Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Naucalpan
Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Naucalpan
Desde nuestra infancia, uno de los primeros entornos que habitamos es la escuela. En sus patios y aulas aprendimos a relacionarnos con lxs otrxs, a entender el mundo y, en ocasiones, a transformarlo. Sin embargo, la escuela también es un escenario donde la competencia, el bullying, el estrés y el sufrimiento son tan constantes que nos marcan de maneras que debemos reconocer y denunciar. Ante este panorama, surge una pregunta crucial: ¿otra escuela es posible?
Imaginemos, entonces, la escuela como una película. Desde el primer día de clases, el protagonista, un niño o niña, se adentra en un mundo nuevo, lleno de personajes diversos. Cada aula se convierte en un set de filmación donde se desarrollan las escenas de su vida. Los maestros son los directores de escena, guiando el aprendizaje, mientras que los compañeros de clase son los coprotagonistas, con quienes se comparten risas, lágrimas y todo lo que hay en medio.
En esta película, hay momentos de alegría y descubrimiento, como cuando el protagonista resuelve un problema matemático por primera vez o presenta un proyecto que preparó con esmero. Pero también hay momentos oscuros, como las escenas de bullying en los pasillos, los exámenes que causan noches de insomnio, y la presión constante por ser el mejor. Estos episodios dejan cicatrices invisibles que perduran más allá de los años escolares.
En mi propia vida, la educación ha sido una mezcla de escenas bien dirigidas y tomas fuera de foco. Recuerdo maestrxs que inspiran y motivan, que ven en cada alumnx una chispa única y la avivan con paciencia y dedicación. Pero también recuerdo momentos de competencia feroz, de sentir que no era suficiente, de ser un personaje secundario en la trama de alguien más. Sobrevivir a la educación fue, en muchos sentidos, aprender a navegar entre estos extremos, a encontrar mi propia voz en medio del ruido.
Para mejorar el sistema educativo y el aprendizaje de todxs, propongo un cambio de guión. Imaginemos una escuela donde el bienestar emocional sea tan importante como el rendimiento académico. Una escuela donde el aprendizaje colaborativo reemplace la competencia destructiva, y donde el bullying sea erradicado mediante la promoción de la empatía y el respeto. En esta nueva escuela, lxs maestrxs no sólo enseñarían materias, sino también habilidades para la vida, fomentando la creatividad, el pensamiento crítico y la resiliencia.
Experiencias escolares, tanto positivas como negativas, han dejado una marca indeleble en mi vida. Recuerdo con cariño a un maestro de literatura que nos animaba a explorar nuestras propias historias, a ver la belleza en las palabras y en las experiencias cotidianas. Pero también recuerdo los momentos de aislamiento, cuando la ansiedad y el estrés se volvían abrumadores, y no había espacio seguro para expresarlos. Estas experiencias me han enseñado la importancia de un entorno educativo que valore y cuide a cada individuo.
La película de nuestra educación está en constante producción y tenemos la oportunidad de reescribir el guión. Podemos imaginar y construir una escuela diferente, una que celebre la diversidad, que enseñe desde el amor y no desde el miedo, que prepare a lxs niñxs no sólo para los exámenes, sino para la vida. En esta nueva escuela, cada niñx sería el protagonista de su propia historia, con el apoyo y la guía necesaria para alcanzar su máximo potencial. ¿Otra escuela es posible? Sin duda, y empieza con cada uno de nosotrxs, con la convicción y el compromiso de hacerla realidad.
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