Historiadora de las ciencias sociales, apasionada de la interdisciplina entendida como trabajo realizado en equipo y de forma colaborativa para intentar generar alternativas; feminista del día a día.
Es Investigadora asociada C del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Candidata a doctora en filosofía de la ciencia por la UNAM. Cuenta con dos Maestrías, una en Antropología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia y otra en Historia y patrimonio por Paris 1, Panthéon-Sorbonne. Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Profesora y tutora en los posgrados de Artes y Diseño, Estudios Latinoamericanos y Estudios de Género, también de la UNAM.
Quiero comenzar esta presentación con dos viñetas: La primera es que don Pablo en su texto Las nuevas ciencias y las humanidades. De la academia a la política, señala que el marxismo tiene que tener una renovación y no quedarse en dogmatismos, para ello menciona a Rosa Luxemburgo y su ímpetu por no burocratizar las luchas y no quería dejar de señalarlo en el mes de marzo en que conmemoramos el 8M. Y tampoco dejar de señalar que fue Clara Zetkin, amiga de Rosa, quien impulsa su conmemoración planteando la lucha por la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres.
La segunda viñeta hace referencia a la “galería fotográfica” que contiene el libro: Pablo González Casanova. Democracia y pensamiento radical, coordinado por John Ackerman, Ambrosio Velasco y René Ramírez, que es la primera publicación independiente del PUEDJS-UNAM del 2024 y motivo de este ensayo que trata de hacer un breve balance de su contenido. Una de las imágenes muestra a don Pablo recibiendo la orden Félix Varela en primer grado de manos del comandante Fidel Castro en enero de 1983 (p. 225). Don Pablo, que no era nada afecto a los homenajes y reconocimientos, esboza una sonrisa de satisfacción y mira a los ojos al revolucionario cubano. Esa imagen presenta a dos grandes, luchadores y transformadores del siglo XX, y se constituye en remembranza de que no hay imposibles, que la historia nunca está cerrada, por el contrario, es un horizonte abierto en el que podemos intervenir.
Pablo González Casanova, don Pablo como todos lo nombramos, era el director del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), cuando entré a trabajar, en 1996, al entonces denominado Seminario Permanente: Entidades Federativas: sociedad, economía, política y cultura y que, posteriormente, siguiendo su propuesta, se intituló: Programa de investigación Creación de alternativas y procesos de democratización. Si hiciéramos un recorrido por los nombres de los seminarios de investigación durante la dirección de don Pablo del Centro que él fundó en 1986, nos daríamos cuenta de que “nada humano le era ajeno” puesto que abarcaba todos los niveles, escalas y dimensiones del conocimiento: El mundo actual, situación y alternativas, Los productos básicos y la alternativas del desarrollo en México, La formación de conceptos en ciencias y humanidades, Teoría y metodología de las ciencias y las humanidades y Sistemas complejos. Buscaba, con equipos de trabajo de diversas disciplinas, captar la totalidad histórico-social y su imbricación ecológica y las más novedosas perspectivas para abordarla. No hay tema que no estuviera en su radar investigativo, pugnando siempre por una democracia cognitiva y social.
Don Pablo fue un personaje multifacético, porque su figura va más allá de lo académico, y de varias de sus ricas facetas este libro da cuenta. En mi lectura hay tres ejes que están imbricados entre ellos y que podemos visualizar de manera transversal en los trabajos:
Cada una de las 5 mujeres autoras, y cada uno de los 15 autores hombres abordan, desde sus lugares de enunciación que incluyen sus espacios de trabajo y varios sus relaciones cercanas con don Pablo (Ambrosio Velasco, José Gandarilla, Guadalupe Valencia, Luis Hernández Navarro, Jaime Torres Guillén), pero sobre todo desde su formación e intereses de investigación, la trayectoria, aportes conceptuales y contribuciones institucionales de este gigante mexicano.
Don Pablo es no sólo nuestro mayor sociólogo o intelectual en el sentido más amplio del término, mexicano y latinoamericano para el mundo, sino también fue un visionario. Su mirada y sus análisis adelantaron cuestiones y dinámicas sociales que nadie había visto, percibido y mucho menos planteado. Más que hacer una revisión de cada uno de los 18 capítulos que constituyen el libro, voy a entresacar ciertos puntos de algunos de los trabajos.
John Ackerman presenta la caracterización del sistema político mexicano que Don Pablo hizo en La democracia en México y encuentra los rasgos que siguen estando presentes, subrayando la importancia de la transformación profunda de la cultura política. “Hoy, como en 1965, [fecha de publicación del importante libro] la crítica y la autocrítica son más necesarias que nunca para evitar que el impulso popular transformador no se estanque, se burocratice o se traicione. No son tiempos para descansar en nuestros laureles, sino momentos para avanzar con cada vez mayor determinación a favor de la resolución de raíz de los grandes problemas nacionales” (p. 33)
En esa misma línea, pero no en un sentido secuencial en el libro, Francisco Reveles examina los aportes de González Casanova respecto del sistema político mexicano y especialmente los partidos políticos, los rasgos de partido de Estado del PRI en su momento y la hegemonía que ejerció. Y cómo, vislumbró otras formas de relación política tal como las planteó el EZLN. Cómo sigue vigente la crítica de la falta de representación y vínculo entre los partidos y la sociedad.
Como hemos visto no se puede entender la democracia sin comprender las relaciones de explotación. Este tema tan importante y modal para nuestro autor homenajeado es estudiado por John Ackerman, Francisco Reveles, Eloy Caloca y René Ramírez con Juan Guijarro.
Si la explotación está en el centro de la propuesta sociológica de Don Pablo luchar por cambiarlas implica verlas emparentadas a la categoría de colonialismo interno, formulación conceptual que don Pablo elabora a mediados de los años 60 y es tratada por Margarita Favela, Israel Jurado, Consuelo Sánchez y Ambrosio Velasco.
Margarita Favela hace un detallado recorrido por cómo se ha dado la sociología y cómo se han abordado, desde algunas de sus corrientes más importantes, “la peculiaridad de las sociedades latinoamericanas”. El recorrido incluye Mariátegui, Gino Germani, José Medina Echavarría, Gunder Frank. Recupera la potencia de la categoría de colonialismo interno formulada por González Casanova en ese marco y enfatiza que los procesos de racialización están en el centro de esta categoría. “Al insertar el examen de las desigualdadades internas e las llamadas sociedades duales en la perspectiva de la explotación, Pablo González Casanova coloca la comprensión del problema en perspectiva multidimensional” (p. 43) Lo cual embona muy bien con el señalamiento que hago en mi propio texto sobre que el pensamiento y la praxis de don Pablo lo erigieron como pionero y fundante respecto a plantear las problemáticas interdisciplinariamente.
Israel Jurado también aborda el concepto de colonialismo interno, para ello hace una revisión histórica de la etapa que prefiere llamar virreinal señalando polémicamente que durante ese periodo los pueblos indígenas tenían otro estatuto que perdieron con las reformas borbónicas y la independencia. Caracteriza lo que, pienso, ha sido un obstáculo para la consolidación de un Estado plurinacional y el desmontaje del racismo persistente en México: “consideramos que el ‘mestizaje’ no conforma una cultura diferente, sino un sector social que busca diferenciarse de lo indígena por meras presiones del racismo y la discriminación imperantes como ejes de la idiosincracia dominante”. (p. 47) Y enuncia preguntas desafiantes y pertinentes.
En ese sentido, podrían haberse agrupado los textos que se elaboraron en torno a la categoría de colonialismo interno, así propongo una lectura en zigzag respecto de temáticas que se articulan en torno a este potente y revisitado concepto.
El trabajo que presenta Consuelo Sánchez al respecto lo revitaliza al analizarlo en sus varios momentos. “En las investigaciones de los antropólogos mexicanos sobre distintos pueblos y regiones, nuestro autor encuentra evidencias de la presencia del colonialismo y las recoge como compendios de las formas que presenta el colonialismo interno en el país” (p. 152). La antropóloga hace un detallado recorrido por la discusión a partir de esa categoría entre don Pablo y Gonzalo Aguirre Beltrán, cuestión que me parece muy relevante en una historia de las ciencias sociales en México: “mientras González Casanova colocaba la problemática indígena en la dimensión nacional y como un problema eminentemente político, Aguirre Beltrán procuraba reducir y encerrar la cuestión de la heterogeneidad étnica del país en ciertos ámbitos regionales” (p. 153). Consuelo remarca el vínculo que don Pablo tuvo con las luchas indígenas en nuestro país y América Latina y el reconocimiento que de ello hizo el EZLN en palabras del comandante Tacho en 2018 cuando fue nombrado comandante Pablo Contreras: “Hemos visto a un compañero que no se ha cansado (…) que sigue teniendo el mismo espíritu de lucha (…) le importa la vida de nuestro pueblo” (p. 160).
También en esa dirección, Ambrosio Velasco, toma como hilo conductor lo indígena para engarzar los importantes análisis histórico-críticos que don Pablo formuló en su larga trayectoria. Me parece imprescindible este abordaje porque nos muestra que nuestro intelectual no sólo se formó como historiador, sino que hacía sus investigaciones aportando una profundidad histórica necesaria y problematizadora de los fenómenos sociales, Ambrosio señala que ello apunta a un nuevo paradigma de inspiración indiana. “La construcción de esta cultura pluralista, incluyente requiere una gran capacidad para comprender y descubrir, asimilar y transformar de manera creativa la diversidad de discursos, saberes, experiencias propias y ajenas a través del diálogo intercultural y transdisciplinario”.
Otra serie de textos se abocan a revisar con perspectiva renovada el papel de don Pablo en la universidad y las luchas estudiantiles: los de Miguel Ángel Ramírez, Irma Eréndira Sandoval y Raúl Romero.
Irma Eréndira remarca esa perspectiva democratizadora radical de don Pablo combatiendo 7 prejuicios que él apuntó, no los voy a reproducir puesto que es el análisis que presenta Irma Eréndira, pero están en torno a que la educación superior debe ser para una élite porque ampliarla a las denominadas masas disminuye su calidad, dado que se gasta mucho en educación superior no debe ser gratuita sino cobrarse. Y nos muestra cómo combatió esos prejuicios en la práctica en los distintos lugares que ocupó y con las instituciones que creó.
Otres autores examinamos los aportes pioneros de don Pablo en la investigación interdisciplinaria: José Gandarilla, Edgar Tafoya, Isaac Enríquez y yo misma.
José Gandarilla caracteriza los rasgos de la crisis multisistémica que resultado de la acometida que el capital hace de nuevos espacios y territorios, y cómo fue frente a este cambio de época que don Pablo produjo una perspectiva que pretende aproximarse al entendimiento de esos procesos. De ahí que José fricciona de una manera creativa los análisis de don Pablo con las de otros pensadores como Max Aub y Franz Hinkelammert que han también generado enfoques críticos y que posibilitan pensar la salida del laberinto a partir de las alternativas. “No era nada ajeno al proyecto intelectual de González Casanova la pregunta sobre el tipo y las dimensiones que se verían involucradas al desatarse o agudizarse la crisis del capitalismo, no en valde vería en este al sistema de sistemas, a la dialéctica real y profunda que rige al conjunto, (…) que, en un texto, en una nota al pie titula del siguiente modo un proyecto que tiene en mente desarrollar: ‘El fin del sistema, procesos y proyectos’” (p. 127).
En los textos que tocamos la trayectoria interdisciplinaria de don Pablo, damos cuenta, con matices y énfasis diversos que desde el CEIICH, y desde donde quiera que él estuviera generaba una red de diálogo entre especialistas de distintas disciplinas, incluso un diálogo de saberes, entre intelectuales e integrantes de movimientos sociales a nivel mundial y del sur global, así que enfatizamos que algunos de los mayores aprendizajes que hemos tenido se han dado a partir de escuchar en vivo a Immanuel Wallerstein, Arturo Escobar, Richard Lee, Goran Therborn, Hugo Zemelman, Dean J. Driebe, Manuel de Landa, Theotonio dos Santos, François Houtart, Bogdan Denitch, Tian Yu Cao, entre varies otres que don Pablo invitó al CEIICH. Esa convocatoria a pensadores de todas las áreas del conocimiento abrió los horizontes fundantes de la interdisciplina en América Latina y el Caribe, el de don Pablo fue un quehacer interdisciplinario con perspectiva crítica y una gran imaginación radical.
Otros textos se abocan a mostrar la importancia de comprender la idea de socialismo para don Pablo “como lucha contra la explotación en todas sus dimensiones” (p. 141), Jaime Torrés Guillén lo hace examinando minuciosamente un texto de nuestro autor de 1982: La nueva metafísica y el socialismo. Considero relevante señalar que ese trabajo de don Pablo es anterior a la caída del llamado socialismo real y del muro de Berlín. Pero su despliegue detallado nos permite contrastar ese texto con otros de don Pablo sobre la misma temática posteriores a esos acontecimientos. Cuestión que abordan René Ramírez y Juan Guijarro en la parte de su capítulo en la que subrayan que “no hay democracia sin socialismo”: “siguiendo el ejemplo práctico de Pablo González Casanova, es necesario no separar los cambios en el capitalismo de los cambios contra el capitalismo” (p 178).
Finalmente, un quinto grupo de textos enfatiza la congruencia como virtud de nuestro personaje: los trabajos de Luis Hernández Navarro y Walter Arellano. El primero nos cuenta de manera muy vívida esa faceta de don Pablo como fundador del diario La Jornada y varios otros momentos igualmente significativos.
Sirva esta lectura-reseña para homenajear y agradecer profundamente a don Pablo, porque como el gran maestro que fue y que seguirá siendo gracias a su obra nos convoca a afinar y renovar la mirada y poner atención a lo nuevo, lo que está surgiendo y no ha sido teorizado.
Generar, producir de manera interdisciplinaria, conceptos y categorías propias es parte del legado de Don Pablo, comenzar la descolonización desde cada una de nuestras trincheras es una gran responsabilidad. Su pensamiento complejo y su legado múltiple está hoy más que nunca floreciente, y se condensa en su frase: luchar y amar. Ello entraña tener un pensamiento abierto, crítico, que afronte los desafíos de la praxis transformadora.
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