Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Vallejo
Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Vallejo
Si somos racistas o no, es algo que en realidad no me había preguntado antes. Tenemos la creencia de que el racismo es algo exclusivo de personas de otros países –como los estadounidenses–, y nos enojamos cuando ellos hacen comentarios despectivos hacia nuestra gente y es totalmente comprensible. Quiero decir, a nadie le gusta que se burlen de ti o te hagan sentir menos, pero muchas veces no notamos que el racismo está en nuestro mismo país.
Veo racismo cuando escucho comentarios de personas cercanas a mí como los siguientes: “los tecuanos”, “tiene el nopal en la frente” o “indio pata rajada”, todos estos para referirse a personas de origen indígena como si nosotros fuéramos superiores, como si ya hubiéramos olvidado nuestras raíces y lo que éramos antes de esa conquista española.
Pero ¿de donde viene este sentimiento de superioridad entre razas? Quizá del hecho de que tomamos como referencia estándares físicos de otros países o quizá del hecho de que desgraciadamente los indígenas son una minoría en nuestra sociedad actual; sea cual sea el caso creo que es importante analizar este tipo de situaciones puesto que el racismo se puede presentar en múltiples formas, formas que algunas veces ni notamos pero que deberíamos conocer.
En conclusión, me gustaría que nos miremos los unos a los otros sin recalcar nuestras diferencias, porque al fin y al cabo estas diferencias no importan, lo importante es que cada uno de nosotros tiene un valor el cual no depende en lo absoluto del lugar del que venimos, de las costumbres que tengamos, si somos de uno u otro color o si somos de varios colores, sino que más bien depende de lo que somos y representamos como personas.
Por: Sebastian Ireta Solis
¿Esta película critica o refuerza los estereotipos del cuerpo?
Por: Isaac Arturo Urrutia Alfaro
La sangre como metáfora del odio en estos filmes
Por Jaime Martínez Aguilar
Te invitamos a conocer la Feria Internacional del Libro de Coyoacán
Por: Diego Alberto Nocelo Zazueta
Hay que detenerse en lo que ocultan las películas históricas