Doctorante en Ciencias Sociales por el Colegio de Michoacán, maestro en Antropología Social por el CIESAS y Licenciado en Sociología por la UNAM. Miembro fundador de la Red Mexicana de Estudios de los Movimientos Sociales. Ha colaborado en proyectos educativos de nivel secundaria, media superior y superior en el diseño de materiales, docencia o investigación participativa con perspectiva intercultural.
Cuando Darwin escribió sobre la evolución de las especies, su planteamiento captó la atención de diversos pensadores sociales, como Marx y Spenser (Gabriel, 2014; Laval & Dardot, 2013). Para este último en particular, el planteamiento darwiniano le permitió justificar que, si en la naturaleza operaba un proceso de selección que llevaría a los sujetos más aptos a sobrevivir, en la sociedad las personas más aptas serían aquellas que tuvieran mejores condiciones para su reproducción o bien, las más fuertes.
En la sociedad capitalista los grupos que se cobijan en este supuesto son las personas con más recursos económicos, sociales, políticos o intelectuales, o también las personas que puedan arrebatar recursos a otros. Sin embargo, la validez de esta interpretación es altamente discutible, pues incluso a los ojos mismos de Darwin habría en las sociedades “instintos sociales” entre los que la simpatía jugaría un papel importante (Laval & Dardot, 2013).
Han pasado ciento cuarenta años de la publicación del origen de las especies y aquella idea sesgada de la selección natural en el ambiente social y político, permanece producto de la impronta neoliberal. Es común escuchar en conversaciones informales de todos los estratos sociales que las personas más preparadas, que tienen más recursos o que alcanzan posiciones de toma de decisiones, han llegado hasta ahí por su esfuerzo y se sostienen con el mismo. Ese tipo de afirmación deja de lado condiciones sociales de desigualdad, no todos los que tienen privilegios los han alcanzado por esfuerzo, algunos solo han aprovechado los privilegios que sus círculos ya tenían; más aún, en algún punto de la estructura social las personas pueden acumular riqueza sin mayor trabajo. En el ámbito de lo cotidiano, los referentes de superioridad y meritocracia se expresan en el prestigio entre pares, en la búsqueda de satisfacciones culturalmente promovidas, engarzando con el machismo, roles de género o con estereotipos de consumo.
Otro grupo de ideas que se mantienen en la discusión política son las que asocian a la política con la disputa, la lucha de clases o de partidos. Desde esa perspectiva se alcanzan reduccionismos –que incluso el aparato ideológico de la post revolución mexicana ha recuperado– donde se dibuja a los pobres como desposeídos, inocentes, trabajadores y nobles; frente a los acaudalados, superfluos, arrogantes, abusivos y malvados. En el caso de las posiciones políticas, para las izquierdas los capitalistas pueden ser incultos, perversos, avaros o carentes de empatía. Para las derechas, los pobres pueden ser desaseados, ignorantes o flojos; y las personas de izquierdas pueden ser (además de lo achacado a los pobres) ateos, socialistas o demoniacos en los casos más extremos.
En conjunto, la idea de lo político se reduce a un campo de batalla por el poder entre quienes participan en los procesos electorales en comunidades, barrios o colonias, donde se puede incluso llegar a niveles extremos de violencia, tal y como sucedió cuando Jaqueline pasó repartiendo propaganda de izquierda por una colonia del Estado de México y un hombre priísta salió a gritarle y amenazarla. Mientras él se acercaba a ella con su tono amenazante y un palo en la mano, Jaqueline vio que un infante se asomaba por la ventana, entonces le dijo: ¿eso quieres que aprenda tu hijo? Según el relato de ella, el hombre se detuvo y volvió a su casa.
En la anécdota podemos encontrar una posibilidad de aprendizaje, pues la idea de política como disputa puede rozar en la violencia y en la aniquilación. En ese caso, el cuestionamiento de Jaqueline hacia su agresor deja ver un aspecto importante de la política: cuando hay una idea de comunidad, cualquier noción de ciudadanía y de política tienen como fundamento la pertenencia de las personas a un grupo social (Arendt, 1997; Mouffe, 2013), por tanto, también tiene como lógica la idea de bienestar y un sentido de empatía. La política es más que disputa, es también – y sobre todo – construcción. Arendt menciona que la política se da en la relación con los otros, donde está en juego la libertad (Arendt, 1997). Desde esa perspectiva, la libertad se puede alcanzar a través de la disputa, como cuando alguien se opone a su agresor, pero también en la construcción o incluso en la enseñanza, como en el caso de Jaqueline con su pregunta.
Esta perspectiva ampliada de la política se puede encontrar en las organizaciones comunitarias (Navarro, 2021), sin que ello implique el abandono de la disputa o la armonía por decreto. Esa noción amplia de lo político también se puede encontrar en la convivencia de las y los jóvenes: como parte de la investigación doctoral que realizo, donde indago sobre la construcción de ciudadanía de jóvenes estudiantes de bachillerato en la Ciudad de México, he podido identificar que la pandemia por Covid-19 y la masificación de las demandas feministas tienen una impronta en la forma en que las y los jóvenes se relacionan, pero también en la manera en que los adultos e instituciones se relacionan con las juventudes. Por un lado, ciertos grupos de jóvenes expresan apertura al cuestionamiento de los roles de género, al punto de que algunos asumen la fuerza de las demandas y ajustan su comportamiento, más allá del acuerdo, mientras los menos, cuestionan o confrontan. Por otro lado, independientemente de las posiciones políticas de las juventudes, se ha identificado la presencia de una perspectiva de cuidado colectivo y personal asociada con la experiencia de pandemia o quizá debido a los estragos de la violencia que hemos vivido por casi dos décadas en el país. En su cotidianidad, el autocuidado y el cuidado de las relaciones con otras personas se expresa en la manera que resuelven conflictos, en cómo construyen o rompen relaciones, incluso en la preocupación por otros a pesar de que se tenga conflicto.
No se trata de un cambio social, estas conductas observadas se dan en un contexto de alta violencia hacia las mujeres, de un país militarizado, de la presencia del crimen organizado en todos los campos de la sociedad, donde la meritocracia se sigue promoviendo en todos los estratos sociales, en redes sociodigitales y medios convencionales, incluso en centros educativos. Sin embargo, podemos atisbar la presencia de una nueva comprensión de las relaciones sociales, un deslizamiento hacia una economía de cuidados más distribuida, dejando de lado las lógicas de disputa, la meritocracia y las ideas de superioridad de un grupo frente a otros.
Bibliografía
Arendt, H. (1997). ¿Qué es la Política? (1.a ed.). Ediciones Paidós Ibérica, S.A.
Gabriel, M. (2014). Amor Y Capital. El viejo topo.
Laval, C., & Dardot, P. (2013). La nueva razón del mundo: Ensayo sobre la sociedad neoliberal (A. Díez, Trad.). Gedisa editorial.
Mouffe, C. (2013). Dimensiones de democracia radical. Pluralismo, ciudadanía, comunidad. Prometeo Libros.
Navarro, R. I. (2021). Política y democracia en la experiencia del proceso de elección por Sistema Normativo Propio. En ¡Porque Ayutla es de los libres!. La disputa por la autonomía municipal en Guerrero (1.a ed.). Universidad Autónoma Metropolitana. http://dcsh.xoc.uam.mx/repdig/index.php/libros-dcsh/dcsh/item/374-porque-ayutla-es-de-los-libres-la-disputa-por-la-autonomia-municipal-en-guerrero
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