Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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Desde que la música empezó a diversificarse y categorizarse debido al eclecticismo de su evolución, indudablemente uno de los subgéneros más menospreciados en la historia ha sido el que surgió a mediados de los 80, con temáticas y melodías pegajosas algo más radio friendly: el pop punk. Es un subgénero musical que ha causado repelús entre los más puristas del punk (por más ridículo que suene eso). El presente texto es un ínfimo intento de exponer su relevancia, un intento por defender (aunque no lo parezca) a uno de los géneros musicales más interesantes de las últimas décadas.
Para comprender su naturaleza, es crucial adentrarse en los años 90, una década crucial para la evolución musical. En un contexto histórico donde los distintos formatos de reproducción musical como los viniles, cassettes y CD’s coexistían entre los consumidores, todos al mismo tiempo en su apogeo… y en su decadencia, pues en el horizonte se avistaba el inevitable surgimiento de la distribución musical a través de internet.
De igual forma, a inicios de esta década las disqueras encontraban un moderado éxito en bandas más “arriesgadas” como Sonic Youth, o el fenómeno del NuMetal. Aquel género rarisimo que podía juntar a Deftones, System of a Down, Rage Against the Machin y a Limp Bizkit en un mismo saco, había demostrado una increíble capacidad de tener un éxito enorme entre las masas. Es en medio de esta efervescencia musical (y con el perdón de los antecedentes musicales como Descendents o incluso Buzzcocks) donde realmente el pop punk emergió con fuerza y se consolidó con bandas como The Offspring, por ejemplo, quienes lograron un enorme éxito comercial con su álbum homónimo bajo disqueras muy pequeñas e independientes.
Desde que el autor de esta carta descubrió el punk, se ha generado una relación muy cercana con el género, desde su niñez con el disco London Calling de The Clash o las canciones más populares de los Ramones, hasta escuchar el solo de bajo en la primera canción del álbum And Out Come the Wolves de Rancid, durante la búsqueda de una identidad, estos discos le dieron la suficiente motivación de echarse un clavado a las muchas, muchas ramas y posibilidades que había dentro del punk, desde los más políticamente radicales como los Anarquistas, hasta los (algo conservadores) Straight Edge. Sin embargo, fue en el pop punk donde encontró un análisis infinitamente más interesante.
Y es que, por lo menos siendo del punk anarquista, formabas parte de una comunidad ideológicamente sólida y cooperativa con los demás miembros, sin embargo, esto no se encontraba en pop Punk, pues, por chistoso que suene, este género te pone en un punto donde la música y su estética es considerada como “muy fresa pa’ los punks y muy punk pa’ los fresas”, entonces, ¿en dónde encajan? La respuesta a esa pregunta es probablemente una de las temáticas más abordadas en el género.
Y es que, desde su planteamiento como género, en realidad no tiene sentido, es exactamente eso lo que más llama la atención del género. ¿Que no el pop y el punk… son antónimos?
Para fines prácticos de este texto, se comprende al pop punk como un género que mezcla la agresividad del Punk con las melodías pegadizas y afables del Pop, acercándose a la música “radio-friendly”; las letras van a tratar sobre desamores siempre abordados con un sentido del humor bastante infantil o de la manera más melodramática posible; generalmente no proponen reflexiones complejas sobre las relaciones humanas, es más un momento de catarsis.
A pesar de ser una definición que queda bien con la forma y el contenido del género, personalmente considero que no le termina de hacer justicia. Esta definición, tan pequeña y directa como es, deja de lado muchas otras temáticas y características del género, por lo cual, me gustaría que se comprendiera como un género ecléctico surgido del hardcore punk mezclado con el rock independiente y el punk más clásico, contando con melodías simples y letras que (además de hablar de las temáticas mencionadas anteriormente) también hablan sobre los problemas de identidad, el coming-of-age, depresión, soledad, política, pero que al mismo tiempo tiene la flexibilidad de hablar sobre fiestas, problemas simples de la adolescencia o chicas y chicos que te gustan.
Pues este género respondía a un punk y a un público más enajenado, alejado del colectivo (siendo aquí donde se difumina la línea entre el pop punk y el emo), pero que al mismo tiempo comprende la superficialidad del consumismo en la que está envuelta, y no tiene miedo en exponer, e incluso satirizarla. El pop punk capturó la atención de este nicho de adolescentes confundidos, quienes se identificaban con las letras sobre, por ejemplo, no conseguir pareja, ser un “loser” o sufrir de un amor no recíproco.
Aunque, es válido reconocer que el pop punk se convirtió en un elemento central aglutinador y relacionado con movimientos alternativos y contraculturales. Al final de cuentas, los amantes del género, incluyendo al autor de esta carta, estamos en la búsqueda de un bienestar común y a favor de la liberación de estigmas sociales, los cuales están expuestos a través de mensajes implícitos en las letras.
Y no solo eso, sino que tambien se tomaba la libertad de ser bobo y simplón, en este género ser tonto deja de ser un pecado; gracias al pop punk, el “punketo” promedio por primera vez en su historia tiene la libertad y la oportunidad de mostrar vulnerabilidad, de bajar la guardia y divertirse con canciones de desamor. Esto no debería ser motivo de vergüenza o de señalización, el género lo requería no sólo para sobrevivir en el mercado de los 90, sino para representar a una juventud que definitivamente lo necesitaba.
A pesar de las limitaciones del género, el pop punk trasciende estas etiquetas superficiales y se convierte en un refugio vital frente a las adversidades de la vida. En última instancia, este género, por mostrarse a sí mismo como tonto, despreocupado, resulta mucho mas complejo y crítico de lo que una simple escucha expone.
Discos post 9-11, hoy infinitamente populares como el American Idiot de Green Day o The War on Errorism de NOFX, son un manifiesto de la identidad de una juventud norteamericana sin dirección, cuyos futuros únicamente veían muerte y catástrofe. En paralelo, en México fue justo esta época donde bandas influenciadas por otras agrupaciones españolas como La Polla Records o Eskorbuto, florecían en una escena musical sin antecedentes en la nación, donde destacan bandas como PXNDX, Deluxe, Bye Sami, División Minúscula, Thermo o Finde.
Al final de cuentas, desde las imágenes más lúgubres de The Black Parade de MCR hasta la diversión de las fiestas de piscina del All Killer No Filler de Sum 41, este es de los pocos géneros que pueden estar en esta dicotomía y seguir teniendo sentido, demostrando que nada en la música, por muchos prejuicios que cargue, jamás será banal (bueno, a menos que esa sea la intención). Mientras siga siendo un baluarte que haga más llevadera la realidad, ¡qué nadie exclame que es un género menor!
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