En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Credito: Valentina Cruz Vargas / Escuela Nacional Preparatoria Plantel 5
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Hernández Martínez Maritza Isabel

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Me gusta aprender cosas nuevas y divertirme en el proceso.

¿Qué quieres ser cuando seas grande?

Número 15 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2024

La desigualdad y el acceso a la educación

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Hernández Martínez Maritza Isabel

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

—Si volviera a ser niña, ¿qué le hubiera gustado ser de grande?

“Hasta el día de hoy sueño con ser maestra, pero me embaracé cuando estaba en tercer año de secundaria y mis responsabilidades cambiaron, nunca regresé a la escuela. Actualmente no tengo tiempo ni dinero suficiente para volver a estudiar, hago lo posible para salir adelante con lo que tengo”, dice Elena, de 76 años de edad, quien tiene su puesto de dulces afuera del Metro Indios Verdes.

En ocasiones, los adultos y adultas les preguntan a los niños: ¿Qué quieres ser cuando seas grande? “Yo quiero ser chef”, “Yo quiero ser veterinaria porque me gustan mucho los animalitos”, responden algunos pequeños; o “Yo quiero ser bailarina de ballet”. Incluso, si creen que su mente está en otro planeta eligen ser astronautas. Sin embargo, lo que aquellos niños no saben es que, tal vez y solo tal vez, nunca llegarán a vivir ese futuro que sueñan.

El señor Rubén Magaña de 65 años de edad, el mayor de dos hermanos, cursó hasta quinto grado de primaria porque su familia no tenía el dinero suficiente para cubrir su educación, ante esta situación se vio obligado a trabajar desde joven. En la actualidad, el señor Magaña no tiene pensado retomar sus estudios porque, en sus palabras, “tengo una vida cómoda y completa”.

—Si volviera a ser niño, ¿qué le hubiera gustado ser de grande?

“Me hubiera gustado ser contador, pero me salí de la escuela porque mi mamá ya no podía cubrir todos esos gastos. Recuerdo que un día entró a mi cuarto y me dijo: ‘Rubén, mañana ya no asistirás a la escuela’. Nunca me explicó por qué exactamente, pero cuando crecí lo entendí: no teníamos el dinero suficiente”, recordó el señor Rubén, acompañado de un ligero suspiro y una mirada distante. A pesar de los años, aquel recuerdo aún está presente en su mente.

¿Cuántos niños, ahora adultos, vivieron (viven) esta realidad? Si bien algunos adultos eligen no continuar con sus estudios, porque en la actualidad ya no lo ven necesario, otros, por más que lo intentan -o lo deseen- no pueden regresar a las aulas porque en su familia tienen que elegir entre comprar la despensa y pagar servicios como: renta, luz, transporte, medicamentos, ropa y todo aquello que se necesita para (sobre)vivir. 

Según datos de UNICEF, la causa principal de abandono escolar es el trabajo infantil, producto de la necesidad económica que se vive en los hogares. En el caso de México el INEGI registró en 2022 que 3.7 millones de niñas, niños y adolescentes de 5 a 17 años realizaban trabajo infantil. Un año después la tasa fue de 13.1%. 

Otra causa del rezago educativo es el embarazo adolescente, pues tan solo en 2020 la tasa de fecundidad en las adolescentes fue de 42.96% nacidos vivos por cada 1,000 mujeres de 15 a 19 años de edad. Además de los riesgos físicos que conlleva un embarazo en la adolescencia las oportunidades educativas se reducen. 

¿Qué será de esos niños y niñas que ahora son adultos y adultas? Más allá de las cifras son niñas, niños y adolescentes mexicanos que no lograron concluir sus estudios, decisión que ellos y ellas no eligieron. La señora Elena y el señor Rubén enfrentaron desde pequeñxs situaciones distintas, pero sus historias coinciden en una sola cosa: afrontar la vida de un adulto en el cuerpo y mente de un niño. Los chiquillos no son culpables de sustituir su tiempo de estudio por trabajar, cuidar a sus hermanos o cargar entre brazos a un bebé.  

El futuro: lugar al que pocos llegan

La palabra anhelo la define la Real Academia Española como “un deseo vehemente, afán, ambición, gana, empeño, apetencia, aspiración, apetito, o ansia”, esta definición es poco útil para lo que quiero explicar porque para mí el anhelo —tómese la palabra en su más amplio sentido— es un pozo lleno de sentimientos mezclados entre sí en donde no se logra distinguir la nostalgia, tristeza y rencor. Podemos ver la boca del pozo, pero nunca llegaremos a él. Este pozo puede ser profundo o somero (poco profundo), todo depende de nuestro lugar de nacimiento; es decir, de las herramientas que se posean para alcanzar la boca del mismo.

El futuro es incierto, carece de principio y de fin. Conocemos el lugar de donde venimos, pero no nuestro destino. ¿Lxs adultxs, antes niños soñadores, viven la vida que soñaron o la que les tocó vivir? Desde el nacimiento están sujetos a un contexto social —el camino para escapar no será fácil—, algunos no lograrán tocar la boca del pozo, por más que estiren sus brazos siempre se quedarán atrapadxs y todo lo que soñaron se quedará en un anhelo. 

Pensamos tanto en el futuro cuando, quizá, nunca llegaremos a él. 

Recuerditos. ¿Qué vas a hacer cuando seas grande?

Recuerdo mis seis años de primaria cuando vivía en Huehuetoca, un municipio caracterizado por un pequeño cerro llamado “Sincoque”. El sonido de la chicharra que anunciaba la salida al recreo, la cooperativa para comprar dulces, chicharrones y refrescos en una bolsa de plástico. Nostalgia recordar el uniforme escolar —que en más de una ocasión olvidé la sudadera en el salón— las mañanas frías, el chocolate caliente entre las manos y en la televisión las caricaturas que pasaban en Canal 5. Y en las tardes jugar con los vecinitos en la calle o ver caricaturas. 

En esos años recuerdo que mi papá siempre escuchaba una canción cuya letra yo no le prestaba atención, “Cuando seas grande” de Miguel Mateos. Mi papá me preguntaba lo mismo que el vocalista pregunta en el coro: “¿Qué vas a hacer cuando seas grande?” Ahora que vuelvo a escucharla, con 20 años de edad, todavía no tengo respuesta. 

“¿Qué vas a hacer cuando seas grande?” O mejor dicho, ¿puedes ser aquello que quieres ser?

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