con nosotros, los que sabemos cómo es crecer en una familia donde el afecto se parece más a una deuda que a un derecho. Busca sentido. Algo que le permita darle forma al dolor que lo ha moldeado toda su vida. Es ese miedo al abandono lo que define al TLP. Incluso cuando alguien nos daña, su ausencia es un grito insoportable. Beatrice fue el epicentro de BoJack, una madre que, en lugar de nutrir, sembró en él la semilla de un árbol marchito. Su muerte no es un alivio; es una herida que se abre aún más. Confirma que todo lo que se construyó fue un castillo de arena que el tiempo desmorona con una ola de indiferencia.

A lo largo del monólogo, la narrativa juega con la expectativa del duelo tradicional: recuerdos compartidos, momentos de conexión e incluso lágrimas sinceras. Pero BoJack sólo tiene anécdotas hirientes, silencios incómodos y la desesperación de no encontrar nada más. El episodio es un monólogo crudo, sin pausas para respirar, como la mente de alguien atrapado en el ciclo del trastorno límite de la personalidad: cuestionar cada decisión, reinterpretar cada mirada, vivir con la sospecha constante de que algo está mal contigo porque eso es lo único que aprendiste. 

“¡Te veo!”, es una frase que se usa mucho en el episodio, para quienes vivimos con este trastorno, es un golpe visceral. Sabemos lo que es mirar a quienes amamos con una mezcla de rabia y súplica. Queremos ser reconocidos, validados, y buscamos el sentimiento más anhelado. Queremos arrancarles el amor que creemos que nos deben, mientras tememos que su ausencia nos devore por completo. Beatrice nunca le dio a BoJack lo que él necesitaba, pero aun así, ella era su faro, uno roto quizás, pero suyo.

La relación de BoJack con su madre, Beatrice, es el corazón podrido que late en todo el episodio. Una mujer que nunca lo amó de la manera que él necesitaba, pero que también estaba atrapada en un ciclo que no supo romper. La estructura del episodio es deliberadamente claustrofóbica. Sin flashbacks directos ni subtramas, el espectador está atrapado en la mente de BoJack durante los 25 minutos que dura el monólogo. Es un reflejo de cómo funciona el trastorno límite de la personalidad: los pensamientos no tienen escape, las emociones se sienten absolutas, y el pasado se experimenta como un presente perpetuo y cíclico en remordimiento. Cada palabra que BoJack dice es una ventana a su infancia, su dolor y su lucha constante por encontrar validación en los lugares equivocados. 

Free Churro también desnuda cómo las familias tóxicas moldean nuestra percepción de la muerte. Para BoJack, la muerte de su madre no es el cierre de un ciclo; es el recordatorio de todas las cosas que nunca fueron. Los “te quiero” no dichos, las disculpas que jamás llegaron, y el vacío que crece en el silencio. Incluso en el funeral, BoJack sigue buscando algo: una señal de que su madre lo quiso, aunque sea un poco. Y, claro, no la encuentra. Aquí también destaca la ironía trágica del humor. BoJack utiliza el sarcasmo y las bromas como escudo, incluso mientras enfrenta el dolor más crudo de su vida. Su discurso se siente como un stand-up fallido, con pausas para las risas que nunca llegan. Este recurso no solo refuerza el aislamiento emocional del personaje, sino que también ilustra cómo el trauma puede manifestarse en formas inesperadas: la risa como mecanismo de defensa, la ironía como refugio frente a una realidad insoportable. Además, el remate final del episodio, que como dato curioso son Lagartijas enlutadas o Gekkos es maravilloso. 

Para ir concluyendo, la relación en cómo el trastorno límite de la personalidad, en este contexto, no es un diagnóstico clínico frío ni mucho menos está confirmado; pero en esos rasgos, vemos cómo es una herida abierta que BoJack no puede dejar de tocar. Su miedo al abandono lo lleva a sabotear sus relaciones; su incapacidad para regular sus emociones lo encierra en ciclos de ira y arrepentimiento. Pero, sobre todo, su autoimagen fracturada lo deja atrapado en un limbo donde no sabe si merece amor o si siquiera es capaz de reconocerlo.

Narrativamente, Free Churro rompe con las convenciones al sostener toda la atención en un solo personaje. Es un riesgo que paga con creces, no solo por la escritura impecable, sino por la actuación vocal de Will Arnett, que carga cada palabra con una mezcla de humor, desesperación y dolor. Este episodio no busca respuestas ni ofrece resoluciones. Su poder radica en su honestidad brutal, en la aceptación de que algunos dolores simplemente existen, sin propósito ni redención. 

En el contexto de BoJack Horseman como serie, Free Churro es una declaración de intenciones. No se trata solo de un caballo parlante en Hollywood; se trata de lo que significa vivir con el peso de ser humano. Para quienes crecieron en familias tóxicas o lidian con trastornos de salud mental, el episodio es más que entretenimiento: es un espejo incómodo y necesario. 

En última instancia, Free Churro no nos dice cómo sanar ni cómo superar el pasado. Sólo nos deja con una pregunta: ¿qué hacemos con el dolor que heredamos? Una pregunta que, como BoJack, cada quien debe responder por sí mismo.

Free Churro no ofrece redención, y ese es su mayor logro. Porque no todos los finales son felices, y no todas las historias se resuelven. A veces, lo único que puedes hacer es reconocer el daño, mirar el churro gratis en tu mano y aceptar que, por ahora, eso es todo lo que nos queda.

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El TLP de BoJack Horseman 

Una respuesta

  1. Una duda: lo publicó Elliot A. González pero lo escribió Ana Karen Rodríguez Alvarez? La duda es por esta frase:”La primera vez que un médico, con voz imperturbable, me pidió hacerme amiga de mi TLP.

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