Es maestro en Estudios en Relaciones Internacionales e internacionalista por la UNAM y actualmente cursa el Doctorado en Ciencias Políticas y Sociales en la misma institución. Profesor de asignatura adscrito al Centro de Relaciones Internacionales de la FCPyS, UNAM en donde imparte las asignaturas Geografía, Norteamérica, Comunicaciones Internacionales y Paz, Seguridad y Desarrollo.
Forma parte del Seminario de Estudios Críticos en Geopolítica de la FFyL, es participante de diversos proyectos PAPIIT-PAPIME y es co-coordinador del Diplomado “Inducción a la investigación geopolítica. Una perspectiva crítica” de la FCPyS. Ha sido autor de diversos capítulos de libro, artículos en revistas y coautor del libro “Espacios Negativos. Praxis y antipraxis”, así como ponente en más de 20 eventos nacionales e internacionales. Sus líneas de investigación versan sobre la geopolítica y hegemonía de Estados Unidos, pensamiento estratégico estadounidense, procesos de militarización y geopolítica crítica.
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Institución de adscripción: Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM
La elección presidencial en Estados Unidos de América (EUA) representa un episodio de gran importancia para la política mundial en general, y para México en particular, debido a su peculiar relación bilateral. La confluencia de procesos electorales presidenciales en ambos países ha llevado a la configuración de un clima de incertidumbre y especulación que abre riesgos y preocupaciones en torno a la relación estratégica que sostienen. No obstante, la llamada “crisis de hegemonía” por la que atraviesa EUA en la actualidad, no debe verse como algo nuevo. Desde la década de los sesenta, el agotamiento de su ordenamiento geopolítico dominante comenzó a profundizarse, dando pie a diversos cuestionamientos sociales, políticos y económicos. Esto también configuró una crisis intestina en dicho país que no ha hecho más que magnificarse con los años.
A consideración de Ana Esther Ceceña, la hegemonía debe comprenderse como:
La capacidad para generalizar una visión del mundo que se nutre tanto de la pertinencia argumental del discurso y su similitud con las expresiones visibles de la realidad (o su capacidad para visibilizar las expresiones ocultas), como de las manifestaciones de fuerza que provienen de las condiciones objetivas en las que tienen lugar las relaciones sociales, sea que estas aparezcan bajo formas explícitas o sólo bajo formas disciplinarias o indicativas. (2004, p. 21)
En ese sentido, hablar de una crisis de hegemonía no necesariamente conlleva un cuestionamiento del papel de superpotencia que juega EUA —principalmente en los ámbitos económico y militar— sino que, se refiere a las dificultades que ha atravesado para imponer y pretender generalizar su propia visión de mundo, para después presentarla como universal a todas las sociedades del planeta, en un momento en donde ni siquiera logra consolidar una visión interna que aglutine los intereses y necesidades de una sociedad cada vez más fragmentada.
Las crisis de hegemonía y sus diferentes representaciones son elementos fundamentales para un análisis crítico en torno a la relación bilateral entre EUA y México; al igual que las expectativas que se pueden tener frente al triunfo de Donald Trump por el partido republicano, o la candidatura de Kamala Harris por el partido demócrata (candidatura ganada el pasado lunes según lo anunció el partido y después de haber pasado el plazo para que los delegados emitieran su voto digital). En este sentido, para México, las situaciones que acontecen en Estados Unidos siempre son de enorme interés, más aún, a partir de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (ahora TMEC), por la cual nuestro país fue integrado a las estrategias comerciales, de seguridad y defensa, creando una poderosa interdependencia en temas económicos, políticos y de seguridad hemisférica (González Souza, 1993). Así, la coyuntura electoral que atraviesan hoy los EUA puede tener importantes repercusiones para nuestro país, por lo que un ejercicio de prospectiva en torno a los posibles escenarios electorales se vuelve fundamental para el nuevo gobierno de Claudia Sheinbaum que iniciará funciones el primero de octubre del presente año.
En principio, hay que comprender que la crisis de hegemonía en el gigante del norte encuentra sus principales expresiones en lo social, en el creciente descontento popular frente a un sistema político que no ofrece condiciones suficientes de representación; además, está la insatisfacción frente a los proyectos de los dos principales partidos políticos y la falta de un liderazgo que aglutine los intereses de los diferentes grupos sociales en los EUA, lo cual ha llevado a una polarización social que se fusiona con la cultura de la violencia que encuentra en la figura del armamento uno de sus principales riesgos y amenazas.
Por otra parte se encuentra el problema del racismo y la xenofobia, propias de la configuración social estadounidense (Zinn, 2011), que se expresa en la actualidad como un mecanismo de protesta en contra de las agendas progresistas y liberales impulsadas desde la presidencia de Barack Obama y, ahora, con la de Joe Biden, y que principalmente está representada (esta xenofobia) por una clase media blanca que se siente desfavorecida y olvidada por aquellos liderazgos políticos y que ha encontrado en la violencia armada una forma de mostrar su descontento y desazón frente a un sistema que no les representa.
Es frente a este público que figuras como las de Donald Trump o James David Vance cobran sentido como liderazgos viables para este electorado desencantado con el ordenamiento liberal característico de las primeras décadas del siglo XXI. Los discursos agresivos propios de estos personajes generan resonancia en un sentimiento patriota estadounidense que encuentra en la otredad su principal amenaza, lo cual, por cierto, ha aumentando las tensiones frente a México en temas tan delicados como la migración. En ese sentido, el regreso de Trump implicaría la continuación y exacerbación de un estado de confrontación social que afectaría directamente a la sociedad y a las relaciones internacionales de Estados Unidos con el mundo, lo cual derivaría en un gran peligro en términos de la hegemonía mundial.
Por otro lado, el claro declive del partido demócrata como una fuerza política que no ha logrado afianzar un liderazgo que establezca la ruta crítica entre sus mismos electores ha llevado a la agudización de la crisis política y electoral. La incapacidad física y mental del presidente Joe Biden para continuar con su campaña y las tensiones internas para determinar a la nueva candidatura fueron muestra de ello. Por ello, si bien, podemos considerar que son muy amplias las posibilidades de que la ahora nueva candidata demócrata, Kamala Harris gane las elecciones —pues cuenta con el apoyo explícito de Biden, y porque, además, el simple hecho de que fuese anunciada como posible candidata, provocó una importante recaudación económica durante los primeros días del anuncio—, lo cierto es que al interior del partido demócrata aún existe escepticismo y desconfianza ante su figura, que se asume como un perfil más cercano a la izquierda que al centro, dentro de una tradición política altamente conservadora.
El panorama para México no resulta alentador. En materia económica la próxima revisión del TMEC, proyectada para los años venideros, podría impulsar nuevos condicionamientos que afecten la economía en torno a la relación comercial con China, al igual que podría suceder en temas como el volumen de migración indocumentada y la dependencia tecnológica y comercial, entre otros elementos que podrían complicar la relación bilateral en el marco de este acuerdo estratégico.
En este escenario, la situación de los migrantes mexicanos en territorio estadounidense se encontraría lejos de regularizarse, pues una reforma migratoria se alejaría del horizonte, independientemente del partido ganador en las elecciones. Ello se complica sobre todo de cara a las problemáticas económicas que encaran los EUA con el tema de la inflación, el déficit y la cada vez más inoperante economía de guerra que tanto dinero ha costado en los últimos años.
Frente a todo ello, el nuevo gobierno mexicano deberá construir escenarios prospectivos de cara a la crisis de hegemonía y sus principales expresiones socioeconómicas, independientemente del partido político que pueda resultar vencedor en Estados Unidos. Si bien hasta hace algunos días las principales proyecciones apuntaban a una muy probable victoria de Donald Trump sobre Joe Biden —de ahí la elección de Marcelo Ebrard como secretario de economía, pensando en la revisión del TMEC como un elemento clave frente a un hipotético retorno al poder de aquel personaje—, la renuncia de Biden a la campaña electoral movió las piezas del tablero, obligando al futuro gobierno de Claudia Sheinbaum a construir nuevos lazos y estrechar los ya existentes con un partido demócrata que, a pesar de sus crisis, podría mantenerse cuatro años más en el poder.
La relación bilateral entre México y Estados Unidos es clave para ambas naciones, no solamente en términos económicos, sino también en materia geopolítica y estratégica, por lo que su importancia no puede soslayarse independientemente del proyecto electoral que logre hacerse con la presidencia. Es ahí donde los retos para México se expresarán en su totalidad y en donde la capacidad política del nuevo gobierno deberá mostrar sus mejores cartas para afrontar un momento histórico en donde, en términos gramscianos, lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer.
Ceceña, A. (2004). “Estrategias de construcción de una hegemonía sin límites” en Hegemonías y emancipaciones en el siglo XXI, CLACSO, 20-32.
González Souza, L. (2003). México en la estrategia de Estados Unidos. Siglo XXI.
Zinn, H. (2011). La otra historia de los Estados Unidos. Editorial Siete Cuentos.
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