Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Oriente
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En días recientes, mi profesora de Metodología de la Investigación y yo conversamos sobre las candidatas a la presidencia. Ella mencionó que Claudia Sheinbaum había participado en la Huelga de la UNAM de 1999 como una pieza fundamental, siendo estudiante. Sin embargo, mi profesora también le guardaba cierto rencor, ya que el grupo estudiantil la había expulsado de su salón junto con sus alumnos en aquel año, pues había empezado la huelga. Pero más allá de quien haya o no participado, me cuestioné por qué surgió esta huelga en la UNAM. Es más, ¿qué puede ocasionar que miles de estudiantes decidan marchar por las calles de México? ¿Qué los une?
Todos recordamos el movimiento estudiantil de 1968, sobre todo por su terrible desenlace en Tlatelolco aquel 2 de octubre, pero también lo recordamos porque sirvió a los estudiantes como un espacio de debate y expresión de sus necesidades: mejor calidad y mayor cantidad de escuelas, preparatorias y universidades para el creciente aumento demográfico de México. Como cecehachero, bien lo recuerdo, pues gracias a este movimiento se dieron las condiciones para que Pablo González Casanova presentara la idea de los Colegios de Ciencias y Humanidades a la UNAM y al gobierno del Distrito Federal (hoy Ciudad de México), es decir, si no hubiese ocurrido este movimiento bajo las condiciones que se dio, no sé si hubiesen creado cada uno de los CCH.
El sentimiento universitario es bueno, pero, no debemos caer en el fanatismo. En 1999, ¿quiénes hicieron que la universidad se detuviera 10 meses? Una simple respuesta: la élite universitaria que buscaba privatizar la educación para su beneficio.
Esta privatización se llevó a cabo mediante las propuestas del entonces rector Francisco Barnés de Castro (1997-1999) en 1997, con la modificación del Reglamento General de Pagos mientras tomaba el cargo, aprobada de la forma más antidemocrática por el consejo universitario el 15 de marzo de 1999, faltaban la mayoría de los consejeros, y como si fuera complot, el gobierno había reducido el presupuesto de la UNAM ese mismo año. Los rumores ya corrían por la universidad, y esta acción sirvió como un parteaguas.
¿Pero por qué tanto escándalo? Porque limitaban la educación que debería estar al alcance de todos sin importar nivel socioeconómico, por eso se luchaba. La acción tomada por Barnés fue una consecuencia más del modelo económico adoptado por el gobierno mexicano desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1992: el neoliberalismo, cuya implementación solo llevo a la privatización de empresas públicas como TELMEX o a la actual TV Azteca, y ahora le tocaba a la educación pública. Y aquí es en donde los estudiantes dejamos de ser simples individuos que sólo se interesan por aprobar o no una materia, y empezamos a interesarnos por nuestro bien comunitario y por el bien de las demás generaciones de México, abriendo espacios de debate, expresión de ideas, toma de decisiones y defensa de los mismos intereses, inspirados de otros movimientos (en este caso, de 1968 y el movimiento zapatista, pues ellos también desechaban el neoliberalismo), es decir, comenzamos hacer política.
En ocasiones sentimos que la política está muy alejada de nosotros, como si fuera una estrella inalcanzable. Sin embargo, la realidad es otra, y esta nos afecta directamente. Por eso, es importante no solo interesarse por estar informado de esta, sino también actuar en conjunto.
Los movimientos sociales son un reflejo de las sociedades, sus desigualdades y las demandas que estas exigen. En este caso, la lucha era por una universidad multicultural accesible para un pueblo mayormente de bajos recursos, un derecho consagrado en el tercer artículo constitucional. Pero también sirven para redireccionar la vida pública y las acciones de los gobiernos, como lo fue en este caso: la autoridad no solo universitaria, también federal, tuvo que mantener una continua mediación con los universitarios, asimismo, se involucraron organizaciones sociales, es decir, muchas personas hicieron política sin siquiera ser políticos.
Tristemente, la huelga no prosperó. La comunidad universitaria se había polarizado y los principales dirigentes fueron aprehendidos, algunos incluso encarcelados y expulsados de la universidad, a pesar de ser estudiantes. Así como en 1968, agradezco el esfuerzo de cada uno de los que directa o indirectamente se involucraron, pues el movimiento estudiantil contribuyó a fortalecer la democracia y la participación ciudadana y estudiantil en la vida política de la UNAM y del gobierno en turno. También generó un debate sobre el papel de la universidad en la sociedad y la necesidad de una educación pública de calidad.
Asimismo, agradezco a estos movimientos, porque se demostró que unidos somos más fuertes y podemos hacer una diferencia. Aunque cada uno por sí solo pueda parecer poco, la suma de nuestras fuerzas puede logar grandes cambios, siempre recordando nuestro pasado y los errores que lo componen para construir un mañana mejor para todos nosotros. Haz política, desde donde y como puedas, pero haz, y si consideras que te es ajena, recuerda a aquella niña en el Zócalo del 2000 cargada por su padre con un cartel que decía: “Hoy apoyo la huelga para estudiar mañana en la UNAM”.
José Gerónimo
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