Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón
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Amo la moda y la ropa por mi historia. Crecí vendiendo ropa en la boutique de mi madre, observando la confianza de las clientas al lucir una nueva prenda por sentirse y verse bonitas, saliendo del local con la frente en alto y una coqueta sonrisa, igual que con un espíritu conquistador. Sinceramente este fue el espacio más prístino que he conocido hasta este momento, donde la autoestima se podía ver renovada en sólo segundos.
Creo que la vestimenta (y la moda) es la primera carta de presentación de una persona, misma que nos expresa en un lenguaje no verbal miles de historias, historias listas para ser contadas. Se esconden detrás de la apariencia relatos de apasionados de la industria de la moda o de los observadores más atentos. Eso sí, no quiero que se me tache de “juzgar a un libro por su portada”, pues opino más bien que la vestimenta de alguien es un simple aperitivo del verdadero festín que puede llegar a ser una persona al conocerla profundamente.
Después de trabajar 25 años en la industria del comercio de ropa, mi madre decidió terminar su negocio, pues la utilidades eran ya poco favorables y el tiempo invertido, demasiado. Esto para mí fue una de las más grandes pérdidas, pues perdí mi conexión entre las personas de mi comunidad y una manera de ser útil a la sociedad… Sonará dramático, sí, pero encontraba un valor sin igual al combinar los accesorios adecuados para que una chica fuera perfecta a su graduación o en hacer feliz a una novia consiguiendo vestidos para sus damas de honor, y ni se diga lo que sentía de conseguir el outfit perfecto para una señora en su cumpleaños.
Entiendo que cada lugar tiene su parte mágica, no obstante, comprendo que las aplicaciones de ropa en línea nos desmontaron como principales surtidores de ropa en la colonia. Es triste, porque ahora las personas realizan sus compras sin compañía, compran tan instantáneamente que siguen tendencias express que no construyen un estilo personal y, más impactante aún, promueven el llamado fast fashion. Yo siempre he amado la moda, pero más amo a las personas y al medio ambiente.
Es impresionante observar cómo los desechos de esta fast fashion contaminan, en especial a los países de Medio Oriente y Asia; o cómo en nuestro propio país la manufactura de playeras que se venden en el mercado por más de 200 pesos mexicanos, sólo se paga en 16 pesos a productores. Es sorprendente cómo es que una de las industrias más lucrativas del mundo es tan poco regulada respecto de sus procesos de producción, planeación ecológica y circulación.
Amo la moda, pero me duele saber que realizar pasarelas por temporada no es rentable para nuestra madre tierra. Amo la moda, pero soy consciente de la esclavización moderna que genera. Amo la moda, pero cuando conozco a alguien que juzga únicamente a las personas por la vestimenta, me molesta este pensamiento clasista y entonces, me aparto. Amo la moda, pero odio que se roben la propiedad intelectual de los diseñadores, porque es robar su arte. Amo la moda, pero si no fuera consciente de los estereotipos que promueve (como la delgadez) y con ello vende, estaría en la misma realidad que todos y lo promovería. Amo la moda, pero amo más al ser.
Podemos vivir pandemias, tiempos de guerra, esclavitud moderna o crisis climáticas pero cuando utilizamos un outfit que nos hace sentir lindxs, es como si se detuviera el tiempo y lo malo se dipersara por un momento; esta es la gran paradoja de la industria de la moda, por lo que recomiendo finalmente, sólo utilizar aquello que nos haga sentir verdaderamente la persona que somos, sin seguir a grandes marcas o tendencias de internet. Disfrutemos nuestros tiempos “de mierda” con bonitos outfits.
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