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ANDREA MURCIA /CUARTOSCURO.COM
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Jhoana Ramírez Oaxaca

Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Vallejo

Semblanza

La difusión del movimiento feminista en los medios

Número 2 / JULIO - SEPTIEMBRE 2021

Hay discursos noticiosos encaminados a criminalizar protestas

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Jhoana Ramírez Oaxaca

Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Vallejo

Sin duda, los medios de comunicación de masas nos ofrecen elementos a través de los cuales constituimos nuestra propia percepción del mundo y, además de brindarnos modelos, normalizan pautas de comportamiento, otorgan estatus a  personas e instituciones y legitiman el orden social. Asimismo, son fundamentales a la hora de sensibilizar y concienciar a la sociedad; y, como todas las construcciones sociales de la realidad, las que elaboran los distintos medios son ideológicas. Por ello tienen repercusión sobre la propia realidad social, pues en muchas ocasiones las vidas de mujeres y hombres han sido construidas alrededor de modelos “falsos y artificiales” (Burkle, 1997-98; Menéndez, 2001).

En este sentido, lo que en este escrito interesa es especialmente la sección de noticias, pues son éstas las supuestas encargadas de informar a la comunidad de manera veraz y neutra; entonces, me centraré en la difusión del movimiento feminista en los diversos medios de comunicación a través de las “noticias”, que no hacen más que ofrecer una tergiversada y nula información al respecto. Estos discursos noticiosos están encaminados a criminalizar protestas, cualquier tipo de protesta, y sobre todo si las protagonistas son mujeres, silenciando así sus demandas. Así, considero que los medios no hacen más que perpetuar ideas erróneas sobre este movimiento, pues además de que ofrecen una mirada androcéntrica, mal informan.

Aunado a ello, abordaré el movimiento feminista, así como el papel fundamental que juega la televisión (que es líder en la “noticia”), el impacto de las imágenes a la hora de informar (¿verdaderamente?), el problema de tele-ver, la gravedad de toda la pseudo-información que los medios nos siembran. Todo ello en relación con la difusión y comprensión del movimiento feminista.

Feminismo es más que un movimiento, es una ideología, una filosofía, una política, que propugna el cuestionamiento tanto de la realidad como del pasado a través de la historia, para identificar y evidenciar los distintos factores que oprimen a la mujer por el simple hecho de pertenecer a dicho sexo y, con base en ello, proponer soluciones que permitan devolverle al sexo femenino su protagonismo como personas.

Así, la historia tiende a presentar los avances  sociales conseguidos por las mujeres como la consecuencia de un progreso que  marcha por sí solo, como el resultado de un proceso en el que, en todo caso, las  mujeres no han influido. En cambio, las mujeres sólo hemos logrado conquistas sociales allí donde ha habido mujeres protagonizando esas conquistas. Han sido las luchas de muchas mujeres las que nos permiten hoy gozar de derechos que nos fueron negados. Mientras no cambien las sociedades, serán las reivindicaciones de las mujeres las que permitirán seguir avanzando hacia un cambio real.

Frecuentemente los problemas que nos  aquejan han sido “problemas invisibles”. Se oculta, no sólo lo que tiene que ver con feminismo, sino lo que tiene que ver con las mujeres, sus derechos, sus denuncias. Los movimientos feministas buscan la reivindicación de la mujer en todos los ámbitos, teniendo como objetivo la liberación de la mujer de este sistema patriarcal. La única manera de ser escuchadas es haciendo ruido, haciéndonos notar.

Entonces, si esto es realmente el movimiento feminista, ¿por qué los medios no lo hacen ver como tal?, ¿por qué únicamente exponen imágenes de mujeres fúricas (no las culpo) haciendo resignificación del estado?, ¿por qué no se muestran las protestas pacíficas? Pues bien, nos encontramos en una era de revolución multimedia, un proceso que tiene diversas ramificaciones (internet, dispositivos móviles) y que, sin embargo, tienen un común  denominador: tele-ver. Este acto está cambiando la naturaleza del ser humano. Y es justamente la televisión la líder en todo este cambio, pues, a diferencia de otros  instrumentos mediáticos, ésta destruye más entendimiento del que transmite, ya que, como nos indica Giovanni Sartori, en su libro Homo videns: “En la televisión el hecho de ver prevalece sobre el hecho de hablar, en el sentido en que la voz del medio, o de un hablante es secundaria, está en función de la imagen, comenta la imagen. Y, como consecuencia, el telespectador es más un animal vidente que un animal simbólico. Para él las cosas representadas en imágenes cuentan más que las cosas dichas en palabras” (Sartori, 1997, p.  16).

Teniendo esto en cuenta, y lo que significamos como Homo sapiens, la televisión nos ha convertido en Homo ludens (el ser humano como animal que goza jugar), pues deja de lado la capacidad simbólica que tenemos gracias al lenguaje, ya que los sustituye en imágenes, que no son explicadas. Nuestro lenguaje no sólo sirve para comunicar, sino también para desarrollar pensamiento y adquirir conocimientos. Sartori continúa: “La televisión no es sólo un  instrumento de comunicación, es a la vez un instrumento antropogénico, que genera  un nuevo tipo de ser humano, un humano, al que lo único que interesa es lo  mostrado en imágenes”, un humano acrítico y ciego. Así, otra cosa que interesa respecto a este monstruo mediático es el gran alcance que tiene, pues “la televisión  no tiene techo”, puesto que, si excluimos a los marginados y a los que verdaderamente mueren de hambre, la televisión llega casi al cien por  cien de las casas: 92.5% de los hogares disponen de un televisor, en comparación con internet, por ejemplo, que sólo 20.1 millones de hogares (56.4% del total nacional) lo tienen.

Ahora bien, la televisión entretiene, relaja y divierte, cultiva al Homo ludens, pero invade toda nuestra forma de vida. Sartori comenta: “…informa de noticias (más que de nociones), la mayoría de estas noticias terminan por ser deportivas, o sobre sucesos, o sobre “asuntos del corazón” (o lacrimógenas) o sobre diferentes catástrofes, dejando de lado las noticias de mayor repercusión, de mayor importancia objetiva, las que tratan de información política, porque, saber de política es importante, aunque a muchos no les importe, porque la política  condiciona toda nuestra vida y convivencia”.

El poder de la imagen está también a disposición de las dictaduras y los sistemas  de poder (como el patriarcado, el capitalismo, etc.). “Actualmente, el pueblo  soberano ‘opina’ sobre todo en función de cómo la televisión le induce a opinar, el poder de la imagen se coloca en el centro de todos los procesos de la política  contemporánea” (Sartori, 1997). ¿Esto qué tiene que ver con el movimiento  feminista? Como mencioné, el feminismo también es una  postura política, pues implica visibilizar los problemas de género, y con ello, tomar  soluciones radicales que presentan un peligro para el sistema patriarcal. Por lo tanto, se oculta de la televisión, a menos que sea para dejar “en mal” al movimiento.  Así, el mérito casi indiscutible de la televisión es que “informa”, pero información no es conocimiento.

La fuerza de la televisión es hablar por imágenes y representa un problema grave. Lo peor de todo es que el principio de que la televisión “tiene que mostrar”, hace que siempre deban mostrarse imágenes de lo que se habla, lo cual se traduce en una tergiversación de imágenes de acontecimientos. Entonces, la reducción de la comprensión es increíble: y lo que desaparece en esa comprensión es el encuadre del problema al que se refieren las imágenes.

Porque ya sabemos que la imagen es enemiga de la abstracción, mientras que explicar es desarrollar un discurso abstracto, y, lo que mueve la televisión son sentimientos y emociones: asesinatos, violencia, disparos, protestas, lamentos, terremotos o incendios. Así, pareciera llamar más la atención de los espectadores las protestas en pro de justicia que los feminicidios. Durante las manifestaciones, los medios centran su atención en la supuesta  “destrucción” de monumentos (realmente iconoclasia) que a las demandas de atención a la problemática de feminicidios, que representan una de las expresiones más extremas del poder y derecho masculino. Se ha enmarcado mediáticamente desde una perspectiva en la cual se utilizan narrativas que, lejos de contribuir al entendimiento de este problema como forma específica de violencia de género, se  presenta como un hecho aislado dentro de una violencia generalizada y sin  contexto.

En las distintas representaciones mediáticas del movimiento feminista se nos  muestra como personas agresivas, que odian a los varones, y físicamente no  atractivas, y esto justamente está íntimamente ligado con la perpetuación de los  estereotipos que implanta la televisión en la audiencia mexicana respecto a las mujeres, estereotipos llenos de machismo y misoginia, pues las imágenes que se transmiten siguen ancladas en los roles tradicionales de la mujer. A nosotras se nos sigue asociando con la esfera privada (hogar y familia), además de esencialmente dependientes y románticas, tiernas, dulces, “bien portadas”, jamás como personas racionales, activas o aptas para tomar decisiones y enfrentar  obstáculos, además de cosificarnos y reducirnos.  De esta forma, es hipócrita ofenderse por las movilizaciones que hacen los distintos  grupos feministas, si en todos los momentos de la historia se han realizado estas acciones, la iconoclasia empleada por feministas causa tanto revuelo y tanto impacto por una simple razón: porque lo hacemos mujeres.

Evidentemente, este movimiento necesita del entendimiento público; y los medios de comunicación, como grandes difusores de  “información”, deberían mostrar dicha información imparcialmente, para así llegar la  “mente” de más personas y despertar algo en ellas, para cambiar y deconstruir actitudes misóginas y machistas.

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