ISSN : 2992-7099

Ganar el futuro: la educación superior más allá del contexto y del entorno

autor-Gerardo-Nieto

Gerardo Nieto

Doctor en Economía por la UNAM. Profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS). Medalla al Mérito Docente 2018. Desde el 2016 cuenta con el PRIDE nivel “D”. Autor de los libros: Los problemas de la alternancia política en México (2003); La presidencia débil 2006-2012. Ensayo político sobre la dialéctica del caos (2014); La elección de carrera en la sociedad del conocimiento (2009, 2015 y 2020); México: transición y cambio político (2018); La sucesión presidencial en México 2024 (2023). Autor de capítulos de libros publicados por el Instituto de Investigaciones Económicas. En sus trabajos académicos aborda dos líneas de investigación: Mercado laboral de las profesiones y Educación superior comparada.

2 febrero, 2024

Planteamiento

La época finisecular acuñó el término Sociedad del Conocimiento para referirse al nuevo paradigma de la vida en el que el esqueleto y el cuerpo de la sociedad que nacía con el nuevo milenio era el conocimiento (Castells, 1999). Con ello, se dio paso a la economía de los valores tecnológicos, los que cotizan en el Nasdaq de Nueva York y que son, con mucho, los ganadores absolutos de la fase financiera del capitalismo (Ugarteche y Martínez-Ávila, 2013). Ahora, con la aparición de la Inteligencia Artificial, la revolución tecnológica se acelera, cambia el universo del trabajo y el de la educación.

 ¿Qué sentido tiene mantener carreras largas cuando se instaló la educación a lo largo de la vida? En Europa, el proceso Bologna de Educación Superior cursa su tercera década, con ajustes y reformas incrementales, pero lo esencial permanece: licenciaturas cortas de no más de tres años y posgrados largos, de cinco o más años. 28 países comparten el modelo y más de mil universidades. En México, la educación superior sirve para muchas cosas, pero está lejos de ser el mecanismo de movilidad que significó en el pasado. Sí, ganar el futuro con formación universitaria es difícil, pero sin ella es imposible. El camino es la educación, pero más allá de certezas absolutas, hoy lo que hay es una acendrada incertidumbre.

La tesis del colapso

Muchas cosas deben cambiar y deben hacerlo porque el mundo ya no es lo que era. La crisis civilizatoria ligada al calentamiento global dio pie a la tesis del colapso (Taibo, 2016). Todos los habitantes del planeta dejan su huella ecológica sobre la Tierra, pero algunos seres humanos pisan más fuerte. El consumo de energía de los habitantes del Norte Global es mucho mayor a los del Sur Global. Sostener los estándares de vida de los países desarrollados significa elevar la tasa de extracción de materias primas de las naciones pobres de África, América Latina y Asia, principalmente. Aquí hay un problema, porque para sostener las tasas de crecimiento que demanda el estándar de vida de las élites, se requiere contar con los recursos de tres planetas completos y eso no es posible (Taibo, 2020), por eso, si no hay una transición hacia una verdadera economía sostenible, no hay futuro para nadie. Si las élites hacen lo que deben, el colapso podría ocurrir hacia el 2050, si no lo hacen, el colapso sistémico está tan próximo como el 2030.

Cursa la Sexta Extinción de especies (Ceballos, 2020) mientras el pico del petróleo se alcanzó desde el 2006 y el agua dulce en el planeta es cada vez más escasa. Pero todo esto son ya lugares comunes, todos de alguna u otra forma lo sabemos. El problema no tiene que ver con el diagnóstico, sino con las acciones para hacer frente a la crisis sistémica que vivimos. Las cuestiones estructurales empatan con las situaciones de coyuntura; el largo plazo se mezcla con lo inmediato; lo global con lo local. En el sur hay situaciones acuciantes tanto como en el norte, por razones y errores diferentes, pero igual vale para confirmar el estado de crisis en el que se nace, se crece, se desarrolla y se muere (Bauman y Bordoni, 2016).

Ruptura entre el poder y la sociedad

Las migraciones llaman la atención por las enormes asimetrías en los niveles de desarrollo entre naciones. Las fronteras comienzan a derrumbarse ante el reclamo de sobrevivencia de millones de personas en el mundo. Y frente a esta fotografía caótica, emergen las ideologías que postulan el exterminio como filosofía. El ecofascismo avanza junto a quienes operan infanticidios y genocidios en tiempo real. ¿Y los organismos internacionales? Es evidente que la comunidad de naciones necesita con urgencia otras instituciones y una nueva arquitectura de convivencia global. Hay omisión e indiferencia de las élites, pero no de los pueblos.

Avanza la ruptura entre el poder y la sociedad. No es solo la Argentina de Milei, es también la Italia de Meloni, la Francia de Macron o la Gran Bretaña de Sunak. La derecha y la ultraderecha en España no acaban de procesar la investidura del gobierno de Pedro Sánchez. Les acomoda la monarquía parlamentaria sólo cuando les beneficia. Con todo, la mítica transición española a la democracia se quedó corta. Una nación de naciones necesita de otros arreglos políticos para funcionar.

El Foro de Davos, el espacio de las élites económicas, define la hoja de ruta del mundo. Son los poderes extraterritoriales los que en última instancia fijan las agendas nacionales. Entonces, ¿dónde queda la autonomía relativa de los Estados nación? ¿Hasta dónde pueden llegar los procesos específicos de cambio? Quizá ahora se entienda que las reformas políticas necesariamente son incrementales: avanzan en lo que se puede y hasta donde se puede.

El espíritu de los nuevos tiempos

Con este complejo entorno tienen que lidiar las nuevas generaciones de jóvenes. El espíritu de los tiempos es el cambio en medio de la incertidumbre. La soledad digital las acompaña; sucumben a la tentación de las redes sociales y a las trampas de la Internet. Crece el abandono escolar, la depresión y, en casos extremos, otras cosas. Hacen falta razones para persistir y, cuando se ha hecho la tarea, descubren que la transición al mundo laboral es casi un salto al vacío. ¿Cómo anclarlos a un esfuerzo si del otro lado no hay nada? ¿Cómo acompañarlos en una o muchas de sus decisiones cuando lo que hay afuera no ayuda a clarificar las cosas? La ficción laboral se convierte en una pesada realidad y todo porque el modelo económico no sirve para crecer. El mundo funciona con pocas personas y esto da pie a la nueva ideología de las derechas en el mundo: acabar con los prescindibles; cerrarle el paso a los migrantes; devolver la responsabilidad de existir a los individuos; que gestionen la vida como puedan, porque el Estado garantizará la libertad de los que tienen, no más

Los dilemas de la vida en tiempos de incertidumbre, de crisis permanente, de imposiciones y regresiones. Ahí está el nuevo paradigma tecnológico sin modelo de compensación laboral; ahí está la furia de las superpotencias que juegan a la guerra sin importar los costos sociales; ahí está la obscena concentración de la riqueza en unos cuantos y la extensión de la pobreza y la indigencia. Otra versión del mundo es posible, pero no surgirá por generación espontánea. Hay que crearla. Y para ello, se requiere del romanticismo político de las y los jóvenes, de la ingenuidad de los niños y de las niñas; del enfado de quienes dejaron su vida por nada.

Y por si todo lo anterior fuera poco, está lo cotidiano: sobrevivir a la violencia, a la ausencia de justicia, a un sistema judicial que funciona bien para el que tiene más, funciona mal o no funciona para el que no tiene nada. Es necesario cambiar ya las reglas del juego y hacerlo con determinación más allá del discurso intimidante de los que protegen privilegios o de las élites del poder. El laboratorio argentino es eso: ver hasta dónde Milei instaura la dictadura por la vía democrática. Un “loco” libertario que llegó a donde está por el hartazgo de una sociedad que en dos décadas no pudo salir de la crisis social y económica. Escuchó el canto de las sirenas y ahora lo que quiere es despertar, pero lo hará sólo para confirmar que más allá del fondo, todavía se puede descender más.

La división internacional del trabajo

¿Qué decirle a las y los jóvenes que terminan una carrera profesional? La disrupción en el mercado laboral es absoluta. No es sólo el efecto de la revolución científico-tecnológica, es la manera de insertarse en las cadenas globales de valor. Los países del norte desarrollado, lo hacen en la fase intensiva en Inversión y Desarrollo (I+D), y los del Sur Global, en las etapas de ensamblado y producción de insumos intermedios.

Priva una división internacional del trabajo, jerárquica y desigualadora (Ramiro Fernández, 2017). Esto explica fenómenos de precarización laboral, informalidad y sobrecualificación. Nuestros egresados universitarios terminan en ocupaciones técnicas, mal pagadas y en muchos casos, distantes de los estudios que realizaron. Ante un universo laboral estrecho para los profesionistas, muchos emprenden la aventura del negocio propio, de la subocupación o la migración. Pero este no es el futuro que tenían en mente y menos cuando la narrativa que persiste es que la educación superior es la puerta de acceso al paraíso. Y pese a esto, el camino es la educación. Lo es por una sencilla razón: hoy se vende conocimiento. 

Hubo una ruptura con la vieja economía, ésa que se distinguía por la fabricación de grandes manufacturas. Todo era enorme: celulares del tamaño de un ladrillo, computadoras que apenas cabían en el espacio de una gran habitación, discos de acetato de 33 o 75 revoluciones, etcétera. Los procesos estandarizados de producción de la vieja economía requerían enormes cantidades de fuerza de trabajo no necesariamente preparada. Pero hace unas décadas se operó una gran ruptura con ese pasado. No hubo continuidad del paradigma. Y hoy, todo tiene que ver con el conocimiento. 

El concepto mismo de carrera profesional entra ya a un proceso dinámico de obsolescencia. Las nuevas universidades ya no se estructuran con base a escuelas y facultades, sino con base a resolución de problemas. Hoy ya no se puede orientar a los jóvenes en su elección de carrera con base a la vocación, porque es probable que la carrera que nos guste no exista en el futuro. Se tiene que educar para la incertidumbre y para crear los empleos que hoy mismo no existen. Las lógicas de la vida cambiaron de horizonte. El problema que tenemos es que las instituciones son lentas, lentísimas para cambiar (Huntington, 1996).

El mundo real es desafiante. La economía del trabajo convoca a retos que competen a los gobiernos. Para incorporar a la economía formal al 1.3 millones de jóvenes mexicanos que, de acuerdo con el Banco Mundial, anualmente alcanzan la edad productiva, nuestro país tendría que haber crecido en las últimas cuatro décadas a un promedio anual del 6 al 7 por ciento como proporción del Producto Interno Bruto (PIB); sin embargo, el promedio de crecimiento del periodo 1982-2022 es de un modestísimo 1.9 por ciento. Si al bajo crecimiento sumamos que lo hacemos en los nichos de bajo valor agregado, tenemos un problema que se refleja en el desequilibrio estructural entre oferta y demanda laboral. No es que las y los jóvenes se equivoquen a la hora de elegir carrera, es que, en las condiciones del presente, encontrar un trabajo en la economía formal no depende de lo que estudiaron sino de la macroeconomía del crecimiento.

A manera de conclusión

Tenemos problemas complejos porque crecemos poco y lo hacemos mal, pero crecer como lo hacemos, es un problema mayor. ¿Cómo crecemos? Se crece con base al consumo, al crédito y a la temporalidad de las cosas. El consumismo es la piedra angular de todo el sistema y funciona como medida de realización o insatisfacción personal. Algo similar sucede con el factor trabajo. Toda la hechura de la sociedad funciona a partir del empleo. La realización de las personas está en función del empleo que se tiene y del ingreso que proporciona. Pero en un mundo en el que el trabajo decente pasa a ser una ficción laboral, se le quita al ser humano la única manera que tiene de asignarse valor.

 Pero aún si se acepta la posibilidad de que se alcancen altas tasas de crecimiento, bajo el patrón de consumo que tenemos, la producción en masa de bienes y servicios orillará al mundo al colapso porque la manera en que crecemos no es sostenible. Hoy en día, cobra derecho de residencia la discusión en torno a otro paradigma: el decrecimiento, una suerte de regreso a los orígenes, lo que no significa renunciar al avance científico y tecnológico, sino al abandono de la economía financiera y del capitalismo extractivista. Hay un potencial enorme en la llamada economía social y solidaria. En México, la cuenta satélite del INEGI que la mide nos indica que está por debajo del 2 por ciento del PIB, mientras en España alcanza casi el 30 por ciento. Se pueden hacer las cosas de otra manera y se pueden hacer mejor.

 Entonces, ¿para qué sirve la educación superior? Sirve para muchas cosas, por ejemplo, para mirar al mundo de otra manera, para entender sus procesos e intentar cambiarlos. Pero alrededor de la universidad hay muchos mitos, como ese que todavía cree que en automático cambia las trayectorias de origen. En el mejor de los casos las mantiene, en el peor acompaña su descenso. Y, pese a todo esto, ganar el futuro pasa por la educación.

REFERENCIAS

Bauman, Z. y Bordoni, C. (2016), Estado de crisis. Paidós Estado y Sociedad. 

Castells, M. (1999) La Era de la información. Volumen II. El poder de la identidad. Siglo XXI Editores.

Ceballos, G. (2020), Amenaza la Sexta Extinción masiva de vertebrados. Gaceta UNAM, número 5133. 

Huntington, S. P. (1996), El orden político en las sociedades en cambio. Paidós Estado y Sociedad.

Ramiro Fernández, V. (2017), La trilogía del erizo-zorro. Redes globales, trayectorias nacionales y dinámicas regionales desde la periferia. Anthropos Editorial. 

Taibo, C. (2016), Colapso. Capitalismo terminal, Transición ecosocial, Ecofascismo. Libros de la Catarata. 

——— (2020), Ante el colapso. Por la autogestión y el apoyo mutuo. Primera edición. Libros de la Catarata.

Ugarteche, O. y Martínez Ávila, E. (2013), La gran mutación. El capitalismo real del Siglo XXI. UNAM-Instituto de Investigaciones Económicas.

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