ISSN : 2992-7099

Literatura escrita por mujeres: denuncias desde el oficio

Magdalena Pérez Selvas

Magdalena Pérez Selvas

Licenciada en Letras Españolas por la Universidad de Guanajuato. Durante 10 años escribió para distintos medios, entrevistando a personalidades como el premio Nobel de la Paz, Rajendra Pachauri. Ha escrito los libros de arte y fotografía México: memoria vibrante (2016) y México en contraste (2017). Entre su obra literaria se cuentan la novela Mäywen (2019), resultado de sus estudios literarios en torno al concepto del amor en Occidente y la novela de caballería (s. XII); y el poemario Poética de la ansiedad (2021). Junto con un grupo de autoras, creó la Feria Nacional del Libro de Escritoras Mexicanas (FENALEM). Actualmente edita ¡Goooya!, el periódico de lxs estudiantes de la UNAM.

@_SoyMagdalena

7 marzo, 2023

Cuando leemos la literatura que escriben las mujeres nos damos cuenta fácilmente que, aun cuando los tópicos son de lo más diversos, hay un denominador común: la denuncia contra las diversas formas de explotación y dominación del patriarcado. Lo cual deja testimonio incuestionable del abuso que las mujeres hemos vivido a lo largo de los siglos.

Hacer un recorrido histórico resulta ambicioso para este espacio, sin embargo, sí que podemos asomarnos a unos ejemplos de nuestra era cristiana en Occidente. Desde la Edad Media hasta nuestros días, en la gran mayoría de las autoras vemos el cuestionamiento al sistema social y económico que reduce y somete nuestras posibilidades de decisión y acción.

En Una habitación propia, Virgnia Woolf hace un análisis muy personal sobre los libros que encuentra en una biblioteca, para empezar, no le es difícil deducir que la mayoría están escritos por hombres y que en esos autores el tema de mayor interés son las mujeres. Afirma con contundencia que nosotras, las mujeres, no escribimos acerca de ellos, y es cierto. Sin embargo, sí que escribimos en contra del sistema jerárquico que ha sometido nuestras vidas enteras –personales y profesionales– a las decisiones de un varón, sea el padre, el esposo, el hermano o hasta un tío. El mismo ensayo de Virginia Woolf terminó siendo denuncia fundamental para una gran parte de los movimientos feministas.

Entonces, si las mujeres no estuvieramos tan ocupadas denunciando la opresión en la que vivimos en diferentes esferas de la sociedad, ¿de qué escribiríamos? Mi primera hipótesis es que, como ellos, exploraríamos la existencia humana. Gran parte de la literatura escrita por hombres en Occidente puede considerarse existencialista: quién soy, la relación del yo con la divinidad o con el otro, las deformaciones que la sociedad crea en el ser, pero todo ello desde un solo punto de vista: el masculino. Y está haciendo falta el entendimiento de la existencia desde lo femenino. Y no me refiero a categorías sexuales ni de género, sino a la dualidad energética, el otro lado de la moneda, el ying y el yang, nuestra relacion con la realidad tal y como es y no con una realidad masculinizada –ni feminizada, en todo caso–, ese “otro modo de ser”, que decía Rosario Castellanos. ¿Qué implicaciones tendría en la sociedad acceder y conocer este otro punto de vista? Es dificil de saber, pues aunque en la actualidad cada vez hay más mujeres ejerciendo poder, lo cierto es que hemos adoptado los hábitos depredadores del patriarcado, para ejemplo, algunas ministras europeas que reproducen las prácticas más rapaces del capitalismo.

En fin, la denuncia literaria no debe pesar como una carga negativa, sino que es testimonio –además estético– de la historia que nos ha tocado vivir y de la necesidad inminente de transformar el poder político y económico. La literatura escrita por mujeres es, probablemente, la forma de resistencia social más antigua.

Canciones medievales feministas

La forma poética más antigua que conocemos del español como lengua vernácula, son las jarchas, las cuales muy generalmente narran hazañas de hombres en la guerra y el amor, sin embargo, conocemos algunas canciones escritas por mujeres que hablan de las opresivas costumbres de la época. Estas canciones se reprodujeron de forma oral hasta que, por allí del siglo XVI, empezaron a ser recopiladas por escrito.

Entre los temas más comunes de las canciones medievales escritas por mujeres, está el matrimonio forzoso:

Dicen que me case yo
no quiero marido, no.
Más quiero vivir segura
nesta tierra a mi soltura,
que no estar en ventura
si casaré bien o no.
Madre, no seré casada,
por no ver vida cansada,
o quizá mal empleada
la gracia que Dios me dio… (Flores y Flores, 1984/2020, p. 49)

Así como la desdicha que el mismo acarrea:

De ser mal casada
no lo niego yo:
cativo se vea
quien me cativó.
[…]

Mugeres casadas
que tal padecéis:
si vida tenéis
sois muy desdichadas:

[…] (Flores y Flores, 1984/2020, p. 41)

El otro tópico común de la época, es el rechazo al confinamiento en el convento, muchas veces también forzoso, al no haber alternativa para las mujeres salvo el ser esposa y madre o monja:

Agora que soy niña
quiero alegría,
que no se sirve Dios
de mi monjía.

Agora que soy niña,
niña en cabello,
¿me queréis meter monja
en el monasterio?

Agora que soy niña
quiero alegría,
que no se sirve Dios
de mi monjía. (Flores y Flores, 1984/2020, p. 37)

Novelas barrocas feministas

Hacia el siglo XVII, María de Zayas y Sotomayor exploraría en su propia vida la arrojada decisión de vivir sola y permanecer soltera toda su vida. Escribió y publicó tanto como Miguel de Cervantes –curiosa analogía en este espacio, pero necesaria para las referencias patriarcales en las que, inevitablemente, nos movemos–. Las novelas de María de Zayas, a diferencia del género popular de la época, que eran las novelas ejemplares, no eran moralizantes, hacen un salto filosófico y social del “enseñar deleitando” a denunciar, a defender, a re-educar a las mujeres. De ser reproductoras y señoras domésticas, las personajas de María de Zayas arremeten contra el silencio, la castidad y el decoro, dejan de ser pasivas y muestran también su deseo sexual y sus pasiones desenfrenadas.

Sus novelas son una radiografía de la sociedad del siglo: sí explora los tópicos de la época como el amor y el galanteo, pero también retrata a las mujeres engañadas y/o abandonadas, y muestra, hasta con cierta escatología, las violaciones, golpes y abusos que las mujeres padecían en las relaciones.

¡Ay, hombres!, y ¿por qué siendo hechos de la misma masa y trabazón que nosotras, no teniendo más nuestra alma que vuestra alma, nos tratáis como si fuéramos hechas de otra pasta, sin que os obliguen los beneficios que desde el nacer al morir os hacemos? Pues si agradecierais lo que recibís de vuestras madres, por ellas estimarais y reverenciarais a las demás; ya, ya lo tengo conocido a costa mía, que no lleváis otro desginio sino perseguir nuestra inocencia, aviltar nuestro entendimiento, derribar nuestra fortaleza, y haciéndonos viles y comunes, alzaros con el imperio de la inmortal fama. Abran las damas los ojos del entendimiento y no se dejen vencer de quien pueden temer el mal pago que a mí se me dio, para que dijesen en esta ocasión y tiempo estos desengaños, para ver si por mi causa cobrasen las mujeres la opinión perdida y no diesen lugar a los hombres para alabarse, ni hacer burla de ellas, ni sentir mal de sus flaquezas y malditos intereses, por los cuales hacen tantas, que, en lugar de ser amadas, son aborrecidas, aviltadas y vituperadas. (De Zayas, 2001, pp. 209 y 2010).

La hazaña de María de Zayas es mayúscula si recordamos que todo lo publicado en esta época tenía que pasar por un censor.

Feminismo en el romanticismo

Más allá de la poesía romántica y los lugares comunes del byronismo, la voz de Rosalía de Castro destaca por sus claras denuncias sobre los derechos intelectuales de la mujer y más del propio oficio de escribir.

Es verdad, el destino de Rosalía, como el de muchas mujeres en pleno siglo XIX, fue casarse joven: a los 20 años contrajo matrimonio y también tuvo muchos hijos. De la relación conyugal se tienen diversas hipótesis, sobre todo a partir de la lectura de la poesía de Rosalía, sin embargo, lo cierto es que el propio marido la alentó a escribir, incluso es él el responsable de la publicación de Cantares gallegos (1863). Pese a todo, las élites intelectuales de la época no dejarían de cuestionar el origen de sus letras, aduciéndolas al marido, Manuel Murguía, también escritor.

En su ensayo Las literatas: carta a Eduarda (1866), Rosalía denuncia el impedimento de la culturalización de las mujeres –cosa que, por cierto, también hizo María de Zayas– y critica el punto de vista social que existe en la época sobre que las mujeres lectoras y escritoras no pueden satisfacer las necesidades de un hombre y de un hogar.

Yo, a quien sin duda el mal genio ha querido llevar por el perverso camino de las musas, sé harto bien la senda que en tal peregrinación recorremos. Por lo que a mí respecta, se dice muy corrientemente, que mi marido trabaja sin cesar para hacerme inmortal. Versos, prosa, bueno o malo, todo es suyo; pero sobre todo, lo que les parece menos malo, y no hay principiante de poeta ni hombre sesudo que no lo afirme. ¡De tal modo le cargan pecados que no ha cometido! Enfadosa preocupación, penosa tarea, por cierto, la de mi marido, que costándole aún trabajo escribir para sí (porque la mayor parte de los poetas son perezosos), tiene que hacer además los libros de su mujer, sin duda con el objeto que digan que tiene una esposa poetisa (esta palabra ya llegó a hacerme daño) o novelista, es decir, lo peor que puede ser hoy una mujer. (De Castro, 1984/2020, pp. 103 y 104)

Se deja ver, sin duda, la molestia ante la duda de la autoría de sus textos.

Ensayos feministas en el siglo XX

De Rosario Castellanos, como de la ya citada Virginia Woolf, se cuestiona el privilegio bajo el cual escribieron. Es cierto, la primera tenía una plaza en la UNAM y ejerció en distintas universidades de Estados Unidos, la segunda contaba con una renta anual de 500 libras, según cuenta ella misma; pese a todo, ninguna dejó de padecer discriminación de género.

Mujer que sabe latín… es una colección de ensayos en donde Rosario Castellanos recapitula las voces y los quehaceres de otras escritoras que, como ella misma, contra toda posibilidad patriarcal, ejercieron el derecho a escribir; y, quizá habría que decir, el derecho a existir.

Hacia este siglo, la denuncia feminista en la literatura no ha cambiado demasiado, Rosario habla, por ejemplo, de la obediencia al marido o de las infidelidades del mismo; pero en la forma se percibe ya el hartazgo y la ruptura. En “La mujer y su imagen” cuestiona, por ejemplo, las costumbres más cotidianas, que no son sino otro modo de sometimiento a la mujer:

La mujer bella se extiende en un sofá, exhibiendo uno de los atributos de su belleza, los pequeños pies, a la admiración masculina, exponiéndolos a su deseo. Están calzados por un zapato que algún fulminante dictador de la moda ha decretado como expresión de la elegancia y que posee todas las características con las que se define a un instrumento de tortura. En su parte más ancha aprieta hasta la estrangulación, en su extremo delantero termina en una punta inverosímil a la que los dedos tienen que someterse; el talón se prolonga merced a un agudo estilete que no proporciona la base de sustentación suficiente para el cuerpo, que hace precario el equilibrio, fácil la caída, imposible la caminata. ¿Pero quién, si no las sufragistas, se atreve a usar unos zapatos cómodos, que respeten las leyes de la anatomía? Por eso las sufragistas, en justo castigo, son unánimemente ridiculizadas. (Castellanos, 1973/2022, p. 11)

La obra de Rosario Castellanos es un retrato claro de la cultura sexista en que se movió.

La denuncia transgénero del siglo XXI

La literatura transgénero ha sido, sin duda, otro espacio de denuncia contra el patriarcado. El siglo XXI nos ha permitido acceder cada vez más a estas voces histórica y sistémicamente marginadas en donde los señalamientos son claros: el sistema patriarcal oprime y vulnera todo aquello que no pertenece al grupo que se asume como el dominante.

El sistema patriarcal es una pirámide social en la que los hombres blancos, ricos, occidentales y heterosexuales están en lo alto de la jerarquía, y todos los demás están debajo: los que no son ricos, los que no son blancos, los que no son heterosexuales, los que no son occidentales, los que pertenecen a la clase media y baja, los ancianos, los discapacitados, los que necesitan ser cuidados y son dependientes […] Debajo de ellos están las mujeres blancas, ricas, occidentales y heterosexuales, y debajo de ellas, están las pobres, y más abajo, todas las demás: las mujeres indígenas, afrodescendientes, asiáticas, latinoamericanas, las ancianas, lesbianas, bisexuales, transexuales, con discapacidades o enfermedades. Al final de todo, las niñas pobres, racializadas y habitantes del Tercer Mundo. (Herrera Gómez et al., 2022, p. 12)

En su novela Las malas, Camila Sosa Villada, escritora argentina transgénero, nos permite asomarnos a un testimonio vivencial de la violencia que la comunidad transgénero sufre por parte de toda una sociedad educada bajo un sistema que enseña a maltratar al grupo social que considere inferior. El retrato es potente y estruja el corazón pues, en estos casos, la discriminación empieza en casa: son los mismos progenitores quienes rechazan y desprecian a sus propios hijos, percibiéndoles como una aberración. Dentro de la jerarquía patriarcal, quien margina primero, es el padre:

El miedo lo teñía todo en mi casa. No dependía del clima o de una circunstancia en particular: el miedo era el padre. No hubo policías ni clientes ni crueldades que me hicieran temer del modo en que temía a mi papá. En honor a la verdad, creo que él también sentía un miedo pavoroso por mí. Es posible que ahí se geste el llanto de las travestis: en el terror mutuo entre el padre y la travesti cachorra. La herida se abre al mundo y las travestis lloramos. (Sosa Villada, 2019)

Pero aquí, también la madre discrimina:

Mi mamá con un niño a cuestas que ya comenzaba a decepcionarla, pobre madre: el niño afeminado que no cedió a los cintazos, al castigo, a los gritos y cachetadas que intentaban remediar semejante espanto. El espanto del hijo puto. Y mucho peor: el puto convertido en travesti. Ese espanto, el peor de todos. (Sosa Villada, 2019)

Cuando vuelvo a la literatura escrita por hombres me pasa un poco como a Virgnia Woolf:

era una delicia volver a leer un estilo masculino. Sonaba tan directo, tan claro después de leer estilos femeninos. Indicaba tal libertad mental, tal libertad personal, tal confianza en uno mismo. Se experimentaba una sensación de bienestar ante aquella mente bien alimentada, bien educada, libre, que nunca había sufrido desvíos u oposiciones, que desde el nacimiento había podido, al contrario, desarrollarse con plena libertad en la dirección que había querido. (Woolf, p. 72)

Sí, en la literatura escrita por hombres se percibe la libertad y la sensación de bienestar de quien no está demasiado ocupado sobreviviendo, mientras que en la literatura escrita por mujeres encuentro denuncia y más denuncia. Y, sin embargo, nada de esto ha escapado a la estética. Y, pese a todo, hemos logrado otro canon literario gracias a nuestra histórica resistencia de ocupar nuestro lugar en el mundo en condiciones de igualdad y de unidad.

Referencias

Castellanos, R. (2022). La mujer y su imagen en Mujer que sabe latín… (pp. 9-18). Fondo de Cultura Económica. (Trabajo original publicado en 1973).

De Castro, R. (2020). Las literatas: carta a Eduarda. En Ángel Flores y Kate Flores (Ed.), Poesía feminista del mundo hispánico (pp. 90-117). Siglo XXI Editores.

De Zayas y Sotomayor, M. (2001). La esclava de su amante en Tres novelas amorosas y tres desengaños amorosos (pp. 197-259). Ed. Castalia.

Flores, A. y Flores K. (2020). Poesía feminista del mundo hispánico. Siglo XXI Editores. (Trabajo original publicado en 1984).

Herrera Gómez, C., Pérez Saavedra D., Negrín León, I. (2022). Masculinidades no violentas: Herramientas metodológicas para el trabajo con adolescentes. [Dirección General de Juventud del Gobierno de Canarias].

Sosa Villada, C. (2019). Las malas. [EPub]
Woolf, V. (2008). Una habitación propia. Ed. Seix Barral.

Una respuesta

  1. La literatura escrita por mujeres revela un poderoso testimonio de resistencia contra la opresión patriarcal. Desde las jarchas medievales hasta las novelas barrocas y los ensayos feministas contemporáneos, estas autoras desafían las estructuras sociales, exponiendo las injusticias y redefiniendo su papel en la historia. La diversidad de voces y temas demuestra la riqueza de la perspectiva femenina, esencial para comprender plenamente la existencia humana.

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