ISSN : 2992-7099

Desde sus primeras investigaciones Pablo González Casanova ha centrado su extraordinaria labor académica en la crítica al colonialismo externo e interno como la principal causa de la desigualdad social, dominación ilegítima, atraso económico y dependencia externa. Esta situación deplorable de México la sufren de manera más grave los pueblos indígenas y sus descendientes que constituyen la mayor parte de la población mexicana. Las sucesivas transformaciones de México desde la conquista hasta nuestros días, pasando por la Colonia, la Independencia, la Reforma, la Revolución, el Estado posrevolucionario, los diferentes proyectos de modernización, la llamada transición democrática y la cuarta transformación no han mejorado la situación de opresión, marginación, explotación de los pueblos originarios, sino por el contrario estas transformaciones han empeorado su situación. Ante esta realidad Pablo González Casanova, considera que sólo las luchas de los pueblos indígenas por su cabal autonomía y que implican un cambio radical de la nación y el Estado mexicano, pueden revertir y superar el colonialismo interno y externo que padece la mayoría del pueblo mexicano. Como ocurrió con la independencia de México esta transformación requiere de la autonomía intelectual y política de los pueblos sometidos, especialmente los indígenas. Tal proceso de emancipación se ha iniciado ya con la Revolución del EZLN, el establecimiento de los caracoles, de otros movimientos y de organizaciones indígenas. 

En este trabajo se analizará la visión crítica de Pablo González Casanova sobre los procesos de cambio cultural, social y político de México, desde la Independencia hasta las luchas actuales de los pueblos indígenas. La constante a destacar en estos procesos de cambio y transformación es la lucha contra el colonialismo, tanto externo como interno. La magna obra intelectual de Pablo González Casanova ha estado comprometida de principio a fin con las luchas contra las diversas formas de colonialismo, que se han agravado a través de las sucesivas transformaciones de México. De acuerdo con Pablo González Casanova, la emancipación de toda dominación colonial ha requerido y requiere del desarrollo de una cultura propia y auténtica de los pueblos en lucha. Consecuente con lo anterior, Pablo González Casanova ha dedicado su vida académica a la construcción de un nuevo paradigma cultural y político de carácter crítico y emancipatorio.  Esta labor ha sido reconocida por la academia nacional e internacional, pero, sobre todo por los pueblos indígenas en lucha por su emancipación. No obstante, los proyectos de transformación académica que ha propuesto e iniciado Pablo González Casanova no han sido seguidos o respaldados suficientemente en nuestra Universidad Nacional Autónoma de México, sobre todo en materia de inter y transdisciplina socialmente comprometida con grupos y comunidades marginadas del desarrollo nacional que sufren el colonialismo interno. Esta situación plantea la urgente necesidad de transformación de nuestra Universidad para cumplir con su misión histórica de orientar la transformación de nuestra nación.

2. Colonialismo externo y humanismo crítico

Inicialmente, como estudiante de Historia en el Colegio de México, Pablo González Casanova se interesó en la formación del pensamiento anticolonial en el siglo XVIII que antecede y motiva la independencia política de México. Resultado de estos estudios de historia intelectual y política, es su primer libro El Misoneísmo y la modernidad cristiana en el siglo XVIII, el cual desarrolló con la asesoría de José Gaos. La tesis principal de González Casanova es que hasta principios del siglo XVIII había un absoluto predominio de la filosofía escolástica y la ortodoxia católica que impedía la entrada y asimilación de la ciencia y la filosofía moderna, afirmación debatible si se consideran los ejemplos de grandes figuras de finales del XVII como Juan Zapata y Sandoval, Sigüenza y Góngora, Diego Rodríguez y Sor Juana Inés de la Cruz. Pero paulatinamente, empezó a desarrollarse una asimilación y apropiación creativa de la ciencia y la filosofía modernas por parte de los humanistas mexicanos, articularon el pensamiento moderno y fe en una original modernidad cristina propiamente mexicana, diferente a la europea cuya principal característica, además de su carácter cristiano, fue el eclecticismo: 

entendido como un sistema filosófico en el que se aceptan donde quieran que se hallen, todas aquellas verdades que no contradicen a la fe, a la razón y a la experiencia, tienen un significado preciso, y rotos cualquiera de los elementos que los componen, dejan de ser modernidad y eclecticismo. (González, 2012, pp. 210-211) 

Entre los principales autores de la Modernidad Cristiana, Pablo González Casanova refiere a Clavijero, Álzate, Gamarra, Muciño, Bartolache, Montaña, Eluyar, Del Rio y coincide con Gaos y Villoro al considerar que esta modernidad forjada por los criollos es la principal fuerza intelectual anticolonial que impulsó la independencia de México e incluso de Latinoamérica: 

El impulso renovador iniciado por la Modernidad Cristiana dio al hombre un carácter insospechable. Al animarlo a que se apoderara de sí mismo, de su historia y del Estado, lo empujo a una actividad creadora, a forjar el pasado y el futuro de la nación. (…) A partir del surgimiento del hombre moderno, el pasado comenzó a ser mexicano, como el Estado, y como el proyecto de una felicidad futura. (González, 2013, p. 9)

Así pues, el humanismo mexicano característico de la Modernidad Cristiana no sólo es diferente sino también contestatario y crítico a la Ilustración europea por su singular significación cultural y política para forjar una nueva nación y promover su independencia. Pablo González Casanova coincide con José Gaos y Luis Villoro respecto a la fundamentación endógena del pensamiento independentista, pero a diferencia de ellos que asocian esta fuerza intelectual liberadora exclusivamente a los criollos, González Casanova también reconoce en los indígenas un papel fundamental en la construcción de una identidad nacional auténtica y multicultural:  

La grandeza de América y de lo americano es defendida con más tenacidad que nunca. En ello va la vida independiente de las nuevas naciones. La historia del indígena es heroica y magnífica, la tierra del indígena es rica, las virtudes políticas del indígena son ejemplares (…) El indígena –indio sobre todo, mestizo e incluso criollo- merece justicia. Pero no sólo la merece, sino que debe hacerse justicia, de acuerdo con la historia de su grandeza y también de acuerdo con la nueva razón, con la ideología del liberalismo que es la verdad. (González, 2013, p. 10)

La nueva razón es una razón americana de raigambre indígena que se opone al etnocentrismo rampante de la ilustración y el colonialismo europeo que menosprecia lo americano precisamente por la persistencia de los pueblos y culturas indígenas, es un liberalismo propio que González Casanova identifica con un “indigenismo histórico y antropológico”. (González, 2013, p. 10)

3. De la Independencia al neocolonialismo interno

Consumada la independencia el carácter indianista y anticolonial del humanismo se desvanece por el influjo tanto el pensamiento conservador hispanista como el liberal que admira a los Estados Unidos de Norteamérica como fuente de novedades y modelo a seguir para modernizar al país: “Las novedades del mundo se pondrán de moda. Llegarán incluso a superar a ciertos mitos históricos, que fueron motor de la independencia, como el de los indios libres y nobles de la América indiana” (González, 2013, p. 14), y peor aún se buscará destruir a los pueblos indígenas y sus culturas originarias con mayor intensidad que en tiempos de la dominación española.

La lucha de liberales y conservadores propician la anarquía y el debilitamiento del Estado y nuevos despojos e intervenciones extranjeras que conducen a la pérdida de más del territorio nacional e incluso al establecimiento de un nuevo imperio extranjero. Los diferentes proyectos enfrentados fomentan además una nueva dependencia externa y un nuevo colonialismo interno contra los indígenas que constituían la mayoría de la población mexicana. Este es el verdadero trauma de la historia del México independiente, y no tanto la confrontación entre liberales pronorteamericanos y conservadores hispanistas, del que habla Edmundo O´Gorman, pues más allá de las pugnas entre partidos políticos subyace la profunda división dual y jerárquica entre el México blanco o imaginario dominante y el México indígena, el México profundo, marginado, explotado y dominado.

Con el propósito de crear un Estado moderno y laico, e impulsar el desarrollo económico capitalista, los liberales impulsaron leyes, especialmente las llamadas Leyes de Reforma, que propiciaron el latifundismo aliado al capitalismo dependiente en detrimento de las comunidades indígenas. Para legitimar el proyecto modernizador, los liberales impusieron en la educación y la política, el positivismo europeo, tanto en su vertiente comtiana como spenceriana, con la pretensión de justificar científicamente el capitalismo dependiente y el autoritarismo político en aras del progreso o la evolución social, en términos de Justo Sierra quien oponía liberalismo conservador o liberalismo científico para oponerlo al liberalismo utópico que defendía la vigencia de la vida republicana.

En aras del progreso se impuso un Estado autoritario y dictatorial para impulsar un capitalismo dependiente que excluyó del progreso a la mayoría de la población mexicana, especialmente a la población rural, en su mayoría indígena. La imagen de la ciencia y filosofía exógenas y antihumanistas promovidas por los positivistas como único fundamento racional de la educación y el poder para promover la evolución social, fue la ideología dominante hasta los años previos a la Revolución de 1910. En el libro que anticipa esta Revolución, Francisco I. Madero denuncia las profundas injusticias sociales que ha producido el poder absoluto del porfiriato aliado a positivistas y científicos para explotar a campesinos indígenas y obreros, y así mantener adormecida la conciencia de las clases medias. En La sucesión presidencial de 1910, publicada en 1908, Madero justifica plenamente los movimientos indígenas de los pueblos yaquis en Sonora y los mayas en Yucatán, y respalda sus demandas de tierra y autonomía. En esos mismos años, ante el rotundo fracaso del proyecto modernizador del porfiriato, Justo Sierra se decepciona del liberalismo científico autoritario y propone la refundación de la Universidad de México sobre nuevas bases científicas y humanísticas para orientar el desarrollo de la nación. Pero ni la revolución mexicana, ni la fundación de la Universidad Nacional de México lograron terminar con la sociedad dual, la explotación interna, la marginación, la dependencia externa y el Estado Autoritario.  

4. Crítica al colonialismo interno y a la democracia en México 

En sus estudios sociológicos sobre el México contemporáneo Pablo González Casanova descubre que la sociedad desigual (sociedad dual) y el Estado autoritario generados por el liberalismo del siglo XIX persistieron hasta después de la revolución mexicana y también persisten hasta el presente. Para explicar esta permanencia González Casanova articula la estructura social desigual de México con la farsa democrática que caracteriza al Estado mexicano. Desde esta perspectiva González Casanova confronta las teorías políticas anglosajonas predominantes durante la guerra fría que señalan que, para superar el atraso social, económico y político de México, y de los demás países subdesarrollados o en vías de desarrollo tienen que adoptar como modelo la economía capitalista y la democracia liberal de los países desarrollados, principalmente de los Estados Unidos de Norteamérica y de la Europa del norte (Inglaterra, Francia, Alemania). La cultura y la educación en todos los ámbitos, incluyendo la universidad debe también ajustarse a estos modelos exógenos.

Frente a estos modelos desarrollistas y liberales que buscan imponer en los países latinoamericanos un programa de desarrollo económico capitalista dependiente, y una transición democrática liberal que excluya a las clases populares, González Casanova descubre una intrínseca funcionalidad entre la sociedad desigual o dual y el régimen autoritario de México que pretende ser una democracia liberal. Esta imposición imperialista se legitima en la misma Sociología y Ciencia Política, así como en las teorías del desarrollo económico europeas y anglosajonas que imposibilitan una comprensión crítica y objetiva de la realidad política y económica de México, y en general de los países latinoamericanos. Liberarse de esta dependencia teórica e ideológica es una tarea urgente de las Ciencias Sociales y las Humanidades en los países latinoamericanos: “Acabar con los últimos vestigios de colonialismo intelectual –con disfraz conservador o revolucionario- e intentar un análisis de las relaciones entre la estructura política y la estructura social con categorías propias de los países subdesarrollados es de vital importancia.” (González, 2005, p.19)

La categoría central para desarrollar esta innovadora y crítica hipótesis es la de colonialismo interno, propuesta contemporánea y convergente por Pablo González Casanova y el antropólogo defensor de los derechos indígenas Rodolfo Stavenhagen en 1963. El colonialismo interno presupone la existencia al interior de la nación de una sociedad dual profundamente desigual, caracterizada por el marginalismo de la mayoría de la población que no participa del desarrollo económico, cultural y político del país. Este marginalismo genera “…dos o más conglomerados socioculturales, uno super-participante y otro super-marginal, uno dominante –llámese español, criollo o ladino– y otro dominado –llámese nativo, indio o indígena–.” (González, 2005, p. 89)

La originalidad de la hipótesis de González Casanova reside en la compleja articulación social, económica, cultural y política entre la minoría del grupo dominante, principalmente blanco o ladino, y la enorme mayoría marginada, principalmente indígena y mestiza pobres. Esta articulación entre los dos mundos reproduce, internaliza y agrava las relaciones de explotación y dominio que existían en el pasado colonial:

En efecto, el “colonialismo” no es un fenómeno que sólo ocurra al nivel internacional –como comúnmente se piensa– sino que se da en el interior de una misma nación, en la medida en que hay en ella una heterogeneidad étnica, en los que se ligan determinadas etnias con los grupos y clases dominantes y otras con los dominados. Herencia del pasado, el marginalismo, la sociedad plural y el colonialismo interno subsisten hoy en México bajo nuevas formas, no obstante, tantos años de revolución, reformas, industrialización y desarrollo, configuran aún las características de la sociedad y la política nacional. (González, 2005)

Como sucedió en la Colonia y en el siglo XIX, el grupo social más marginado, explotado y dominado por el colonialismo interno son precisamente los indígenas que a pesar de su participación decisiva en la independencia y la revolución de 1910 por transformar la estructura social y opresiva, continúan en el mismo o más grave estado de opresión. “El problema indígena es esencialmente un problema de colonialismo interno. Las comunidades indígenas son nuestras colonias internas.” (González, 2005, p. 104). La opresión colonial interna sobre los indígenas se ejerce por diferentes mecanismos a nivel económico y político. Económicamente el despojo de tierras comunales para grandes megaproyectos privados y estatales: “Existe una explotación conjunta de la población indígena por las distintas clases sociales de la población ladina. La explotación es combinada como en todas las colonias de la historia moderna.” (González, 2005, p. 106)

El colonialismo interno en la estructura social se reproduce en la estructura política entre las instituciones y autoridades constitucionales controladas autoritariamente por grupos ladinos desde el nivel municipal hasta el federal, y las autoridades y prácticas tradicionales de las comunidades indígenas, no son reconocidas por la Constitución a pesar de que efectivamente gobiernan democráticamente en sus comunidades. Esta forma de gobierno indiana se remonta a las repúblicas de indios de los tiempos coloniales, que su vez, como señala León Portilla, tienen sus antecedentes en el Altepetl, principal forma de organización social y política en Mesoamérica antes de la conquista prehispánica. Existe una verdadera tensión y confrontación entre estos dos tipos de autoridades, pues las instituciones estatales del poder intentan controlar o restringir el funcionamiento de los gobiernos tradicionales que efectivamente sirven “para defender a las tribus y comunidades –de escasísima estratificación– como un todo frente al acoso de los ladinos, los indígenas se enfrentan al poder ladino, formal constitucional y ven a sus intermediarios o representantes como una especie de autoridades extranjeras.” (González, 2005, p. 117). Se trata de gobiernos impuestos y autoritarios que no respetan sus derechos comunitarios. La democracia en México no puede operar efectivamente mientras persista esta confrontación desigual entre los gobiernos democráticos comunitarios sin reconocimiento legal y las estructuras autoritarias de poder avaladas por el sistema jurídico, confrontación que es reflejo funcional del colonialismo interno que reproduce la abismal desigualdad social. 

Formalmente la democracia que establece la Constitución mexicana responde a otras realidades sociales, económicas y políticas dominantes a nivel global. Se trata de un modelo de democracia exógeno, importado de Europa y Estados Unidos de Norteamérica que González Casanova denomina precisamente euroamericano. En términos generales corresponde al modelo de democracia liberal caracterizado por una concepción de la soberanía basada en la ciudadanía que se expresa a través de un sistema de partidos y un sistema electoral transparente y confiable. Para evitar el ejercicio autoritario del poder el gobierno se autocontrola por medio de la división y equilibrio de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) de una organización federativa que procura la autonomía de entidades estatales y municipales. Los límites del poder político están marcados por derechos y libertades individuales (civiles y políticas) que permiten las manifestaciones sociales.

González Casanova comprueba a través de minuciosas investigaciones empíricas que este modelo de democracia liberal adoptado por México desde la constitución de 1824 no opera en la realidad mexicana:

El análisis de todas las instituciones implantadas en México, según el modelo de gobierno de la teoría política euroamericana revela que hay un partido preponderante dependiente y auxiliar del propio gobierno, que el movimiento obrero se encuentra en condiciones semejantes de dependencia, que el Congreso es controlado por el presidente, que los Estados son controlados por el Congreso, que los municipios son controlados por los Estados y la federación, y, en resumen, que no se da el modelo de los tres poderes o el sistema de los “contrapesos y balanzas”. (González, 2005, p. 45)

¿Cuál es la función del modelo de democracia liberal o euroamericana que no se ha podido implementar en México? Se trata de una función de encubrimiento y legitimación que a manera de una farsa teatral que recubren y sancionan una realidad distinta profundamente antidemocrática. Pero lejos de seguir las recomendaciones externas, principalmente de Estados Unidos de pugnar por una transformación de las instituciones y prácticas políticas para ajustarlas al modelo liberal de democracia, tal y como se ha intentado en la transición democrática durante las últimas décadas, Pablo González Casanova rechaza el mismo modelo liberal de democracia, debido a su absoluta incompatibilidad con la estructura social del colonialismo interno: “Todos estos hechos y experiencias prueban que habría sido insensato aplicar al pie de la letra la teoría clásica de la democracia y la teoría clásica de la economía” (González, 2005, pp. 86-87). Pretender una transición democrática bajo el modelo liberal euroamericano, no sólo es irrealizable, sino además su previsible fracaso ahonda la dependencia externa y deja intacto la estructura del colonialismo interno: 

A nadie puede ocultarse que ni basta con implantar formalmente la democratización en los países subdesarrollados para acelerar el desarrollo, ni éstos tienen por qué imitar todas y cada una de las formas específicas de la democracia clásica para que haya democracia: la democracia se mide por la participación del pueblo en el ingreso, la cultura y el poder, y todo lo demás es folklore democrático o retórica”. (González, 2005, p. 224)

5. Emancipación indígena y democracia radical

La democratización efectiva e integral “debe centrarse en acabar con el colonialismo interno y con el desarrollo semi-capitalista, en conquistar los derechos políticos y la libertad política de la población marginal, semicolonial, en acentuar la lucha cívica y la organización política en el campo y en los pueblos indígenas.” (González, 2005, pp. 225-226). Aquí se plantea el problema fundamental de México que se arrastra desde la conquista y persiste en la actualidad. Mientras no se logre la emancipación de los pueblos indígenas, de los campesinos y los trabajadores de la relación de dominación colonial en la que se encuentran, no será viable ningún modelo de desarrollo económico ni de democracia. Esta es la tarea urgente que González Casanova vislumbraba desde la Democracia en México, que cobra realidad con el levantamiento indígena del EZLN desde 1994 a cuyo apoyo ha dedicado su quehacer científico y humanista, a la lucha de los pueblos indígenas por construir una nación multicultural y una democracia realmente republicana a partir de su autonomía.

Entre los antecedentes y motivaciones directas del movimiento del EZLN Pablo González Casanova señala la centenaria tradición de luchas de resistencia y emancipación de los pueblos mayas, así como el trabajo pastoral de la Iglesia de los pobres inspirada en la teología de la liberación y las luchas de liberación nacional y democratización de varios países latinoamericanos:

Los pueblos indios de México están librando una lucha pacífica que encabeza el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). En ella plantean una alternativa al mundo actual y el esbozo de una nueva civilización. El movimiento surgió en el sureste del país entre los descendientes del pueblo maya. En sus contingentes no sólo se encuentran los herederos de una lucha de resistencia que dura más de 500 años, sino quienes vienen de los movimientos más recientes del pensamiento revolucionario y de la teología de la liberación. (González, 2009, p. 239)

La revolución de los indios de Chiapas no está guiada o fundada en una teoría, filosofía o ideología globalizante con pretensión de universalidad que busca homogeneizar la transformación del mundo entero, sino que es resultado de una auténtica, plural y dinámica cultura democrática de resistencia a la dominación y explotación colonial, neocolonial e imperialista de más de 500. Esta cultura integra en la matriz histórica de los pueblos indígenas una diversidad de saberes que han aprendido en un diálogo plural, muchas veces obligado o forzado por la dominación. 

En respuesta al menosprecio del Estado mexicano a los pueblos indígenas y la inoperancia del sistema democrático liberal para atender sus demandas, el EZLN ha desarrollado creativamente nuevas estrategias organizativas para realizar de facto la autonomía de manera pacífica, al margen del Estado, pero sin violentar el marco jurídico establecido. Destaca entre estas estrategias Los caracoles, que han puesto en marcha con éxito el EZLN a partir de 2003. Los caracoles es una estrategia de construcción de redes de municipios autónomos que conforman verdaderas confederaciones democráticas con pleno respeto a las libertades, los derechos individuales y colectivos de cada municipio, y de cada pueblo: 

La lucha por la construcción del poder, desde las pequeñas comunidades y municipios hasta zonas y regiones articuladas es la lucha de los zapatistas. Constituye una contribución muy importante para el aumento de la fuerza necesaria en la transición a un mundo nuevo sin que se sostenga una teoría general de que, en todas partes, todos, todo el tiempo construirán la transición de la misa manera, lo cual sería un absurdo en el que caen los que olvidan la enormidad y diversidad del mundo.” (González, 2009, p. 349) 

La lucha por la autonomía política se funda en la autonomía intelectual de los pueblos indígenas históricamente forjada, “descansa en el pensar-hacer colectivo de los pueblos indios por descubrir las definiciones actuales y los lenguajes comunicativos del pensamiento crítico y alternativo, sistémico y antisistémico en sus distintas versiones y experiencias reformistas y revolucionarias o nacionalista o libertarias” (González, 2009, p. 350). La construcción de esta cultura pluralista, incluyente requiere una gran capacidad para comprender y descubrir, asimilar y transformar de manera creativa la diversidad de discursos, saberes, experiencias propias y ajenas a través del diálogo intercultural y transdisciplinario. Es una práctica y una virtud epistémica que los indios han desarrollado de manera extraordinaria durante cinco siglos a través de sus lenguas y culturas auténticas, de manera autónoma, pero no encerradas en sí mismas sino abiertas a diálogos con diversas culturas y tradiciones, incluso con las culturas dominantes que los han excluido. Estas culturas autónomas y auténticas de los pueblos indios de Chiapas se pueden caracterizar en términos de las teorías de la complejidad como sistemas autorregulados y autocreativos. En suma, la lucha por la autonomía política de los pueblos indígenas de Chiapas está basada en la autonomía cognoscitiva y a su vez, su autonomía política fortalece y enriquece sus culturas autónomas y auténticas.

6. Un nuevo paradigma de inspiración indiana

Pablo González Casanova retoma la experiencia de las luchas de los pueblos indígenas de Chiapas por su autonomía y emancipación para proponer la construcción de nuevos paradigmas contrahegemónicos que reemplacen al paradigma dominante desde inicios de la modernidad hasta el presente en el que las ciencias y la tecnología que han sido instrumento primordial, la expansión del capitalismo global, el neocolonialismo y el imperialismo, basados en la explotación de la naturaleza y de los seres humanos:  

El triunfo global del capitalismo es en gran medida atribuible al desarrollo de las tecnociencias y las ciencias de la complejidad. Ambas permitieron a las clases dominantes una nueva forma de imperio mundial y de colonias regionales y empresariales conocidos como neoliberalismo, como globalización y como neocolonialismo o poscolonialismo. (González, 2004, p. 286)

Una de las características del pensamiento indígena que más valora Pablo González Casanova es su pluralismo y flexibilidad que se opone radicalmente a todo sustancialismo y fundamentalismo universalista que intenta imponer una visión del mundo única y homogénea sobre toda: 

La lucha contra el sustancialismo y la quididad busca romper el sentido obligatorio de las palabras y los conceptos en distintos contextos históricos y antropológicos. Encuentra al ser humano en el indio y al colonizador a quien se presenta como ser humano. No sólo inserta el discurso complejo en conceptos simples, sino que, con conceptos claros, forja discursos renovadores, discursos-actos que muestran su capacidad de conocer, analizar, sintetizar, y de actuar, producir, luchar, y transformar. (González, 2000, p. 208)

La propuesta del Dr. González Casanova de un nuevo paradigma  de las  nuevas ciencias, tecnociencias y humanidades, basado en la experiencia de las culturas autónomas de los pueblos indígenas que luchan por su emancipación, se inscribe en una perspectiva de filosofía política de las ciencias  y las humanidades que da prioridad a  valores éticos y políticos como dignidad, equidad, justicia, democracia, libertad, sin menospreciar los valores epistémicos, pero sin aceptar la jerarquía inapelable que han asumido en el paradigma cientificista de la modernidad: 

El descubrimiento de las nuevas ciencias como nuevas posibilidades para los proyectos humanistas, democráticos, liberadores y socialistas exige un esfuerzo considerable del pensamiento crítico. Este necesita combinar la crítica a las tecnociencias para la dominación y acumulación de capital con su posible uso para la liberación humana. (González, 2000, p. 254)

En la construcción de estos nuevos paradigmas cognoscitivos que integran las ciencias, las humanidades, las tecnociencias, y los saberes y conocimientos tradicionales bajo un principio pluralista de equidad epistémica, las universidades y de manera especial la Universidad Nacional Autónoma de México, tiene una responsabilidad histórica. Para cumplir con este compromiso, la universidad tiene que transformarse radicalmente. Durante su breve rectorado (1970-1972) Pablo González Casanova inicio la transformación más importante de la Universidad Nacional que tuvo como objetivos la democratización de la educación superior a través del sistema abierto, la integración de ciencias y humanidades en los niveles de bachillerato, licenciatura y posgrado y el impulso de multi e interdisciplina a través de nuevas licenciaturas y posgrados, así como de las unidades multidisciplinarias (ENEPs). La significación social, cultural y política de estas transformaciones fueron de tal grado que el Estado autoritario reprimió el proyecto, amenazó la autonomía universitaria y provocó la salida del rector más innovador que ha tenido nuestra Universidad Nacional. No obstante de manera parcial, estas reformas pudieron parcialmente realizarse, pero en muchos aspectos son actualmente asignaturas pendientes que si bien son necesarias realizar, son insuficientes a la luz de las luchas y experiencias emancipadoras de las últimas décadas que demandan la construcción de paradigmas no sólo interdisciplinarios, sino sobre todo transdiciplinarios, incluyentes de las comunidades, culturas y saberes indígenas que han sido excluidos sistemáticamente de la academia, pero que hoy en día son indispensables para superar la crisis civilizatoria que ha producido el capitalismo global y paradigma cientificista y tecnológico que lo ha sostenido. Ante estos retos la pregunta inquietante que se impone es la misma que formulo el humanista Francisco Cervantes de Salazar en 1554, recién fundada la Universidad de México: ¿En tierra donde la codicia impera, habrá lugar para a sabiduría?

La respuesta depende de las y los universitarios, sobre todo de quienes asuman el compromiso académico, social y político que ha realizado durante toda su larga y venturosa vida Pablo González Casanova.

7. Referencias bibliográficas 

González, P. (2005). La democracia en México. Era.

González, P. (2013). Misoneísmo y la modernidad cristiana en el siglo XVIII. En Obras históricas 1948-1958, edición facsimilar. El Colegio de México.

González, P. (2013). Una utopía de América. En Obras históricas 1948-1958, primera edición facsimilar. El Colegio de México. 

González, P. (2009). Los Zapatistas del siglo XXI en Pablo González Casanova, De la sociología del poder  a la sociología de la explotación. Pensar América latina en el siglo XXI. CLACSO. 

González, P. (2009). Los caracoles zapatistas: redes de resistencia y autonomía. En Pablo González Casanova, De la Sociología del poder a la Sociología de la explotación. Pensar América latina en el siglo XXI. CLACSO.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

14 − 12 =