ISSN : 2992-7099

Argumento que la noción de socialismo que Pablo González Casanova problematizó en un nivel conceptual durante su larga trayectoria no supone una idea eterna ni programa político de gobierno para aplicarse de manera generalizada. Para González Casanova el concepto sintetiza, no sin contradicciones, las diferentes luchas contra la explotación en todas sus dimensiones por lo que habría que entenderse como una de tantas posibilidades para investigar, actuar y combatir la explotación. Existe un texto que publicó en los años ochenta, titulado La nueva metafísica y el socialismo (1982) donde sintetizó el contenido de dicha noción, aunque habría que estudiar su obra completa para comprender a cabalidad el concepto de socialismo. Contra la tendencia de utilizar una idea de socialismo separada de la categoría de explotación para acercarla a un tipo de valoración democrática del capitalismo o liberalismo, González Casanova ofrece un ejercicio intelectual con cual comprender la noción de socialismo y su posible potencial heurístico y práctico en las actuales luchas contra el capitalismo.   

Es curioso que esa tendencia esté hasta la actualidad. Basta revisar La idea de socialismo. una tentativa de actualización de Axel Honneth (2017) para percatarse de esta separación. Para Honneth el socialismo renovado tiene mucho parecido al ideal político del liberalismo: ciudadanos congregados en la vida pública democrática, que actúan para eliminar barreras y bloqueos a la “realización de una mutualidad sin imposiciones en todas las esferas centrales de la sociedad” (Honneth, 2017, p. 195). Pero lo que realmente hace Honneth con su idea de socialismo, es desvanecer el potencial crítico de este, a las relaciones sociales basadas en el tráfico capitalista de mercancías. Su ideal de socialismo tiende a acoplarse al discurso de los derechos humanos, al modelo de las organizaciones no gubernamentales y a las redes internacionales que abogan por un rostro humano del sistema capitalista vigente. Por ningún lado, en la versión de Honneth aparece la categoría de explotación.

A esta versión que hace referencia Honneth, González Casanova la combate en otra época y contexto: los años ochenta en América Latina. La cuestiona con su concepto de socialismo al que no separa de la categoría a explicar y a destruir en la historia: la explotación. Tampoco desvincula el socialismo de la lucha por la democracia y la liberación. Ahora bien, ¿De qué socialismo se habla? González Casanova no titubea al responder que el socialismo más avanzado apareció con el marxismo luego de que Marx, al descubrir la relación social determinada, encontrara la explicación del fenómeno de la explotación que hasta hoy no ha desaparecido en la mayor parte del mundo. Al respecto expresó: “Con la relación de explotación, Marx no sólo descubrió la historia del capitalismo, sino lo que llamó la prehistoria del hombre, así como la posibilidad de que el hombre produjera su historia” (González, 1982, p. 11). 

De aquí se desprende un primer elemento de la noción de socialismo que plantea González Casanova: el socialismo sintetiza las diferentes luchas contra la explotación en todas sus dimensiones, esto es, la explotación absoluta y no solo la explotación relativa. La última está relacionada con las modificaciones tecnológicas y empresariales, las cuales permiten estratificación y movilidad social cuya base aparente es la acción racional de los individuos. Esto quiere decir que, si bien hay desigualdades económicas o de derechos, estas pueden atenderse con políticas públicas y programas de ayuda internacional. Este tipo de fenómenos solo podrían explicarse en un sentido crítico como transferencia de excedentes con una sociología de la explotación. La explotación absoluta incluye estas desigualdades, pero sus efectos son más drásticos en los pueblos: hambre, desprecio y enfermedad. Cuando González Casanova escribió que en la antigua URSS y en los países socialistas o en transición hay un movimiento ascendente pues:

“las relaciones de explotación dejan de existir [y que] los problemas que viven sus trabajadores y sus ideólogos ya no son los de la explotación, ya no son los del carácter social de la producción y apropiación del excedente por los propietarios privados de los medios de producción. Son otros” (González, 1982, p. 15)

El autor se refería a los que tienen que ver con el desprecio a las personas, su falta de reconocimiento social y colonialismo interno; a los privilegios de los dirigentes en detrimento de las bases obreras y a las formas burocráticas autoritarias. En ese socialismo real no se reconocían mediaciones sociales y políticas que explicaban las nuevas contradicciones, a pesar de que la producción adquiría un carácter social. Por esta razón González Casanova afirmaba que en esos países la lucha de clases subsistía en grados distintos, pero que la relación de explotación había terminado. Los problemas que tienen como productores, como trabajadores o como hombres –sus problemas cotidianos- o se relacionan con los sistemas de estratificación y movilidad social y ocupacional característicos de los nuevos Estados, o con los problemas del poder y dominación en la fábrica y Estado. (González, 1982)

Esto es, no tienen relación con los problemas de la explotación. En otras palabras, existió una lucha interna en su nivel político y de dominación que fue terrible, pero González Casanova reconoce que ese socialismo sí terminó con la explotación absoluta, esto es con la extracción directa de la plusvalía a los trabajadores. Es un dato relevante porque en los países metropolitanos continúa la explotación, aunque esta sea relativa, esto es, mediada por las innovaciones políticas, tecnológicas y la trasferencia de valor de los países periféricos hacia esas regiones, cosa que permite disminuir las luchas internas. Pero dichos países continúan practicando formas de explotación hacia fuera: extracción de plusvalía a través de oligopolios o intercambios comerciales desiguales. En el mundo socialista de la ex Unión Soviética, dice González Casanova, la estratificación y movilidad están mediadas por las funciones económicas principales de los trabajadores y su Estado. “Es éste, con los estratos superiores directivos y profesionales, y sus burócratas, el que plantea los nuevos problemas”. (González, 1982, p. 17) Pero no es el problema de la explotación.

Hubo quienes, como Roger Bartra, al leer estas líneas cuestionaron a González Casanova no solo por afirmar que en la ex URSS la explotación absoluta había terminado, sino por no explicar cuáles eran esos problemas a los que hacía referencia. Este reproche es infundado. Primero porque en el libro sí está explícito cuáles son esos problemas: se refería a los que tienen que ver con el desprecio a las personas, clientelismo, paternalismo, corrupción y colonialismo interno; a ellos se sumaban los privilegios de los dirigentes en detrimento de las bases obreras y a las formas burocráticas autoritarias. En palabras del propio González Casanova:

la ausencia de una organización democrática de las bases que controle el autoritarismo y la corrupción de las burocracias; la falta, en los procesos de democratización, de la disciplina necesaria para la lucha contra las antiguas clases expropiadas y contra el imperialismo; las enormes fallas del aparato productivo, víctima también del autoritarismo y de la corrupción, que acaban con cualquier plan y con el desarrollo económico social para las mayorías. La penosa situación también se ve expresada en ideas autoritarias que miman al marxismo-leninismo doctrinario, y que se adaptan a políticas realistas de colores locales, en mezclas o saltos que van de la doctrina más abstracta a la realidad más extravagante, sin mayor reparo epistemológico o moral (González, 2009, 231).

Además, para González Casanova un concepto de socialismo no podría suponer un contenido libre de contradicciones. Precisamente la idea metafísica de socialismo permitió que se declarara muerto este una vez que el socialismo soviético y de los países del Este de Europa se desplomara. Entonces las mediaciones políticas del capitalismo desplazaron el problema de la explotación a través de exaltar la idea del Estado fuerte y la consolidación de estructuras sociales y políticas neocapitalistas y autoritarias. También aparecieron las aperturas democráticas reguladas: elecciones libres, acceso a la información y alternancia. Aun con todo esto, en los años ochenta González Casanova escribía así:

En el mundo actual no hay más alternativa que el socialismo. El socialismo real e ideal sigue siendo la única alternativa viable para acabar con la relación de explotación, con las miserias y desigualdades brutales, con el desorden de la producción, y con uno de los motivos más importantes de la opresión y la guerra: los negocios, el lucro, la maximización de utilidades (González, 1982, p. 27). 

Por lo dicho hasta aquí, a continuación, deseo exponer la noción de socialismo de Pablo González Casanova con el objetivo de explicitar su contenido y evitar ambigüedades en la lectura de su obra.  En primer lugar, se debe tener en cuenta que en el debate intelectual se trata de un concepto, no de un programa de gobierno o sistema económico. Esto quiere decir que su noción de socialismo debe leerse en su dimensión intelectual y política. En segundo lugar, que esta se piensa dialécticamente. Esto quiere decir que su contenido supone contradicciones, por lo que no es un ideal a seguir. Y, en tercer lugar, no debe perderse de vista que está relacionada con la categoría de explotación. 

2. Noción y no idea de socialismo

En su dimensión intelectual el socialismo es un instrumento político con el que se capta las relaciones subordinadas entre personas, pueblos, trabajadores u organizaciones. A partir de esta captación se desencadenan, no sin contradicciones, diferentes luchas contra esas relaciones. Estas dimensiones no impiden que se integre a ellas herramientas analíticas para comprender con mayor precisión dichas relaciones y luchas. Para ello Pablo González Casanova construyó un tipo de herramienta que denominó sociología de la explotación. El esquema podría quedar así: el socialismo es una de tantas posibilidades para investigar, actuar y combatir la explotación. Solo de esta manera tendría sentido la frase que no pocas veces se malinterpreta dentro y fuera del marxismo: el socialismo científico. 

En su exposición del concepto de socialismo González Casanova dice: “Ninguna dialéctica anterior a Marx se basa en la producción. Todas se basan en el poder. Ninguna en la explotación, todas en la dominación” (González, 1982, p. 31). Esto es clave porque la noción de socialismo supone un análisis del capitalismo a partir de los fenómenos de explotación. Si se olvida la relación de explotación y se pretende explicar la dialéctica del capitalismo, mediante la categoría del poder como sustancia, fenómeno, cosa en sí, o se quiere explicar la democracia solo como procedimiento electoral al margen de la explotación y el problema del poder al margen de la contradicción capital y trabajo, o el socialismo sin referencia a la explotación, entonces en el mejor de los casos el análisis es incompleto. En el peor, es una nueva metafísica.

La noción de socialismo de Pablo González Casanova supone relaciones sociales sin explotación, por lo que este, más que un ideal es una lucha en diferentes frentes. Esta batalla está llena de conflictos o tensiones derivadas de la cuestión del poder y la lucha democrática. Supone la democracia o la libertad civil, pero no al margen de la lucha contra la explotación. El ejercicio que González Casanova realiza sobre el concepto de socialismo es plantear los problemas de la investigación social en términos filosóficos. Esto es, una filosofía del marxismo basada no en la dicotomía del poder (amo-esclavo), sino en la relación social de explotación. Avanza hacia el tema filosófico de la justicia social, pero no logra concretarlo por su formación como sociólogo y por los conceptos que maneja en ese momento. Pero en su noción de socialismo está el principio de la justicia y libertad social, los derechos cívicos y la democracia, los cuales, solo podrían tener sentido si plantean el fin de la explotación.

La filosofía socialista que plantea González Casanova transita hacia un análisis sociológico y político cuyo fin es desentrañar los nuevos elementos que desencadena la relación social capitalista: “combinación creciente de represión y negociación; la distribución política del excedente (…) la conquista de mercados y la reproducción de mercados sometidos, coloniales y neocoloniales” (González, 1982, p. 37). Este análisis tiene una dialéctica que pasa no de los conceptos a las cosas, sino de estos a las relaciones sociales. Es una nueva dialéctica que “no se basa en el yo supremo, ni en el poder, sino en la relación más injusta y olvidada, que es la relación de explotación en el trabajo, pan de todos los días para una inmensa parte de la humanidad” (González, 1982, p. 39). 

Es una nueva dialéctica porque es diferente no solo a la filosofía política moderna la cual centró su problema en el ciudadano y la sociedad civil, sino también es diferente al marxismo ortodoxo que reduce el socialismo a la planificación económica, la producción a un problema de poder y la cuestión social a un asunto político. Ambas son víctimas del espejismo ontológico del Estado. El socialismo se entiende como una posibilidad, entre otras, para luchar contra la explotación por lo que en su contenido está integrada la lucha democrática y la liberación nacional; la lucha antiimperialista y la lucha por la propiedad pública y social. Su contenido no está predeterminado porque depende de las contradicciones que se generan en las luchas, sin embargo, su principio supone libre autodeterminación de los pueblos como única vía para la sobrevivencia del mundo. Esta perspectiva es muy diferente a quienes buscan la explicación del capitalismo en la vieja dialéctica del poder (amo-esclavo) y se conforman con demandas económicas y electorales con lo que limitan y desprestigian el proyecto socialista. Esta crítica es porque con dicho conformismo se:

“colocan en el centro del escenario político la lucha por la democracia –en sí– y contra el poder autoritario de cualquier clase que sea. La nueva metafísica –con lenguaje marxista– llega a plantear la falsa disyuntiva entre democracia y socialismo, entre liberación política e ideológica, y liberación del sistema de explotación.” (González, 1982, p. 44)

El concepto de socialismo que maneja González Casanova se aleja de los análisis convencionales de las condiciones económicas o del marxismo vulgar de la superestructura. Cuando habla de socialismo razona sobre las relaciones sociales. Esto es, sigue la filosofía crítica de Marx en pensar en relaciones sociales históricamente determinadas, nunca eternas o sustantivadas. Así, cada concepto como relaciones de propiedad, relaciones económicas, relaciones de dominación o relaciones de explotación, se estudian en procesos históricos concretos, nunca como esencias eternas. Cuando habla de socialismo supone análisis de relaciones reales en cada espacio, región, contexto, coyuntura o tendencias, por tanto, se trata de un conocimiento complejo. De otra forma:

El ciudadano no puede plantear la lógica del obrero sin reparar en el nuevo campo de relaciones de lucha; el obrero que lucha como sindicalista puede complementar su fuerza de negociación con la política, puede aumentarla como ciudadano aliado a otros ciudadanos, pero con esa misma lógica no puede plantear el proyecto de acabar con la acumulación de capital, con las relaciones capitalistas, y con el Estado. (González, 1982, p. 59)

Para González Casanova la nueva dialéctica encontró su máxima expresión teórica y sus principales triunfos en la periferia del mundo. Ahí captó y transformó las relaciones sociales determinadas hasta cambiar los sistemas mismos de relaciones sociales. En Europa también existió esta praxis: Lukács, Gramsci, Lenin no dejaron de observar las relaciones de explotación y la acumulación de fuerzas de los movimientos obreros, pero Cuba, Nicaragua, Angola y Etiopía lo hicieron con mayor vigor. 

Uno de los debates que le permite a González Casanova dotar de contenido a la noción de socialismo es que por los años ochenta muchas fuerzas socialistas sustituyeron el socialismo por demandas puramente democráticas y nacionalistas. Esto fue grave porque se restó importancia y empuje a los análisis científicos de la explotación y a las luchas que buscaban eliminar las relaciones que subyacen en esta. No pocos intelectuales socialistas dejaron de usar el lenguaje que criticaba la explotación. Comenzó a aparecer una suerte de polémicas y retóricas con descalificaciones mutuas y confusiones conceptuales que llevaron al olvido de la relación más dañina en la historia de la humanidad: la explotación. 

Las polémicas eran metafísicas. Hablaban de la idea del socialismo, no de una noción o concepto. Frases como: “el socialismo real no es real porque no se ajusta a la IDEA” (González, 1982, p. 73), permitió que la palabra socialismo se entendiera sin mediaciones, esto es, como idea pura o metafísica. En una palabra: el sofisma consistió “en hablar del poder invariable sin hablar de la explotación.” (González, 1982, p. 74) 

La reflexión de todo esto llevó a González Casanova a afirmar que la dialéctica de la explotación se oscureció con la metafísica del poder. Con ello todo movimiento al socialismo se tornó incómodo y generó desconfianza. Luego, por un lado, los análisis y las luchas se desplazan hacia temáticas centralizadas por expertos de la legalidad, legitimidad del Estado, libertades civiles, derechos humanos y gobernanza. Por otro, la llamada filosofía crítica también sucumbe. La microfísica del poder, el psicoanálisis lacaniano o la colonialidad del poder, se abren paso en el llamado pensamiento crítico, en detrimento de una sociología de la explotación. 

Pero la tesis que sostiene González Casanova supone que cuando la crítica al autoritarismo y al capitalismo no es parte de la lucha contra la explotación, deja de ser crítica. (González, 1982, p. 94). Con esta tesis aboga por una dialéctica de lo real y no un regreso a la metafísica como no pocas veces lo planteó el eurocomunismo y el socialismo filosófico. Cuando González Casanova habla del socialismo científico y su revolución epistemológica, se refiere al trabajo de la teoría crítica de Marx, no al formalismo o representación pura del pensamiento, esto es, de la existencia de las ideas antes y después de las cosas reales.

En su noción de socialismo se representa la experiencia, los juicios y el combate de quienes luchan. Es en los procesos políticos cotidianos donde se concreta la dialéctica de esa lucha, esto es, las relaciones, correlaciones, continuidades, rupturas y contradicciones de la gente común. En las filosofías socialistas o el eurocomunismo esta dialéctica es sustituida por la definición abstracta. Es ahí donde se muestra la ignorancia de las mediaciones. Para González Casanova el marxismo no es una filosofía que revela verdades, por lo que, cuando se habla del socialismo científico, siempre se piensa como un movimiento teórico y práctico, dialéctico y contradictorio. “La unidad del socialismo científico expresa las relaciones universales de clase, de explotación y dominación de clase en el capitalismo, y su diversidad expresa las variaciones de esas relaciones en el tiempo y en el espacio sociales.” (González, 1982, p. 108). De esta manera el análisis del capitalismo está vinculado al trabajo de la crítica real, no a una idea, por ello el pensamiento crítico siempre está vinculado a una praxis real, no a la actividad erudita de elaborar silogismos mentales. Así, el socialismo que piensa González Casanova se vincula a realidades concretas no a arquetipos.

De ahí su crítica al marxismo clerical y a los desilusionados del socialismo que en aquellos años ochenta querían un socialismo ideal, criticando el existente, además de que abandonan la dicotomía capitalismo-socialismo y la tesis marxista de las relaciones de explotación para entender el mundo. Privilegiaron el concepto Estado, poder, ciudadanía y sociedad civil, frente a las relaciones de explotación, clases sociales y socialismo. (González, 1982, p. 115). El pensamiento crítico sobre el socialismo comenzó a decaer cuando las filosofías críticas, a lado de socialdemócratas y eurocomunistas, exigían mejores niveles de vida o mejor calidad de vida para la población y no el fin de la explotación. Cuando comenzaron a preguntarse por las causas de la pobreza o la desigualdad y no por entender las relaciones históricas que mantienen esa condición social. En el momento en que los críticos buscaban la causa, buscaban la verdad y así convertían su pensamiento en nueva metafísica. Hoy en eso estamos, buscando la causa prima de la violencia, la pobreza, la desigualdad, las injusticias a las mujeres, la discriminación y el racismo.

En su búsqueda, los críticos llegaron a la verdad: es el poder y la dominación la causa prima. Llegaron a una versión laica del problema teológico del bien y del mal. Así fue como convirtieron la categoría de explotación en un tabú y negaron su cientificidad. No es extraño que actualmente en los centros de estudios sociales y en las llamadas izquierdas aparezca un racionalismo crítico-científico en el que se acepta la existencia de la desigualdad y las injusticias, pero explican su causa en la opresión o dominación, nunca en los sistemas de clases. Los socialistas utópicos y eurocomunistas por su parte limitan la lucha contra la explotación a la lucha contra las desigualdades y a favor de los derechos políticos, sindicales y sociales. (González, 1982, p. 127). No se plantean el fin de la explotación como un problema científico. Con su metafísica reconocen la causa de todo en el poder.

Así, las luchas proletarias, de trabajadores pobres, del pueblo como protagonista, fueron limitadas por la filosofía liberal y no pocos socialistas, a las luchas del ciudadano, la representación electoral, sin relación con la lucha de clases y pensadas como procesos mecánicos, biológicos o cibernéticos. (González, 1982, p. 129). También, la noción de pueblo construida por las luchas de los pobres se convirtió en una abstracción del interés general. En el campo del debate intelectual y la investigación científica, la dialéctica de clases se cambió a un lenguaje objetivo de factores y variables, y las relaciones de explotación al estudio del sistema social, desde luego “con la autoridad intelectual del autor del Leviatán y de algunos profesores de Harvard.” (González, 1982, p. 129)

En este nuevo pensamiento metafísico, piensa González Casanova, se cambia la lucha de clases por la lucha contra el poder autoritario (socialista o capitalista) y la lucha por el socialismo por la democracia. En medio de discursos por la libertad y la democracia se esconden los discursos contra el socialismo los cuales provienen de la retórica que crítica el socialismo real por no ser socialismo ideal. Con esta crítica socialista al socialismo, los nuevos metafísicos ven que, “con el pretexto de la lucha por la libertad, por la democracia, por la autonomía y por el verdadero socialismo se puede luchar contra el socialismo.” (González, 1982, p. 167)

En síntesis, la noción de socialismo de González Casanova no es una idea o utopía por perseguir, es un instrumento político con el que se capta las relaciones de explotación en el sistema mundo capitalista. Al ser un instrumento de esta naturaleza, se puede observar su uso en luchas concretas de pueblos o comunidades que han decidido defenderse contra colonialismos, explotación, autoritarismos y patriarcados. No pocas veces estas luchas incorporan a este instrumento herramientas científicas para comprender con mayor precisión dichas relaciones y luchas. Por eso argumento que, para Pablo González Casanova, el socialismo es una de tantas posibilidades para investigar, actuar y combatir la explotación. 

Concluyo con lo siguiente, González Casanova elaboró un instrumento científico de gran potencia que está escrito en su obra Sociología de la explotación. Pensó su noción de socialismo al lado de la cuestión nacional, del problema de lo étnico y de clase, de su concepto de pueblo y la categoría de explotación. Su posición política para pensar y actuar en la lucha de clases, pero también en la liberación colonial, la lucha popular y la no intervención y por la autodeterminación de los pueblos, debe entenderse en esta lógica. Considero que su tarea intelectual ha consistido en “Rehacer la crítica y fortalecer la visión liberadora, la voluntad colectiva, asumiendo simultáneamente los problemas teóricos, históricos, morales y de información a las fuerzas revolucionarias y democráticas.” (González, 1982, p. 214)

3. Consideraciones finales

Pablo González Casanova no es un intelectual marxista. Es un intelectual que integró de una manera singular la filosofía crítica de Marx y el marxismo de Antonio Gramsci a su pensamiento. Tampoco es un militante socialista. Lo que hizo fue dotar de contenido a un concepto de socialismo en medio de las luchas concretas de pueblos y organizaciones. Para comprender mejor lo anterior, hay que conocer cómo González Casanova incorporó la filosofía crítica de Marx a su pensamiento, a partir de conjugar la categoría de explotación con el concepto de colonialismo interno. Con este ejercicio González Casanova desarrolló un tipo muy particular de investigación social y política que denominó sociología de la explotación. Su interés por el marxismo de Antonio Gramsci para estudiar los procesos políticos en América Latina, en especial el de la Nicaragua de los años ochenta es clave para entender lo anterior. Esta fue una manera de hacer uso de un tipo de marxismo crítico para una lucha intelectual concreta. Lo mismo hice con su concepto de socialismo. Derivado de lo anterior sostengo que ello no convierte a González Casanova en un marxista.

Por último, la lectura que hago sobre el socialismo en la obra de Pablo González Casanova no es definitiva. Es apenas un llamado a volver a estudiar el trabajo del autor con la finalidad de valorar sus alcances y límites, ahora que se puede evaluar el pensamiento del sociólogo mexicano en una perspectiva larga. El 11 de febrero de 2022 González Casanova cumplió 100 años, es tiempo ya de sopesar si en su largo camino intelectual existe una obra a la que se pueda remitir para comprender los nuevos escenarios de México y América Latina.

4. Referencias Bibliográficas

González, P. (1969). Sociología de la explotación. Siglo XXI.

González, P. (1982).  La nueva metafísica y el socialismo. Siglo XXI-UNAM. 

González, P. (2009). De la sociología del poder a la sociología de la explotación: pensar América Latina en el siglo XXI. Siglo del Hombre-CLACSO. 

Honnet, A. (2017). La idea de socialismo. Una tentativa de actualización. Katz. 

Torres, J. (2014). Dialéctica de la imaginación: Pablo González Casanova, una biografía intelectual. Ediciones La Jornada.

Verdery, K. (2017). ¿Qué era el socialismo y por qué se desplomó? FCE. 

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