ISSN : 2992-7099

Dolor trashumante: Experiencias migrantes durante la pandemia

Rubén Montes de Oca

Rubén Montes de Oca

Maestro en antropología social, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Ciudad de México.

29 marzo, 2022

Luis Gabriel Flores, originario de Xochimilco, Ciudad de México, es un jornalero y activista que en 2015 se inscribió al Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales (PTAT), el cual establece —de manera intergubernamental— contratos de trabajo entre granjas de Canadá y jornaleros mexicanos. El PTAT comenzó a operar en 1974 con 203 agricultores mexicanos, pero desde hace más de una década mantiene un promedio superior a los 20 mil empleados por año. Asimismo, es considerado como un programa modelo por el gobierno mexicano.

Sin embargo, durante los primeros meses de la pandemia de Covid-19 en 2020, las condiciones sanitarias en el contexto laboral demostraron la insuficiencia de los equipos de protección e higiene; mientras que, en la vida doméstica, los trabajadores vivían en estrechas barracas, hacinamiento que propició una rápida propagación del virus. En la primavera de ese año, tres jornaleros mexicanos fallecieron a causa de complicaciones derivadas de la enfermedad. Uno de ellos, Juan López Chaparro, era compañero de habitación de Luis Gabriel Flores en la granja de producción Scottlynn, Ontario. Instado por este hecho, expresó su inconformidad a los dueños y capataces por las condiciones domésticas y laborales; en consecuencia, fue despedido de su cargo.

A propósito del ciclo de trabajo temporal 2022 del PTAT que dio inicio en enero, este es un llamado para poner de relieve las diversas consecuencias sociales de la pandemia en los centros de trabajo intensivo a cielo abierto. Tales no sólo muestran la indolencia Estatal frente a los trabajadores esenciales, sino que abonan evidencia que constata lo que se considera una precarización de las ocupaciones laborales. Esclavización moderna bien entrado el siglo XXI, cuyas repercusiones en la salud se expresan en términos físicos y mentales. En esta entrevista, Luis Gabriel Flores relata cómo fue su experiencia laboral como mexicano en Canadá durante la contingencia de la pandemia por Covid-19.

Gabriel, me puedes contar ¿cómo fue tu arribo a Canadá en el marco de la pandemia?

Desde que salimos del aeropuerto, la Secretaría del Trabajo nos dio un pequeño kit con cubrebocas, gel antibacterial y guantes de látex, pero era mínimo: como tres pares de cada uno y el gel era de los más pequeñitos, lo mínimo. Cuando llegamos a la “farma” (granja) no nos dieron eso, pero nos dieron orientación e indicaciones sobre Covid-19 y lo que estaba pasando: las restricciones y el distanciamiento. Aunque, realmente, ya en el trabajo no les hicieron tanto caso a las indicaciones porque nos juntaban con compañeros de otras casas, no había distanciamientos, no había protección, no usábamos guantes, mucho menos gel antibacterial. En el campo era igual, porque el plantío tiene químicos y no había forma de llevar agua o la poca que llevas es para beber, entonces no tienes cómo lavarte las manos, teníamos que adaptarnos a lo que teníamos [silencio].

La gente se empezó a enfermar de gripe, de resfriados, y ellos decían que era algo común y eso me molestó mucho porque les mencioné que se dieran cuenta que la gente estaba enfermando. Pero decían que no me preocupara que así era todos los años, que la gente se enferma de gripe y era algo normal. Para ellos era normal que la gente se enfermara.

¿De qué modo les ayudó el gobierno canadiense a solventar esta situación? 

Bueno, las colchonetas que teníamos ya estaban muy viejas y desgastadas, entonces lo que hicieron fue darnos un edredón nuevo, una colcha y almohadas nuevas, incluso nos dieron toallas para el cuerpo y para las manos. También limpiaron los baños y le dieron una limpieza general a toda la casa, en los fregaderos pusieron gel antibacterial. Pero la cocina seguía con los sartenes percudidos y con bastante sarro. Todo eso lo expuse cuando me entrevistó un periódico y lo di a conocer con fotos. 

Tenías que adaptarte, pero no de esa forma, me sentía como si fuera un animal [silencio]. Platicando con personal de salud en donde yo me encontraba, me dijeron que el gobierno de Canadá pone a personal para supervisar las áreas de los trabajadores dentro de las áreas [de trabajo]. Ellos perciben un sueldo para ir a supervisar las casas y las condiciones y recuerdo que fueron como en dos ocasiones, pero supuestamente le dieron el visto bueno. En otra ocasión los retamos para que ellos vivieran una semana, nada más, así como nosotros. 

¿Cómo era vivir en esa granja?

El trabajo ahí era en exceso. No teníamos descansos. Trabajábamos desde las seis de la mañana hasta las 11 o 12 de la noche. En el campo era de seis a seis cortando espárragos y de ahí nos mandaban a la empacadora casi hasta medianoche, dependiendo. Era muy excesivo el trabajo, la verdad ya estábamos cansados. Las condiciones de la vivienda no eran adecuadas, vivíamos en literas que estaban en mal estado. Eran cuartos muy pequeños, como de tres por tres. Compartíamos una cocina entre 12 y 13 personas. Los baños eran comunitarios, como para 60, era muy poco el espacio para tantas personas y eso hacía que hubiera muchos roces entre los compañeros porque muchos ya se querían bañar o querían pasar al baño y tenías que esperarte y ya era la hora de salida. Siempre había bastantes roces, que, porque uno ya quería cocinar y la otra persona no acababa. Era un ambiente muy pesado ahí. Era muy poco el espacio que teníamos y éramos muchos. Esto hizo que la gente se empezara a enfermar, de repente la gente se empezó a sentir mal, empezaron con síntomas de gripe, dolores de cuerpo y así. 

¿Cómo fueron los hechos que llevaron a tu despido de la granja?

Estábamos saliendo del empaque cuando llegó el encargado y el capataz y nos dijeron que había una mala noticia: al otro día no íbamos a trabajar porque [un compañero de trabajo] había dado positivo a Covid-19 y nos iban a checar a todos. Entonces no trabajamos al otro día y estuvimos otros dos días parados sin trabajar. Llegaron a hacernos unas pruebas y a los tres días que entregaron resultados dimos positivo 199 trabajadores de 240. Los casos se iban agravando, la gente iba teniendo más síntomas. A mí me tocó compartir con Juan López Chaparro el departamento y él ya había estado enfermo desde días antes que nos hicieran la prueba. Él nos pedía apoyo tanto a nosotros los compañeros como al encargado, decía que se sentía mal, que lo llevaran al hospital, pero lo único que hacían era darle medicamento. Se fue agravando la situación, porque cuando nos metieron a cuarentena ya no supimos nada de él. Cumplimos la cuarentena y regresamos a la farma, y al tercer día de trabajo nos dieron la noticia de que mi compañero Juan López Chaparro había fallecido de Covid. La noticia nos impactó bastante porque nos desaparecimos totalmente cuando entramos a cuarentena. Cuando iba a comer o regresaba a la casa le preguntaba cómo se sentía; él mostraba síntomas, le dolía el cuerpo, tenía mucho escalofrío y no podía respirar bien. Entonces yo trataba de apoyarlo y de motivarlo: «échale ganas, paisa, no te preocupes vas a estar bien», bueno eso era entre todas las personas del departamento. Pero no dependía de nosotros. Al caer la noticia a los compañeros que nos juntábamos —éramos como siete personas—, nos causó bastante impacto. Fue el 20 de junio de 2020 como a las 11 de la noche cuando nos dieron la noticia. Nos dieron el motivo por el cual él falleció y [preguntaron] si teníamos alguna duda o pregunta. Como siempre he sido así, nunca me gusta quedarme callado, pedí hacer unas preguntas: que por qué pasó eso, que pudieron haber hecho algo más por mi compañero —y es que dependemos mucho de ellos [empleadores] para llevarnos al médico cuando un compañero se siente mal—, y cosas así, sobre cómo iban a proteger nuestra salud. En eso se me enfrenta el capataz y me dice que por qué me preocupo, que por qué hago ese tipo de preguntas y que yo debo preocuparme por mí y no por mis compañeros. Pero si yo caigo enfermo y nadie habla por mí, entonces me va a pasar lo mismo, ¿de qué se trata? Les dije que ellos pudieron haber hecho algo más por él; lo aceptó, pero dijo que tampoco dependía de él. Después le dije que al otro día no iba a trabajar yo [ni] el grupo de personas con el que convivía porque nos sentíamos mal por el fallecimiento de mi compañero, porque compartíamos mucho con él. Nos dijo que estaba bien, que tomáramos el día.

Al otro día temprano, como a las siete de la mañana uno de mis compañeros fue a preguntarme que si no iba a ir a trabajar y le dije que no, porque el capataz nos había autorizado el día, pero me dijo que acababa de hablar con él y que a quien no fuera a trabajar lo iba a descansar tres días. Le digo bueno, está bien, porque la verdad no me sentía cómodo, entonces opté por no ir.

Como a eso de las 11 de la mañana, llegó el patrón, en este caso el empleador, directamente en contra de mí y me mostró una serie de videos que estuvieron circulando en los medios sobre nuestras condiciones [laborales], porque un compañero se atrevió a hablar a los medios. Entonces me mostró el video diciendo que esa persona era yo, no se distinguía porque esta persona tenía cubrebocas y una gorra, de cierta forma tampoco se distinguía su físico. Pero él aseguraba que esa persona era yo, porque yo había alzado la voz un día antes; le dije varias veces que no era yo, pero él siguió insistiendo. Después de eso volvió el capataz diciéndome que el empleador seguía con lo mismo, que era yo y que ya los había metido en muchos problemas, me inventaron que hacía otras cosas saliendo de madrugada y que ya no me querían ver ahí.

Para esto, sí había denunciado la situación que ahí vivíamos, pero no de esa forma. La persona que había contratado la ambulancia desde que estuvimos en cuarentena me llamó para ver si yo quería dar una entrevista y le había dicho que sí, pero de manera anónima porque no quería problemas, quería expresar mi desacuerdo con todo lo que estaba pasando. Y así quedó, fue anónima y nunca dijeron mi nombre. Entonces yo ya conocía de cierta forma a la organización que me apoyó. Ese día era día del padre y me marcaron por teléfono para felicitarme: no pues que cómo estás y que el día del padre y todo eso, y yo «pues bien, gracias, pero te tengo una mala noticia, me acaban de despedir y me van a mandar para México el lunes en la madrugada porque pasó esto y esto —lo mismo que ya platiqué». La organización me preguntó que qué quería hacer yo, que si me quería ir. Les dije que yo pedía mucho el trabajo, pero ya no podía hacer nada, ya habían tomado la decisión y ya no podía hacer nada. Entonces me dijeron que si quería salirme ellos me podían apoyar. La verdad no quería salirme de la granja, pero dieron apoyo y me dijeron que pensarían qué situación se podría hacer porque eso se tenía que ir a la corte, era una demanda por despido injustificado y así fue como inició el proceso. Ahora lo resumí un poco, pero pasaron muchas cosas más. Es un tema muy fuerte, pero así fue. 

Entonces salí de la granja y una familia canadiense me dió asilo, viví con ellos prácticamente todo el proceso. Pues hice la demanda y el abogado que tenía a cargo siempre me orientaba, platicaba conmigo, esto lo puedes decir, esto no y así. Como fue un caso muy relevante porque lo dio a conocer a los medios, de cierta forma aceleró el proceso y en noviembre se decretó el fallo a favor mío.

¿En qué pensabas cuando te enfermaste de Covid?

Como todos, nadie espera que se fuera a enfermar, pues la enfermedad era nueva prácticamente; caes en pánico porque no sabes qué pueda pasar ni qué reacción tenga tu cuerpo. La gente se empezó a enfermar y recuerdo que se pusieron muy mal como cinco o seis personas y fueron a parar al hospital, tal como el caso de Juan López Chaparro que falleció. Otras personas quedaron en aislamiento, incluso una persona allegada a los encargados seguía en tratamiento cuando había terminado la temporada. Realmente todos teníamos miedo, estábamos preocupados porque no sabíamos cómo íbamos a reaccionar. Y sí te cambia la vida, porque nuestras familias dependen de nosotros. Imagina qué pasaría si tu familia se enterara que no estás trabajando porque te sientes mal o estás en el hospital, no sabes qué sufrimiento le puedes causar a tu familia. Fue una situación muy difícil por la que no pensé pasar. Anteriormente me preocupaba mucho por el dinero, después de que me pasó esto empecé a preocuparme más por mí, por mi cuerpo y por mi salud; a mí no me importaba si trabajaba en exceso o no, realmente yo iba por eso, por el dinero: entre más trabajara para mí era mejor [silencio]. Es cuando valoras o empiezas a tener consciencia sobre tu trabajo y cuenta mucho el que uno esté bien para poder rendir en el trabajo.

¿Cómo era tu rutina de trabajo?

El horario normal comenzaba a las seis de la mañana. Yo tenía que levantarme a las cinco para empezar a preparar mis cosas, asearme, lavarme la cara, los dientes. Después preparar mi comida que era un par de sándwiches, una fruta y agua, aunque también algunos alimentos chatarra como alguna fritura. A veces algún refresco para tener calorías porque el trabajo es muy excesivo y de repente tu cuerpo necesita eso, algo con cafeína o algo para que te motive otra vez. Aunque eso no te nutra, pero bueno, simplemente es para levantar el ánimo otra vez. Prácticamente eso me duraba para el desayuno y mi comida y hasta que llegaba a la casa… trabajaba de seis de la mañana hasta casi medianoche porque me mandaban al empaquetado todavía. Así que llegábamos ahí a medio comer un huevo o algo rapidísimo y te bañabas otra vez y a dormir. Prácticamente era así todos los días.

¿Cómo era la relación de tu cuerpo con tu trabajo?

Muchas veces te tienes que poner la idea de no sentir el dolor. Yo no recurrí a las drogas, aunque sí a la cerveza y a las pastillas para el dolor, pero ahí era mentalizarte que no existía el dolor. Ahora yo lo puedo percibir, mi cuerpo ya no es el mismo que cuando fui en las primeras temporadas, pues como dice el dicho «el tiempo no pasa en balde» y, aunque no estoy muy grande, siento que he sobreexplotado mi cuerpo. Tampoco le había dado el interés a sentirme físicamente mejor. Aún puedo percibir el dolor en partes de mi cuerpo cuando me excedo en el trabajo; quedas demasiado marcado en cada área que te desempeñes. Un ejemplo claro fue cuando fui a [la pisca de] la fresa, fue el hecho de estar prácticamente todo el tiempo de rodillas o en cuclillas… te va desgastando los cartílagos y ahora cuando hace frio o me excedo en el trabajo desde esa posición puedo percibir el dolor todavía en mi cuerpo.

Ahora me he estado checando en el médico, pero las condiciones ya no son las mismas que cuando empecé a ir. Totalmente vas cambiando. Al final ya no soporté las condiciones, pero el hecho de que uno quiera generar más dinero, eso no se recompensa porque muchas veces quedas peor de lo que estabas, pues no hay garantías y no tienes los mismos derechos que un canadiense, como una buena pensión o un buen sistema de salud. Ahora que ya deserté del Programa, de qué me sirve haber ido por tantos años si esos beneficios se acaban en el momento en que tú dejas de trabajar con ese sistema de la Secretaría del Trabajo. Finalmente, el problema se lo dejan al gobierno de México, porque saben que al seguir migrando la gente regresa enferma sin saber que se enfermaron allá. 

¿Estando en Canadá te sentiste deprimido?

Sí, varias veces he sentido que he caído en depresión, como el año pasado cuando estuve en el proceso porque yo no sabía qué iba a pasar conmigo. Estaba consciente de lo que estaba haciendo y las personas que me estaban apoyando me motivaban día con día y me escuchaban, pero sí hubo un momento que caí en depresión, caí en ansiedad. Pero en el momento en que decidí involucrarme en esto, era para dar a conocer lo que estaba pasando. (…) Por eso me atreví a alzar la voz [para] que la gente nos pusiera más atención.

Y, bueno, sobre ese tema, existía demasiada depresión entre los trabajadores desde antes de la pandemia. Y qué hacemos los trabajadores, pues muchas veces recurrimos al alcohol o en otros casos a la drogadicción. Muchas personas que yo conocí, se fumaban un churro de marihuana, e igual las personas que del diario se tomaban dos o tres cervezas y, cuando había oportunidad de tomar pues en exceso. Yo también lo llegué a hacer así. Caes en depresión, caes en estrés. Yo creo que se dio luz sobre todos estos temas a base de la pandemia, pero esto ya existía desde antes. Esa era una salida para nosotros los trabajadores porque no había otra forma de cómo liberarte de tanta presión, como dejar a tu familia sola. Muchas personas siguen yendo, pero hay demasiada desunión familiar, hay muchos [trabajadores] que están separados de sus esposas, hay de todo un poco

Pese a las condiciones que experimentaste, ¿pensarías en volver a Canadá?

Ahora por la pandemia todos los países están mal, pero sí me gustaría intentar volver a Canadá. Antes iba con el sueño del sustento para mi familia, ahora para mí ya es diferente. O sea, sí del sustento, pero como conviví con mucha gente, me quedé con esa idea de conocer más. Ya sea en otras organizaciones, pero me estoy involucrando, de seguir adentro para apoyar a los trabajadores migrantes de cierta forma. Digamos, tomarlo como un activismo, ese es el criterio para mí. 

Sería mezclar el trabajo con el activismo. Porque ahora descubrí una parte que desconocía de mí. Yo era como los demás compañeros, no quería meterme en problemas, pero así se dieron las cosas. Igual eso no depende de mí, pero de cierta forma sí sé que puedo hacer algo por lo que me atreví a hacer. 

¿Cómo ves las cosas actualmente por allá?

Allá realmente no les preocupamos, no les preocupa nuestra salud, les interesan sus productos y enriquecerse todavía un poquito más. Nos ocupan como si fuéramos desechables. Cuando tú les sirves te tienen ahí y cuando no, simplemente te regresan a tu país y vuelven a contratar a otra persona. Realmente no tenemos una garantía, ni tenemos seguro el trabajo. 

Hay mucha gente que ha estado cambiando su forma de pensar y todo eso, pero aun falta mucho por hacer. Las organizaciones se han encargado de difundir eso, que somos seres humanos, que somos iguales que los demás: también sentimos, también lloramos, también nos cansamos. Deberían garantizar nuestra salud y también nuestros derechos como seres humanos que somos.

Desde que salimos de México dependemos mucho de la Secretaría del Trabajo, pero como el empleador es el que está pagando, dependemos básicamente de él. De cierta forma es una esclavitud moderna porque si enfermas —porque si ellos no lo autorizan no te llevan al médico— te tienes que aguantar hasta que ellos tengan tiempo, hasta que ellos quieran. Es lo mismo, pero más moderno todavía.

Desde el hecho de que esta persona esté pagando por ti, para que tú vayas a trabajar a su país, desde ese punto, él es dueño de ti. Eso es esclavitud moderna, tal vez modificada, pero sigue siendo esclavitud

¿Cuál sería una diferencia entre el PTAT y otros empleos?

 La verdad desconozco los acuerdos que hayan llegado los gobiernos, pero sí te puedo decir que el contrato del PTAT no nos favorece en nada, en nada. Se supone que cuando te vas de aquí ya cuentas con un seguro médico y un seguro de vida por si te llega a pasar algo. Pero la realidad cuando estás allá es otra. Como dependes del empleador, si uno enferma tiene que avisarle y si él tiene tiempo te lleva, si no te deja o simplemente te da unas pastillas. Cuando tienes un accidente igual, llega el seguro y lo primero que te preguntan es si traías el equipo de protección. Pero muchas veces no se nos brinda. Yo desconocía que si no traes el equipo de protección no te pueden obligar a trabajar. Pero eso es algo que uno desconoce, lo que uno quiere es trabajar allá, tú lo haces, no te importa si lo tienes o no lo tienes. Si te pasa algo ya no depende de ti, depende mucho del empleador, pero si no te da el equipo igual lo tienes que hacer porque dependes del trabajo o más que nada del ingreso que te da el trabajo. Entonces el seguro no se hace cargo. Me ha tocado ver a compañeros que el seguro no los cubrió en accidentes porque no traían el equipo de protección. Entonces tampoco hay garantías de que estés asegurado.

El hecho de que el Programa sea temporal, ¿crees que les beneficia o les perjudica?

De cierta forma dependemos mucho de la Secretaría del Trabajo para hacer ese tipo de trabajo. Eso es lo único que yo podría agradecer, pero de ahí en fuera a nosotros, como trabajadores, ellos [los empleadores] nos catalogan con una puntuación a nosotros, se refieren a uno como «bueno», «malo», «muy bueno», eso les da la facilidad de saber y decir «no quiero que venga a trabajar aquí, búscame a otra persona». El problema está en que la Secretaría también tendría que brindarnos esa información de parte de los empleadores o las farmas, sobre cuáles son las buenas y cuáles son las malas para que la gente no siga cayendo en lo mismo. Porque uno cuando va, lo hace al azar, o sea no te dicen para cuál farma vas, ya sea si es mala o tiene mala reputación o que hayan pasado muchos accidentes, nunca te dan información de parte de las farmas. Ese es un punto malo para nosotros porque de por sí vamos con los ojos cerrados y, todavía, al enfrentarte a situaciones difíciles allá, se complica más la situación.

Cuando convivían en la comunidad, ¿notaste algún trato diferente hacia ustedes?

Sí, porque por el hecho de ser mexicano o trabajador agrícola ya nos distinguen. La gente se toma su distancia o igual te ven raro, te hacen sentir incómodo. Ahorita con eso de la pandemia se agravó un poco más. Por eso entrábamos a las siete de la mañana a la tienda [de víveres], porque en ese horario abrían para nosotros los trabajadores. Cuando estábamos dentro de la tienda no podían entrar canadienses u otras personas, únicamente trabajadores migrantes. Eso igual se puede tomar como discriminación porque pareciera que nosotros éramos los que estábamos contagiados. 

La gente que trabaja en el PTAT no tiene educación, digamos que de cierta forma solo tiene el nivel básico de estudios y como no sabemos el idioma [inglés], nos cuesta trabajo hacernos entender con la gente. Muchas veces se molestaban con nosotros porque no nos entendían y nosotros tampoco les entendíamos a ellos, entonces ahí también sentíamos esa discriminación porque nos hacían caras. 

También nos encontramos personas que son muy bondadosas, te los encuentras en la calle y te saludan. Es gente que sí reconoce tu trabajo. Pero están esos que ves en la calle y te miran de arriba a abajo y te ven con mala cara, a lo mejor piensan que les vamos a “pegar algo” [contagiar]… [risas].

¿Qué era lo que contenía su canasta básica?

Galletas, papas, chocolates, caramelos; también fruta porque a mí me gusta consumir mucho plátano y era básico, casi del diario; también había leche y café. Yo trataba de hacer mi alimentación un poquito balanceada pero no era la correcta porque no me daba suficiente tiempo para cocinar. Usaba lo más práctico que en este caso era huevo, salchichas, jamón, carne tal vez, un poco de pescado, lechuga, pepino, jitomate; pero el tiempo no alcanza para más. Otra cosa práctica eran los alimentos enlatados. Algo que te dé la oportunidad de comer rápido y de vuelta a dormir porque había veces en los que no se sentía la noche: así como te dormías, despiertas, y otra vez para arriba. Eso prácticamente era de domingo a domingo, tal vez porque el trabajo lo exige, aunque en otros lados descansábamos el domingo, pero en este no, era muy excesivo. Yo estoy consciente de que la cosecha de espárrago es así, porque uno lo corta y el día de mañana ya tiene más y no se puede dejar porque si se pasa se echa a perder.

Después de que regresamos de la cuarentena, sí trataron de darnos un día de descanso. Por lo menos ese día te alcanzaba para hacer un guisadito extra, pero eso fue hasta después de que salió el brote y de que la empresa ya estaba en el ojo de los noticieros, ya se sentían más vigilados y empezaron a cambiar su forma de trabajo, pero eso fue hasta después. Si no hubiera pasado eso no se hubieran dado cuenta de nuestra situación. Pero el Consulado sí lo sabía, porque a un grupo que formamos, después de hablarlo con ellos nos dijeron que iban a hacer algo, supuestamente. Pero totalmente nada más eran palabras porque nunca vimos que hubiera un cambio.

¿Por qué consideras que más trabajadores no alzan la voz?

Ahora han ocasionado meterle miedo a la gente, miedo a hablar y alzar la voz porque automáticamente te deportan. Quizá yo no, pero hay otros trabajadores que en sus comunidades no tienen cómo emplearse, siguen yendo porque aquí no hay trabajo; no hay una forma para superarse. La gente acepta esas condiciones para seguir teniendo trabajo, hasta humillaciones con tal de seguir manteniendo su trabajo a la vez te encuentras personas que no son conscientes como yo en su momento, que sólo les interesa generar riqueza. Aquí juega un papel muy importante el dinero, yo sé que es esencial para vivir en esta época, pero le hemos dado más sentido a eso a preocuparnos por ser felices realmente y convivir con nuestra familia, por vivir mejor con ellos. Hace falta crear conciencia, pero eso no depende de mí, sino de cada persona. La vida no se trata solo de dinero, la vida no se basa en eso. 

Es un tema que seguirá pasando porque [los países del norte] ya sobreexplotaron a los países pobres y no se cansan de eso, sino que están explotando a su gente [silencio]. Es una de las razones por las que se sigue migrando, porque ya no hay forma. Yo que me dedico al campo y también se han sobreexplotado los recursos naturales en México por el cambio climático que a todos nos está perjudicando [silencio]. Es un tema que mí no me corresponde hablar, pero me gusta involucrarme porque son las consecuencias de lo que ellos ocasionaron prácticamente.

De no haber sucedido la pandemia, ¿crees que tu vida seguiría igual que antes?

Yo soy una persona consciente que siempre me ha gustado apoyar, por eso: por el hecho de haber rebasado las barreras y de exponerme, de no dejarme; siempre ha sido así, pero no era conciente de los actos que yo hacía. Ahora te puedo decir que ya soy más conciente y trato de ya no cometer los mismos errores. Sí, he cambiado bastante, he cambiado bastante a la gente. Pero sigue habiendo bastante individualismo de la gente, eso lo puedo percibir hasta aquí en mi pueblo que la gente todo lo ve como una competencia, que si tienes una casa bonita eres mejor, que si tienes una carrera o una licenciatura ya eres mejor; o sea, tienen el individualismo todavía. Son pocas las personas que han cambiado su forma de pensar y su forma de ser, yo soy una de esas personas y antes sólo pensaba en mí y en mi familia que en otra gente. Ahora es algo muy diferente porque si puedo apoyar apoyo, si se da la oportunidad de poder defender lo hago. Antes no lo hacía por temor, por no meterme en problemas, era más tímido, más miedoso. Ahora enfrento las secuencias de los actos y sé que tengo que enfrentar las consecuencias y no me importa con tal de defender a otras personas.

¿Hay algún mensaje que quieras dar sobre el tema?

El mayor problema es estar pensando que el dinero va a solucionar todos los problemas, creo que el día que dejemos de pensar en eso vamos a cambiar totalmente. Como decía una compañera, con que tengamos lo primordial de la tierra sin abusar de ella. Hay mucha ambición por el hecho de pensar que solo porque una persona tiene una casa bonita o tiene un carro lujoso, pero eso no se va a poder, nunca te puedes comparar nunca con alguien. Si eso lo tienes o se te da es otra cosa, pero lo primordial es ser feliz, estar bien de salud, convivir con tu familia, disfrutar día a día como si fuera el último. Ya no estamos como antes para pensar en el futuro, ahora se vive al día, porque realmente no sabemos qué nos pueda pasar el día de mañana. 

Pero algo que he expuesto desde el grupo con el que trabajé en Canadá es que una forma de revertir todo lo que pasa con los migrantes es que se les dé la oportunidad de vivir donde quieran, esto mediante la residencia permanente. Que se les dé esa oportunidad para que de esa forma sepan valorar el trabajo de los migrantes. Supuestamente para ellos somos esenciales, así nos consideran como trabajadores esenciales, pero realmente no tenemos los mismos beneficios. Esto más que de dinero, se trata de crear conciencia, la gente tiene que empezar a cambiar de pensamiento, ese día se van a solucionar muchos problemas.

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