Los mitos y leyendas me alejaron de mi familia. Todo comenzó cuando yo apenas era un niño recién nacido, contando con apenas 10 meses. Mi familia hace cada año una visita a Tlalpujahua, Michoacán, un hermoso pueblo mágico donde abundan coloridas y hermosas construcciones con gran diversidad de costumbres y cultura. 

En uno de esos días, mi familia realizó un picnic en una pequeña colina aledaña. Mientras cocinábamos, reíamos, contábamos anécdotas y disfrutábamos el momento. El acercamiento a la naturaleza siempre resulta reconfortante, sin embargo, al caer la noche, mi abuelita se percató  a lo lejos de la presencia de dos bolas de fuego, incandescentes y deslumbrantes ante cualquier ojo humano. Se iban acercando cada vez más, lo que provocó una angustia real en toda mi familia. Las bolas de fuego llegaron a estar demasiado cerca de la pequeña colina nos encontrábamos. Posterior a eso, un tío apareció desmayado en lo bajo de la colina, aparentemente alcoholizado, pero lo primero que pensó mi familia, fue relacionarlo a las bolas de fuego que popularmente se vinculan a las brujas. Siendo Tlalpujahua un pueblo altamente religioso, se rumorea por la zona que las brujas se llevan a los niños o aquellas personas que no estuviesen bautizadas por la iglesia católica. 

Cayendo más la noche, cada minuto que pasaba, se notaba un ambiente tenue, oscuro y tenebroso que aumentaba la preocupación genuina. Las bolas de fuego desaparecieron, mi familia se tranquilizó y volvieron a sus cuartos donde se alojaban temporalmente, quedando así, una de las anécdotas más populares y escuchadas en mi familia. Mi tío dice que no recuerda nada.

Cuando me contaron esto, no me podía parar de reír, ya que meses atrás, tuve una conversación con una maestra de geografía que me explicó que el surgimiento y la formación de las bolas de fuego se da a partir de un fenómeno meramente natural por el que surgen nudos electromagnéticos causados por rayos. 

Procedí a explicarle a toda mi familia aquella explicación, pero no lo quisieron aceptar. El hecho de refutar sus creencias vividas resultó un insulto para ellos, que emitieron comentarios como: “te salvamos de las brujas, ¿así nos pagas?”, “si eso fuera cierto, hubieras muerto”, “no te acuerdas bien”, “tú no sabrías qué hacer en esa situación“. Mi familia estimó más conveniente creer en las brujas y en las bolas de fuego. 

Es imposible tratar de cambiar algunas ideas tradicionalistas. A partir de aquello me etiquetaron de charlatán y se fue generando un desapego progresivo. Los mitos y las leyendas hicieron que me alejara de mi familia.