ISSN : 2992-7099

De la caída de Tenochtitlán y la solicitud de disculpas a los pueblos originarios, a la luz de las Tesis sobre la historia de Walter Benjamin

Gabriel Martínez Saldívar

Gabriel Martínez Saldívar

Gabriel Martínez Saldívar es licenciado en letras modernas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y maestro en teoría critica y teoría cultural por la Universidad de Leeds en Inglaterra. Ha publicado en Orinoco Tribune, donde también es colaborador, y recientemente en Monthly Review de manera conjunta. Sus intereses son el marxismo y la teoría crítica, desde una perspectiva antiimperialista y de descolonización.

2 agosto, 2021

El pasado nos habla de cosas que interesan al futuro.
Eduardo Galeano

Este 2021 se ha designado como el “Año de la independencia y grandeza de México”, con motivo de las 12 conmemoraciones históricas que se están celebrando, de las cuales destacan: los 200 años de la Consumación de la independencia – celebrada ya en febrero –; los 700 años de la fundación de Tenochtitlán, celebrada en mayo; y los 500 años de la Memoria histórica de la caída de la misma capital azteca, a realizarse en agosto. Desde hace dos años, el anuncio de dichas celebraciones se había visto envuelto en polémica, debido a que el Presidente Andrés Manuel López Obrador dio a conocer que había escrito una carta a la monarquía española solicitando disculpas – en nombre de los pueblos originarios –, a razón de los abusos cometidos durante la conquista. Como es bien sabido, dicha solicitud fue rechazada rotundamente, además de que desató una serie de críticas tanto en México como en España.

Las críticas a la carta parecieron justificarse bajo la premisa de que solicitar disculpas por algo que sucedió hace 500 años se manifestaba como un dejo de “excentricidad”. La causticidad y el racismo de las críticas demostró que existe todavía una reticencia, en ambos lados del Atlántico, a tomar consciencia de la necesidad de consumar el proceso de descolonización.

La solicitud de disculpas no fue comprendida, ni siquiera, por muchos sectores de la izquierda misma, quienes la consideraron como un gesto simbólico vacío desprovisto de un verdadero contenido renovador. Evidentemente, las disculpas de la corona española no resolverán las inequidades económicas y sociales en las cuales se encuentran la mayoría de los pueblos originarios en nuestra América. No obstante, existe una razón por lo cual la solicitud de disculpas es completamente entendible y justificable; dicha razón se adhiere a una forma mucho más radical de entender la historia y que encuentra su máxima expresión en el texto Sobre el concepto de la historia de Walter Benjamin, también conocido como Tesis sobre la historia.[2]

“ Para Benjamin, nuestra relación con la historia conlleva la oportunidad de efectuar un acto de remembranza y redención que despliega una posibilidad revolucionaria ”

Para Benjamin, nuestra relación con la historia conlleva la oportunidad de efectuar un acto de remembranza y redención que despliega una posibilidad revolucionaria y utópica sin paragón, al unir pasado y presente en un tiempo único, el “tiempo del ahora” (Jetztzeit). Para Benjamin, la historia no es la letra muerta de un texto olvidado – lo ya ocurrido – sino palimpsesto del presente mismo, y es bajo este entendimiento desde donde la solicitud de disculpas por la conquista se podría considerar como un acto político de remembranza y redención.

Benjamin ejerció una crítica marxista, romántica y teológica de la modernidad a veces difícil de abordar por lo aparentemente dispar de sus elementos constitutivos, y cuya originalidad, vigencia y radicalidad muchas veces ha sido despolitizada por el academicismo postmoderno. Es, justamente, la intención del presente ensayo realizar una breve exégesis de la solicitud de disculpas a los pueblos originarios, a la luz de las Tesis de Benjamin.

EL EPISODIO DE LA CARTA

Cuando el presidente López Obrador anunció en la conferencia matutina del 26 de marzo del 2019 que había enviado una carta solicitando disculpas a la monarquía española, la primera reacción general fue una de cierta incredulidad, no estábamos acostumbrados, tanto en España como en México, a este tipo de manifestaciones políticas. Se entendió aquel extraño gesto de la carta como un contrasentido: pedir disculpas por el progreso de la historia y por el irrevocable paso del proyecto de la modernidad occidental por tierras americanas sonaba – para algunos – anacrónico y absurdo.

En aquel momento, se le acusó al presidente López Obrador de oportunismo político, de populismo, de revisionismo histórico y, en el peor de los casos, de simulación o de desvergüenza e imbecilidad. Tal vez el presidente simplemente pecó de ingenuidad, al esperar que, en un mundo supuestamente cada vez más tolerante y alineado con los valores de la política de identidad y la ideología del “multiculturalismo de arcoíris,” la corona española accediera a la solicitud de disculpa con un gesto diplomático y políticamente correcto. Pero no fue así, hubo incluso firme rechazo a la petición.

Recientemente, en la conferencia matutina del presidente del 11 de enero del presente año,[3] se dio lectura a la carta íntegra y se mostró que, a pesar de las filtraciones parciales anteriores, en realidad, la carta enviada por el presidente era bastante inocua, por lo cual el rechazo tajante de la misma sólo delató un recelo exagerado y miedo a la crítica por parte de la monarquía y algunos sectores del gobierno español.

Aunque la carta no haya, al parecer, logrado su cometido, sí consiguió por lo menos evidenciar y desenmascarar a los racistas de ambos lados del Atlántico, quienes de inmediato se alinearon con la negativa de la corona. Tal fue el caso de aquella senadora mexicana Cecilia Soto, cuyo tweet apologético dirigido al rey Felipe IV afirmaba que “la exigencia del presidente Obrador” no la representaba, ya que, tal como “el estado [sic] moderno español no es una continuación de Castilla, el México contemporáneo no lo es sólo de los pueblos originarios” (Soto, 2019). Soto expuso así un servilismo a figuras extranjeras similar al que hace dos siglos trajo a Maximiliano de Habsburgo, dando entender que, además, al no provenir México “sólo” de pueblos originarios, a estos no se les debía ningún tipo de disculpa ni reconocimiento por el genocidio que fue la conquista.

Otro de los evidenciados fue el caso de el exdiputado español Albert Rivera, quien twitteó que el populismo opera “falseando la historia y buscando el enfrentamiento” (Rivera, 2019), y calificó la carta del presidente Obrador de “ofensa intolerable al pueblo español”. Pero López Obrador nunca exigió disculpas del pueblo español, sino de la monarquía y, por lo tanto: ¿quién estaría falseando la historia?, ¿acaso no existió el genocidio indígena?, ¿acaso la Conquista y la Colonia no fueron la sistematización de una violencia en contra de las poblaciones nativas y a los esclavos introducidos?

El ultraderechista Santiago Abascal (2019) acusó a Obrador de estar contagiado del “socialismo indigenista” tan contrario al fascismo que él aboga; y el diputado Rafael Hernando, quizá el más retrógrada de todos, sostuvo que los españoles vinieron a las Américas a “acabar con el poder de tribus que asesinan con crueldad y saña a sus vecinos” (Hernando, 2019) y que “se conquistó y civilizó esa tierra”. A Hernando se le olvida, convenientemente, que los españoles del siglo XV asesinaron a sus paisanos musulmanes y judíos con saña, al igual que a nativos americanos, y que la inquisición fue una institución sanguinaria.

Menciones “laudables” adicionales en el cuadro de honor de los reaccionarios fueron las de los escritores Mario Vargas Llosa y de Arturo Pérez-Reverte (2019). El segundo mostró su ignorancia y chauvinismo al afirmar que era López Obrador quien debía disculparse con los indígenas, ya que “tiene” apellidos españoles; como si en México tanto indígenas, afro-mexicanos y mestizos no tuviéramos todos apellidos españoles. Además, si se fuera, hipotéticamente, español criollo “puro”, ¿ esto quita el deber moral de defender a los oprimidos del pasado o presente?

Vargas Llosa (Rodríguez, 2019) opinó también que el destinatario de la carta de Obrador era él mismo, cosa que Obrador ya había considerado antes, al sostener que, en este 2021, el gobierno de México también pedirá disculpas a los pueblos indígenas por los abusos cometidos a lo largo de la historia de nuestra nación independiente. Vargas Llosa sostuvo que los españoles de ahora ya nada tienen que ver con lo que pasó en el continente americano; que la conquista es algo concerniente a los descendientes de los españoles en Latinoamérica. Una vez más se confunde, convenientemente, que el destinatario de la carta no era el pueblo español. Sólo un realista oportunista como Vargas Llosa confundiría, en una hipóstasis nefaria, rey con pueblo.

“ Muchos especialistas se limitaron a formular un discurso ambiguo disfrazado supuestamente de objetividad histórica ”

Durante el episodio de la carta, la prensa corporativa se dedicó a buscar la opinión de los “expertos” – los gatekeepers del conocimiento histórico – quienes se limitaron, desde sus torres de marfil, a dictaminar sentenciosamente, como lo hizo Álvaro Tirado Mejía, que, cuando se trataba de la historia de la conquista, era “mejor dejar estos asuntos en manos de los historiadores” (CNNEE, 2019), como si la historia fuera tan sólo un asunto académico. Otros historiadores, como Renzo Ramírez Bacca, consideraron que la posición de Obrador no era procedente porque estaba en función de una “reivindicación nacionalista e indigenista” (CNNEE, 2019). Muchos especialistas se limitaron a formular un discurso ambiguo disfrazado supuestamente de objetividad histórica, quienes al señalar los agravios de la conquista buscaron normalizarlos mediante extraños juicios disfrazados de hechos fácticos, afirmando que los mestizajes son generalmente encuentros violentos, como si dicha generalización rindiera los hechos de conquista y subyugación como necesarios.

Hubo muchas críticas más, pero, quizá no tenga mucho sentido ahondar en las justificaciones individuales de políticos, literatos y expertos que cerraron filas en la defensa del statu quo occidental. Conviene abstraer, más bien, del consenso de las críticas a la solicitud de disculpas, los dos cuestionamientos centrales más importantes a entender de manera crítica. Estos cuestionamientos sostuvieron que se solicitaba disculpas a la monarquía española por algo que había sucedido ya hace mucho tiempo – la Conquista de México – y que, al hacerlo, se estaba intentando juzgar el pasado con valores morales del presente; en palabras del comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores de España: “la llegada, hace 500 años, de los españoles a las actuales tierras mexicanas no puede juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas” (France 24, 2019). Además, al tratarse de un episodio ya sin supuesta trascendencia en el presente, se le criticó al presidente Obrador que la solicitud de disculpas sólo buscaba “politizar la historia”, es decir, utilizar la exégesis histórica con fines políticos y “populistas” que pretendían polemizar las relaciones entre México y España.

A los dos cuestionamientos anteriormente mencionados, quisiera plantear dos contra-preguntas; primero: ¿es posible, realmente, no juzgar los episodios históricos del pasado “a la luz de consideraciones contemporáneas”? y, segundo: ¿en verdad existe una lectura de la historia que no sea, a la vez, política o politizada?

“ ¿En verdad existe una lectura de la historia que no sea, a la vez, política o politizada? ”

Nuestro entendimiento del pasado histórico está siempre anclado en nuestro presente y es sólo a través de la mediación de nuestro propio ethos –nuestros valores morales que conforman nuestra visión particular del mundo– desde donde la historia cobra sentido en nuestra contemporaneidad. Asimismo, los episodios históricos se configuran como el devenir de los hechos políticos, sociales y culturales de un ente que es, como bien nombró Aristóteles, un “animal político”. No hay forma de acercarse a la historia sin la mediación de lo político porque los fenómenos históricos son fenómenos políticos. No existe, por lo tanto, la lectura apolítica de la historia, incluso en aquellos que niegan lo político de su lectura –que generalmente significa que ejercen una lectura reaccionaria. No es que la lectura de López Obrador sea una politizada y las otras lecturas no lo sean: toda lectura histórica es una lectura politizada.

“No es que la lectura de López Obrador sea una politizada y las otras lecturas no lo sean: toda lectura histórica es una lectura politizada. ”

El reclamo en contra de juzgar al pasado a la luz valores contemporáneos o de politizar la historia proviene, de cierta manera, de un historicismo neopositivista en el cual el análisis histórico se considera un acto de reconstrucción objetivo del pasado libre de juicios y teleologías explicativas. Pero la reconstrucción histórica se ejerce con miras a desenmarañar las contradicciones del presente heredadas del pasado, y la objetividad histórica radica, más correctamente, en asumir que existe un vínculo real, concreto e inquebrantable entre pasado y presente. Es decir, el presente es producto del pasado y, si se niega esta verdad, se continúa arrastrando los conflictos inconclusos del pasado en el presente de manera inconsciente.

Además, desde el punto de vista de la filosofía de la historia de Walter Benjamin, punto de vista que atañe a este ensayo, no es solamente el presente el que se aborda mediante sus contradicciones que son su legado histórico, también el pasado mismo se puede, de cierta manera, “rescatar” a través de una exégesis histórica más radical.

TEOLOGÍA Y MATERIALISMO HISTÓRICO

Como mencioné al inicio, para Benjamin (2016), la lectura de la historia es un acto de remembranza (Eingedenken) y de redención (Erlösung) que comprende una recolección y restitución del pasado en el presente y también, de manera algo enigmática, la resolución de las injusticias del pasado en la resolución de las injusticias del presente.[4]

Al tomar elementos de la tradición talmúdica y cristiana, Benjamin aplicó nociones, ciertamente teológicas, a un entendimiento materialista de la historia y la lucha de clases; algo simbolizado en su “Tesis I” bajo la imagen de un enano – la teología – escondido dentro de los mecanismos de un autómata jugador de ajedrez – el materialismo histórico.

Para el autor los episodios del pasado no cesan ni se pierden simplemente en el olvido, cada nuevo episodio de rebelión en contra de la injusticia en el presente nos remite nuevamente a episodios históricos anteriores mediante “imágenes dialécticas”, cuyo delicado vínculo está siempre en riesgo de desvanecerse. La imagen dialéctica cristaliza las contradicciones históricas en un instante en el cual pasado y presente son uno, y la remembranza de lo pretérito conlleva a su redención a través de un juicio final histórico, o toma de consciencia, que tiene la posibilidad de redimir las injusticias que a lo largo de la historia se han cometido.

La imagen dialéctica –como el instante en que las contradicciones del pasado y presente se manifiestan en una sola configuración y en la tensión del impasse– contiene la oportunidad de saldar los conflictos del pasado, arrastrados al presente, al asumir el vínculo entre ambos; es una toma de consciencia de nuestra herencia del pasado y nuestra responsabilidad de trascenderlo en un presente verdaderamente libre.

Quizá, una forma un poco menos compleja de tratar de explicar esto –aunque de antemano existe la imposibilidad de hacerlo por completo– es ahondando en una conceptualización de historia e historiografía.

Como es bien sabido, para Marx (1983) el motor de la historia es la lucha de clases, es decir: la lucha que se desarrolla a partir de los conflictos materiales que se dan entre humanos, tanto en el contexto de sus medios de producción (en la manera en que producimos y procuramos sustento para nuestra vida) como en sus relaciones sociales (en la división laboral que fragmenta las sociedades en clases de amos y esclavos; obreros y patrones; trabajadores y empresarios). De esta manera, se puede definir la historia, o el devenir histórico, como el trayecto del pasado al presente que enmarca la lucha constante y desigual entre aquellos que trabajan y aquellos que, de manera coercitiva, se apropian del trabajo y de los productos de lo trabajado, al ser dueños de los medios de producción y al establecer formas de gobiernos que imponen y perpetúan este status quo de injusticia y desigualdad.

A esta definición de la historia debemos sumar una definición de historiografía, o sea, de la manera en que la historia ha sido escrita o registrada. Se ha dicho, con bastante razón, que “la historia la escriben los victoriosos”, siendo la guerra y conquista uno de los fenómenos contradictorios que responden a la lucha de clases y a la subyugación de poblaciones con fines materiales. Si existe, por lo tanto, una historia escrita o registrada por los victoriosos – por las clases dominantes – para Benjamin (2016, p. 38) existe, también, una historia alterna, escrita por los vencidos, la cual registra la crónica de la lucha de clases definida como la lucha de los oprimidos en contra de los opresores.

Frente a la reescritura y la obliteración de los subyugados de la historia – ya que los victoriosos intentarán siempre imponer su versión de los hechos y borrar todo vestigio de los vencidos en aras de su deshumanización –la historiografía de los oprimidos lucha, entonces, por hacer constatar las injusticias del pasado y registrar los movimientos de resistencia de esclavos, vasallos, peones y obreros, para así conformar una contra-narrativa opuesta al discurso épico de la historiografía de los victoriosos. Benjamin escribe en su “Tesis III” que: “El cronista que narra los eventos sin distinguir entre episodios menores y los mayores actúa de acuerdo con la siguiente verdad: nada de lo que sucede debe ser considerado como perdido para la historia”[5] (Löwy, 2016, p. 34). Esto quiere decir, que no se debe distinguir entre los episodios de las grandes conquistas de los victoriosos y las pequeñas hazañas de rebeldía y resistencia de los vencidos, por insignificantes que parezcan. Se podría afirmar que existe, en consecuencia, una lucha de historiografías, al igual que una de clases; una lucha ideal –de ideas– aunada a la lucha material.

“ Se podría afirmar que existe, en consecuencia, una lucha de historiografías, al igual que una de clases ”

Es dentro de esta “historiografía de los oprimidos” en donde, en el contexto de nuestra América, se inscribe la caída de Tenochtitlán y la conquista de México. Poco es conocido que Benjamin escribió muy brevemente acerca de esto en una reseña de 1929 a un libro de Bartolomé de las Casas de Marcel Brion.[6] Michael Löwy tiene a bien rescatar este texto que muestra ya un incipiente método histórico benjaminiano aplicado a nuestra América. Benjamin declara que la conquista “transformó el mundo recién conquistado en una cámara de torturas […] que uno no puede representarse sin horror” (Löwy, 2014, p. 37).

Además de señalar esa “cámara de tortura” que fue la conquista, la historiografía de los oprimidos de nuestra América registra también los genocidios de los nativos del Caribe y de Norteamérica, al igual que la subyugación de los indígenas en las minas de plata de Bolivia y de los esclavos africanos en las plantaciones de caña en las Antillas, entre muchas otras instancias de sometimiento. Pero, también se asienta en esta historiografía las “Rebeliones de cimarrones” en Brasil, de los Túpac Amaru en Perú, los Palenques en Colombia y las luchas de independencia que despliegan su legado desde el sueño de Bolívar a la “tierra y libertad” de Zapata, todos ecos de la gran revolución haitiana.

Se registra así en la historiografía de los oprimidos las voces de los caídos en la lucha desigual y desventajosa en contra de los imperios del pasado y presente que han invadido, saqueado y ultrajado los territorios americanos en nombre de una “evangelización”, “modernidad”, “progreso” y “desarrollo”, siendo estas las narrativas que racionalizaron y que racionalizan todavía la extracción y la explotación.

“ Pedir disculpas a la corona española se caracteriza exactamente como un acto en contra del olvido de los ultrajes de la Conquista. ”

Se podría, en este contexto, tomar el episodio de la carta como un ejemplo contemporáneo de la lucha de historiografías; de la historia desde el punto de vista de los oprimidos de Benjamin. Pedir disculpas a la corona española se caracteriza exactamente como un acto en contra del olvido de los ultrajes de la Conquista. Y, ante la resistencia con la que se topó la solicitud de disculpas, fue necesario presentar un lectura histórica empática con los vencidos para contrarrestar aquellas narrativas representantes de la historiografía de los victoriosos, que minimizaron la violencia de la conquista de México al considerarla como un “encuentro” de dos culturas; que la espiritualizaron con burdas abstracciones al designarla como una campaña de evangelio y no una empresa material de saqueo; y que afirmaron que los pueblos originarios no merecían disculpa alguna, ya que deberían estar, incluso, agradecidos con quienes trajeron la “civilización” de la fiebre del oro a nuestra América.

Benjamin escribe en su “Tesis VI” que “ni siquiera los muertos estarán a salvo del enemigo si es victorioso. Y este enemigo nunca ha dejado de ser victorioso” (Löwy 2016, p. 42), en otras palabras, ni siquiera las víctimas del pasado estarán a salvo de ser borrados de la historia en la gran historiografía de los vencedores. En un reciente discurso del 28 de enero del presente año, el Rey Felipe VI exhortó a México a “realzar el pasado común” (Infobae, 2021) que tiene con España en las celebraciones del bicentenario de la consumación de la Independencia. Semejante exhorto se entendió como un llamado a la unidad y no al conflicto que la solicitud de disculpas ocasionó dos años antes. Lo que implícitamente sugirió el rey fue que todo ultraje e injusticia en contra de los pueblos originarios de América puede ser borrado –olvidado– en aras de este diplomático “pasado común”, el cual funge como eufemismo de la historiografía de los vencedores. El exhorto del rey parecería un ejemplo menor, pero encarna la consigna ideológica de los victoriosos quienes querrán siempre obliterar el pasado incómodo, ya sea mediante justificaciones de la superioridad material y moral de los vencedores, o simplemente ocultando todo registro del ultraje en una falsa unidad.

Es esta lucha en contra del olvido y la anulación histórica de los oprimidos, a lo que Benjamin se refiere con remembranza y lo que se intenta es rescatar el pasado, pero al hacerlo se pretende transformar el presente también ya que, para el historiador materialista, lo político y lo histórico van de la mano y las luchas del pasado y presente son complementarias. De hecho, historia y política son tan complementarias como teoría y praxis, y de la remembranza surge necesariamente la redención como su componente práctico.

“ La redención se manifiesta como un llamado a la lucha política del presente a mantenerse siempre en contacto con la historia y a no olvidar. ”

La redención se manifiesta como un llamado a la lucha política del presente a mantenerse siempre en contacto con la historia y a no olvidar. Lo que se busca, en palabras de Jeanne-Marie Gagnebin, es recuperar al pasado en el presente a través una correspondencia mutua que los transforme a ambos: se transforma el pasado porque “este adquiere una nueva forma”, y se “transforma el presente porque el presente es el cumplimiento de una promesa anterior, una promesa que se hubiera perdido en el olvido” (Löwy, 2016, p. 41).

Si se afirma que el pasado “adquiere una nueva forma”, como lo hace Gagnebin, es a razón de que éste va adquiriendo significaciones nuevas en el presente. Es decir, los hechos pretéritos no han dejado de renovarse en su interpretación a razón de su valor para las generaciones contemporáneas. La historia se entiende, de esta manera, no como un continuo lineal inconexo, sino como una red de interconexiones entre pasado y presente. Esto no es un revisionismo, sino un continuo acercamiento a la verdad de los fenómenos históricos, ya que la validez política de muchos actos sólo se llega a entender a plenitud no en el momento mismo de su acontecer, sino en retrospectiva, una vez convertidos en hechos históricos: este es el vuelo nocturno de la lechuza de Minerva al que hace referencia Hegel, o el Ángel de la historia que contempla la catástrofe mientras es arrojado por los vientos del progreso hacia el futuro, quizá la imagen más significativa de las Tesis sobre la Historia de Benjamin.

Al hacer un acto de remembranza de los olvidados de la historia, por lo tanto, hacemos consciencia de su herencia en nuestros propios actos en contra de los opresores del presente, entendiéndolos a estos últimos como herederos de los opresores del pasado. Nos volvemos así, aunque sea momentáneamente, en lo que Benjamin describió en su “Tesis XII” como “los vengadores que completan la tarea de la liberación, en nombre de las generaciones pasadas de oprimidos” (Löwy, 2016, p. 78).

LA FUNCIÓN DE PEDIR DISCULPAS

Es innegable el papel que la exégesis histórica tiene en el discurso del presidente López Obrador. Los constantes despliegues de remembranza de los episodios históricos de México, en las conferencias de prensa y los eventos protocolarios, no sólo demuestran sapiencia, sino anclan los hechos actuales con los del pasado y señalan su repetición, tal y como lo demuestran las alusiones a la presa “fifí” contemporánea como herederos de la prensa conservadora que en su momento reaccionó en contra de Madero.

El episodio de la carta y la conmemoración de la caída de Tenochtitlán son, de cierta manera, actos de remembranza y redención que, como muchos expresaron, muestran que “las heridas del pasado no han sanado del todo”. Sin embargo, cabría preguntarse ¿acaso se espera que la solicitud de disculpas sea lo que sane dichas heridas del pasado? y ¿cuál sería la función de pedir disculpas de aquellos, los victoriosos, a quienes nunca les importó o les importará el pasado?

Quisiera aventurarme a una posible explicación de lo que significa pedir disculpas; diría que tiene como función historiográfica el no simplificar lo que es complejo. Con esto quiero decir que hablar de una historia de opresores y oprimidos hace uso de una abstracción que no necesariamente representa el hecho de que, muchas veces, son los imperios mismos los que pasan a las filas de los vencidos y oprimidos, y que, muchas veces, victimarios se convierten en víctimas, y viceversa.

En efecto, los aztecas fueron un imperio que subyugó a otros pueblos antes de ser subyugados, y las guerras de independencia que dependieron del esfuerzo colectivo de indígenas y mestizos sólo liberaron a una clase burguesa que mantuvo voluntariamente una relación de dependencia con la metrópoli. Pero nada de esto justifica simplonamente el colonialismo occidental capitalista. Los episodios históricos están configurados por profundas contradicciones que no pueden simplemente atribuirse a una lucha entre el bien y el mal, no creo que sea esto a lo que se refiere Benjamin ni López Obrador.

Pedir perdón es aceptar que todos podemos ser víctimas al igual que victimarios, y que la verdadera lucha de los oprimidos abarca no sólo una lucha por la libertad, sino también una lucha por nunca asumir el papel de opresores. Se necesita entonces la fuerza no sólo de la rebeldía en contra de la opresión, sino, además, la sabiduría y consciencia de la empatía y la autocrítica. Esto es lo que está detrás del pedir disculpas. Y no es que se exija disculpas de otros, se exigen disculpas de uno mismo y se invita a los privilegiados a renunciar a su tiranía.

Referencias

Abascal, Santiago [@santi_ABASCAL]. 2019, marzo 25. López Obrador, contagiado de socialismo indigenista, no entiende que al pedir reparaciones a España en realidad está insultando a Méjico [Tweet]. Twitter. https://twitter.com/santi_abascal/status/1110329171836841984?lang=es

Barraza, Emilie. (2019, marzo 29). Sigue en llamas el debate por la carta de López Obrador exigiendo perdón a España. France 24. https://www.france24.com/es/20190329-debate-amlo-perdon-espana-conquista

Löwy, Michael. (2014). Reflexiones sobre América Latina a partir de Walter Benjamin Echeverría. En Bolívar Echeverría (Comp.), La mirada del ángel, en torno a las Tesis sobre la historia de Walter Benjamin. Era.

Löwy, Michael. (2016). Fire Alarm, Reading Walter Benjamin’s ‘On the Concept of History.’ (Chris Turner, Trans.). Verso.

Hernando, Rafael [@Rafa_Hernando]. 2019, marzo 25. Habrá q recordarle a este Sr. q los españoles y acabamos con el poder de tribus q asesinaban [imagen] [Tweet]. Twitter.

https://twitter.com/rafa_hernando/status/1110320568006520837?lang=es

Marx, Karl. (1983). The Portable Karl Marx. (Eugene Kamenka, Sel.). Viking.

Pedido de perdón de López Obrador a España es ‘oportunista’ y ‘político’ dicen historiadores. (2019, marzo 26). CNNEE. https://cnnespanol.cnn.com/2019/03/26/pedido-de-perdon-de-lopez-obrador-a-espana-es-oportunista-y-politico-dicen-historiadores/

Pérez-Reverte, Arturo [@perezreverte]. 2019, marzo 25. Que se disculpe él, que tiene apellidos españoles y vive allí. Si este individuo se cree de verdad lo que [vínculo] [Tweet]. Twitter. https://twitter.com/perezreverte/status/1110322280310153216

Rey de España pidió a México aprovechar bicentenario de independencia para ‘realzar pasado común’. (2021, enero 29). Infobae. https://www.infobae.com/america/mexico/2021/01/29/rey-de-espana-pidio-a-mexico-aprovechar-bicentenario-de-independencia-para-realzar-pasado-comun/

Rivera, Albert [@Albert_Rivera]. 2019, marzo 26. La carta de López Obrador es una ofensa intolerable al pueblo español. Así actúa el populismo: falseando la historia y [vínculo] [Tweet]. Twitter. https://twitter.com/albert_rivera/status/1110451570007773184

Rodríguez Marcos, Javier y Jesús Ruiz Mantilla. (2019, marzo 27). Vargas Llosa: ‘López Obrador tendría que haberse enviado la carta a sí mismo’. El País. https://elpais.com/cultura/2019/03/27/actualidad/1553702694_101809.html

Soto, Cecilia [@ceciliasotog]. 2019, marzo 26. Felipe VI, Rey de España, La exigencia del Presidente @lopezobrador_ para que España se disculpe por la conquista, no me [Tweet]. Twitter. https://twitter.com/ceciliasotog/status/1110541163843518464?lang=es

[1] Gabriel Martínez Saldívar es licenciado en letras modernas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y maestro en teoría critica y teoría cultural por la Universidad de Leeds en Inglaterra. Ha publicado en Orinoco Tribune, donde también es colaborador, y recientemente en Monthly Review de manera conjunta. Sus intereses son el marxismo y la teoría crítica, desde una perspectiva antiimperialista y de descolonización.

[2]El título de este el último texto inacabado de Benjamin fue proporcionado por Theodor Adorno en su primera impresión de 1942, cuando se publicaron las Tesis a manera de homenaje póstumo en una edición especial y limitada del Instituto de Investigaciones Sociales de Frankfurt en el exilio (ver tanto la introducción de Echeverría 2014 como Löwy, 2016 en la lista de referencias del presente artículo). Tomo las citas de las Tesis sobre el concepto de la historia de la edición comentada de Löwy (2016).

[3] Enlace a la conferencia: https://www.youtube.com/watch?v=crnndAGAdZI

[4] Para un mayor adentramiento en estos dos conceptos de remembranza y redención ver la explicación de Michael Löwy a la Tesis II de Benjamin (páginas 30-31) en su obra citada en la lista de referencias.

[5] La traducción es mía al igual que lo serán todas las citas de Benjamin contenidas en Löwy, 2016.

[6] Marcel Brion. (1928). Bartolomée de las Casas ‘père des indiens’. Paris, Plon.

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