Actualmente el ser humano tiene muchísima información a su alcance, así como la posibilidad de utilizar las redes sociales en todo momento y las múltiples plataformas o aplicaciones, creadas para facilitarnos la vida, servicios de entretenimiento, la posibilidad de compartir videos cortos, fotografías, entre otros contenidos, pero el problema radica en si somos conscientes verdaderamente del uso que le damos a dichas redes sociales. Y no estoy afirmando que sean malas o inadecuadas, sin embargo, el ser humano se ha permitido “enajenarse” y olvidarse algunas veces de su realidad individual y social y, con ello, dejar de prestarle atención a algunas problemáticas y situaciones reales, por el hecho de perderse en ese amplio mundo virtual; u olvidar relacionarse de forma presencial y estar pegado todo el tiempo a las redes sociales, perdiendo contacto social y creando “otra realidad no tan real”.

Las redes sociales sin duda vinieron a revolucionar nuestro mundo y a mostrarnos un nuevo panorama en que es fácil y práctico compartir información, esto trajo consigo la ventaja de mejorar nuestra comunicación en el ámbito personal, familiar y laboral. No es nada nuevo actualmente utilizar WhatsApp, Facebook, Twiter, LinkedIn, etc. Sin embargo, nos hemos acostumbrado tanto a ello que si por un momento no las tenemos nos volvemos locos, sentimos ansiedad y frustración y nos preguntamos de forma inmediata: ¿cuándo volverán a funcionar? Prueba de esto fue cuando se cayeron las dos plataformas mayormente utilizadas en nuestro país, WhatsApp y Facebook, y era fácil encontrarse con los amigos ansiosos, tristes y preocupados, no solo porque no podían mensajear, sino por el hecho de no poder compartir contenido como fotografías o estados personales, que inmediatamente compartieron una vez que se reestableció la señal y todo volvió a la normalidad.

Por otra parte, hablo de “enajenación”, cuando nos olvidamos por completo de compartir momentos con nuestra familia o amigos de forma física y, a pesar de estar en el mismo lugar, nos encontramos alejados y comunicándonos por el celular, lo cual ya es muy común ver hoy en día, y es triste, porque en lugar de convivir sanamente, preferimos compartir los momentos en redes sociales, llegando a perder relación personal.

Por supuesto que se ha vuelto parte importante el uso de las redes sociales en nuestras vidas y no está mal compartir el contenido que nosotros queramos, sin embargo, como universitarios debemos reflexionar sobre el uso que les damos y no solo utilizarlas como mero entretenimiento, sino también sacar provecho de ellas y utilizarlas en beneficio de nuestra formación personal y social, lo cual sería aún más práctico y benéfico.

En nuestra vida individual y social debemos concientizar y reflexionar sobre el uso que les damos a las redes sociales y permitirnos la posibilidad de apartarnos por un momento de ellas sin que nos cause angustia ni ansiedad, y poder relacionarnos sin ellas de por medio. Para ello, Alfredo Marcos nos propone Silencio tecnológico, que se refiere a:

…la interrupción deliberada y transitoria del uso de una determinada tecnología legítima. Respecto a las aplicaciones tecnológicas ilegítimas pesa el deber moral de la abstención. No están aquí en juego. Aquí queremos referirnos únicamente a las aplicaciones legítimas de las que, por diversas razones, podemos prescindir en un momento u otro. (Marcos, 2018: 158-159)

Aquí, él hace referencia a varias herramientas tecnológicas y no solo a las redes sociales, pero considero que podemos comenzar por prescindir, aunque sea por un momento de éstas, y no dejar de utilizarlas sino tratar de conseguir un equilibrio en dicha utilización, no al grado de estar comiendo con el celular, o platicando con alguien y poniendo más atención al celular, por ejemplo.

Así que no podemos describirlas como benditas o malditas. Benditas sí debido a todo lo que nos permiten realizar y compartir, han traído consigo una serie de ventajas para nuestra vida, por ejemplo, en el contexto de la pandemia, no podemos negar que nos dieron la posibilidad de la educación remota de emergencia y entonces tomar nuestras clases mediante Zoom o alguna otra plataforma; malditas también, si permitimos que sobrepasen el límite de nuestra consciencia crítica y social. No podemos ser tajantes en ningún aspecto, no son buenas ni malas en nuestra vida, pero sí es necesario reflexionar sobre el uso que les damos y, por qué no, mejorarlo.