Duele

Melissa del Mar

Melissa del Mar

Estudia comunicación y medios digitales en el Tecnológico de Monterrey. Cuenta con el diplomado en Literaturas Mexicanas en Lenguas Indígenas (2019), por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura. Es ganadora del Premio Mujer Tec (2021), en la categoría de Arte y Gestión Cultural otorgado por el Centro de Reconocimiento de la Dignidad Humana del Tecnológico de Monterrey. Forma parte de la primera generación de la Estancia Literaria “Material de los Sueños” en las Islas Marías. Es coordinadora para el Reconocimiento e Impulso de los Derechos de la Mujer de la Fundación Internacional de Arte y Cultura y jefa de comunicación y difusión cultural de Cardenal, Revista Literaria. Ha sido publicada en espacios digitales e impresos como Periódico de Poesía, Buenos Aires Poetry, New York Poetry Review, Círculo de Poesía, CONECTA, Reforma, El Universal, MásCultura de Librerías Gandhi, entre otros. Ha dado conferencias en TEDx, Feria Internacional del Libro del Zócalo de la Ciudad de México, Festival Mesoamericano de Poesía, Encuentro Nacional de Mujeres Poetas Jóvenes, 22nd Convention of the Media Ecology Association, entre otros. Forma parte de la antología Novísimas. Reunión de poetas mexicanas (1989-1999). Su trabajo poético se ha presentado en México, Argentina, Bélgica, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Haití, Italia, España, Estados Unidos, Pakistán, Perú y Uzbekistán. Ha sido traducida al inglés y al uzbeko.

8 octubre, 2021

Duele

Esperando de la noche los ruidos,
descubrí tu herida,
la antigua,
en lo profundo.

Seguí el sendero de tu cicatriz,
aprendí a nombrar tu dolor a través de los ciclos de la tarde
y reconocer en el rojo de los pájaros
abrazos de sol.

Entonces, la fractura,
la piedra que sobre sí

se rompe.
El agujero en tu piel vino después,
como la cuenca y sus fisuras.
Caminé en la orilla de tus grietas,
cuidando no resbalarme,
ni dejarme fluir en ellas.

Lo cierto es,
la luz que atraviesa los cuerpos, sabía:
quizá,
otros Mares fluyen en calma
pero, hoy, este
arde en llamas.

Antes del silencio,
el hueco en tu lengua,
en donde habitan todos los llantos,
me enseñó la llaga;

tocando sus bordes,
entendí por qué aun cuando quema,
nos gusta danzar en el fuego.

Frente a la espiral de la tierra, intuí:
de tu lágrima creció un cerro de flores blancas, cuando rosadas.

Fue así, hasta ver el fondo de tu abismo
y nadar en su marea, que
caí

en cuenta:

la hendidura de lo que te duele,
era y fue

siempre

también la mía.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

ten − 8 =