Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia
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El Movimiento Estudiantil de 1968 en México (M68) es uno de los episodios más significativos y dolorosos de la historia reciente del país. Lo que comenzó como una serie de protestas estudiantiles en demanda de mayor libertad y justicia, terminó con una brutal represión del gobierno y una masacre que dejó una cicatriz profunda en la memoria colectiva. Este movimiento, aunque marcado por la tragedia, sentó las bases para un activismo político más consciente y organizado en México, y su legado aún resuena con fuerza en la sociedad estudiantil contemporánea.
El contexto de finales de los años 60 en México era el de un régimen autoritario y cerrado a las críticas. Bajo la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz, el país se presentaba ante el mundo como un modelo de modernidad y desarrollo, y con los Juegos Olímpicos de 1968 como estandarte de progreso. Sin embargo, en las calles y dentro de las universidades, el descontento social crecía ante la falta de libertades democráticas, la represión y la falta de representación política. El movimiento comenzó en julio de 1968 con una pelea entre estudiantes de preparatoria, a la que siguió una intervención violenta de la policía, generando indignación entre los jóvenes y despertando una oleada de movilización. Lo que al inicio eran protestas con demandas locales y universitarias, pronto se transformó en un movimiento masivo con un pliego petitorio que exigía, entre otras cosas, la libertad de presos políticos, la desaparición del cuerpo de granaderos y el respeto a la autonomía universitaria. Los estudiantes organizaban mítines, marchas y huelgas, mientras el gobierno respondía con cada vez mayor represión. El 2 de octubre de 1968, a solo días del inicio de los Juegos Olímpicos, el ejército y las fuerzas de seguridad del gobierno abrieron fuego contra miles de estudiantes reunidos en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. El número exacto de muertos sigue siendo incierto, pero se sabe que fue una de las represiones más violentas y sangrientas en la historia de México.
A más de cinco décadas de la masacre de Tlatelolco, el M68 sigue siendo un referente clave en la lucha estudiantil y en los movimientos sociales de México. Para los estudiantes de hoy, el M68 representa un símbolo de la lucha por la justicia y la democracia, no solo dejó una marca en la historia política del país, sino que también sembró una semilla de conciencia entre las nuevas generaciones de estudiantes. Actualmente, el activismo estudiantil en México mantiene vivo el legado de la resistencia que los jóvenes de 1968 protagonizaron. Desde las marchas por los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa hasta las protestas por los derechos de las mujeres y la comunidad LGBTQ+, los estudiantes continúan alzando la voz frente a las injusticias del Estado y la sociedad, recordando que la lucha por los derechos no ha terminado.
Cada año, el 2 de octubre se conmemora en todo el país con marchas y actos de memoria. La consigna “¡2 de octubre no se olvida!” sigue resonando como una demanda de justicia no solo para las víctimas de Tlatelolco, sino también para todas las víctimas de la represión estatal en México. La conmemoración de este día se ha convertido en un recordatorio de la necesidad de preservar las libertades democráticas, pero también de la importancia de mantener vivo el legado de quienes lucharon por ellas.
El movimiento sigue teniendo una relevancia indiscutible en la actualidad, ya que los estudiantes y activistas continúan enfrentando muchos de los mismos problemas que motivaron el movimiento hace más de cincuenta años: la represión, la violencia del Estado y la lucha por los derechos humanos. A pesar de los avances democráticos en México, las heridas de 1968 siguen abiertas, pero las nuevas generaciones nos encargamos de mantener vivo el espíritu de resistencia.
M68 y la Universidad Nacional
El M68 tiene una relevancia profunda especialmente para la UNAM, no sólo por su papel central en el movimiento, sino también por el impacto duradero que dejó en la comunidad universitaria y en la historia de la institución.
La UNAM fue uno de los principales focos del M68. Sus estudiantes, profesores y autoridades universitarias se involucraron activamente en las movilizaciones, haciendo de la universidad un símbolo de lucha y resistencia frente al autoritarismo del gobierno. Los estudiantes de la UNAM, junto con los del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y otras instituciones, formaron la columna vertebral del Consejo Nacional de Huelga (CNH), la organización que coordinaba las protestas y articulaba las demandas del movimiento.
Uno de los puntos clave en las demandas estudiantiles fue la defensa de la autonomía universitaria. La intervención del Estado en las universidades, la represión dentro de los campus y la presencia de cuerpos policiacos y militares en instalaciones universitarias, como lo ocurrido con la toma militar de Ciudad Universitaria el 18 de septiembre de 1968, que fue vista como una violación a la libertad académica y a la autonomía de las instituciones educativas. La UNAM, como la máxima casa de estudios del país, se convirtió en un símbolo de esta lucha por la independencia de las universidades frente a la injerencia del gobierno.
Legado de conciencia y activismo
Para la UNAM, el M68 marcó un antes y un después en su historia como institución educativa. La universidad no solo fue el escenario de importantes debates y protestas, sino que también se consolidó como un espacio donde la conciencia política y el activismo social forman parte esencial de la vida estudiantil. El movimiento inculcó en las generaciones posteriores de estudiantes una mayor conciencia crítica sobre los problemas sociales, políticos y económicos del país, y reforzó la tradición de participación política activa que aún persiste en la universidad.
Conmemoración y memoria
La UNAM ha jugado un papel crucial en mantener viva la memoria del M68. Cada año, la universidad organiza actos conmemorativos y marchas, y sus instalaciones, como la Facultad de Filosofía y Letras o la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, son espacios donde el análisis, la discusión y la memoria del movimiento siguen presentes. Monumentos y placas en Ciudad Universitaria recuerdan los eventos de 1968, y las siguientes generaciones de estudiantes de la UNAM han visto en este movimiento una parte fundamental de su identidad, el legado del M68 ha reforzado la identidad de la UNAM como un refugio de libertades, donde se garantiza la libre expresión y el debate crítico. Para los estudiantes y académicos de hoy, el movimiento de 1968 y su conexión con la UNAM es un recordatorio permanente de la importancia de defender los derechos democráticos, de resistir frente a las injusticias y de mantener vivo el espíritu de lucha en la búsqueda de un México más justo y equitativo.
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