Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9
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En México, las drogas representan un problema que afecta la vida de los mexicanos. La seguridad y la salud pública constantemente se ven amenazadas por las drogas. La violencia y las adicciones, que afectan a jóvenes cada vez a edades más tempranas, revelan las evidentes consecuencias de las sustancias psicotrópicas.
Suele decirse que el ser humano solo ocupa el 10% de su cerebro, y si bien, no es del todo cierto, también es verdad que no ocupamos todo el potencial que este puede darnos. Y en este contexto podemos preguntarnos: ¿cómo afectaría a la sociedad si existiera hipotéticamente una droga que incremente el coeficiente intelectual de las personas? Esta droga ayudaría quizás a comprender idiomas en cuestión de minutos, a asimilar complejas teorías científicas rápidamente o a dominar instrumentos en un instante. Suena bien, ¿no? ¿Cómo reaccionaría la sociedad ante este fenómeno? Más allá de generar una adicción por el conocimiento, ¿qué ocurriría después? ¿Cuál sería el destino del ser humano que lo sabe todo y domina todas las disciplinas? ¿Cuál sería su razón de ser y comportamiento?
Aristóteles afirmaba que la excelencia moral y la virtud son esenciales para una vida plena y desde tiempos inmemorables ha existido el debate de si el ser humano es inherentemente malo y el tiempo lo vuelve bueno o al contrario, lo que es un hecho es que todo ser humano tiene una parte buena y una mala. Si esta droga se convierte en un atajo para la inteligencia, sin el desarrollo de virtudes como la paciencia, la sabiduría y la autodisciplina, podría socavar la auténtica realización humana.
Explotar al cien por ciento la capacidad cerebral de una persona no implica únicamente hacerla más brillante o darle una agilidad de pensamiento superior, sino elevar todas las características que puede manejar su cerebro, eso incluye pensamientos, acciones… y juicio moral. Una droga que te permite explotar todo tu potencial también “libera” esas facetas de una persona, y cómo seguramente ya se dedujo, puede ser peligroso y contraproducente. Por otra parte, desde una perspectiva más o menos existencialista, ¿qué ocurriría con este ser humano que lo sabe todo? ¿Cuál sería su propósito de existencia? Constantemente vivimos para aprender, para entender nuevos temas o dominar habilidades. Si este ser humano hipotético ya lo supiera todo, ¿cuál sería su razón de ser?
Olvidémonos por un momento de las cuestiones de salud que vienen implícitas en el uso de una droga (alteraciones de pensamiento, adicción, consecuencias a largo plazo), por este momento, centrémonos en las implicaciones sociales: la idea de una droga que aumente el intelecto plantea preguntas sobre si este incremento infinito del conocimiento eventualmente se tornaría absurdo. El mito de Sísifo, por su parte, representa en pocas palabras que la búsqueda de conocimiento es un esfuerzo constante, lo cual se respalda con la basta cantidad de información existente, dónde los temas de investigación no ofrecen un punto final. Si esta hipotética droga permitiera a las personas alcanzar un intelecto sobrehumano, surgiría la pregunta de si este aumento de conocimiento otorgaría un sentido más profundo a la vida. ¿Acaso poseer toda la información y comprender las complejidades del universo automáticamente nos podría conferir el significado de la existencia? ¿O es que seguiríamos luchando internamente por encontrar un propósito más allá del conocimiento mismo?
Personalmente, el hecho de que solo sepamos cuánto no sabemos nos motiva a seguir adelante, a tener un propósito continuo. Aprender, dominar idiomas, instrumentos y nuevos temas es el día a día de muchas personas. Si de pronto, en un instante, supiéramos absolutamente todo, eso podría arrebatarle un propósito a la vida. ¿Cuál sería la razón para seguir adelante?
En el sentido moral, se puede pensar que dar esta droga a personal de la salud, de investigación, inclusive de la educación no puede ser tan malo, ellos ayudan a la sociedad día a día, ¿qué es lo peor que podría pasar? Bueno… la frase “cualquiera puede ser un asesino” no existe solo porque sí, siendo realistas, no sabes verdaderamente a quién le estás dando está sustancia. En cuanto a mercado, todas las drogas fueron creadas con un propósito en un “mercado controlado”, aunque si preguntas a las personas correctas puedes obtenerlas pese a no formar parte de aquellos a quienes se supone estaba destinada a llegar; así, puede ser que caiga en manos de adolescentes, ¿qué de malo puede traer eso? Puede entonces que los estudiantes ocupen esta droga hipotética para impresionar a sus padres… o a sus amigos con sus grandes habilidades.
Hablando de los jóvenes con una droga de este tipo en sus manos, ¿qué no podrían hacer? Ahora imaginemos en manos de los políticos corruptos, de los deseosos de poder, los dictadores, bueno, ya mejor ni hablamos, ¿no?
Un dicho popular dice “No hay mal que por bien no venga” y sí, obviamente está sustancia imaginaria traería cosas buenas; muchos podrían usarla para algo su beneficio individual o común, pero es mucho riesgo. En última instancia, esa droga usada por la persona promedio, podría ser o no, gran cosa, pero el primer gran problema sería ¿cuántas personas la usarían? ¿Quiénes? Y lo más importante, ¿cuánto control tendrían sobre sí mismos? Control sobre esa parte de la cabeza que te dice “cómo detesto a mi jefe”, “ahí viene mi compañero, estaría mejor si no estuviera aquí”, ¿qué parte de ti ganaría en una discusión de tu cerebro al cien por ciento de su potencial?
Ahora, sabiendo que las condiciones adversas planteadas no suenan tan bien (aunque eso pasa con las drogas promedio) y que las drogas se diseñan con un fin, normalmente positivo, ojo, normalmente (sí, les hablo a ustedes anfetaminas); lo cierto es que el mercado, la ambición y la publicidad hace que estos productos caigan en manos equivocadas haciendo que, lo que se planeó para el bien, se utilice para cualquier otro fin menos el original. Todas las medicinas son drogas peligrosas y adictivas, pero no todas causan efectos placenteros; el problema no es la sustancia, es el público al que se le muestra, pensándolo así tal vez, Alfred Nobel creó la dinamita.
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