Colegio de Ciencias y Humanidades. Plantel Oriente
Colegio de Ciencias y Humanidades. Plantel Oriente
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos agentes que no se dicen nada.
Fragmento de “Espero curarme de ti” de Jaime Sabines
¿Por qué amar es el acto más valiente del ser humano, pero también el que le provoca más sufrimiento?, ¿por qué la devoción con el otro es tan dolorosa como bella?
Amar se nos presenta como la cuestión última de la existencia, como la incógnita que carece de respuesta. Amar, simplemente, es la epifanía última por la que se mantiene con vida el ser humano.
No nos referimos sólo al entrelazamiento de la piel misma, ni al tacto, ni siquiera a la relación sexual de un ser humano con otro. Nos referimos al hecho de amar porque el sentimiento se presenta por sí mismo, sin obligaciones y sin reglas. Se presenta como lo más liberal que se tiene.
Y, a pesar de la libertad con la que se inscribe en el cuerpo y mente, su complejidad también se hace presente: ¿cómo se siente el amor? Es más, ¿se siente?, ¿cómo se sabe que se ama?
Las interrogantes alrededor del amor son tan ruidosas y fuertes como el sentimiento mismo. Lo cierto es, que nadie sabe cómo es el proceso de amar a alguien, simplemente se ama y ya.
Carlos Fuentes decía: “Hay cosas que sentimos en la piel, otras que vemos con los ojos, otras que nomás nos laten en el corazón”. Me permito citarlo por la brevedad y sinceridad con la que se expresa, porque amar no significa comprender ni analizar en su extensión, significa sentir.
Amar es vivir y si bien el vivir conlleva sufrimiento hasta el último suspiro, no hay ser humano que sea indiferente ante el masoquismo. Porque, si bien, el amor es uno de los sentimientos más pasionales, eufóricos y fuertes que se conocen, es tan polimórfico que también se presenta con dolor y desengaño, ya que amar muchas veces significa tener, pero muchas otras veces dejar ir.
Dejamos ir al fallecido, al amor imposible, al amor platónico e incluso, nos dejamos ir a nosotros mismos. No es cobardía, tampoco una falta de demostración sentimental es más bien, una muestra de la complejidad e ironía humana. Amamos con tanta fuerza y de manera tan desesperada, que, de forma precavida, el sentimiento se convierte en una hazaña vertiginosa, donde al caer, el amor se transforma en uno de los dolores más puros y sinceros.
Siendo veraces y valientes, amar también es un sentimiento de desarraigo, es la epítome sentimental más estudiada, porque se presenta de manera tan versátil, que, cuando dejamos de amar a alguien, llega otro protagonista que nos hace amar de nuevo.
Uno ama la existencia del otro, su suspiro, el crecimiento y el poder compartir. El amar se vuelve nuestro lenguaje común, sin embargo, todos lo comunicamos de distinta forma, pero al final terminamos por expresar lo mismo.
Amar es la confluencia de nuestra existencia, de nuestro carácter, de nuestra mente y cuerpo. Es la comunicación más difícil, pero también la más veraz. De tal forma que, en un mundo lleno de peligro, injusticias e inestabilidad, el mayor acto de valentía será amar al otro y amarse a sí mismo.
ADDENDA
Un breve pensamiento…
Si me duele tanto quererlo y extrañarlo, ¿lo más sano será dejarlo ir o ir detrás de él? Quizás me espera, bueno, no lo sé bien. En el fondo deseo que me espere y que diga que notó mi ausencia y que también la comprendió. Quizás, ahí siga, dentro de las canciones que nos dedicamos y dentro del último abrazo que nos dimos hace unos ayeres. Quizás me perdone por el dolor que le causé y por la incertidumbre que se generó. Quizás, todavía me quiera. Quizás, aún desee verme.
No lo sé, la incógnita ahí sigue, silenciosa, pero creciente.
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