ISSN : 2992-7099

Chile: un recuento a los cincuenta años de la utopía ensangrentada

Ignacio Hernández Saldívar

Ignacio Hernández Saldívar

Es maestro en Sociología Política por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Se ha desempeñado como Secretario Académico de la Dirección General del CCH. Ha formado parte del Comité de evaluación de los proyectos INFOCAB de la DGAPA. Ha sido editor de revistas de reseñas para profesores y alumnos. Es autor de diversos artículos sobre ciencia, tecnología y sociedad.  Ha impartido clases en la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Iztapalapa; y en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Ha sido ponente en congresos, presentador de libros y conferencista en temas sociales e históricos.

8 septiembre, 2023

El 11 de septiembre se cumplen 50 años del golpe militar que derrocó a un presidente electo en un proceso de votación legal y legítimo: Salvador Allende. Durante la segunda parte del siglo XX, se ha mostrado que la democracia en Latinoamérica ha sido vejada en innumerables ocasiones, pero el caso de Chile de 1973 representa un paradigma por la contundencia, por la enorme violencia y por el descaro de los protagonistas alegando cuestiones que se han revelado, más bien, como inconsistencias a lo largo del tiempo. Un argumento carente de validez es el referido a que la presidencia de aquel país, encabezada en ese entonces por Salvador Allende, formaba parte de un “plan comunista” que se extendería por el continente. Este “argumento” fue el pretexto para que, por décadas, los gobiernos de Estados Unidos auspiciaran, fomentaran y respaldaran abiertamente hechos de violación a los derechos humanos, asesinatos e incluso golpes de Estado no sólo en Latinoamérica, sino en diversos lugares del mundo a través de sus agencias de espionaje y de su inteligencia civil y militar.

Muchos se preguntan si el discurso democrático de ese país del norte es sincero o está sujeto a la relatividad que gira en torno a sus intereses; también podemos cuestionar cuándo y de qué forma estos postulados se ponen en entredicho de acuerdo con sus propios balances y el ideal democrático solamente se queda en el discurso.

De acuerdo con el sitio National Security Archive que resguarda la Universidad George Washington, misma que difunde material desclasificado del gobierno norteamericano, tanto el presidente Richard Nixon y su secretario Henry Kissinger intentaron bloquear la toma de posesión del entonces presidente electo chileno en 1970. En la transcripción de una conversación, la cual quedó registrada en ese material desclasificado, se revela un interés especial por parte del entonces secretario de Estado norteamericano, respecto de la asunción del presidente chileno triunfante en las elecciones de ese año. Como era habitual en la Guerra fría, a todo aquel país que no comulgara con el ideario de corte capitalista, era tachado de comunista. Lo que proponía el programa de Unidad Popular, que era el frente de partidos políticos que impulsó la candidatura de Allende, era dar dignidad a los pobres a través de programas sociales, entre muchos otros objetivos.

El plan estadounidense era boicotear la toma de posesión de Allende. Uno de los atentados que llevó a cabo la ultraderecha, como se sabe, fue el asesinato del comandante en jefe del ejército chileno René Schneider Chereau, llevado a cabo con la intención de amedrentar al presidente Allende y persuadirlo de que no tomara posesión. Como ya era costumbre en esos años, la CIA y otros cuerpos de inteligencia norteamericanos participaron abierta y descaradamente en ese magnicidio, pero sin éxito dado que el presidente demócrata elegido por el voto mayoritario de la población tomó posesión en medio de la algarabía. Ayer como hoy, los diarios en manos de potentados culparon a la misma izquierda de ser autores del atentado, pero todo se les derrumbó cuando la verdad emergió años después.

En ese entonces el general Schneider, fue asesinado por un comando ultraderechista, armado y entrenado por la CIA. Así fue descrito por los documentos que han salido a la vista de todos debido a la ya citada National Security Archive. Efectivamente, los pertrechos de armamentos para este grupo protofascista, fueron proporcionados por aquella agencia, también transfirieron alrededor de 50 mil dólares para el respaldo a ese pequeño grupo de opositores encabezados por el general, en ese entonces retirado, Roberto Viaux y el comandante de la guarnición de Santiago, el mayor general Camilo Valenzuela. Estos dos personajes fueron contactados por la CIA para operar el asesinato de Shneider, mientras que la prensa se encargaría tanto de denostar a Salvador Allende como tergiversar las versiones del magnicidio. Fue el director del diario derechista (hasta la actualidad) “El Mercurio”, Agustín Edwards, fallecido en 2017, quien se reunió en Washington con Kissinger para informarle directamente las tareas que se realizaban para impulsar un complot a la frágil democracia chilena y, por ende, a la latinoamericana.

De acuerdo con el libro The Pinochet File: A Declassified Dossier on Atrocity and Accountability, de Peter Kornbluh, en el expediente referido a Augusto Pinochet, se ubica un dossier desclasificado sobre atrocidades y rendición de cuentas de parte del golpista que posteriormente se convirtió en primer mandatario; el autor demuestra que el Chile de ese entonces padecía del acoso de fuerzas derechistas que amenazaban a la democracia. El libro es de 2003 pero cobra actualidad porque se han abierto al público un sinnúmero de archivos que pormenorizan los papeles jugados por las distintas agencias norteamericanas e incluso la misma presidencia, en el complot que se llevó a cabo desde antes de 1970 hasta el golpe de Estado de Pinochet en 1973. Kornbluh se ha encargado de describir y analizar minuciosamente este caso, dándole objetividad y certeza documental.

En el citado texto y en los archivos mencionados se describe el papel de Agustín Edwards, como operador político principal del complot desde tres años antes del golpe de Pinochet. Ese dato también está registrado en el documental “El Diario de Agustín” de 2008. El magnate de los medios en su visita a la capital norteamericana en 1973, fomentó lo que el gobierno de ese país ya tenía esbozado: boicotear la llegada al gobierno del presidente socialista lo cual sentaba las bases del golpe de estado de 1973.

De acuerdo con los citados archivos, de publicación abierta para cualquiera en el sitio https://nsarchive.gwu.edu/, el secretario Kissinger y el presidente Nixon impulsaron un complot instrumentalizado por la CIA para bloquear la toma de posesión del presidente electo Salvador Allende. Sin embargo, a pesar del magnicidio perpetuado con anterioridad en contra del general Schneider, no tuvieron éxito.  El ejército chileno resultó ser “un grupo bastante incompetente”, según Kissinger, al no haber logrado su propósito que consistía en tomar el poder después de la destitución y asesinato de ese alto mando del ejército.

El citado sitio ha venido dando cuenta de innumerables documentos de archivos que han permanecido en los sótanos de los edificios administrativos de Washington y que gota a gota se develan ante el gran público. Es un intento por “aumentar la transparencia” del gobierno de Estados Unidos, argumentan en la Casa Blanca. Tales archivos, que a cincuenta años traen a colación muchas evidencias acerca del papel de los EUA en el golpe de estado a la nación del sur del continente, pormenorizan dichos acontecimientos: se encuentra la bitácora de la Casa Blanca, con apuntes de fecha y hora en las que se llevó a cabo la reunión con Agustín Edwards, quien por su parte negó sistemáticamente haber asistido a esa reunión. Otro archivo desclasificado y analizado por Peter Kornbluh, refiere los afanes de la cúpula norteamericana por desestabilizar al aún nonato gobierno de la Unidad Popular. Lo cierto es que el complot golpista y los intentos de bloqueo para la asunción de Allende a la presidencia habían fracasado.

Por su parte, la CIA fomentó un amplio encubrimiento de su participación en el golpe, incluyendo engaños al Comité Church del Senado de Estados Unidos (1). La Casa Blanca también retuvo documentos clave. Por otra parte, la amplia propaganda encubierta en Chile, sobre todo en el diario “El Mercurio”, cambió la percepción del mundo sobre Allende, pintándolo como un peón comunista y planteando el fracaso de la economía chilena debido a sus decisiones una vez que este comenzó su etapa de presidente. Los documentos desclasificados, enfatiza el escritor Peter Kornbluh, muestran que Richard Nixon promovió un “bloqueo económico invisible” durante el gobierno del presidente Allende en coordinación con las corporaciones multinacionales estadounidenses y las organizaciones bancarias internacionales, que fueron presionadas por ejemplo para retener la refinanciación de préstamos. En consecuencia, gran parte de la historia se ha escrito sin tener acceso a estos documentos por lo cual resulta urgente conocerlos.

En Chile el actual presidente Gabriel Boric a través de su embajador en Estados Unidos, ha pedido públicamente a la Administración de Joe Biden que publique los registros estadounidenses aún secretos relacionados con el golpe de Estado. No obstante, muchos informes de inteligencia de Nixon siguen clasificados sin acceso público. Para la reconstrucción de la historia de Chile, conocer esos documentos es fundamental consideran ambas autoridades. Es así como, el 25 agosto del presente año, nuevamente se develaron otros archivos que a petición del presidente Boric, según el Departamento de Estado. Esos documentos dan cuenta de lo bien que estaban informados tanto Nixon como Kissinger acerca de la situación de Chile antes, durante y después del golpe en septiembre de 1973. Uno de los documentos desclasificados cuestiona la situación de la marina chilena y su incertidumbre respecto de si los otros sectores de las fuerzas armadas se comprometerían en la asonada golpista.

Sin duda es un acontecimiento histórico el hecho de dar a conocer estos archivos, pero, según Kornbluh “…no contienen una sola frase que pueda comprometer la seguridad nacional de Estados Unidos.” Los chilenos y los latinoamericanos seguiremos esperando nuevas evidencias de ese pasado histórico que no se borra de la memoria.

Para los que llevan el recuento de esos acontecimientos, recuerdan el aire fresco que lanzaba la resistencia en esos años de lucha democrática y de justicia social.

Podemos agrupar a la resistencia chilena en tres dimensiones. Primero, la valiente oposición de los grupos políticos que subsistieron a pesar de la prohibición expresa de las leyes pinochetistas. El Movimiento de Izquierda Revolucionario encabezado por el legendario Miguel Enríquez que planteaba las reivindicaciones de los sectores populares mediante la lucha armada. Partidos que subsistieron, muchos de ellos diezmados por la brutal represión, como el Partico Comunista Chileno, el Partido Socialista del presidente Allende y la expresidenta Bachelet, así como a decenas de organizaciones que luchaban en defensa de los derechos humanos y la protección de derechos laborales de obreros y campesinos. Algunas de esas agrupaciones políticas pasaron a la clandestinidad. La represión alcanzó a partidos incluso centristas o moderadamente derechistas como el Partido Demócrata Cristiano y organizaciones de corte católico. Es difícil imaginar las enormes precariedades con las que vivieron esos chilenos sometidos a la brutalidad del ejército y el gobierno de los golpistas respaldados por los medios de comunicación derechistas, con expresiones muy similares en la actualidad.

Por otro lado, la segunda dimensión fueron las expresiones artísticas populares que subsistieron en forma heroica. El inolvidable Víctor Jara, cantor y poeta, por su artero asesinato y por su música vinculada a los más desprotegidos de la sociedad chilena de ese entonces, ha persistido en la memoria dentro y fuera de Chile. Junto con él, miles de artistas de todas las expresiones, juntaron su espíritu creativo para presentar resistencia a las acciones de la dictadura en medio del llamado “apagón cultural”. Todavía hoy, a 50 años, resuenan sus expresiones con huellas de libertad y democracia. Queda en la memoria de los chilenos y de nosotros los latinoamericanos las canciones del grupo de rock “Los Prisioneros” en especial la pieza El baile de los que sobran. Muchas más expresiones artísticas y talentosas de chilenos que fueron derrumbando a la dictadura pinochetista.

Y la tercera expresión podemos considerar al exilio chileno que difundieron por todos los medios los crímenes del pinochetismo. La legendaria Isabel Allende Bussi que recorrió muchos países denunciando las atrocidades ocurridas en su país, fue escuchada en muchas comunidades y naciones. La diáspora chilena, la argentina y en general la latinoamericana, fueron decisivos en el proceso de construcción de la democracia en la región, aunque le haya pesado en especial a los grandes medios de comunicación porque muchos de ellos jugaron un papel de solapadores de los regímenes dictatoriales.

Con enormes sacrificios los exiliados formaron estructuras, andamiajes que hicieron frente a la censura, la represión, los asesinatos, secuestros y un sinnúmero de violación los derechos humanos siempre bajo la supervisión de las agencias norteamericanas.

A cincuenta años de la infamia, no olvidemos que cuando se estudia la historia, se ponen en un crisol dos elementos irreconciliables: la vileza y la dignidad.

NOTAS

(1) El Comité Church, formalmente conocido como Comité Selecto del Senado de los Estados Unidos para el Estudio de las Operaciones Gubernamentales Respecto a las Actividades de Inteligencia, investigó las sospechas existentes sobre las acciones y operaciones de los servicios de inteligencia y de seguridad, y los abusos que de estos servicios hizo la Oficina Ejecutiva de la  Presidencia de los Estados Unidos entre 1975 y 1976.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

one × 2 =