ISSN : 2992-7099

Sor Juana y sus revoluciones

Magdalena Pérez Selvas

Magdalena Pérez Selvas

Ciudad de México (1986). Licenciada en Letras Españolas por la Universidad de Guanajuato. Durante 10 años escribió para distintos medios, entrevistando a personalidades como el premio Nobel de la Paz, Rajendra Pachauri. Ha escrito los libros de arte y fotografía México: memoria vibrante (2016) y México en contraste (2017). Entre su obra literaria se cuentan la novela Mäywen (2019), resultado de sus estudios literarios en torno al concepto del amor en Occidente y la novela de caballería (s. XII); y el poemario Poética de la ansiedad (2021). Junto con un grupo de autoras, creó la Feria Nacional del Libro de Escritoras Mexicanas (FENALEM). Actualmente edita ¡Goooya!, el periódico de lxs estudiantes de la UNAM.

CRÉDITO DE FOTO: JOSÉ JIMÉNEZ
@_SoyMagdalena

8 marzo, 2022

La Respuesta a Sor Filotea es, probablemente, el primer documento feminista de América. La relevancia de este texto para los feminismos –y para la literatura escrita por mujeres– es indudable, a pesar de que los historiadores –en su mayoría hombres y padres de la Iglesia Católica– han buscado confundir las narrativas en torno a esta carta escrita por Sor Juana Inés de la Cruz dirigida al Obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz.

Debido a su poesía amorosa profana, dedicada en su mayoría a las virreinas Leonor Carreto y María Luisa de Gonzaga, a Sor Juana se le inventó que sostenía relaciones amorosas con ellas. Es decir, hay una reducción de su poiesis a una experiencia personal de la que, en realidad no existen pruebas.

Ante la voz revolucionaria y las capacidades intelectuales de Sor Juana, el patriarcado de la época y el sistema que lo perpetúa hasta nuestros días, han preferido enterrar sus denuncias, socavar su ingenio: la historia de una mujer escritora reducida a supuestos amoríos. Para el imaginario colectivo, la Respuesta a sor Filotea es la carta intercambiada entre monjas amantes.

Esta carta, sin embargo, es la autodefensa intelectual de Sor Juana. Allí, defiende su derecho, y el de todas las mujeres, a estudiar, escribir y publicar.

Revolución espiritual

Pero las revoluciones de Sor Juana empiezan mucho antes. La Respuesta a sor Filotea (1691) es la culminación de una voz valiente y transgresora que, para este momento, ya está siendo perseguida por las autoridades –masculinas– de la época.

Que Sor Juana fue una niña prodigio, es de todos y todas conocido; que vivió en la corte virreinal, también. No hace falta detenerse allí. Sí vale la pena mencionar sus motivaciones para dejar la corte e ingresar al convento: porque tiene un total y absoluto rechazo al matrimonio, Sor Juana prefiere ser monja; no quiere distracciones domésticas que la alejen de su gran pasión por el estudio. Esto lo sabemos porque ella lo cuenta, precisamente, en la Respuesta a sor Filotea.

Hay un episodio poco conocido en su vida y que arroja mucha información sobre su talante: el rompimiento con su confesor, Antonio Núñez de Miranda.

El propio Paz, en Las trampas de la fe, no sabe qué pasó, por qué el confesor de Sor Juana desaparece de repente de su vida. Y es que el documento que llena este vacío, fue descubierto apenas hace unos 30 años: la Carta de Monterrey (1682) (1), otra autodefensa de Sor Juana, su autodefensa espiritual.

La ley católica decía que toda monja debía tener un confesor de por vida que le vigilase el alma y Núñez de Miranda lleva a cabo esta tarea con celo. Para él, las monjas deben estar muertas para el mundo, pero resulta que Sor Juana escribe y es publicada y aplaudida, y recibe visitas de los propios virreyes e intelectuales de la época. El fanatismo de Núñez de Miranda es propio de su educación contrarreformista: mortifica su carne y mortifica el alma de Sor Juana.

En un movimiento inesperado y emancipatorio, Sor Juana le escribe:

¿Qué precisión ay en que esta salvación mía sea por medio de V.R.? ¿No podrá ser por otro? ¿Restringióse y limitóse la misericordia de Dios a un hombre […]? No por cierto, ni hasta aora he tenido yo luz particular ni inspiración del Señor que assí me lo ordene. Conque podré governarme con las reglas generales de la Sancta Madre Iglesia mientras el señor no me da luz de que haga otra cosa, y elexir libremente padre espiritual el que yo quisiere […] (2)

Sor Juana despide a su confesor y, algo verdaderamente fascinante es que, a partir de esta libertad, empieza su periodo más creativo.

Revolución sorora

Los rumores más encendidos con respecto a una relación íntima de Sor Juana con una virreina, son con María Luisa de Gonzaga, a quien llama “Lysis”, nombre por cierto común en la tradición amorosa cortesana. Si Juana y María Luisa sostuvieron una relación íntima-amorosa, no lo podemos saber, pues no hay pruebas al respecto; los poemas, en realidad, obedecen a una tradición literaria que se viene replicando de siglos atrás.

Lo que sí podemos saber es que entre Sor Juana y María Luisa hubo una relación intelectual. La virreina fue mecenas de la monja, y su editora. Es ella quien publica la primera compilación de las obras de Sor Juana: Inundación Castálida (1689).

De regreso en España, María Luisa también establece un círculo, a lo que hoy llamaríamos de “autopublicación”, en donde apoya –y se apoyan– sor Juana y otras monjas portuguesas intercambiando poemas en una asociación cultural y literaria significativa.

Revolución social

En la Nueva España de Sor Juana conviven indígenas, españoles y africanos. A pesar de la riqueza del mestizaje, la Iglesia observa con recelo las prácticas religiosas que poco o nada tienen que ver con el catolicismo. Y la Inquisición se encarga de convertir a fuerza de tortura y cárcel a todo aquel que se resista.

Nada de esto pasa desapercibido a Sor Juana. En algunos villancicos, describe al indígena que está harto de pagar tributos que sólo contribuyen a su propia marginación social; en otros, defiende el derecho de la población negra a entrar a las iglesias. En la loa para El Divino Narciso va aún más lejos al defender el derecho natural de lo que ella ya reconoce como “mexicanos”, por creer y alabar al dios de estas tierras, Huitzilopochtli: “Nobles mejicanos”, escribe, “celebrad al gran Dios de las Semillas” (3).

Muchos años, sor Juana tuvo amigos poderosos que la protegieron, pero esta buena fortuna acaba y todas las afrentas que en sus escritos ha hecho al sistema, terminan por perseguirla.

El punto culminante será la Carta Atenagórica (1690), un documento en donde rebate a un padre jesuita, Antonio Vieyra.

Revolución que se quiere acallar…

Hay un vacío sobre con quién Sor Juana comentó el sermón de Vieyra, pues esta persona fue quien la instó a escribir sus argumentos y ella, según cuenta en la Respuesta a sor Filotea, obedeció. Era, sin duda, alguien de más alta jerarquía. ¿Mi tesis? Fue el mismo Obispo de Puebla, quien –eso sí sabemos– decide publicar el texto y lo prologa bajo el pseudónimo de “Sor Filotea”. ¿Por qué el pseudónimo? Otra tesis: el obispo intuye la transgresión en las letras de Sor Juana.

Y no se equivoca. Ya se ha tolerado a la monja que se deshizo de su confesor, se le han dejado pasar sus críticas al racismo y la desigualdad social, ahora quiere escribir de teología, ciencia reservada a los hombres. Además, por este entonces, el poder político está en manos de un personaje abiertamente misógino: el arzobispo Francisco de Aguiar y Seijas, quien dice cosas como que limpien las losas del piso por donde han andado las monjas antes de que él camine por allí.

Así que la Carta Atenagórica se vuelve el pretexto para, finalmente, callar a Sor Juana. Dice Alejandro Soriano Vallés que no hubo tal persecución en contra de Sor Juana (4), que la Iglesia investigó y no encontró nada, pero estamos ante un fenómeno muy conocido hoy en día: la autoridad investigándose a sí misma.

Lo cierto es que una vez publicada la Carta Atenagórica, aparecieron distintos documentos defendiendo al padre Vieyra; uno de ellos, escrito por un tal soldado, que acusa de herejes a Sor Juana y a Sor Filotea. Seguramente alguien sabía que detrás de este pseudónimo estaba el Obispo de Puebla, porque cuando esto salió a la luz, también salieron las defensas a Sor Juana que, en realidad, defendían a Sor Filotea.

Franciso Xavier Palavicino sí hizo una defensa de Sor Juana durante una misa. Resultó que ese día, a esa hora, en esa iglesia, había un censor de la Inquisición que denunció a Palavicino por hablar a favor de una mujer durante su sermón. El archivo existe, y el nombre de Sor Juana está allí, aun cuando las investigaciones concluyan que no hubo tal persecución.

Es precisamente por esta situación que Sor Juana escribe la Respuesta a sor Filotea, una autobiografía dirigida, ahora sabemos, al Obispo de Puebla, defendiendo sus derechos intelectuales. Y en donde, además, denuncia abusos de género:

[…] ¿qué inconveniente tiene que una mujer anciana, docta en letras y de santa conversación y costumbres, tuviese a su cargo la educación de las doncellas? Y no que éstas o se pierden por falta de doctrina o por querérsela aplicar por tan peligrosos medios cuales son los maestros hombres, que cuando no hubiera más riesgo que la indecencia de sentarse al lado de una mujer verecunda (que aun se sonrosea de que la mire a la cara su propio padre) un hombre tan extraño, a tratarla con casera familiaridad y a tratarla con magistral llaneza, el pudor del trato con los hombres y de su conversación basta para que no se permitiese. Y no hallo yo que este modo de enseñar de hombres a mujeres pueda ser sin peligro, si no es en el severo tribunal de un confesonario o en la distante docencia de los púlpitos o en el remoto conocimiento de los libros, pero no en el manoseo de la inmediación. Y todos conocen que esto es verdad; y con todo, se permite sólo por el defecto de no haber ancianas sabias; luego es grande daño el no haberlas. (5)

Existe más correspondencia entre Sor Juana y el Obispo de Puebla, preocupados por la situación en la que están metidos. No pueden, sin embargo, hacer nada. Ante la amenaza de la Inquisición, uno y otra deciden dar un paso atrás.

Aguiar y Seijas logra censurar a Sor Juana; confiscó su biblioteca, no solamente sus libros, sino sus instrumentos científicos y musicales; y la obliga a escribir un último texto, Protestas de la fe (1695), en donde Sor Juana renueva sus votos de monja y firma con su sangre: “Yo, la peor”. No volverá a escribir. Este texto será distribuido en todos los conventos de monjas, en Nueva España, en otros virreinatos, en España y Portugal. Mi lectura es que es un abierto escarmiento para otras monjas: la monja escritora, finalmente fue callada.

La persecución patriarcal a Sor Juana no acaba aquí. Su primer biógrafo, el Padre Calleja, la describe como una monja devota, que al final de su vida entendió que su verdadera vocación era Dios. Y así, hasta nuestros días, distintos biógrafos –hombres– replicarán la historia de la monja arrepentida. Ya después, quién sabe cuándo, aparece el rumor de sus relaciones íntimas.

La coyuntura exige y permite rescatar a esta escritora a la que hay que leer más que nunca, no solamente por la belleza y la propuesta filosófica de sus textos, sino porque fue tan puntillosa en sus denuncias sociales, raciales y de género, que hizo temblar un sistema que no dudó en perseguirla y censurarla, denigrando su historia, no por su supuesta inclinación sexual, sino por reducir a chismes de alcoba una voz revolucionaria que, desde el convento, hizo una lucha sin cuartel contra el sistema heteropatriarcal. Afortunadamente tenemos los textos de Sor Juana para conocerla y, 300 años después, reconocernos en su propia voz, viva, vigente y pujante con los movimientos sociales feministas de la actualidad.

NOTAS

  1. Conocida así porque fue descubierta en la Biblioteca del Seminario Arquidiocesano de Monterrey, Nuevo León. La fecha de escritura es aproximada.
  2. Alatorre, A. (1987). La “Carta de Sor Juana al P. Núñez” (1682). Nueva Revista De Filología Hispánica (NRFH)35(2), 591-673. https://doi.org/10.24201/nrfh.v35i2.651
  3. Sor Juana Inés de la Cruz, (2004). Obras completas, Ed. Porrúa, p. 383.
  4.  Soriano Vallés, A. (2020). Sor Juana Inés de la Cruz: Doncella del verbo, Ed. Jus y Secretaría de Cultura y Deporte del Gobierno del Estado de México, p. 318.
  5.  Sor Juana Inés de la Cruz, p. 842.

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