ISSN : 2992-7099

El concepto de “Humanismo Mexicano” y su valor como categoría histórica

Alberto Pérez Schoelly

Alberto Pérez Schoelly

Es egresado de la Facultad de Economía de la UNAM. Cuenta con varios diplomados en Finanzas y en Formulación y Evaluación de Proyectos de Inversión. Se ha desarrollado profesionalmente en el sector financiero, como director estatal de Nacional Financiera en los estados de Oaxaca y Quintana Roo, fue gerente de finanzas en la Comisión binacional México-Estados Unidos para la cooperación ecológica fronteriza con sede en El Paso, TX, en el sector público de México ha ocupado diferentes cargos en las Secretarías de Comunicaciones y Transportes, Hacienda y Crédito Público, en el ISSSTE, en la Secretaría de Economía y en la Secretaría de Bienestar y también fue director ejecutivo de la oficina en México de la organización Greenpeace. Escribe regularmente columnas y ensayos de análisis político y económico en diversas publicaciones impresas y digitales.

20 abril, 2023

I. Introducción

El Presidente López Obrador anunció, en la marcha que tuvo lugar el 27 de noviembre de 2022, que daría a conocer su definición de lo que significa la Cuarta Transformación, en tanto su categorización como una etapa histórica crucial de México. Lo que se pretende –señaló- es contar con una definición más precisa de lo que significa el actual proceso de transformación. Lo que finalmente declaró  es que la Cuarta Transformación se basa en el “Humanismo Mexicano”, lo cual implica que es una síntesis del humanismo como corriente filosófica universal con los valores morales y éticos de los procesos revolucionarios de nuestro país. 

El Presidente, al agregar el término “Mexicano”, quiso enfatizar que el humanismo aquí tiene un carácter patrio, por llamarlo de alguna manera, basándose en nuestras tradiciones nacionales y revolucionarias. Los principios éticos y morales de cada una de nuestras tres transformaciones se han basado en la búsqueda de mayores libertades democráticas, económicas y políticas, en lucha contra los defensores del status quo en cada una de dichas etapas. Analicemos hasta dónde este concepto de “Humanismo Mexicano” (en adelante HM) puede ser útil y válido para categorizar filosófica, histórica y sociológicamente al actual proceso que vivimos en México, para lo cual haré una breve síntesis del desarrollo del Humanismo como corriente filosófica, desde su inicio hasta llegar al momento presente.

II. Humanismo, teología y el inicio de la Modernidad

Empecemos por ubicarnos en la Edad Media en Europa, en la cual el poder de la religión (de forma preponderante la católica) era absoluto. En la Europa feudal, la iglesia, los reyes, los nobles y los señores no sólo poseían las escrituras de propiedad de las mejores tierras, sino también mantenían a sus cultivadores en la servidumbre. Los sacerdotes, mediante la religión, imponían su Ley sobre toda la población, incluyendo a los gobernantes. Las únicas personas que podían estudiar eran precisamente ellos; su formación incluía el estudio de latín y la teología como materias principales. El resto de la población estaba condenada al analfabetismo o al aprendizaje de cuestiones básicas para su vida cotidiana, como la aritmética y la contabilidad. La iglesia católica dominaba las mentes de los hombres sobre la tierra y tenía las llaves para el cielo y la vida eterna (1).

Toda rebelión contra el statu quo adquiría de inmediato un cariz herético, anti-Roma, protestante-reformista. El protestantismo era el credo religioso por excelencia de la revolución democrático burguesa en su estado inicial. El simple hecho de traducir la Biblia al alemán, hizo que Martín Lutero fuera anatemizado y condenado por el Papa. La Biblia únicamente podía ser leída en latín, obviamente por los sacerdotes católicos, que tenían ese monopolio. Los credos y sectas disidentes introdujeron la competencia y la libre empresa en la teología y la vida religiosa, así como los primeros burgueses impulsaron la competencia en lugar de los antiguos monopolios medievales.

Con el inicio del Renacimiento en Italia, que podemos ubicar entre los siglos XV y XVI, y que posteriormente se expandió a todo el continente europeo, tal estado de cosas empezó a cambiar. Los dogmas tradicionales que se basaban en la revelación bíblica y se justificaban filosóficamente con las ideas “innatas”, fueron desafiados y desplazados por una teología simplificada y racionalizada que apelaba a los argumentos naturalistas. El puritanismo hizo surgir al deísmo, la doctrina que considera que Dios es la impersonal primera causa de una naturaleza totalmente sometida a sus leyes. 

El movimiento renacentista, centrado en la cultura y las artes, en un principio, dio origen a lo que hoy conocemos como “humanismo”, que constituyó un cambio de paradigma radical: el centro de la vida ya no se ubicaba en la divinidad, sino en el Hombre, en el ser humano. Los descubrimientos científicos de la nueva era, el retorno a las raíces grecolatinas de la cultura de Occidente, la conquista del Nuevo Mundo, la invención de la imprenta y la fundación de universidades, dieron un fuerte impulso a este profundo cambio económico, político, filosófico y cultural en la Europa feudal. 

Sin embargo, es hasta el siglo XVIII en Francia donde podemos encontrar por primera vez escrita la palabra “humanismo” por algunos autores, señaladamente en los enciclopedistas Denis Diderot y Jean d’ Alambert (2). Otros autores afirman que fue hasta 1808 que el filósofo alemán Friedrich Immanuel Niethammer (1766-1848) escribió por primera vez sobre el humanismo como tal, pues Humanismus ya aparece en el título de uno de sus libros: “Der Streit des Philanthropismus und Humanismus in der Theorie des Erziehungs-Unterrichts unserer Zeit” (3), Friedrich Frommann, Jena 1808 (4).  En cualquier caso, el desplazamiento de Dios por el Hombre (5) se encontrará de ahora en adelante en el centro del universo filosófico. 

De hecho, el siglo XV marca el renacimiento del “platonismo”, en concreto del platonismo cristiano. Con el Concilio de Florencia (1439-1495) y después con la caída de Constantinopla (1453), muchos eruditos orientales se trasladaron a Occidente, trayendo los tesoros de su cultura entre ellos obras desconocidas de Platón motivados por el movimiento cultural de “retornar a las fuentes”, principalmente grecolatinas. Y esto resultó benéfico para la teología,  sobre todo en los casos de Nicolás de Cusa, Marsilio Ficino y Pico della Mirandola, que son las personalidades más importantes del firmamento teológico de lo que muchos historiadores coinciden en llamar “el primer humanismo” (siglo XV). Estos teólogos, inspirándose en Platón,  lograron una profunda renovación de la teología, dando vida a una nueva forma de “platonismo cristiano”. Podría decirse que el humanismo renacentista y la teología, sin ser idénticos, se influyeron mutuamente como escuelas de pensamiento. Así,  aunque los filósofos humanistas no son propiamente teólogos, sí se aprecia en ellos un interés por las cuestiones teológicas, especialmente aquellas que tienen que ver con el ser humano.

Mención aparte merece el pensador conocido universalmente como Erasmo de Rotterdam. Considerado generalmente como el escritor más importante del segundo humanismo renacentista, Desiderius Erasmus von Rotterdam (1469-1536) estaba entre la espada y la pared: para los católicos, era el autor intelectual de la reforma promovida por Martín Lutero, por sus críticas a las devociones de los frailes, mientras que para los luteranos no era más que un teólogo escéptico que no sostenía la verdadera fe. Nunca mostró interés por la teología especulativa, pues además de árida y abstracta le parecía anticuada e inútil,  lejos de los problemas e inquietudes que afectaban a sus contemporáneos; consideraba que los escolásticos se ocupaban de cosas muy elevadas intelectualmente pero “ociosas para la vida y la piedad”. En cambio, se sentía atraído por la teología bíblica (6).

La actividad humana (deseo, necesidad, rebelión, práctica moral, estética religiosa o política) es considerada como un esfuerzo para llenar la distancia entre la existencia (lo “real”, el mal, lo inhumano) y esa esencia (lo “ideal que cada uno lleva en sí”). La nueva sociedad surgida del Renacimiento, impulsada por el creciente dominio de la burguesía como clase, da lugar también a una nueva “conciencia”, que busca desentrañar los misterios de la “naturaleza humana”. Esta nueva filosofía es invariante en Inglaterra con Hume, en Francia con Condillac y Rousseau, en Alemania con Kant. En todas partes, y a pesar de diferencias radicales debidas a las condiciones nacionales de cada una de ellas, encontramos esta misma estructura puesta en práctica: la teología es sustituida por una antropología. La revolución de la burguesía se nos presenta como una emancipación de toda la Humanidad. 

Hay que mantener siempre presente que, a través de la sustitución de Dios por el Hombre, de la teología por la antropología, permanecemos en el mismo nivel de “falsa conciencia”, ya que se trata de fundamentar la dominación de una clase explotadora, aunque ya no se trate de los señores feudales, monarcas y sacerdotes, sino de la burguesía. No caigamos en ese engaño. La conciencia burguesa o pequeño burguesa, en lugar de reconocer la existencia de las clases sociales para trabajar concretamente en su supresión, prefiere abolirlas en su mente, disolviéndolas en la decencia de la abstracción especulativa del “Humanismo”.

Ciertamente, el humanismo ha mostrado poseer diferencias nacionales, pero se convirtió en ideología decisiva en todo lugar donde hubiera una fuerte burguesía mercantil: en Italia; en España, en Alemania, en Francia hasta Francisco I -el último de los reyes renacentistas- en Inglaterra y en Holanda. Pero en todos estos países continuó existiendo el modo de pensar religioso, a menudo dentro del movimiento de las sectas. Renacimiento y humanismo son conceptos históricamente inseparables unos de otros. Por Renacimiento, en sentido amplio, hay que entender entonces la totalidad de los fenómenos sociales de la época del capitalismo comercial.  Leo Kofler nos aclara el punto: “Por ello en el pensamiento del humanismo encontramos todos aquellos caracteres que reconocemos como elementos esenciales de la coordinación social entre el capitalismo comercial y el absolutismo: la racionalidad, la ambivalencia, el individualismo, la idea absoluta del Estado, etc.” (7)

No puedo dejar de mencionar aquí que este gran avance filosófico, el humanismo, dio origen a lo que hoy muchos llaman la “Modernidad”. Enrique Dussel nos advierte: la Modernidad europea no es un mero hecho europeo, sino también un hecho mundial: “…hay una visión eurocéntrica de la Modernidad que la define exclusivamente como un hecho europeo. Por ello, intenta demostrar que su origen está en el Renacimiento italiano, la Reforma luterana alemana, la revolución política inglesa y la Ilustración francesa (…) el origen de la única e inimitable Modernidad fue el resultado de la apertura al océano Atlántico – y a partir de allí al Pacífico (a través de México por el oeste y por el este a través del África al océano Índico)- de Europa. Pero se trataba de una Europa subdesarrollada, periférica, dependiente, bloqueada o sitiada por el muro del mundo árabe-islámico (y al final otomano), que era el centro del continente euroasiático (aunque más allá del Califato de Bagdad, con China y la India como polos productivos económicos y culturales también de dicho continente)” (8). Podríamos afirmar por consiguiente que capitalismo y eurocentrismo son características que acompañan a la Modernidad en todo su proceso de construcción histórica. 

III. “Crear dos, tres, muchos Humanismos”

Un elemento fundamental para la expansión del humanismo primero en Europa y después a todo el mundo sin duda es la invención de la imprenta moderna por Johannes Gutenberg (1400-1468), aunque pueden rastrearse los primeros inventos de imprenta con tipos móviles en la China del siglo XI durante la dinastía Song, así como en Corea, alrededor de 1234. Gutenberg, aproximadamente en el año 1440 o 1445, inventa el prototipo de la imprenta moderna, capaz de hacer a la vez copias de un mismo libro. Sin una difusión masiva de sus obras, difícilmente los teólogos, pensadores y escritores del Renacimiento habrían sido conocidos más allá de los pueblos donde vivían. 

El periodo que va del siglo XVI al XIX vio cómo el humanismo impregnaba en todas partes la producción científica y artística, junto con el creciente estudio de la “Humanidades” en las universidades, y en paralelo al ascenso del capitalismo y del dominio de la nueva clase dominante: primero la burguesía comercial y después industrial, dando paso al liberalismo del siglo XIX. Samir Amin lo resume de esta manera: “(…) el pensamiento accede plenamente a un humanismo universalista que trasciende las mitologías y las especificidades de los pueblos. La moral, el individuo y el alma inmortal constituyen los cimientos de este humanismo. El terreno está entonces preparado para el éxito de las religiones de vocación universalista, el cristianismo y el islam” (9). El humanismo como ideología del ascenso del capitalismo estuvo inspirado por las circunstancias objetivas de la sociedad de esa época. “En la explicación de la eficacia histórica del humanismo adquiere este punto de vista un significado decisivo. En efecto, aunque su producción como ideología tuviese por soporte el interés común de todas las clases antifeudales, la afirmación de la perfecta identidad entre el individualismo burgués y el humanismo acabado como formas de organización social (…) no se puede explicar sólo a partir de aquella comunidad. (…) la burguesía logró encubrir el carácter explotador de la sociedad burguesa en tal medida que pudo atreverse a hablar de la infinita armonía del orden burgués que habría de instaurarse y de la perfecta libertad personal en que se fundaría” (10)

El concepto medieval de que la divinidad está por encima de la Humanidad, permaneció en muchas partes del mundo europeo. El concepto teocéntrico que  dio origen al humanismo teocéntrico, basa toda su moral en la existencia de un Dios determinado que revela lo que es bueno y lo que es malo y, por consiguiente, cómo debe tratarse a los seres humanos. Esta es la base de la teología moderna, que con la llegada del racionalismo y del positivismo “humanista”, no desapareció de la escena, sino que se adaptó a las nuevas condiciones del capitalismo emergente y posteriormente, en el siglo XX, ha dado origen al cristianismo social y a la llamada “teología de la liberación” (11).

El humanismo se desdobló en varias versiones. Como ya vimos, el Renacimiento generó al humanismo antropocéntrico, que excluía todo planteamiento teísta. Como el Hombre, el ser humano es el centro de todo, la naturaleza misma debe ser poseída y controlada por éste. El progreso de la Humanidad es entonces un proceso lineal y ascendente, basado en la razón y en el avance científico. Este humanismo, desde mediados del siglo XX, dio paso al llamado “Nuevo Humanismo”, que considera a la naturaleza no como un medio pasivo sino como una fuerza actuante en interacción con el fenómeno humano. Por consiguiente, el impulso por las mejoras individuales y sociales debe tener en cuenta el impacto humano sobre la naturaleza, cosa que impone limitaciones no solamente morales, sino que debe reflejarse en el sistema legal y en la planificación ecológica. De entonces hasta el actual siglo XXI, esta corriente humanista señala la necesidad de crear sociedades inclusivas para todas las personas, sin distinción de orientación sexual, de género o de etnicidad; es decir, promueve el respeto a las diferentes culturas que están presentes en la sociedad y no guiarse únicamente por códigos de conducta rígidos, sino todo lo contrario: apreciar la espontaneidad y la creatividad en todos los aspectos de la vida. A esta derivación se le llama también “humanismo empírico”, porque exalta la capacidad del individuo para desarrollar su propia vida y destino, rechaza todo tipo de violencia, defiende las formas de vida y los derechos de las minorías, así como la libertad de expresión y creencias (12).

El siglo XIX y el XX han visto el surgimiento de filósofos humanistas que siguen sin ser superados en su universalidad: desde Hegel hasta Heidegger y Sartre, pasando por Karl Marx. Veamos brevemente las nociones básicas de lo que llaman “humanismo existencialista”. El filósofo francés Jean Paul Sartre, en su texto “El existencialismo es un humanismo” (13), que fue una conferencia impartida en el Club Maintenant de París en 1945 –al término de la guerra- ,      primero se defiende de los ataques al existencialismo que cundían por ese entonces, para pasar a definir lo que él entendía por existencialismo, “que es en realidad un humanismo”. El ser humano, para Sartre, sólo existe en la medida en que se inventa a sí mismo. Cuando el ser humano adopta decisiones y tiene que escoger qué hacer, si una cosa u otra, se asume como un reivindicador o como un represor de lo humano, como un hombre libre o como un autómata; al elegir entre distintas posibilidades, está obligado a elegir qué quiere ser: una realización de la libertad o una renuncia a ella. 

Mi bien recordado maestro Bolívar Echeverría expresa de forma clara y precisa en qué consiste el humanismo existencialista de Sartre: “El humanismo de Sartre realza al ser humano entre los demás seres por tres razones. Aparte de la que mencionamos más arriba, que “[en lo que corresponde al modo de ser de lo humano,] la esencia está precedida por la existencia” -es decir, que lo que importa en un ser humano es el hecho de que ejerce la libertad a la que “está condenado”, de que asume o da sentido a las determinaciones que condicionan su vida, y no lo que esas condiciones hacen de él antes o después de ese ejercicio-, Sartre insiste en una segunda razón: el ser humano es “trascendente”, es un ser volcado sobre el mundo para transformarlo, “condenado” a la actividad, responsable de que las cosas marchen por una vía o por otra, de que los objetos del mundo de la vida sigan en el estado en que están o pasen a un estado diferente. La tercera razón del carácter especial del ser humano entre los demás seres está, para Sartre, en su estar “condenados” al engagement (compromiso), en el hecho de que su presencia entre los otros los altera tan esencialmente como la de ellos lo altera a él, de que su actividad despierta y responde siempre reciprocidades, y de que por tanto es responsable no sólo de sí mismo sino también de los otros. “Esta conexión de la trascendencia, en el sentido de superación,… y de la subjetividad, en el sentido de que el hombre no está encerrado en sí mismo sino siempre presente en el universo humano, es lo que llamamos humanismo existencialista” (14).

Con el advenimiento de Karl Marx en la escena filosófica, hubo un cambio definitivo en la forma de interpretar al mundo, pero sobre todo en las vías para transformarlo. Discípulo del gran filósofo G.W.F. Hegel y de Ludwig Feuerbach, Marx desarrolla apoyándose en la dialéctica hegeliana, la imagen del camino por medio del cual la sociedad humana podrá llegar a su perfeccionamiento. El mundo del hombre es la sociedad, que está determinada por las relaciones de producción existentes y de clase social de acuerdo al lugar que se ocupe en la producción material. Lo que podríamos llamar “humanismo marxista” está determinado por lo que Marx entendía esencialmente de la siguiente manera: el hombre debe ser siempre un fin en sí mismo y nunca un medio para alcanzar un fin. Marx amplía este concepto kantiano afirmando que la esencia humana del hombre nunca debe convertirse en medio para la existencia individual (15). “La humanidad en el hombre, dice Marx, no debe convertirse siquiera en medio para su existencia individual; mucho menos podría considerarse, pues, un medio para el Estado, la clase o la Nación. El contraste entre la visión de Marx y el totalitarismo comunista no podría expresarse más radicalmente” (16).

De aquí se desprenden algunos temas muy importantes, ligados a los conceptos de humanismo hasta aquí considerados. Por un lado, tenemos que considerar si es pertinente el humanismo marxista como un nuevo ethos que se basa en un humanismo profundo, que rompe con todos los “humanismos” previos, o bien podemos reflexionar en cuál es su significado actual, en el siglo XXI, una vez superado el romanticismo revolucionario desencadenado desde el siglo XIX, su fracaso en el “socialismo real” del siglo XX (una caricatura del marxismo) y analizar la capacidad de construir un nuevo concepto de revolución que recoja todas las experiencias sufridas y combatir, desde un nuevo ángulo, el abandono del humanismo en la sociedad actual. 

IV. El “Humanismo Mexicano” como categoría histórica

El concepto mismo de un humanismo adscrito a una nacionalidad determinada es un contra sentido. El humanismo, como hemos visto, hace referencia a determinadas visiones filosóficas hacia el “Hombre”, hacia el “Ser humano”, sin importar la nacionalidad. Las diversas corrientes filosóficas, desde el origen mismo del humanismo, tienen una visión universal. Hasta ahora, desconozco si algún filósofo, político o historiador de otro país haya mencionado un “humanismo alemán”, un “humanismo paraguayo” o de un “humanismo chino”. Sin embargo, sí existen antecedentes en México de intentos parecidos. Sobre el humanismo mexicano (HM), un autor, Mauricio Beuchot, incluso afirma lo siguiente: 

“Pero, como ya hemos visto, no hay un solo humanismo. Hay varios según las diversas culturas, pero tienen puntos en común, y habrá que partir de ellos para construir ese humanismo que se desea, que se espera. Por eso hablamos aquí de un humanismo analógico, esto es, que dé cabida a diversas aspiraciones, aspiraciones legítimas, que configuran la imagen de la felicidad, la cual no siempre es la misma para todos, la idea de buena vida o de vida buena. Pero se puede edificar algo en lo que todos lleguen a algunos consensos, y avanzar. Habrá diversos humanismos según lo que se propongan alcanzar como felicidad, como vida buena, según el modelo de hombre con el que laboren. Libertad, realización, dignidad, es lo que deseamos para el ser humano, es lo que pensamos como contenido esencial y básico de un humanismo, del humanismo por venir, por hacer. Es el ejemplo que recibimos del humanismo mexicano, analógico, en el que confluyen varias culturas, pero llegan a construir una base común” (17).

De acuerdo a lo anterior, podríamos incluso remontarnos a la época colonial y considerar a Vasco de Quiroga, y Bartolomé de las Casas como precursores o fundadores del HM, así como a otros doctos sacerdotes que trajeron a la Nueva España el estudio de las lenguas grecolatinas y de las Humanidades. Uno de los más destacados fue Carlos de Sigüenza y Góngora, quien trabajó para la Real y Pontificia Universidad, de la Compañía de Jesús, luego expulsado de ella.

Cuando el Presidente AMLO caracterizó a la Cuarta Transformación como basada en el HM, hizo referencia a una síntesis de pensamiento y acción que toma forma en un conjunto de principios irrenunciables, como la defensa de la soberanía y la independencia nacionales. También, por supuesto, a las grandes gestas de las tres grandes transformaciones anteriores de México y a las luchas permanentes del pueblo mexicano por la justicia, por la no discriminación, contra el racismo, la distribución equitativa de la riqueza, y el respeto irrestricto a los derechos humanos. 

Considero que el llamado HM debería de estar fundamentado, ahora en el siglo XXI, en lo siguiente: en el objetivo de terminar con el neoliberalismo en todas sus facetas: económico, político e ideológico. El neoliberalismo es la fase más salvaje del capitalismo, por lo que, en última instancia, habría que llamar a la lucha contra el neoliberalismo como lo que es: una lucha anticapitalista. La Cuarta Transformación, como correctamente lo señala el Presidente AMLO, deberá buscar que se logre “el equilibrio entre lo material y lo espiritual: procurar que a nadie le falte lo indispensable para la sobrevivencia y cultivar los mejores sentimientos y actitudes hacia nuestros semejantes” (18).

Este humanismo profundo coincide con el humanismo profundo de Marx: buscar el bienestar y la felicidad del Hombre, del Ser Humano. Tal objetivo no es solamente mexicano, es el de la Humanidad entera. En tal sentido, el Humanismo Mexicano es una entelequia, no existe. Le pertenece al mundo. 

Notas

(1) Resulta muy recomendable la lectura de la novela del escritor alemán Gisbert Haefs, “La venganza del emperador” (Fondo de Cultura Económica, México, 2020), en el cual relata las terribles condiciones de los campesinos de la región del Rin en 1520. 

(2) Blom, Philipp. “Encyclopédie. El triunfo de la razón en tiempos irracionales”. Anagrama, Barcelona, 2007.

(3) “La controversia del filantropismo y el humanismo en la teoría de la educación de nuestro tiempo”. Hasta donde he podido averiguar, no existe edición en castellano de esta obra. 

(4) Ferrater Mora, José. “Diccionario de Filosofía”. Alianza Editorial, Madrid, 1979.

(5) Uso el término “Hombre” para respetar la etimología de la palabra “Humanismo”. Hoy en día se escribe “Ser Humano” o “Persona”.

(6) Rotterdam, Erasmus von. “The colloquies of Desiderius Erasmus concerning men, manners and things”. Traducción del Rev. E. Johnson. Gibbings & Company, Limited, London. 1900. Rice University, Fondren Online Library. 

(7) Kofler, Leo. “Contribución a la Historia de la Sociedad Burguesa”. Amorrortu Editores, Argentina, 1971. Pág. 131.

(8) Dussel, Enrique. “Siete Ensayos de Filosofía de la Liberación”. Editorial Trotta, Madrid, 2020. Pág. 29. Los subrayados son del autor. 

(9) Amin, Samir. “El Eurocentrismo. Crítica de una ideología”. Editorial Siglo XXI, México 1989. Pág. 43.

(10) Kofler, Leo. Op. Cit., pág. 455.

(11) Editorial Grudemi (2019). “Teocentrismo”. Recuperado de Enciclopedia de Historia (https://enciclopediadehistoria.com/teocentrismo/). Última actualización: septiembre 2020.

(12) Reale, G y Antirseri, D. “Historia de la filosofía II. Del Humanismo a Kant”. Ed. Herder. 2010

(13)https://web.archive.org/web/20120216034747/https://www.uruguaypiensa.org.uy/imgnoticias/766.pdf

(14) https://bolivare.unam.mx/ensayos/el_humanismo_del_existencialismo

(15) Fromm, Erich. “Marx y su concepto del hombre”. Fondo de Cultura Económica, México 2019. 

(16) Fromm, Erich. Op. Cit., pág. 74. Por “totalitarismo comunista”, Fromm se refiere al estalinismo prevaleciente en la Unión Soviética y los países de Europa del Este, el mal llamado “socialismo real”. 

(17) Beuchot, Mauricio. “El humanismo mexicano como humanismo analógico” En: https://ru.ffyl.unam.mx/bitstream/handle/10391/851/08Theoria_19_Beuchot_-79-88.pdf?sequence=1&isAllowed=y(18) López Obrador, Andrés Manuel. “Economía Moral”. Ed, Planeta, México, 2019. Pág. 173.

Una respuesta

  1. Me parece muy importante la difusión de está información para poder guiar nuestro actuar politico de manera màs clara. Gracias!

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