ISSN : 2992-7099

La degradación de la oposición intelectual

Julián Atilano

Julián Atilano

Investigador del PUEDJS-UNAM. Doctor en sociología por el Colegio de México, maestro en Ciencias Sociales por la Flacso, sede México y sociólogo por la Universidad de Guadalajara. Miembro del SNI.

20 diciembre, 2021

Hace varios años, incluso décadas, veíamos a intelectuales de derecha como Octavio Paz o socialdemócratas como Carlos Fuentes debatiendo y defendiendo sus ideas; no importaba si era para defender al régimen priista, en sus escritos o intervenciones públicas mostraban capacidad de argumentación. Sin embargo, quienes ahora se ostentan como la oposición intelectual al actual gobierno han perdido esa capacidad de argumentación: son difusores de mentiras y discursos que buscan engañar, confundir y degradar la conversación pública.  

Los ejemplos son reveladores. 

El día 10 de diciembre el académico del CIDE, Ugo Pipitone, sostuvo en una entrevista banquetera afuera del Conacyt las siguientes frases: “No queremos un 68”, “Sobre todo lo que no queremos es un Tlatelolco”. La comparación es desproporcionada, así sea una sugerencia, no hay punto de comparación entre una movilización incipiente dentro de una institución de élite y una masacre estudiantil como ocurrió en 1968.

Pero no fue el único que ha buscado construir una narrativa infame. Ese mismo día en su cuenta de Twitter, el comunicador Leo Zuckerman quien a sí mismo se llama neoliberal, dijo de un plumazo que la directora del Conacyt, María Elena Álvarez-Buylla, es la versión marxista de Gustavo Díaz Ordaz.  

Siguiendo la línea de la deshonestidad intelectual, después de varios días, el académico Sergio Aguayo, en el diario Reforma, sostuvo que hay similitudes entre el Movimiento del 68 y el conflicto en el CIDE. Y aunque lo ha negado públicamente, la intención del texto de Aguayo es clara: sostener similitudes no entre dos movilizaciones estudiantiles, sino entre presidentes. Es decir, entre Andrés Manuel López Obrador y Díaz Ordaz o, ¿por qué no comparó el conflicto del CIDE con la Huelga del 99′ en la UNAM o con el movimiento #YoSoy132? 

Esa equivalencia histórica que han impulsado estos personajes es falsa. Además, es indignante para las personas que sobrevivieron a la represión de 1968, para las familias que perdieron a un familiar por la matanza de Tlatelolco o porque las desaparecieron durante esa terrible época. Sin embargo, eso no le importó a Pipitone, Zuckerman o Aguayo, quienes prefirieron lucrar con las heridas históricas para golpear políticamente a Álvarez-Buylla o a López Obrador. 

Ese es el objetivo, se busca que la directora del Conacyt y el actual director del CIDE, el académico José Antonio Romero Tellaeche, renuncien a sus cargos. Los intereses y privilegios que se han tocado como son la eliminación de los fideicomisos son parte del enojo que motiva la expresión de comentarios tan desafortunados. 

No hay que olvidar que el CIDE era una institución crítica a la “estructura de exclusión de desigualdad y la subordinación de las minorías domésticas” hasta que, durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, se inició una “estrategia para detener esa incómoda producción académica” como detalladamente relata la académica Margarita Favela. 

Es paradójico que desde la tribuna intelectual en la que han planteado la absurda comparación entre el conflicto del CIDE y el Movimiento del 68 se haya repetido hasta el cansancio que este gobierno y el presidente son anti-intelectuales. Es más, se ha dicho que se busca acabar con la ciencia y que se desprecia a la academia. Pero, ¿qué más anticientífico e intelectual que la mentira? 

El ocaso del grupo de intelectuales que ahora se han atrincherado desde la oposición no queda sólo en esas declaraciones, hacen un esfuerzo por superarse. Hace unos días, en la revista Proceso el poeta y activista Javier Sicilia escribió que López Obrador es el “espejo de Hitler” pues tiene su misma psicología. 

Es decir, lo que Max Weber explicó como liderazgo carismático y que es muy común entre los políticos de todo el mundo –incluso es una característica que comparte el propio Sicilia– erróneamente el poeta lo interpreta como la psicología de Hitler. Si esto no es ingenuidad o limitaciones intelectuales, muestra cómo de manera casi perversa se busca persuadir a la opinión pública a través de la exageración.   

No importa que sean hipérboles o que sean absurdas las ideas que estos intelectuales intentan posicionar, lo preocupante es que las audiencias que escuchan y leen a estos personajes reproducen la desinformación. Esta producción y difusión mediática de la desinformación hace que el debate público se polarice y en consecuencia se debilite la democracia.  

Por otra parte, la degradación de las ideas de este grupo de intelectuales representa una transformación en el debate público; han perdido el monopolio del discurso legítimo del mundo social debido a que han comenzado a surgir nuevas y alternativas voces en el espacio público. Sobre todo en el espacio digital. Además, se ha observado que estos intelectuales “han caído en una debacle estrepitosa” desde hace tres años, como lo señala la académica Violeta Vázquez-Rojas. 

El conflicto interno en el CIDE ha exhibido el clasismo y elitismo de un sector de la academia mexicana que busca mantener la estructura de privilegios, también ha mostrado las redes de intereses entre grupos de dicha comunidad que se beneficiaron con los anteriores gobiernos como lo ha documentado la académica Guadalupe Correa y el académico Hernán Garza y, particularmente, esta coyuntura ha puesto de manifiesto que con tal de golpear al director del CIDE y a la directora del Conacyt hay quienes son capaces de construir una ficción.

¿Qué les pasó a estos intelectuales?

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