ISSN : 2992-7099

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Revista Tlatelolco, PUEDJS, UNAM
Vol. 1. Núm. 1, julio-diciembre 2022

Ayn Rand: Una rebelión contra la democracia

Ayn Rand: A rebellion against democracy

Humberto Bezares Arango

RECIBIDO: 11 de octubre de 2021 | APROBADO: 4 de abril de 2022

DOI-0

* Doctor en Economía por la UNAM, Maestro en Economía, Política y Filosofía por la Universidad de York (Reino Unido), Licenciado en Economía por la UPAEP. Profesor e investigador en la Facultad de Economía de la UNAM y Facultad de Economía de la UABJO. Correo electrónico: humbertobezaresa@gmail.com

Resumen

El presente artículo analiza la visión desarrollada por la escritora ruso-americana Ayn Rand –en concordancia con algunos de los pensadores más reconocidos del neoliberalismo– sobre la democracia, y la relevancia que esta visión tiene en América Latina en la actualidad. El análisis se desarrolla en tres niveles que corresponden a los tres apartados que conforman el artículo: primero, a través de una breve biografía de Ayn Rand que nos permite ubicar temporalmente a nuestro sujeto de estudio en el mismo espacio histórico en el que se consolidó el neoliberalismo; segundo, a través del contraste de las ideas que sobre la democracia desarrollaron Ayn Rand y los autores neoliberales, en particular Ludwig von Mises, resaltando sus similitudes y puntos de acuerdo; tercero, a través del estudio de la influencia de Ayn Rand en América Latina en la actualidad. El artículo cierra con algunas conclusiones y sugerencias para posibles líneas analíticas futuras.

Palabras clave:

Ayn RanddemocracianeoliberalismoliteraturaAmérica Latina.

Abstract

The present article analyzes the vision developed by the Russian-American writer Ayn Rand -in accordance with some of neoliberalism’s most recognized thinkers- on democracy, and the relevance that this vision has in Latin America nowadays. This analysis is developed in three levels that correspond to the three sections that make up the article: first, through a brief biography of Ayn Rand, which allows us to temporarily locate our subject of study in the same historical space in which neoliberalism was consolidated; second, through the contrast of the ideas that Ayn Rand and the neoliberal authors developed about democracy, in particular Ludwig von Mises, highlighting their similarities and points of agreement; third, through the study of Ayn Rand’s influence in Latin America today. The article finishes with some conclusions and suggestions for future lines of analysis.

Keywords:

Ayn RanddemocracyneoliberalismliteratureLatin America.

Sumario:

1. Introducción

Sobre el neoliberalismo se ha escrito mucho sin que por ello exista consenso sobre un concepto tan importante para comprender nuestra actualidad. Algunos han enfatizado su carácter como proyecto teórico-político construido alrededor de la Sociedad Mont Pelerin (Mirowski y Plehwe, 2009); otros se centran en el impacto psico-institucional producido por la implantación de la competencia como principio “racional” de organización social (Dardot y Laval, 2013); otros más lo han analizado prestando atención a su carácter neo-expropiador (Harvey, 2005) o a su importancia en la construcción de un orden económico global (Slobodian, 2018). Las perspectivas son abundantes y revisten diferentes méritos para nuestra comprensión del fenómeno.

No es la intención del presente artículo ensayar una visión comprensiva de un fenómeno que destaca por la multiplicidad de sus corrientes teóricas y sus consecuencias políticas, sino centrarnos en un tema específico de su entramado ser: su noción de la democracia. El problema que orienta el presente ensayo es, la interpretación que el neoliberalismo tiene sobre la democracia, misma que si bien ha sido analizada por autores como Brown (2015) en relación a la educación superior o Todorov (2012) respecto a la pérdida de soberanía en la era de la globalización, en las páginas siguientes la cuestión será abordada desde el campo literario: a través de la escritora ruso-americana Ayn Rand, una autora poco estudiada en el ámbito académico a pesar de la gran influencia que tuvo en el debate público y político desde mediados del siglo XX.

Las preguntas que guían el análisis subsiguiente son: ¿Por qué es importante estudiar a una novelista del siglo XX para atender problemas sociales contemporáneos? ¿Cuál es la postura del neoliberalismo frente a la democracia? ¿Cómo desde la producción literaria se abonó una defensa del neoliberalismo que supuso una crítica a la democracia? La estrategia metódica para dar respuesta a estas interrogantes se compone de tres partes: primero, el análisis biográfico del personaje de estudio Ayn Rand, haciendo énfasis en su desenvolvimiento diacrónico con el neoliberalismo, cuya génesis se rastrea hasta la década de 1930. Segundo, el contraste de sus ideas sobre la democracia con las de algunos de los teóricos más destacados del neoliberalismo, en particular Ludwig von Mises. En ambos casos, aparecen serias reservas sobre la democracia popular, reservas que son producto de las condiciones histórico-sociales en las que se desarrolló su vida y obra. En un tercer apartado se analiza la relevancia de Ayn Rand en América Latina en la actualidad. La figura de Ayn Rand, en resumen, servirá como “hilo conductor” que nos permita analizar un fenómeno que la sobrepasa.

La hipótesis que orienta el presente estudio es que conocer la vida y obra de esta polémica escritora nos ayuda a entender nuestro “momento neoliberal”, tanto y a veces más que las obras de autores como Friedrich Hayek o Milton Friedman. Hay en ella algo que, en su pretendido carácter científico, se encuentra ausente en los trabajos de los más reconocidos teóricos del neoliberalismo: una justificación moral para una organización social regida por la desigualdad. Sus novelas y ensayos filosóficos no sólo figuran entre las obras más influyentes entre los lectores norteamericanos, sino que su influencia alcanzó a algunos de los actores más relevantes para la construcción del neoliberalismo en el último tercio del siglo XX, como Alan Greenspan o Ronald Reagan. En la actualidad se le reconoce como una de las figuras más influyentes en Silicon Valley (Bilton, 2016) y sus novelas han sido mencionadas como acontecimientos importantes en la vida y pensamiento de políticos como Donald Trump o Mauricio Macri. Al análisis de tan peculiar figura y su relación con el neoliberalismo están dedicadas las siguientes páginas.

2. ¿Quién fue Ayn Rand?

Alisa Zinovievna Rosenbaum nació el 2 de febrero de 1905 en San Petersburgo, Imperio Ruso, en el seno de una familia judía de clase alta. De la infancia de Alisa se sabe poco más allá del relato personal. El evento más trascendental de su vida, no obstante, tuvo lugar en 1918 cuando en medio de las convulsiones revolucionarias, la casa y empresa de su familia fueron expropiadas por el gobierno bolchevique. Al parecer de la profesora Lisa Duggan (2019, p. 6), este despojo “fue formativo para Alisa Rosenbaum, generando en ella un sentimiento de por vida de indignado merecimiento alimentado por la creencia de que le había sido robada la vida que merecía”. Un recuento literaturizado de los traumáticos días que siguieron para la familia Rosembaum quedó plasmado en su primera novela de tintes autobiográficos, Los que Vivimos (1936), obra que revela la profunda herida que el comunismo imprimió en su adolescencia y que no la abandonó hasta el día de su muerte. El trauma neoliberal, el miedo a las reivindicaciones revolucionarias de las masas obreras que se gestaron durante las primeras décadas del siglo XX, fue en su caso un evento vital que forjó su desprecio por el socialismo y serias reservas sobre la democracia.

El segundo evento trascendental en la vida de Alisa tuvo lugar en 1926 cuando, tras haber cursado estudios de filosofía e historia en la Universidad de Petrogrado –a los que tuvo acceso gracias a las reformas educativas implantadas por los bolcheviques antes de que comenzaran las purgas de estudiantes burgueses– y de cine en el Instituto Estatal de Cinematografía, obtuvo un pasaporte para visitar Estados Unidos donde podría aprender de la boyante industria cinematográfica y regresar a la URSS para apoyar con la propaganda comunista. El 17 de enero de 1926 Alisa salió de Rusia y un mes más tarde desembarcó en Nueva York, para luego trasladarse a Chicago donde fue recibida por familiares de su madre. Allí adoptó el nombre de Ayn Rand en un intento por dejar atrás su pasado.

Después de algunos años de frustrante adaptación a su nueva patria que la llevaron a Hollywood en busca del sueño americano, la carrera literaria de Ayn Rand inició en 1936 con la publicación de Los Que Vivimos, una cruda crítica al régimen soviético publicada 37 años antes que Archipiélago Gulag (1973) de Aleksandr Solzhenitsyn. Acosada por el fantasma del comunismo que a su parecer se cernía sobre Estados Unidos en la figura de F. D. Roosevelt, en 1940 Rand tomó unas vacaciones de su actividad literaria para unirse a la campaña presidencial de Wendell Wilkie, el empresario de la industria energética que buscó frenar la “rusificación” de Estados Unidos que a su parecer representaba el New Deal. Tres años más tarde apareció su segunda novela y primer éxito comercial: El Manantial (1943)En esta segunda obra lleva a cabo una exaltación de un individualismo radical en la que se dejan ver destellos del superhombre nietzscheano, pero también se manifiesta una crítica a la democracia norteamericana que, a través de las políticas del New Deal, como la Ley de Seguridad Social de 1935, pretendía igualar a los mediocres, a la masa norteamericana, con el genio de las mentes egregias.

Gracias al éxito de esta novela –que fue llevada al cine en 1949– el círculo social de Rand llegó a rozar el proyecto neoliberal que para entonces se encontraba a punto de dar un gran salto con la conformación de la Sociedad Mont Pelerin (SMP) en 1947. Entre las personalidades a las que el éxito la acercó, destacan el economista y periodista Henri Hazlitt, y el gerente general de la Cámara de Comercio de los Ángeles Leonard Read, quienes juntos fundaron en 1946 la Foundation for Economic Education: think thank que hasta la fecha reivindica los principios del neoliberalismo y que durante la década de 1950 jugó un papel importante en la transformación de la SMP desde una perspectiva europea hacia una versión más americana, fundada al menos parcialmente, en la visión randiana de la economía. Fue también por mediación de Read y Hazlitt como Rand conoció a Ludwig von Mises, patriarca neoliberal y único economista a quien le reconoció una deuda intelectual.

Al contrario de lo que sucedió con sus novelas anteriores, con su tercera novela La Rebelión de Atlas salió a la venta el 10 de octubre de 1957, el ambiente político del macartismo y la guerra fría habían preparado el terreno para un éxito comercial. En tan solo seis semanas se vendieron cerca de setenta mil copias y en cinco años las ventas superaron el millón. El tema de la novela, según la propia Ayn Rand, es:

El rol de la mente en la existencia del hombre y, como corolario, la presentación de un nuevo código de ética la moral del egoísmo racional … demuestra que el conflicto básico de nuestra época no es meramente político o económico, sino moral y filosófico. (Rand, 2009, pp. l96-197)

Su argumento puede condensarse en la pregunta: ¿qué pasaría si los grandes empresarios y las mentes egregias de la sociedad se declararan en huelga? A lo largo de más de mil páginas desarrolla una trama ideológica que tiene en su centro a los “grandes hombres” de la empresa norteamericana: Atlas que cargan sobre sus hombros a la economía norteamericana mientras luchan contra las intromisiones del gobierno y los “parásitos” que se coluden con el poder político para obtener favores económicos.

La ideología de Ayn Rand, condensada en un “sistema filosófico” al que llamó “objetivismo”, encontró eco en las décadas de 1960 y 1970 entre la juventud norteamericana radicalizada desde la derecha en contra del gobierno. Durante este periodo Rand vivió una explosión de su popularidad que la llevó a presentarse numerosas ocasiones en televisión y abarrotar los auditorios, principalmente de las universidades de élite de la Ivy League. La reivindicación del individuo frente al creciente Leviatán burocrático fue un signo de este periodo “el triunfo del individuo sobre la sociedad” le llamó Hobsbawm (2014, p. 366), que comenzó con una explosión de rebeldía, pero que desembocó en la indiferencia ante la angustia social. Mientras la crítica de la izquierda y la fraternidad de los hippies fueron acalladas por una política neoconservadora de “orden y progreso”, las ideas de Rand, abrazadas por organizaciones juveniles como Young Americans for Freedom o la Society for Individual Liberty, encontraron acomodo en el nuevo consenso que llevó a la Casa Blanca a Ronald Reagan, un admirador de las novelas de Rand. Sus ideas, en otras palabras, resultaron convenientes para el modelo económico y político que empezó a erigirse en la década de los 1970. La famosa expresión de Margaret Thatcher “no existe tal cosa como la sociedad”, pudo haber salido de un ensayo de Rand en el que se lee: “no existe una entidad tal como la sociedad; pues la sociedad es sólo un número de hombres individuales” (Rand, 2009, p. 25).

En 1970 comenzó el movimiento de pivote (Stein, 2010) que en poco menos de una década llevó al ascenso y triunfo del neoliberalismo; una serie de transformaciones sociales, económicas e institucionales que, al parecer de David Ibarra (2017, p. 13), sólo son comparables con las acontecidas durante la Revolución industrial. Aunque el aporte de Rand a este proceso fue más el de una reclutadora que el de una tomadora de decisiones –muchos de los jóvenes universitarios que leyeron sus novelas pasaron a formar parte del aparato de gobierno y la burocracia privada de las grandes empresas en estos años– es necesario hacer mención al vínculo humano por el cual su doctrina del egoísmo racional llegó a ejercer una gran influencia en las transformaciones económicas e institucionales de finales del siglo XX, como en Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de 1987 a 2006. Durante las décadas de 1950 y 1960, Greenspan formó parte de “el Colectivo” que cada semana se reunía en el departamento de Rand a discutir sus novelas, y que tradujo las enseñanzas de su tutora en una doctrina de la liberalización financiera que derivó en el colapso bursátil de 2008.

Ayn Rand falleció en 1982, no vivió para ver el triunfo de su legado. Al parecer de la profesora Jennifer Burns, “su carrera se vio marcada por el castigo que pagó por ser una partidaria temprana de ideas impopulares que más tarde pasarían a ser sabiduría convencional”; afirmación que nuevamente la emparenta con el sino neoliberal, lo cierto, escribe Eric Hobsbawm (2014, p. 181) es que desde comienzos de los años cuarenta y hasta los años setentas los más prestigiosos y antes influyentes defensores de la libertad total del mercado, como Friedrich Von Hayek, se sentían como profetas que clamaban en el desierto”. Ambos, Rand y Hayek, jugaron un papel importante en el triunfo del neoliberalismo y su cruzada contra la democracia.

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3. La Democracia en la visión del Neoliberalismo y Ayn Rand

A fin de precisar la relación entre la postura desarrollada por Ayn Rand y el neoliberalismo sobre la democracia, a continuación, se desarrollan cuatro puntos: el primero de ellos dedicado a la postura neoliberal, y los tres siguientes a la postura randiana, atendiendo a tres caracterizaciones posibles de la “tensión democrática” que se manifiesta en sus escritos: la democracia como tiranía, el mercado como democracia y el mercado como justicia.

3.1 Neoliberalismo: neutralizar la democracia

En su estudio sobre la historia de la sociedad Mont Pelerin, Mirowski sostiene que para el colectivo neoliberal “la democracia, ambivalentemente avalada como el marco estatal adecuado para un mercado ideal, debe en todo caso mantenerse relativamente impotente, de forma que las iniciativas ciudadanas raramente cambien algo sobre cualquier cosa” (2015, p. 436). Una de las caras del neoliberalismo es, en efecto, la de un movimiento reaccionario frente al crecimiento de los derechos laborales y sociales que se materializaron, por un lado, en la conformación de movimientos políticos social-democráticos, principalmente en Europa, y en la construcción del Estado de bienestar, por el otro. En la medida de que estas formas políticas y administrativas implican una “suspensión” del libre mercado –el salario mínimo, por ejemplo, impone un límite a las supuestas fuerzas equilibradoras del mercado–, supusieron también una amenaza para el liberalismo a los ojos de sus defensores. Neutralizar a la democracia fue una de sus improntas desde el principio: para ser tolerada debía ser reducida a un mero mecanismo electoral que no debe interferir con las “leyes del mercado”.

De esto queda constancia en las actas del Coloquio Lippmann –primer esfuerzo sistemático por reunir un consenso neoliberal acontecido en París en 1938–, cuyos participantes manifestaron hondas reservas hacia la democracia. Por ejemplo, Robert Marjolin (Comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios en el periodo de 1958 a 1967) expresó la opinión de que “en cuanto el proletariado adquirió suficiente poder para ejercer poder sobre el Estado de manera determinante, el liberalismo estaba condenado” (recopilado en Escalante, 2019, p. 157). Asimismo, el filósofo francés Louis Rougier distinguió durante las sesiones del Coloquio entre dos formas de democracia: la liberal y la socializante. Según su definición, la primera se basa en la limitación del Estado mientras la segunda lo hace en la soberanía popular: “La segunda es la negación de la primera. Inevitable y fatalmente desemboca en la demagogia, y a través de la demagogia, en el Estado totalitario” (2019, p. 159); idea a la que el pedagogo español José Castillejo agregó que “cuando el pueblo se cree soberano, y se convence de que todo irá bien porque puede hacer cualquier cosa, se destruye el principio fundamental del orden liberal” (2019, p. 160). Podemos agregar a estas expresiones la opinión anotada por Mises en sus memorias y recopilada por la profesora Kari L. Polanyi (2018) en los siguientes términos:

Mises se quejaba de que los socialdemócratas se hubieran agenciado este derecho por la fuerza, de que trataran de intimidar y doblegar al Parlamento por medio del terror. …Es claro que Mises encontró en esta manifestación del deseo de las masas de alcanzar el derecho al voto algo aterrador. (p. 62)

Fue por expresiones de este tipo que la misma Polanyi (p. 142) llegó a la conclusión de que “el sistema de mercado (economía) está necesariamente en perpetuo conflicto con las fuerzas populares en la sociedad (democracia) y, en su forma más pura, no puede tolerar la intervención democrática. En su forma más pura es el fascismo”.

Pero fue Friedrich Hayek quien llevó sus cavilaciones más lejos al construir una teoría de la “demarquía”, a saber, un gobierno de élites en el que las decisiones políticas están fuera del alcance de la demagogia, sustrayendo “las reglas del derecho privado a toda especie de control ejercido por una voluntad colectiva” (Dardot y Laval, 2013, p. 3951). La preferencia de Hayek por una “dictadura liberal” como la de Pinochet por sobre una “democracia sin límite”, como la de Allende, es consecuencia de esta forma de ver a la democracia no como lo opuesto al totalitarismo, sino como una simple forma de elegir a los gobernantes propensa a una dictadura de la mayoría. Aunque la demarquía no se materializó (aún) en un gobierno concreto, algunos resabios de esta postura se colaron precisamente en el lugar al que Hayek, como buen alumno de Mises, daba la mayor importancia: el dinero. En efecto, la autonomía de los bancos centrales implantada con gran alcance en el sistema neoliberal debe mucho a esta concepción del mundo que busca “inmunizar” a la moneda de las presiones de la democracia popular. En el mismo sentido, el trabajo de Slobodian (2018) elabora un cuadro histórico de la construcción del sistema económico global basado en reglas y leyes que trascienden la soberanía nacional gracias a una superestructura orquestada desde la Organización Mundial del Comercio. La necesidad de explotar las “ventajas” de la división internacional del trabajo y mantener un flujo continuo de comercio mundial, llevó a los “globalistas” neoliberales a defender un sistema que no dejaba lugar para una reivindicación de derechos sociales que quedaban constreñidos a la intrascendencia de un Estado sin soberanía y un “pueblo sin atributos” (Brown, 2015). La democracia, para ser tolerada, debe ser despojada de todo poder efectivo, o en palabras de Angela Merkel: “la democracia tiene que ser conforme al mercado”.

3.2 Ayn Rand: La democracia como tiranía

Se lee en la página de la organización Objetivismo Internacional la siguiente definición de democracia basada en textos de Ayn Rand y su albacea intelectual, Leonard Peikkof: “La democracia, en esencia, es una forma de colectivismo, que niega los derechos del individuo: la mayoría puede hacer lo que quiera, sin restricciones. En principio, el gobierno democrático es todopoderoso. La democracia es una manifestación totalitaria; no es una forma de libertad.” (Objetivismo Internacional, 2022). Para el objetivismo, en otras palabras, la democracia es la tiranía que una mayoría ejerce sobre el individuo.

Con menos radicalismo, Ayn Rand se refirió en una entrevista concedida en 1961 a la democracia como un sistema electoral adecuado siempre y cuando el Estado que de tal elección surja sea uno constreñido a la administración de la justicia y limitado por los derechos de propiedad privada: “Me opongo a la idea de que las personas tengan el derecho a votar en todo … no creo que la mayoría pueda, por votación, quitarle a un hombre la vida, la libertad o la propiedad” (Rand, 2010, 00:37). Refiriéndose a lo que a su parecer es “la única función apropiada del gobierno”, a saber, el castigo de los criminales que atentaran contra la vida o propiedad de un individuo, Rand creía que los dirigentes electos por votación mayoritaria “no tendrán derecho a iniciar la fuerza o la coacción contra ningún ciudadano, excepto un criminal”; afirmación bastante sensata a no ser porqué la idea de coacción que Ayn Rand profesaba incluía el uso de papel moneda del Estado o el pago de impuestos, el cual llegó a comparar con un robo a mano armada.

Es notable que, a pesar de que en las notas preparatorias para La Rebelión de Atlas se puede leer que “La Huelga –tal era el nombre originalmente pensado para la obra– debe ser una novela mucho más social que El Manantial” (Rand, 1992, p. 2), la palabra democracia no se asoma ni una sola vez en sus más de mil páginas. La razón, al parecer de Weiss, es que más allá de sus héroes y sus villanos:

Todos los demás, los esclavos asalariados y los empleados que checan sus tarjetas de entrada, la mayoría de las personalidades de bajo voltaje que habita la nación, no eran personas para Rand. No quería tomar parte de ellos … no escribió sobre ellos a no ser que le sirvieran para iluminar y justificar su ideología … pueden irse al demonio y eso es justo lo que hacen al final de la novela. (2012, p. 10)

Su postura ante la democracia plasmada en su obra cumbre fue, en otras palabras, la de una altiva indiferencia. El destino de la sociedad se juega entre unas pocas mentalidades egregias que mantienen el motor del mundo andando, y entre los parásitos que viven de la riqueza que aquellos producen. Los ciudadanos comunes, las masas obreras y las pequeñas empresas, el pueblo o la nación… ninguno tiene lugar en una visión del mundo marcada por el egoísmo.

3.3 Ayn Rand: El mercado como democracia y libertad

En su opúsculo Capitalismo, el Ideal Olvidado (1966) Rand escribió que:

La riqueza, en un libre mercado, se logra mediante un voto libre, general y democrático, por las ventas y compras de cada individuo que participa en la vida económica de un país. Cada vez que se compra un producto en vez de otro, se está votando por el éxito de algún fabricante. Y, en este tipo de votación, cada hombre vota sólo en esas cuestiones que está calificado para juzgar: sobre sus preferencias, intereses y necesidades. (Rand, 2009, p. 62)

De manera similar, Ludwig von Mises sostuvo en su libro Socialismo (1922) que la función de la democracia constitucional en un orden liberal es “mantener la paz, evitar las revoluciones violentas” (1968, p.76), que el mercado constituye una forma de “democracia económica” en la que cada consumidor vota por los mejores proveedores de bienes y servicios, determinando así, “democráticamente”, la distribución de la riqueza. En relación con esta obra y la confusión entre mercado y democracia que surge de sus páginas, escribe Escalante (2015, p. 33) que:

El orden social capitalista, dice Mises, debería llamarse democracia económica puesto que el poder de los empresarios depende del voto de los consumidores, que son soberanos, igual que en la política, de modo que la riqueza es siempre el resultado de un plebiscito … el hecho de que en esa democracia económica el derecho a voto dependa de la riqueza ni siquiera se plantea.

Al argumento democrático del mercado se suma su supuesto carácter de libertad: “toda riqueza es producida por alguien y le pertenece a alguien. Y la virtud especial que permitió al capitalismo dejar atrás a todos los sistemas económicos previos fue la libertad … que llevó no a la expropiación, sino a la creación de riqueza”, escribió Rand (2009, p. 17). De manera similar, von Mises (1985, p. 68) argumenta que “la propiedad privada crea para el individuo una esfera en la que es libre del Estado … es el suelo donde las semillas de la libertad se nutren y donde la autonomía del individuo y, ultimadamente, todo progreso intelectual y material se fundan”. No es que estos argumentos sean exclusivos de Rand y Mises; al contrario, son comunes a un gran número de pensadores, como Milton Friedman, quien declaró: “no creo en la democracia, en lo que creo es en la libertad individual en una sociedad en la que los individuos cooperan unos con otros” (citado en Mirowski y Plehwe, 2015, p. 445). Lo que resalta en el caso de Mises y Rand es lo temprano de sus aportaciones y la vehemencia con que argumentaron a favor de la eficacia y moralidad del mercado. Por algún tiempo sus posturas se consideraron demasiado radicales para ser funcionales, pero con el ascenso del neoliberalismo y la degradación del Estado de bienestar, la libertad del mercado ha pasado a considerarse la libertad por antonomasia y la democracia de mercado la única forma de justicia tolerable, a pesar de fundarse en la desigualdad.

3.4 Ayn Rand: El mercado como justicia

Lo anterior nos lleva a otro punto de acuerdo entre Rand y Mises –y podríamos incluir a Robert Nozick– cuyas consecuencias para una política económica (neoliberal) son de la mayor relevancia: la justificación de la desigualdad. Si el sistema de mercado es “democrático y libre”, las consecuencias que de éste se deriven deben ser, por lo tanto, “justas” o al menos meritorias. Como señala Escalante (2015), la lógica del neoliberalismo:

Depende de que en última instancia se pueda afirmar que el resultado de mercado es justo… esa convicción de que el mercado es justo, que premia a los mejores, llega al paroxismo en la obra de Ayn Rand … sirve de broche para el programa neoliberal en su versión más cruda. Los ganadores, los que han tenido éxito, los ricos, son además los mejores, y hacen bien en olvidarse de los fracasados. (p. 169)

En Mises (1985, p. 31) la impronta es clara: “solamente gracias a que la desigualdad en la riqueza es posible en nuestro orden social, solamente porque estimula a todos a producir tanto como puedan al costo más bajo, tiene la humanidad hoy en día a su disposición la riqueza total disponible para el consumo”. Por su parte, Rand (2009, p. 36) sostiene que “la abundancia de los Estados Unidos no fue creada mediante sacrificios públicos dedicados al bienestar general, sino por el genio productivo de hombres libres que persiguieron sus intereses personales en la construcción de sus fortunas privadas”. En ambos casos sus argumentos los llevan a rechazar los impuestos a la riqueza, ya sea por su “ineficiencia” (Mises) o por ser inmorales (Rand). Es así como los conceptos de democracia y libertad son reinterpretados y encasillados dentro de un marco económico que justifica la desigualdad como un fenómeno inevitable y necesario. En palabras de Mirowski (2015):

Los neoliberales proclamaron la desigualdad de los recursos económicos y los derechos políticos no como un desafortunado producto colateral del capitalismo, sino como una característica funcional necesaria de su sistema ideal de mercado. La desigualdad no es sólo el estado natural de las economías de mercado, sino que es una de sus principales fuerzas motrices para progresar. Por lo tanto, los ricos no son parásitos, sino [convenientemente] una bendición para la humanidad. Las personas deben ser animadas a envidiar y emular a los ricos. Las demandas por la igualdad no son más que las uvas amargas de los perdedores o, por lo menos, las reliquias atávicas de viejas ideas de justicia que deben ser extirpadas de la mentalidad moderna. (p. 438)

Valga señalar en relación con esta definición del neoliberalismo, la opinión que Rand profesó sobre la Ley de Derechos Civiles, un hito en la historia democrática de los Estados Unidos promulgada en 1964 para acabar con las prácticas discriminatorias y la segregación por motivos raciales. Rand declaró su rechazo a la ley ya que ésta era contraria con su idea de los derechos universales y privados, considerándola en cambio un “privilegio” para grupos especiales: Tal como en el área de lo material escribe Rand (2009, p. 420) “el saqueo de la riqueza de una nación se obtiene por medio de la inflación de su moneda, así hoy en día, puede observarse el proceso de inflación aplicado al área de los derechos”. Los derechos deberían ser siempre una categoría individual, por lo que la promulgación de leyes que versaban sobre grupos (sindicatos, pueblos, naciones) carecía, a su parecer, de fundamento. Cualquier grupo, valga precisar, menos una empresa privada, la cual sí puede y debe –incluso con el recurso a la huelga– reclamar su derecho a hacer dinero. La propiedad y no la libertad de vivir sin discriminación, la recompensa del mérito individual y no la justicia grupal, son en su visión del mundo condiciones suficientes para garantizar el desarrollo humano, siempre individual y egoísta.

4. Ayn Rand y su influencia contemporánea en América Latina

Más allá del interés erudito, las reflexiones precedentes cobran relevancia en la actualidad ya que en fechas recientes América Latina ha presenciado un crecimiento de la influencia de Ayn Rand debido a que desde principios del 2019 el Ayn Rand Institute (ARI) –organización fundada en 1985 para la preservación y difusión del Objetivismo– se ha enfocado a la promoción del objetivismo en nuestra región a través de su sede en Latinoamérica.

Tanto el ARI como la Atlas Society –otra organización dedicada a la promoción del objetivismo fundada en 1990–, se han acercado en los últimos años a “líderes de opinión” latinoamericanos, “vendedores de ideas de segunda mano” los llamó Hayek– como Gloria Álvarez Cross, guatemalteca egresada de la universidad libertaria Francisco Marroquín (UFM) que ha criticado a los gobiernos de izquierda de América Latina en sus múltiples apariciones públicas y en sus libros El Engaño Populista (2016) y Cómo Hablar con un Izquierdista (2017). Galardonada en el año 2018 con el “Premio Hayek” del Hayek Insitute de Austria, ha sido una voz influyente dentro y fuera de su país. En agosto de 2021 Álvarez Cross dictó “la clase de economía más grande de la historia” a través de internet junto al economista argentino, libertario y “austriaco”, Javier Milei; pintoresco personaje que el pasado septiembre de 2021 sorprendió a los analistas políticos al ser el tercer candidato más votados en la ciudad de Buenos Aires durante las elecciones intermedias.

También en Argentina, el expresidente Mauricio Macri reconoció la influencia que las novelas de Rand tuvieron en su paso de los negocios a la política (“Macri, Ayn Rand”, 2018). La influencia de Rand en este país sudamericano se puede rastrear hasta la figura de Alberto Benegas Lynch (padre), economista que en la década de 1950 fundó junto a un grupo de empresarios el Centro para la Difusión de la Economía Libre, luego llamado Centro de Estudios para la Libertad, que publicó y difundió obras de autores como Hayek, Ludwig von Mises y Murray Rothbard. Gracias a su amistad con Henry Hazlitt y Leonard Read, Lynch conoció las novelas de Rand justo en el momento en que se publicó La Rebelión de Atlas. En Chile, Axel Káiser Barents-von Hohenhagen, asesor de la presidencia y coautor de El Engaño Populista, es también presidente de la Fundación Para el Progreso (FPP), centro de estudios liberales asociado a la Atlas Society y el ARI. Asimismo, José Piñera, influyente economista en el gobierno de Pinochet y hermano del actual presidente de Chile, Sebastián Piñera, es un declarado admirador de Ayn Rand. Brasil es el líder latinoamericano en ventas de libros de Rand con cerca de 13,000 copias al año, se documentó que durante la campaña presidencial de 2018 el entonces aspirante a la vicepresidencia de Brasil en fórmula con Jair Bolsonaro, el general Hamilton Mourao, citó a Ayn Rand durante sus actos de campaña (Folha Politica, 2018).

Agreguemos que Alberto Benegas Lynch (hijo) es actualmente presidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas de Argentina y junto a José Piñera forman parte del Instituto Cato, uno de los think tanks más influyentes de la actualidad, fundado en 1977 y desde 2012 promotor del objetivismo, gracias al nombramiento como presidente de John Allison IV, un ardiente admirador de Ayn Rand, que ha conducido uno de los programas más intensos de promoción de sus obras mediante la rama “caritativa” de la firma BB&T que ha llevado la enseñanza del objetivismo a universidades como la de Austin en Texas (Weiss, 2012).

En México, aunque más tenue, la influencia de Ayn Rand se percibe en organizaciones como el Movimiento Libertario de México que en julio de 2012 llevó a cabo una “semana de Ayn Rand” (Semana de Ayn, 2012). Otra organización de corte libertario en nuestro país es el Instituto Cultural Ludwig von Mises (ICUMI), fundado en 1982, y que desde entonces patrocina un concurso anual de ensayo para la detección de “talentos neoliberales” en cuya primera convocatoria el tema fue la obra de Ayn Rand. La figura política más destacada asociada al ICUMI es la ex-candidata a la presidencia de la república en 2012, Josefina Vázquez Mota, directora académica del organismo en 1998 cuando se publicó el ensayo de Mises sobre los problemas económicos de México emanado de sus conferencias en nuestro país en la década de los años 40. Otros admiradores contemporáneos de la obra de Rand en México son el empresario Ricardo Salinas Pliego, el periodista Sergio Sarmiento y el empresario Gilberto Lozano, fundador del Congreso Nacional Ciudadano; quienes frecuentemente citan a Rand para aderezar sus argumentos anti-intervencionistas en Twitter y otros medios de comunicación.

5. Conclusiones

No estamos frente a un fantasma de una época pasada, sino una presencia viva que a la luz del fracaso de las políticas del neoliberalismo levanta la voz para proponer una respuesta radical, el plus ultra libertario: no ha sido suficiente. Ante el fracaso de la liberalización y la desregulación, en otras palabras, los partidarios de Ayn Rand reclaman más desregulación y menos Estado. Piden, en última instancia, todavía menos democracia que la que ha tolerado a regañadientes el neoliberalismo. En efecto, ante el avance de gobiernos de corte progresista la voz de los libertarios resuena con más eco, denunciando la amenaza comunista que, a su parecer, se oculta bajo cualquier intento de reivindicación democrática o popular. Aumentar el salario mínimo, promover las industrias estratégicas del Estado, aumentar los impuestos de forma progresiva, incluso imponer restricciones sanitarias para enfrentar la pandemia, todo cae en la óptica libertaria bajo la sospecha de socialismo y una afrenta contra la libertad individual.

La amenaza de un movimiento ideológico que trastoca los conceptos de libertad y democracia para encasillarlos en un marco de mercado es difícil de ponderar, pero existen indicios suficientes para creer que su consecuencia última no puede ser otra que el agravamiento de la desigualdad económica que rige la sociedad contemporánea y que socava la democracia popular. Ulteriores investigaciones deberán prestar atención a este fenómeno y para ello hará falta tener en cuenta el aporte “moral” de Ayn Rand para la construcción de un orden social del que ya ha quedado de manifiesto su inestabilidad e ineficiencia. Sin embargo, su meritocracia y su culto al empresario, la emulación de los ricos como modelo de conducta, el emprendedurismo a ultranza que desplaza a la organización laboral del pasado, todos estos fenómenos siguen en pie. Pero no se sostienen sobre manuales de economía, sino sobre las novelas y ensayos de una polémica escritora llamada Ayn Rand.

6. Referencias bibliográficas

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