Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Julia Isguerra

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Soy Julia, tengo 19 años y estudio una carrera a fin a las Ciencias Sociales, aunque creo que una parte de mí se quedó queriendo estudiar literatura, por eso en mis textos trato de conjuntar ambas cosas. Me gusta plasmar realidades en las que yo vivo día con día, también me gusta la poesía, leerla y escribirla por supuesto. Me gusta la música, el jazz, el rock latino y las llamadas cumbias sonideras. Adoro el amor en su máximo esplendor, veo amor el todo lo que puedo y me gusta pensar que yo soy la síntesis de todo ese sentimiento que manifiesto y también del que recibo. Soy altamente sensible, terriblemente absurda y un remedo de escritora con tintes de política. Ah, y también me gusta el café.

Siempre cuando nosotros

Número 13 / ABRIL - JUNIO 2024

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

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Julia Isguerra

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—Veo mis brazos desgastados, cansados, con las marcas de las cajas que cargan sentimientos que ya no me pertenecen, que se fugaron y se esparcieron en el camino y sobre los hombros de las personas que alguna vez dijeron amarme, pero que sin más un día ya no pudieron sostener ese amor que me tenían, se les resbaló de las manos, se les arrancó del pecho, me pegaron de cachetadas, me sometieron, me agacharon de la cabeza y todo por amor, amor que ya no era mío, ni de ellos ni de nosotros—. 

María cerró su diario después de recitar a todos su poema, era lo último que había escrito esta semana, dijo que todo lo anterior que leyó fue producto de un día de pulques y una noche en su habitación donde se preguntaba entre tantas cosas ¿en dónde quedaba el amor que ella deposita?

Todos alrededor, nadie hablaba, unos fumaban, otros se iban con la música y otros solo miraban fijamente. Yo preparaba mentalmente el poema que iba a declamar, pero la verdad ese día no tenía algo bueno que decir, no siempre tengo que hablar, mejor prefiero escuchar. 

Ángel se levantó y paró la música, nadie se percató de eso o quizás ya ni siquiera la tomaban en cuenta, por eso poco les importó que se pausara. Se paró enfrente y se fondeó lo último que quedaba de una caguama, lo miré un poco más detenidamente y me puse a pensar que me cae bien, a veces no tanto, pero la mayoría del tiempo sí, me agrada porque es igual de grillero que yo, ahí lo debieran de ver en las movilizaciones estudiantiles, le vale que los directivos se le vengan encima. De pronto ya no lo ví, creo que fue al baño a vomitar o a aprovechar la noche para sacarle fotos a la luna, la neta no sé qué le ve, está bonita, pero tampoco es para tanto.

Todos queríamos cenar, pero andábamos muertisimos, solamente uno de nosotros dejó su estado de trance para levantarse y preparar algo. Estaba cortando tomates y otras verduras que encontró en la cocina de Estela, sacó los espaguetis de su bolsa y los echó en una olla vieja. Ella es vegana, las veces que he probado lo que guisa me gusta, ella me gusta, se llama Paloma, sabe que me gusta, yo le gusto, la mejor manera que encuentro de acercarme mucho más es regalándole  los libros que a veces me robo de algunos lugares. Bueno no es robo, estoy accediendo al conocimiento del que se me priva por no poder pagarlo, textos populares, libros populares, letras populares. 

Me levanté yo también y me fui a la cocina con ella, le quité sus manos de los cuchillos y la empecé a besar, me gustan los tatuajes que tiene en las muñecas, también se los besé. Huele un poco a cigarro y a citronela con cereza, algo extraño, pero no me quejo. El agua de los espaguetis se empezó a derramar y ya no pudimos seguir queriéndonos, le ayudé a terminar de preparar y a repartir los platos listos para los seis cabrones que estábamos tirados en la sala. 

Entre pastas medio acabadas, empezaron a sacar uno de los temas que más les gusta hablar, ya saben, cosas sobre algo que a todos los chamacos de entre 15-20 les interesa (la verdad no), la política según ellos. Que las elecciones, que los políticos, que las empresas, que nos estamos quedando sin agua, que quienes son los buenos, quienes son los malos, que que mala onda que no hayan aceptado las 40 horas, que si nos vamos a volver zapatistas o comunistas, en fin, temas que se gastaron en media cajetilla de cigarros. 

Luego me preguntó si vale la pena que chavitos cómo nosotros se preocupen por esas cosas. Ahí nos vemos luego saliendo de nuestras casas a escondidas de nuestros papás con nuestros cincuenta pesos en la bolsa para nuestros pasajes y si acaso un agua para ir a las marchas, a cada uno de nosotros le interesa defender algo, pero al final de cuentas siempre terminamos yendo a todas, bueno, casi todos. Hay gente como el  Rafa que nada más se quedan en sus casas a jetear y está bien, el morro necesita dormir, él estudia y trabaja, también descansar es político, eso creo, o quien sabe. 

No todos estudiamos, a mí no se me da, prefiero leer un chingo y ya luego ver que decido creer o que no, la neta eso de que me anden diciendo qué hacer, qué debo pensar o cómo debo actuar no va conmigo. Dirían otros amigos, que la verdadera escuela está en la calle, no al lado de chamaquitos pretenciosos que nada más por pedirles una tarea creen que ya te van a sacar de pobre. Si para eso nos educan, para servirle al riquillo y trabajarle el doble porque su sueldo no nos alcanza, no importa que él no tenga toda la culpa, pero que mentada es que tu tiempo extra a veces ni con lana te pagan, dos rebanaditas de pizza y listo, con toda la actitud para ponerse a chambear por más de diez horas. 

Estela se cansó de oír tantos problemas, así que mejor volvió a poner la música —Voy a poner cumbias para que se pongan a bailar y dejen de andar todos tiesos pensando en si nos vamos a poder jubilar—. 

A mí la verdad no me dicen dos veces que me ponga a bailar cuando de cumbias se trata, me agarré a la Paloma y ya nos paramos a poner el ambiente. No bailaré tan bien como el Ángel, pero ahí más o menos le hago la competencia. Las chamacas estaban enseñándole a Rafa, el pobre no sabe, se mueve medio chistoso, pero se nota que se divierte.

Después de echarle un rato ya me había dado sed, pero ya saben, no sed de agua, si no de caguama. Dejé a Paloma bailar con los demás y me fui a la cocina a buscarme una, lo bueno que todavía había. En lo que me servía estaba viendo a mis amigos, bien contentos, como si un sistema no estuviera poniendo las suelas de sus zapatos siempre por encima de nosotros. Me eché mi vaso de cerveza y siempre si me animé, fui con ellos y les dije que se sentaran un rato, que les iba a leer un poema de Cortazar. Se enojaron un poco por quitarles el ritmo, pero al final pararon la oreja para escucharme:

En el tabaco, en el café, en el vino, al borde de la noche se levantan como esas voces que a lo lejos cantan sin que se sepa qué, por el camino.”

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