ISSN : 2992-7099

LA ANCIANA Y EL VIEJO ÁRBOL.

Sebastián Guzmán Luna

Sebastián Guzmán Luna

Originario de la comunidad de Majosik, Tenejapa, Chiapas.  Licenciado en Educación Indígena por la Universidad Pedagógica Nacional.

Miembro fundador de la Asociación Civil Hijos del Maíz: Base-tierra de acción y creación. Organización de promoción de los DDHH de los pueblos y comunidades indígenas.

Ha sido profesor, tallerista; traductor- intérprete de la lengua tzeltal en diversas instituciones tanto públicas como privadas.

Protagonista de diversos programas de televisión en materia de cultura indígena como: La raíz doble: Sabores Periféricos de canal 22; Lenguas en resistencia – Tzeltal, la lengua verdadera canal 11; y Discurso en el Congreso Local y en la máxima tribuna de la Cámara de Diputados LXV Legislatura, sobre los derechos e injusticias que viven las comunidades indígenas.

Actualmente es promotor cultural en la Dirección General de Culturas Populares Indígenas y Urbanas de la Secretaría de Cultura del Gobierno de Federal.

17 abril, 2024

Mi madre me contó que hubo una mujer a quien se le murió su esposo, justo cuando nació su hijo.

El niño creció sin la guía de su padre y la mujer no dejó que otras personas guiaran su corazón y pensamiento hacia un buen camino como trabajar la tierra y escuchar consejos y razones. Cuando los abuelitos querían llevar al niño a la milpa, la madre contestaba “¿para qué lo quieren? Sino es su hijo, lo va a quemar el sol” decía la madre.

Así creció el niño, rebelde y sin oficio.

La madre se hizo anciana y entonces harta de su rebeldía y mal comportamiento, quiso educar a su hijo, guiarle por el buen camino, pero ya era tarde. El hijo le contestó:

  • ¿ves ese árbol que está ahí?  Le dijo, señalando un árbol con el tronco torcido
  • Sí. – Contestó la madre –
  • A partir de mañana temprano, quiero que empieces a enderezarlo. Y si lo logras enderezar, platicamos.

A la mañana siguiente la madre quiso enderezar el árbol, le puso cuñas, lo amarró a otro árbol, sin lograrlo. Lo único que consiguió fue lastimarse las manos. Triste regresó a su casa. El muchacho dijo:

  • ¡Madre!, si lo hubieras enderezado desde que era tierno, no estaría, así. Ahora que quieres corregirlo no se va a poder, porque ya está maduro. Ese árbol es como yo, si hubieras permitido que mis tíos y mis abuelos me educaran de niño, no sería así como soy ahora.  Así que madre, como no pudiste con el árbol, tu tiempo de corregirme se ha acabado.

Y así  fue que la anciana, vivió el resto de su vida avergonzada  y triste por no haber  guiado a su hijo por el buen camino desde pequeño.

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