Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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No soy un marica disfrazado de poeta, no necesito disfraz, aquí está mi cara. Hablo por mi diferencia, defiendo lo que soy y no soy tan raro. Me apesta la injusticia y sospecho de esta cueca democrática
Manifiesto, Pedro Lemebel
Los pasos soberanos de mí transitaban sobre la República de Chile. Doblé hacia la izquierda y salí a la calle Donceles. Mis adquisiciones semanales cada vez eran menores, casi irrisorias si contemplamos un deseo bucólico de lectura a capricho que me desbordaba.
Me temblaban las manos, las palabras me salían entrecortadas con un mutismo mesurado, como si tratara de perfeccionar un lenguaje que emerge de los bolsillos huecos y la privación.
Mi técnica era sencilla, pero a la vez creativa, preguntaba al dependiente por títulos que difícilmente se encontraría en las viejas librerías del centro histórico. Había establecido un procedimiento mecánico donde buscaba libros de teoría queer, literatura chicana y una que otra novela que por la demanda permanecía en constante escasez, sin embargo, durante mis visitas al Laberinto y demás librerías, me veía obligado a cambiar de método, desempolvar la imaginación más que por un acto de subversión, de necesidad.
一 Qué tal, estoy buscando algún libro de Pedro Lemebel, es un escritor chileno -interpelé amablemente al dependiente de la librería- y también algo sobre Gloria Anzaldúa, tiene un libro llamado “La frontera” el cual estoy buscando, quizá le sea de ayuda saber que en esta obra abarca cuestiones como el género, la identidad, la raza y el colonialismo.
一Ah caray, por el momento no tenemos teoría queer, pero puedes consultar en la sección de Ciencias, tal vez encuentres algo que te sirva – contestaba el dependiente mientras señalaba con el dedo meñique un estante atiborrado de enciclopedias. Lemebel no me suena- continuaba el dependiente, mientras la librería cobraba una identidad de fortaleza, los pasillos cada vez se sugerían más angostos, casi se podían sentir las endebles llamadas de auxilio de aquellas letras que pasarían años, si no es que una eternidad, sin ser leídas- pero en aquel rincón está la sección de literatura latinoamericana.
Desde luego, había logrado mi empresa, pasar como un lector asiduo en una pesquisa literaria, no obstante, impulsado por el momento y por la inercia del desconsuelo reparé en una pregunta más.
一Bueno, en seguida voy, pero tendrá algo de Eduardo Vite, ya sabe el poeta poblano que ganó el Edmundo Valadés -improvisé una semblanza con total naturalidad de mí al momento-, me parece que su peculiaridad era vendar textos en los parques y andadores de las periferias. Su escritura es una continuación de la antipoesía de Nicanor Parra y de los poemínimos de Efraín Huerta
一 ¡Claro! – respondió el dependiente a través de un aura de conocedor consagrado- me parece que lo he visto en la última repisa de la sección de literatura latinoamericana, tal vez lo encuentres ahí, porque creo que ya se lo han llevado. La verdad no recuerdo- mencionó el dependiente mientras sacaba su inventario para continuar con sus labores.
En seguida, me destiné a la pequeña sección de literatura latinoamericana con una certeza que me punzaba en el cuerpo. Si tuviese la oportunidad de publicar mis textos, tal vez, con algo de suerte, me encuentre en la misma sección perdida. Qué gran honor morir tres veces junto a lxs que mueren y continúan muriendo, en principio porque cuando se escribe, una parte de nosotrxs queda plasmada en las letras, se muere por segunda vez cuando alguien te lee, pues una lectura no es para siempre, la memoria es contingente y muchas veces el olvido se posiciona en las imágenes y finalmente se muere uno de hambre. No pude evitar liberar una sonrisa, una expresión marcada por lo cómico y la tragedia.
Logré mi propósito, ya tenía ubicadas las cámaras, conté un total de seis, tres en la entrada apuntando al mostrador desde diferentes ángulos -como tratando de resguardar millones de pesos o proteger a toda costa los esqueléticos ingresos-, los puntos ciegos se encontraban en el pasillo de Historia, vaya casualidad.
Caminé hacia la sección de literatura mexicana, en ese momento estaba en busca de los estridentistas, pero sólo divisé algunas obras de López Velarde, nada más allá del llamado modernismo, al final tomé un Zozobra de Velarde, lo metí por debajo de mi axila y presioné con el brazo para evitar que el poeta nacional renegara de mi sobaco, antes de salir encontré una antología de los Contemporáneos publicada por la SEP, me preguntaba si venían los nocturnos de Villaurrutia, sin preocuparme por revisar el índice o la estructura de la antología abrí al azar.
SOÑAR, soñar la noche, la calle, la escalera
Y el grito de la estatua desdoblando la esquina.
Correr hacia la estatua y encontrar sólo el grito,
querer tocar el grito y sólo hallar el eco,
querer asir el eco y encontrar sólo el muro
y correr hacia el muro y tocar un espejo.
Sin leer más de seis versos, guardé el segundo libro bajo mi axila derecha, caminé hacia la salida, me dirigí al dependiente, “No, no encontré nada, seguiré buscando, muchas gracias”, le comenté al dependiente.
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